P R Ó L O G O
En este mi décimo séptimo libro que les presento, intitulado inicialmente “El otro extremo de la vida”, he tratado de unificar en una sola ecuación la realidad y la fantasía, orientado a buscar la posible fórmula del enfoque encaminado a este ensayo del naturalismo expresivo en el arte literario, para expresar la gráfica sensibilidad de la belleza captada del expansivo mundo exterior, a través de la espontánea fantasía y del explícito temperamento del escritor. Hacer que el atraído lector, conciba la intuición de la esperanza, de advertir la presencia del instante o del tiempo circunstancial, a través de una simple y subjetiva ventana del alma, para percibir la oportuna y emocionante cercanía o la impresionante seductora lejanía del mundo, apreciar sus variadas dimensiones del vacío, sentir la enojosa magnitud del dolor o la placentera alegría de la vida, diferenciar la vaciedad de la ausencia en sus diversas formas del deleitoso encanto, en relación con la esencia maravillosa del paisaje natural, representado en la persuasiva imaginación del literato.
Sólo he escrito, lo que la espléndida realidad a diario me ha dictado y el estilo del arte literario que lo he impuesto, para crear la admirable excelencia de la naturaleza soñada. Para alcanzar el grandioso interior del sentimiento poético en la prosa, a menudo le doy constante profundidad a la narrativa y cierto giro rítmico al sentido lírico subjetivo, en torno a la vivencia pintoresca del tema novelístico de cálida inspiración, en un panorama de esplendidez concavidad escultural de forma invertida a la vitalidad. Según la estética de su contenido me sugiero yo mismo, que éste libro debe llevar el título definitivo de “ AURORA NATURAL ”.
En este ensayo, se ha buscado fusionar la fascinante belleza, que se presenta bajo una cotidiana forma natural y la otra encantadora como una pluralidad fantástica del arte literario, consistiendo la “expresión de la realidad (naturaleza) a través del temperamento sentimental de un artista” (escritor), obteniéndose en consecuencia “la manifestación sensible de la belleza” literaria, afirmándose definitivamente que el arte vive y tiene como destino necesario la creación y la imaginación latente del hombre que se inspira en la naturaleza.
El principal protagonista expresivo es la naturaleza, a quien la represento como un árbol de hojas grandes y tantas ramas pequeñas, que sostienen la hoja o la inflorescencia de la planta, con una sombra de colores invertida al sol. Aquí en esta parte, me divierto con su espejismo, con su apariencia ficticia, con su frescura y rapidez de suposición inversa de las cosas. Salpico de tintura al lenguaje de tierna poesía, encaminando lo expresivo con estrategia ilusionaría sensorial en el lector, advirtiendo que los 50 subtítulos numerados, representan grandes flores de variados colores y contienen un significado independiente y propio de pétalos y estambres. Cada uno de los 500 párrafos numerados, representan a los sépalos, que sostienen a los pétalos de la flor y a los pecíolos que sustentan las hojas, como a las diversas ramas, que en su conjunto conforman, la grandiosa planta imaginada de proyectada sombra en tierra, encerrando un pensamiento literario autónomo de sentido desdibujado. La lectura de sus párrafos sucesivos llevará a concebir el concepto general del contenido único de la obra literaria, éste es el estilo singular, que pretendo cristalizar, con el presente ensayo del naturalismo expresivo. Dejando plasmado la creatividad literaria objetiva, que se encuentra en la imaginación, simplemente no pinto nada, pero algo digo literalmente, tienen sus propios delineados contenidos, como se le entienda será la plasticidad interpretativa literaria.
En su contenido, he considerado algunos relatos poéticos, con ciertas imágenes metafóricas de tiempo y naturaleza, para obtener artísticamente descrita el paisaje creativo. En donde se podrá advertir, la aplicación conceptual y reflexiva del diseñado recuerdo, la descripción representativa de ese algo natural observado y no comprendido por ser cotidiano, que al infundírsele ánimo y vida en el momento enunciado, de inmediato se desplaza por diversos horizontes. Sin perder la naturalidad del bosquejado sentido, conservando sus particularidades en el concepto, con percepción constante de lo escultural en la mente del lector, configurando la idea global de ser una sola obra literaria, causando placer a los sentidos del quién lea en forma total o fraccionada la presente obra.
Entones, el propósito de este ensayo, es intentar buscar algún silencio artístico olvidado por el naturalismo expresivo, contrapuesto a la conjeturada realidad, contemplada con lenguaje sugerente, dándole vertida disparidad al final del todo y escalando apenas el principio de una difícil corriente literaria, como algo inconsistente pero desbordado a su inicio y raudamente escapado de abiertas manos del día expuestas al sol, sumergidas en agua temperada en la diversidad del alba, que sin prisa nos pinta al comienzo de la distancia, diseminada encima de la concavidad abierta de la nada.
Hasta cuando me leas.
A. Arnulfo Moreno Ravelo.
Nº 01
ANARANJADA ALBORADA
DE DULCE AMANECER MOJADA.
1. El tiempo ovalado en vacío se va abriendo, en su expansiva alborada de azul primavera, cual pétalos de rosas
color escarlata esparcidas por el cielo, mientras queda el cárdeno viento tamizado de aurora fresca, va sobrepasando
la estela en adelgazada fragancia violeta, la púrpura pradera humedecida de verdor ilusión, sembradas de aromas de
clavel en el encarnado corazón. Junto a ese deslizante leve paso de lila, estaba diseñándose suavemente invisibles
linderas de la espesura en rosado vuelo, de aquella enorme rosaleda tamaño del amanecer, remojada en sueño de hierba
almendrada sin oscurecer. El silencioso polvo cristalino del celeste repintado, en rimados de anaranjado oropel del
canto esférico sostenido. Desdibujados besos en racimos deliciosos de esperanza, se van ahondando los distantes
caminos en la danza, a medida del rozamiento de brisa perfilada entre la sombra. Trasluciendo al mundo la diversidad
de sus divinos colores de amanecida, en despejado firmamento del acrisolado pensamiento del alba, que recorre la
espiga del clareado crepuscular infinito, en el diáfano embrión de la gota espesa del compacto rocío. Bajo el cielo
azul blanco enamorado de lo esclarecido, de flotantes enjambres seductor de miel atardecido. Entreabiertas burbujas
sueltas teñidas de arrebol gramas, en donde las variadas flores de fucsias colgadas, bordean en redondo las
separadas afueras del río, como un silencio amoroso de azulino verde suspiro, que se profundiza en granates
magnolias abiertas, hasta perderse en el centro mismo del alma.
2. Desde el crecimiento blanquecino del alba, amanece la tierna en plantación abierta de flores, con una relumbrante
luz amarilla crema de esperanza, muy cercana al recuerdo estalla en círculo de rosa. Tan recta albor despejada se
derrama, en esféricos versos de hojas espesas claras, fijadas en la allanada memoria bruñida de plata, que cruza la
elevada orbicular cuesta devuelta a no sé adonde su estirada. De plisadas agua de río curvo en perlas revueltas,
irradian sus arrugadas olas hacia lo más lejos de la tierra. Y su amplio abanicado espectro de sombra planchada,
libremente resplandeciente de intacta aroma deslizada, señalada en desatada risueña rama vivida, al final del pesado
sonido comenzado del día. En una inmensa retrasada orilla, buscada en la duda del alba despintada, se queda
desquiciada de piedra coloreada y fina. Rasgando en diáfana contraria frescura, la verde cumbre a oscuras se divisa,
sin retorno a su indeleble blancura. Tan a distancia se bosquejan las encaminadas líneas del cielo, desatado en un
momento enrojecido de fulgor firmamento, cual un ágil pincelado de soltura delicada, en una gota grande de paisaje
descendido se termina. Reflejando su esbelta llamarada celeste, como nunca, resbalada en púrpura suavidad y siempre
detrás de la nada, resaltada luz abierta en la espumante nube de espera. Perdida en los rebordes ausentes llenadas
de bastante silencio, como algo que arde a frío consumido y vuela lento sin ser visto ni observado al roce del
instante, en perfilada duda escondida al inverso iluminado de la concavidad hermosa mañana.
3. El rebosante cielo, se ha desnudado de su lucidez, como quién se despoja de su único azul acento. En una porción
adecuada color carmesí segmento, y el otro tono verde azulado de reluciente pasión, me trajo en sueño todas las
nubes hacia la convexidad de mi canción, tejidas en celeste centellear con perfume de dibujado alhelí. Para acogerse
de pronto, entre mis húmedos largos dedos, como unos cuantos encontrados e indecisos hálitos color cal naranja,
salidos desde el fondo de la oquedad del alma. Me está dejando perfilado dulcemente, la cavidad redonda de luz
rosada despeñada en el puente, sólo con unas cuantas huellas palpitantes ya soñadas, en rojizos besos de encarnadas
mañanas. El descampado paraje de silencio espigón, entregada a la sombra de hojas lilas sabor limón, se queda sobre
el agua sonora de la razón. Luego con mirada de apagado cristal, hacia lo lejos del cielo se vislumbra, la blanca
luz envuelta en risa se alegra, como ramillete sostenida en un pedestal. Van girando curiosamente de incrustada
violeta, en la hondonada del canto relevante de añil, las curvadas penumbras color cerezo sembrado en el azul, a los
prominentes márgenes del iniciado sinuoso camino del corazón.
4. El día, sólo es un color licuado de arte, vaciada en la redondez de un jardín no regada, con pintura excavada
netamente ya dibujada. Es un nuevo día en el ovalado luciente firmamento, la bella reverberación la retiene oculta
en tu recogimiento, como un tercio del tesoro de silencio van finalmente calculando. La brillantez de sus lentos
pasos, sin trayectoria ni antes ni después convenida, entre contornos de hojas ajadas del camino, van de verde claro
derramando sobre la hierba, los duros contratiempos del rayado destino. De coagulado perfil la insonoridad disuelta,
oyendo vagamente a lejos el secreto del agua, pronto envuelve de blanca rizada ensordecida rama, a su propia
redondeada hermosura cotidiana. Hojeándole como a libro abierto de claro, en las encrespadas rosaledas subrayadas de
viento. En donde acaracolado el crepúsculo a fondo pintado, en tono pastel saliente tirando al color del pecado, era
polvo ensortijado dejado por el caminante agobiado. Significando un refrescante acceso necesario de paisaje, o de un
refractado simbolismo de oro puro intenso a la distancia, desbordándose al azar del momento, en otro de diferente
densidad más apretada que el tormento, en un vacío profundizado en el encuentro. Comprendiendo haber encontrado al
inicio, el amarillo contenido del trigo partido, esparcido debajo de la compacta sombra. En cuanto, una rama de
lluvia ennegrecida en la oscuridad, buscaba retoñar en el recomenzado tinte verdusco del estío, a expensas del
sediento susurrar hondeado en el campo del río retorcido.
5. Es un lindo día vestido de agua. Suavemente vertida de una bóveda natural guinda. Tras de la respirada claridad,
llenada de hundida soledad. Opuestamente a espaldas de la cristalina montaña, va despertando al desgarrado frío,
entre las encarrujadas vertientes que se reseña, como un enrevesado terroso panorama contraído. A una distancia
medida del gusto, enrarecido nublado de extenso llanto, su esplendor perlado se va de costado. Cubierto de seda
color melón, se deslizaba en delgadas sílabas de amor, con aguas heladas de aurora en cordón. Frescamente de albor
lunar, se inhala aquella grandiosa felicidad, con el fulgor teñidas de arbustos de mar, se enclavan en las
equidistantes láminas de la oscuridad. Junto al claro aspecto natural, extendiéndose a lo amplio del viento, la
refulgencia del áspero saludo del sol, en finísimas hebras doradas de brillantez de plata, se quedan confundidas de
encanto. Todo se reduce en un apreciado retazo de cielo, pintado en esférico apresurado desfiladero, encarnada su
espesura en la intimidad de la doblez del silencio. Segmentado del conjunto en penumbras paralelas, sobre el blancor
generoso del alma se encaminan juntas. Cuyos fragmentos esparcidos, sobre visibles cascadas del rocío, la diversidad
floral se duplica a distancia, circundando márgenes soslayados de la vastedad, redondeada al grosor del violento
río.
6. Cuando repintando el alba, en cada rayo se agranda la esperanza. Y se va subrayando a profundidad, el insondable
misterioso azul cielo despejado. Inmediatamente se entreabrió hondamente el adivinable y conocido anverso del nuevo
día, cual hojas de una enorme pesada y pulida puerta, livianamente pintada de fresca alegría. Para dar posibilidad
de irisación turquesa, sostenida en la vertiente de piedra, y otra vez, a obtener algo del aspecto desconocido del
prisma. Como el cantar matizado, de la cúpula del silencio y el colorido del frío trueno a oscuras, disimulado,
divertido, jovial y festivo. Extendidamente expresado a la soledad, de la redonda luna de cuarzo, sobre el amplísimo
y áspero itinerario del que hacer de la vida cotidiana. Vestida de verdusca tierra, tan cercana de una perseguida
pujanza. En dirección del tiempo, al estilo azular artístico, de tantas voces floridas, prendidas en las delicias
nacidas en el alma.
7. Todo el mundo, girando a la vida se alegra. Y llega el amanecer, límpido y cristalino como el agua, ausente de
nube y de sombra. En reflejo deshilachado de espejo, abierto al calor solar festivo, sin lluvia palpitando de
rígido, como rosales enarboladas en primavera. La tierra pacientemente escalada sonríe, de un buen día hasta tocar
el vacío. A vivirse con tolerancia y serenidad, en los estambres no arrancadas de la vida. Sin extrañar algún
posible retorno, en sentido contrario de una dura lágrima, que haga dudar tan temprano ensueño. La suficiente
perseverancia de confianza, en rosada abstracta de friolenta línea escapa, a media distancia del viento de otoño.
Ambas van pasando de prisa, por la misma senda de ancha piedra, tan cercanamente en rápida caminada, como una rosa
desojada se queda. Hacia la radiante allegada presencia honrosa, de la cristalina aurora, que de pie firme empinada
del olvido, dibuja el velo blanquecino, en la retrasada silueta del alba.
8. Sobre la nitidez cristalizada de la mañana, quisiera escribir mi deseo de amarte y acariciar la brisa, con las
manos encrespadas del tamaño del mundo. Como un guardado misterio vacío de contenido, que no llora en la profundidad
de mi alma. Saliendo de la sombra, en casi figura redonda, percibo de tu sonrisa de mañana, una partícula minúscula
claramente amarilleada, de tu tierna alegría amoratada de esperanza. ¡Qué hermoso !, nadie hace menos de lo que tu
voluntad puede, no hay espacio para la ficción, todo cabe dentro de tu pequeño corazón. Das y ofreces bellamente
diáfana, todo el contenido del alba. El sol pintado de un amarillo muy intenso, que todas las mañanas en conjunto,
filtradas en el traslúcido paso del cielo. Sin recompensa ni compensación de salida, no miras el árbol sino el
bosque de subida. Sin diferencia alguna, hasta el final del tiempo endurecido, en gruesos errores los anhelos los
hemos perdido. A todas partes de la tierra se derrama, venidas de espaldas se escala, lisas de asperezas como luna,
encima de la delgada línea del horizonte.
9. La bronceada desigual de las montañas, están hondamente fingiendo su dormida natural. Mientras voy dejando entrar
el silencio, como una sombra alargada de abismo. En dos extensos enigmáticos caminos, aireados de azul morado
escarlata, en asombro enrarecido de color valle, en desolado irregular se retrasa la mañana. Como quién pone el
tacto de expresión contraído, en la exactitud íntima encontrada, para retardarla su tan esperado regreso. Porque la
alegría, se va menguando en su magnitud y el sol en orbicular cobrizo, ha hecho tan breve su tiempo circular de
ausencia, que entre las arreboladas nubes, se van abriendo de esférico silencio. De modo que las duras alas se
ausentan, de lleno a la violeta vaciada distancia. Sin restregar a fondo la turbia orilla, de la inesperada frotada
en redonda amarilla. El viento se desvanece, dentro de aquéllas diferencias de vacíos de la nada, hasta tocar el
arriba del alba. Como desocupadas oscuridades, profundizadas en el espacio de la noche, en pulsaciones negras
desiguales, se va quedando el lenguaje de los objetos. Acantiladas en el fondeado olvido, las tantas horas
naufragadas en el destino, cual un mar tenebroso abatido en la desesperanza.
10. Sueño escrito en luna derribada, como un libro abierto en la tierra sembrada. Preciado en el grosor del silencio,
rayado al borde de la luz de aurora, se va parchado de sufrimiento al precipicio. Huyendo en la misma dirección que
el viento, atravesaba el lejano umbral del firmamento, en ese anticipado crepúsculo del pensamiento, siendo todo en
conjunto el único universo. La oblícua plasticidad de la tristeza, de música no muy lejana de la delgada esperanza.
Dejada en la última diseñada cuadra del olvido, como un camino sin destino, se dilata en su sombra sin sentido. Con
la arañada palabra de la real visión, caída fuera del alcance de la intención. En ribetes de dibujados besos
pintados, y apilados en parte sobre los sueños restados. Regados por desmadejados gráficos aguaceros del tiempo,
como asomadas lágrimas de tantas madrugadas de invierno. Su inexistencia fríamente en el ángulo obscuro duerme, en
un completo cero de la nada se retuerce, sobre la rama que tiembla en una raya que retrocede. Entre tanto, los
encumbrados árboles rozan el cielo, acurrucados en sus sombras de insignificante hielo. El instante se escapa de su
latido, como un tierno boceto expresivo, para en espiral llenarse en el fondo del alma.
Nº 02
COLOR EXPRESIVO DE AURORA
EN BRUSCA BRISA DERRAMADA.
11. Los medios días desparramados de miel, pasan siempre con una natural respiración de alegría, dando la sensación de haber ascendido al centro mismo del cielo. Formando su engrandecido infinito, va dejando amontonado todos los mínimos sufrimientos de un día, en el escollo rebosante del paisaje que guía. En las bermas del endurecido camino, a orillas de los albeados ríos, y a la salida de los nacarados valles, tiernamente se tiñen de suave albino. Por encima de las cumbres nevadas, por el arriba de las nubes blancas, va quedando por debajo el sombrío pintado. Todo blanduzco coordinadamente se balancea, como un péndulo de campana bien alejada, arrastrada por el trasojado viento, sobre toda la cuesta dolorosa de la tierra. Convencida en una simple raya repetida del sol, caída en peso neto al empezar la sombra, de la desconocida ensuciada entrada. El ensombrecido rumbo de todos los caminos, acortan las endurecidas claridad del mundo, como un corazón contraído precisamente al inicio del tiempo.
12. He atravesado a tientas los campos, con una soledad y un silencio infinito de eternidad. Mis pasos parecían andar, en un reflejo huesudo del desierto, sin vida, sin calor, sin amistad, como un camino fallecido a la distancia. Borrando justo lo distinto, que huye torpemente de la tormenta, abriendo la blandura sombra del invierno. Se aleja negra despreciada, sin mirar sus propios rastros en la nada, enyesada de aspereza queda regalada. Todo sale al revés del frío, no voltea para atrás repugnando su alejamiento triplicado, como una luz apagada de cementerio, que termina oscurecido en la profundidad del abismo. De tan grande luna muerta desesperada, colgada de un firmamento ofuscado, ácido y amargo rascado a fondo, para encontrar su lucidez. Pero dentro de la ennegrecida sombra, en largos saltos mortales de renegada vida, en apretado ajuste de garganta descendía se pinta, como bajando de un hilo torpemente se tira, por la destartalada escalera contrariamente soñada.
13. De viento meridional se ausenta, el plano superior dispersado cerca del sueño de cuesta. Sostenido en lejano
vértigo de atmósfera, separada por donde viene el final de la brisa en subida, sobre opulenta montaña de sombra
fría, se fija de verde piedra pesada de alta espesura en bajada. De pálido color vertical, en lontananza del sol en
declividad, alrededor de la peña arcillosa bronceada, como un canto sobrescrito interminable se resta. Con gran
poder de rojiza tierra amarillenta, de transparente río se pierde lenta. Va aparejando el mundo menoscabado en
hoyada, levantando el estallido del ajuste quebrantado, en el empezado movimiento universal antes en llano sujetado.
Generado por su propio cercano peso, en un arreglo de equilibrado vuelo, casi limitada se detiene mirando al suelo.
De un inmediato corazón hinchado de naranjos y limoneros, es su huerto aproximadamente esperado. Como entre la
hierba en ladera vuela del aire, reciente desnivelada desde abajo sin espera sale, en un declive silencio desnudo
asciende, hasta el colindante celeste del mar. Para inclinada vislumbrar, inminente regreso misterioso del viento,
abiertamente sin que nada le cueste al sol abierto.
14. De pronto, nada más que sombra, sobre techos de tejas vivas de color, completaba mi profundizado sueño. Cantaban
los nítidos azulinos gallos repasados, alargados hacia arriba por el tiempo. Venía de rápida impecable calada en
esfera, fresca y ventilada madrugada de cerezos de agua. De este a oeste instantáneamente se entrecruzaban de
miradas, por casi la mitad del frío desnivelado, duplicándose en el declive de la sombra. Como un triste perdido
viajero, consumido por los solaces caminos de la vida. Agotadas en la cúspide de tantas obligaciones, en un silencio
sumergido en la zanja nocturna, descansa junto a una cándida vasta jornada de altura. La ingenua penumbra disuelta
en bajada de luna, entristecida en recomenzadas subidas se espiga. De cima escrita en la subida del infinito,
emergen ignoradas en cifradas muestras de respiración abandonada, encima de un sumado incierto destino, se van
excavadas por un simple perforado de camino.
15. La vastedad del firmamento, se llenaba con la dimensión de la claridad. Cuando algunos lentamente descifrando,
pretendían devorarse las sombras en un solo día. Entones, se juntaban las gotas del inclinado vuelo, hasta caerse
aglutinado en un solo beso. Pensar que en ese alejado silencio, se oían rodar tantas piedras llevadas por negras
aguas del río. Los párpados no resistían la pendiente, menos largas ausencia del sol en la hierba, tampoco una sola
declinación de luna vacía, fuera del alcance de la desatada aroma del campo. Quedarse dolorido tras de la sombra,
tardíamente seguir a un día entero, y respirar caído a mano llena esa misma sombra. Todo el aire menguado al escape,
de esa cristalina faz de rosa, se vuelve sílaba agonizante, de retrasada naturaleza en decadencia primavera. En
conjunto se acercaban, hacía la orilla de la caída de la misma tarde. Haciendo señas desconsoladas, para que de las
alturas, se acercaran a mirar la fatigada rapidez del atardecer. Aún inclinado, de haber caminado tanta cuesta, sin
dejar ni siquiera, rastro alguno de su cansancio. Para ultimar su angustiado agotamiento, en el encontrado corazón.
Se marchaba luego, por donde no había venido. Sin recibir aroma o recompensa alguna de brisa, ni menos le decía a la
frialdad del mar, que se diera la media vuelta en si misma. Para proyectar su desviada forma, en un nuevo regreso de
esbelto sol a la redonda.
16. Todo entiendo al mirar el vacío, que su deber estaba ya perdido. Sus fuerzas habían ya devorado la esperanza. Ya
fueron gozadas a plenitud, las salidas de cada puerta y el regreso de ventana abierta al viento. No tiene olor de
envejecimiento, a pesar de venir ya viviendo, tantos siglos al remoto inverso. De una larga y entendida vida
aprisiona, solamente nos sustrae lejana desventura, del frío al fuego acercamiento perfilado, cuando confiado no se
espera hacia arriba. Cierta parte de nuestro reverso espiritual, crece hacia un nuevo lado del cielo, en una
incomprendida juventud desengañada. Jamás vista destiñéndose, sus ajados pétalos a medida que avanza, como al
empezar el color manuscrito de la rosa. De una desvanecida contraria lupa, se trasluce el riego invisible del llanto
de nadie, en una piedra azul y deshabitada de su dentro. Revesado estira la única palabra, para comprender a la
distancia, o refrescarla dentro de la exacta tolerancia.
17. Una noche deshecha, es una sombra borrada, como tinieblas pintada, sobre la yerba derramada. De rojo verde
desprendido de su página, como un trozo de fondo del globo terrestre, inmensamente dentro de las hojas azules del
tiempo. El crepúsculo luego se disuelve, cual humedad de luna caída en invierno. Un poco distante, del centro
insondable del cielo, casi lindante del inmediato ensombrecido suelo, se revierte en sentido contrario del consuelo.
Disimulando la precisión fronteriza, de la impenetrable sequedad de sombra. Envuelta de azucena oscura, como
allegados pétalos de rosas, redondas por el cercano frío, se siembran al centro del rocío. Aledañas a las afueras,
próximas al color encarnado, camina en el silencio morado. Respirando el cerrado frescor, del turbado anochecer, que
de cercano aliento empañan, los macizos cristales del cielo otoñal.
18. En aquellos infinitos paisajes, limítrofes sublimes evanescentes. En donde solamente se sentía la ingrávida
felicidad, impalpable vastedad hecho arte en fina pintura natural. En delicados colores encendidos, del más puro y
tierno sentimiento. La inmensidad propia limitada, a la contigua lindeza de colinas, confinando a las cercanías
espumosas, de los idénticos bulliciosos ríos. A las fatigadas vertientes, a las conocidas plantas, a los frescos
vientos, a los vocablos tardíos del dulce amanecer, musicalizado en el fondo del alma. En la profundidad
inalcanzable del origen del ser, ya no habrá el suculento néctar del clavel, esparcido en el desviado interior de la
enramada, porque el aire libre del lugar, habría sido desalojado por los limoneros y manzanos traídos desde lejos
por el viento. Que al atardecer se levantaron las nubes de algodón caídas del grueso error del manto y el viento
ciego volvió al encuentro de repente en adelgazadas esperanzas, no encontrando espacio para ficción entró hacia el
lado derecho de la hondonada del lenguaje, cansado se perdía en la lomada de los alejados objetos y hacia arriba de
los cipreses de cobre se escuchaba un ineficaz extraño estruendo, nunca sucedido a esa hora, sólo la realidad de
recovecos personajes en precipicio. Entonces provocando una especie de mentalidad revuelta en plata bajo el sol,
como la figura del silencio retorcida en una sólida pirámide se alargó hacia el vertical infinito.
19. En un sembrado silencio, de rociada oscuridad, como un abierto mundo en una herida. Que salida del mutismo, y
arrancada de su afonía, se cierra así mismo como el día. Extraído del rincón de la vida, en un rumor alejado por
debajo de su sombra. Penumbra rosada del comienzo ofendido, camino final del entendimiento descrito. Parpadea su
espera escondida, como un pensamiento desatado largamente, por arriba de una ancha obra del espacio comprimido. Que
no se agota fácilmente, encima de la montaña atraída, menos sobre aquel inclinado llano de verdadero olvido.
Escondido se adentra cada vez más y más, hasta llegar al otro lado de la claridad. Ansiosamente esperada en la
memoria, la abertura de verde petróleo pintada a la distancia. Regresó el viento aventurero a llevarse lo que el
tiempo se nos dejó, como flores de cucardas que fueron mustiadas y secadas durante el rozamiento del día. La sombra
subía construyendo su destino sin frontera desde el valle, como una totalidad sin sentido y cruzaba a saltos todos
los fondos del precipicio, con el sentido en la mitad del todo sonido. Los vetustos anhelos estaban casi ya
envueltos de dureza oscuridad, mientras que la escasa agua tibia manaba, no era suficiente llegar a la nada para
crecer una planta sin hojas al exterior, tampoco alcanzaba llegar al nunca jamás del río, menos engrosar de remota
mirada la afluencia que atravesaba el centro de la cuenca. En donde los geranios redondos como el cielo azul
grisáceo en oro rosado se regaban al pintado por el viento, igual que una brocha jalada con fuerza se alejaba
rápidamente la tarde color naranja, para morirse inclinada al inicio de la triste noche.
20. Desde el fondo de mis sueños, llegué de repente al borde del abismo. Una luz apagada se disuelve entre la tierra
y el cielo, como una breve entrada de tenue nube de colina, decoraba el desnivel opuesto del fondo, tratando de
alcanzar el extremo contrario de la lejanía, con el natural parecido pensamiento. El viento llanamente arrastraba
todo cuanto había en el campo. El sol abrigaba a la desapasionada mañana. Las gélidas construcciones y los plateados
árboles, por más indiferentes pequeños, siempre arrojaban sus friolentas sombras, hacia los distantes caminos
desolados. Dejando entrar a manera de dibujo, una delicada penumbra de sol, casi amarilleado se sostenía cerca de la
tristeza. Semejando a una singular planta incomible, que brillaba raramente por un instante. Luego desaparecía en el
reflejo del agua, dejando curiosamente un áspero despintado, por donde vino de momento, como un florecido gladiolo
del valle, quedaba estampado en una vaga armonía, profundizada tras de la distancia.
ROJO INTENSO DE ORO RUBI
FLORESTA REDONDA DE ALHELI.
21. A muy entrada del día, se abrió la claridad del cielo rosado. Sentada sobre una mirada de sí misma, pintada de hermosa mañana se subía, segura del silencio pensamiento contraído. Era sin duda una pesadez movible, que cedía los secretos de la existencia. Respiraba algo más frío, cubierto de polvo amarillo, sin que nadie dijera el lugar del surco perseguido. Algo más fresco y distinto, que todas las flores de hojas secas sin encanto, contiguos rodean a los ríos empujados por el viento. Certeramente cruzaban el frío mundo, abiertos hacia lo alejado de la esperanza. Desorientados huyen para no ser apresados, por la inconmensurable realidad, que por un instante en la conciencia genial, se ha retenido en forma redonda como el día particular. Al pasar observe el modulado silencio en redonda sequedad, no insistí alguna inquieta mirada en replica sordina de sentido, ni que la austera prudencia me devolviera lo no recibido, con honda serenidad de cometido quizá no pude advertir la insonoridad del ruido, simultáneamente vacila encima de la vaciada oscuridad. Con su flaqueado infantil gesto de callado aburrimiento, pregunte fluctuando sobre la delgada intención dudosa, de que todo se balancea arriba de una inmovilizada rotundidad, confundida a medias en una quietud de algo ya sembrado en forma inmaterial y transitorio, para no distinguirse de lejos lo que ya se queda de cerca. Siempre penetrando por debajo de la sombra, se descubre el exceso de materialidad de su interior silencioso, en la hondonada laguna se siente la escasez del friolento lecho, que descansa en demasía al reflejo del sobrescrito escondite del agua.
22. En una clara y helada noche de verde otoño. Unas cuantas nubes, medias oscuras de vanidad, entorpecía a los
tibios aguaceros de poco sol. Oliendo a tierra mojada de campo. Enraizada en la rareza del miramiento. Todos
incalculablemente, enredados en la inmensidad de su color, como delgadas rubias cabelleras, desparramadas
indistintamente en lo exacto, tiradas hacia las proximidades fronterizas del sentido indirecto. Hacia lo más alto de
la infinidad, se bifurcaba en un paso inseguro de sobrenatural vaguedad, de tal modo, que parecía empolvarse de azul
verde llanto, el fenomenal centro ventral del escándalo, y luego de raudo entristecimiento la media luna del cielo.
Presto se ahondaba cada vez más y más, en un cóncavo vacío abierto, al mismo punto medio del universo.
23. El día lloraba y lloraba de un claro alejado, como un adulto de contorno desconsolado. Cubierto de una claridad
apagada y de cara pálida, entrando a los comienzos de un negro infierno. Mientras por sobre los surcos del rostro
envejecido, en color de tempestad se descuelga, la paciencia al cuadrado empinado, bajando desde su cabellera a su
propio peso alcanzado. Dando muestras, de su poco entusiasmo veterano, eran tiradas hacia el otro lado, como una
pesada lluvia oblícua que centelleaba al sol, sobre el grosor vetusto del cristal. La primitiva naturaleza gemía,
igual que una madre cansada, decepcionada de todas las plantas, se morían en las palmadas estropeados por el pasado.
Resecos de honda sed, cual beso insensible disecado de un desalentado parecer. Desparramado hielo sobre arcilloso
suelo, sin futuro alguno, esperando el amor que escurra en miel celeste desde el cielo.
24. En una gota condensada del día, espesamente casi ya fría. Como un sonido cuajado de sonrisa, se entremetió en su
silencio la alegría. Extendido el firmamento, de un plomizo entristecido, como un techo antiguo a la redonda, sin
lustre, sin esperanza, todo el horizonte carcomido. Tan lejos, tan distante quedaba el cielo, recogidas en si misma
sus blondas azules, y su esparcida tintura amarillenta, sobre sus pocas rosadas esperanzas. En donde las derramadas
perspectivas lineales y circulares, concentradas se hundían solas, en la interioridad medular de los recuerdos. La
sequedad con cuidado vertida, entre los límites de la periferia despintada, en la lejanía con esmero se observa el
vacío, de un pronto apagado griterío., que forzadamente en desidia descansaba, encima de una descuidada forma de
blancura. En cuanto, el deseo previamente empinado, que intenta saltar desde afuera, como un vivo sentimiento, de
rociada sombra declinada.
25. El melancólico y afligido viento, color claro distante. Desorientado en contrario cruzaba, el patio mortecino de
la tarde. La luna en plata quemada, estaba ya alta en el cielo, rayado ancho como un río. Blandamente en sus
afueras, se sentía la soñolienta dolencia, más y más separada se alejaba hacia el frente. Mientras recelosamente, se
acercaba la insuficiente dulzura, con suavidad olía a flores maltratadas de las tardes. Un poco retirado al pasado,
aguardaba a vestigio de un deprimido velorio. Saliendo por casi junto a la entrada, por la rendija de tras de la
puerta mellada, se veía la apenada lenidad del encuentro, tolerante dormía con deprimidos ojos cansados, de tiempo
en tiempo cerrados. Prudentemente camina muy adentro, de una injusta mísera vida, más cerca a la tierra, más hondo
al sentimiento, más alejado del firmamento.
26. Ya nada vemos a la distancia, se está bordeando la benevolencia nublada del viento. Se está adelantando el claro
tiempo, con una mitad de alegría teñida de medianoche. De perfectas dimensiones metidas en la niebla, se estiran
íntimamente extensos los caminos, como cintas igualmente aplanadas a su medida, en las perpetuas hondonadas de los
campos. Siempre indudablemente anudados al desigual silencio, pendientes de la desproporción de las geométricas
formas. En innegable seguridad se está esperando, el decidido alejamiento de la negra amargura, cuando la planta
ciertamente crece a su altura, a todos les agrada acogerse debajo de su proyectada sombra, como un montón de trigo
dudosamente limpiada y es llevada crudamente por el viento. Es conveniente tratar de suavizar, palmariamente
inconsecuentes asperezas del ambiente, la clemencia pondrá tan quieto su equívoco contento, a la fertilidad sembrada
opuestamente al incierto, como la brisa quieta e indecisa que comparte, refrescando su desértico e inseguro largo
viaje, durante el día escapada del sórdido paraje. Cuando pensaba en el calor infundido por el valle, el mar era un
camino persistente al futuro, corregir los desaciertos del agua azul, era acortar revueltas olas de distancias,
parecía poner en otras latitudes el más amplio dorado corazón. El sol de plata miraba de costado, dispuesto a
hundirse en las cosas vitales del aire frío de la cumbre, para comprender en el fondo del alma el verdadero sentido
de lo que es la esperanza. Como ojo de luna angulado me devolvía la mirada en acabada salida al cielo, que no
tardaría en abrirse como pétalos de rosa amarilla, para no perder el tamaño ni la forma rayada del horizonte.
27. Debajo de esta apagada pintura azul turquesa, en cabal dimensión natural de búsqueda. Un poquito de luz
vidriosa, desparramada tiñe endeblemente las lejanas cumbres, las mismas que sosegadamente dormitan, en la perdida
distancia de la vida. Vertidos de los invulnerables contrafuertes, justos van ha dar hacía el palmario entorno, de
las absorbidas profundidades del mismo variable pensamiento. Ardía el sol sobre los desamparados caminos, no tanto
caminados en una sola extensión. Todavía débilmente revoloteaban, por las alturas del cielo luminoso, las confiadas
aves coloreadas en la luz dorada del sol otoñal. Curvándose muy seguro de canto a canto, los atrayentes diversos
retorcidos árboles. El viento entibiado delicadamente refrescaba los trigales, exactamente en el escogido estado de
ciega. Mientras el fino atractivo cóncavo firmamento, se levantaba de azul púrpura florido, desde el refinado rígido
horizonte, en sólido delineado esbozo se perdía, en otro primoroso e incierto dibujo equivalente.
28. Entre grandes cúmulos de nubes soltadas al vacío, va llorando la desconsolada esperanza, como tantos rocíos
derribados, en las sembradas faldas de inciertas vertientes. Al iniciar el invierno la lluvia de cielo, inunda los
verdes festivos campos. En húmedas plantas de pocos frutos, esparcidos en desolados alaridos, tirados a la distancia
del abismo. Sordamente desesperados se están quedando diseminados, en algunos acopios conservadores del recuerdo.
Confinando desfallecidos anhelos en la fuente cercana, estancándose en la orillada garganta, como una envoltura de
plata, desplomada en un color ingrata. Desde adentro en doble sentido de cinta de agua, llegaba del jardín la
fragancia de flores, como un alivio a la redonda, se dibujaba la concavidad del día.
29. Más allá, más al trasfondo de la forma, quedaban suspirando las hojas resecadas, apenadas derribadas de
envejecidas ramas, por haber perdido la fecundidad de la hermosura. Toda planta aspira alcanzar, aquellas horas de
luz dorada en primavera, floreando su coloreado macollado juventud, como un cielo abierto a la exorbitante e
inacabable claridad. Las voces llegaban como de un lugar remoto. El ruido golpeaba los tímpanos, como una caída de
agua sin cesar y al atardecer se rodaba en naranja. De pronto, algo vino a oscurecer su brillo, virando a la poblada
noche de ensueño. Una luz violeta de tono apagado, endureció la voluntad de las cosas. La pálida luz de la luna,
filtraba por dentro de las hojas, al final del tanto y tanto caminar se perdían mojadas. Miré, ni por fuera llenado
ni por dentro vaciado, había alguna respuesta con acento nostálgico, los giros narrativos eran consistentes, los
sentimientos se dibujaban en sólidos triángulos de amplio espectro por el camino falso, pintar un cambio súbito de
luz violentada sobre la mañana o dibujar las ráfagas del viento que agitan las ramas, no es tarea fácil que en
diminutas gotas de agua se trasluzca las tinieblas o se conciba el fino sonido directo en un obtuso susurro
alargado, parecido a una simple raspadura de cielo cerrado sorbido por un agudo sabor de flor, dentro de ésta
peculiar concepción se desplaza mis inquietudes. Cuando el canto se adelgace hasta el mínimo de apagarse a causa del
alejamiento real, las vueltas de la tierra en un estriado camino se perderá, como un delgado hilo sobre la lisa
azulina cuesta del envolvente espacio.
30. La paciencia sostenida de la distracción, de pronto surge sin tocar a la esperada ilusión. Los profundizados sucesos, bajo el viaducto de primavera. En las orillas de los caminos, ocultos del alma se hunden en los olvidos. El silencio constantemente grafica los inexpresivos recuerdos. Cuántas veces, se abatían verticalmente sobre los tejados, se anochecía en la mudez sordera de la calma, no se distinguía nada en la tristeza. Parecía como si de su pecho, se hubiera vaciado el corazón. Las descriptivas olas flotantes, en la bruma quieta de plata, de sonidos claros en la esperanza de un mar azul, cortadas a fondo por la noche fría, de áspero olor violeta. Atravesado de aquel expresivo costado, pintado de un color amarillo claro. Saliendo hacia la pictórica sombra, de mis deseos en dulce pujanza. Las visualizadas ansias espinadas, en nubes blancas reposadas, se diagrama en un contenido de palpitante seno, acompasado de un rojizo lienzo. Cómo hubiera alcanzado la carente humareda culminante, para descender insuficiente caracolada escalinata, insinuando tener bastante fuerza más allá del nivel medio de la poquedad, regalando un mísero segmento del día retazado, no comprendido en la exigüidad de lo pensado, contra la penuria oscuridad encerrada en la carencia de si misma. Suavizando las rígidas veredas del pensamiento, que suben desperdiciadas hacia arriba en sueño, se adelanta de atrás cuando nadie se detiene. Parecían que las hojas eran del final del estío, en un silencio profundo escuchará cuando los demás cantan junto al río. En vuelto rebosante de hojas hasta el cogollo, ceñido a las escasas plantas una falta del meollo, en segundos de angustia la esperanza salió a la mañana húmeda, como si se retorciera lo que pienso a una fría dirección de la próxima tarde, sin la sequedad ni el nivel del sueño de ayer.
Nº 04
FLOR DE FUCSIA COLGANTE
ENCENDIDA FRAGANCIA DOLIENTE.
31. El mundo busca su cavidad, en el centro del sueño sin lugar. En donde la luz se coagula, como una lágrima de cristal. Tantas bocabajadas alegrías, de verde respira y se retira, dentro del agua azul rígida. Tirados en repentinos andrajos, sobre el agreste y rústico paisaje, de antiguos campos de piedras, sin ningún cultivo se queja estéril y envejecido. Estrujando rápidamente de afuera la hoja de rama, por encima de la blancura del alma, en tranquila movida de esperanza. Consumida y agotada en ángulo de piedra apretujada, para extenderse al viento de color violeta guardada. Un pensamiento labrado, en ocasionales diedro de luz pálida, cortada por el efecto del viento entrante, que al fondo de la naturaleza queda plasmada, en paisaje zanjada de luna desviada, con el contenido redondeado, como nunca ya cerrada.
32. Mientras que a distancia, por las separadas veras del olvido, una mano alejada gentilmente, acariciaba el
silvestre paisaje, guardada en el rincón más profundo del alma. Bajo aquel polvo del ruido cercano, caído tan
bruscamente precipitado del aire corazón, para enterrarse con todo en el mismo socavón. Sobre el arbotante puntal de
la bóveda ensombrecida, en los límites exactos del arco percatado, en rojo amarillento de apoyo occidental. Que
despegado del violento soporte rebajado, quedaba salpicada en el trayecto del azulino escondido. Arrinconadas hacia
el hundimiento del poniente, entre el contragolpe de las nubes negras, la friolenta mañana parecía traer la
tormenta, debajo del extendido velo de lágrimas.
33. Dando tantas vueltas la tarde, en abierta tristeza se desangra, conteniendo bastante tiempo de zanja. El humo denso de una lejanía sin fin, vista por fuera del suficiente confín, surca libremente en el aire sucio del ocaso. El viento con esfuerzo friolento de almendra, flota sobre el sostenido en el horizonte solitario. Sólo espera las inestables nubes oscuras, dispuestas al empuje superior del extremo, en donde poco a poco va rodeando, el contorno expuesto al vacío. La infinidad de tinieblas onduladas, muy espesas de concavidad, seguramente irán envueltas de una ausencia convencida. Sólidamente de tiempo en tiempo amanecida, diluida en un tono amarillento, y removido al entorno del vaciado descrito de la soledad.
34. Desde allá, empieza a emerger aquellas nubes oscurecidas, la sonrisa de cansancio se dibujaba en la cenicienta tarde. Conservando la friolenta desenvoltura de tierra solitaria, el palmoteo constantemente del entretiempo descorazonado, lánguidos y hundidos sobre una palabra apisonada, a tientas desalentados, vamos de puntillas orientados al entretenimiento de aflicción. Los rayos lila han penetrado a la tierra removida, en humedecidos surcos de siembra, como tantos hilos morados de lana fina. Los sembríos profundos y fértiles de tallos nacarados, sobre las hojas plateadas, que acarician alejadamente el vaciado abismo del tiempo, y que aún, ya no existe espacio suficiente en el pensamiento.
35. De pronto, se dejó descender lentamente, la pesadez de la frente olvidada. Trepada retirada de orilla, se
entrecruza la brisa amarilla. Dejando descolgada el día, en soltada tarde fría. En el paraje estirado bruscamente,
se dio término a la posición pensante. En forma ovalada se dejaba abandonar, hacia el aire de sus cavilaciones.
Algunos signos dispares de largas sequías, en remotas cuadradas se tornaban, de colorante en rosado, pasaban
pintadas por encima, del regreso apartado. A cierta fragmentada distancia, en donde ya no hay sitio de nada para las
horas y los días olvidados en raya. Pretendo fundirme en tu sonrisa, como un encendido vuelo de espiga, que del mar
salta el mojado beso, prendido dentro del siempre creído denso.
36. Por la rendija de la puerta del día, se observaba a lo lejos la concéntrica alborada. Aquel color azulino
impreciso, por un momento dudaba, que se dibujara sobre el agua cristalina, que esperaba disolverse sobre la tarde
cansada. Como quién espera la noche en el campo, caminando contra los jirones calados en efecto. Para que
pacientemente llegase, al límite de la luz de la mañana. Borrada en el aliviado lomo del horizonte, volteada de azul
en apariencia soñada. Besa el alba que sale apurada, de púrpura y oro se pinta la extensa subida. La planta
inclinada gime de bajada, como pararse junto a la puerta de agua. Guardando la culpa sobre el borde ladeado de azul,
como dos cubos de hielo reflejado en la espalda.
37. En sonrisa de apresurado silencio, el sonido pausado se aleja del río. La sombra ágilmente recortaba el suelo,
de acuerdo a su repentina altura y se humedecía, con el soplo de aislada brisa. Se ha comprimido mi dulce sueño, en
tu débil garganta, como un frágil trozo de tierra arcillosa, que se acaba disuelta en la penumbra, acariciada por el
viento. Sobre la hondonada agitada superficie de agua guinda, movida levemente de extremo a extremo en comprensión
gráfica del destino. Coincidente a la cavidad, dejada por el vaivén de la corriente. El sol se ponía detrás de los
árboles del parque, parecía pintarse de indecisa pesada naranja. Cuanto de aligerado verde, había en el raudo
camino. Que arrastraba la suavidad del suelo, como una flor lenta desconsolada, de la rápida desmadejada tarde.
38. El anhelado soplo de mañana, las dibujé pasando el espacio, como un esparcido llanto. El día se encontraba, en
su gran parte casi puro, como una vasija de inmenso cristal azulino. Llena de alboradas fuentes, acariciadas por la
brisa de las aguas. Como una pera de esmeralda, del enorme deseo inclinado, de donde venían tanta luz desparramada.
Cual torcida pincelada de un hábil e inteligente artista, se perdía en el espacioso imponente natural, dentro del
discreto follaje de verde manto, escondido en una parte del corazón. Color verde pálido de acuario, en tono
aceitunado se deslizaba entre la agreste lejanía, como un suspiro sobre saltado y perdido en las afueras del
abultado aliento.
39. La oscuridad estaba vacía, todo era un indudable sostenido de espanto. Los latidos brillaba disgustado por su
ausencia. Pero, ya se iba llegando, hasta la orilla de lo imposible. El olivar rasgado en un ruido desviado, estaba
huyendo de una despintada túnica dura. Salió inmediatamente al espacio, vital del porvenir ingrato. Precisamente era
el aguardado momento, en que el alba con su manto fulgurante, en un teñido verdoso amarillento, cubrían los amplios
extremos de la oscura tierra. La pálida tarde iba perdiendo su color de luz y las nubes regaban las resecadas fibras
del viento. Limitándose solo por la raya del horizonte, giraba violeta de forma invertida en la cuesta de la
vertiente, en donde el rocío azulado no habitaba.
40. En la propia túnica natural, se dibujó el destino, de la infinita clemencia fulgente. Se entremeció lo dilatado,
en su propio centro y saltó al profundo abismo. El oscuro camino, lavado con el apagado líquido de la desesperanza.
Desde los diversos umbrales, hasta la puesta del sol, rozaba el áspero vacío de la tarde. Necesariamente al
oscurecer, corrían a borbotones los desconsuelos, cuarteados en tinieblas se bañaban de oro viejo indignado. Por las
rendijas de las sombras, los infortunios amenazaban a los pueblos de angostar sus calles. Gimió la tierra y las
nubes tomó distancia de la propia vida, los caminos enmudecieron tan pronto, como se fueron, hasta arribar en la
ilimitada bóveda y tropezarse con los márgenes interminables del retrasado anochecer.
Nº 05
COLOR LECHUGA REGADA
POR LA BRISA DE MAÑANA.
41. El crepúsculo friolento y esperado del cielo matutino, parecía largamente retardarse, para luego abanicado despuntar, por sobre el instantáneo nuevo día. Con la fulgida luz del campo, trasuntado al tamaño del horizonte. Mientras el crecido trigal, en soplillos de áureo centro natural, eran indicios palpables del paladar. En donde había nacimiento de plantas, venidas desde lejos, en diferentes colores de una perfecta barnizada mañana. Sobre pintada de esbozada sombra, en forma retorcida puesta en el bosquejado ocaso, que a destiempo mira el cielo. Se encorva la sombra, entre tanto el silencio se apaga, con árida figura al pasado, sugerido por el viento, junto a la fuente descubierta, por su variedad del esperado encuentro.
42. Era un minuto sembrado de aurora. El viento era un camino de alba. Afloraba siempre la nunca olvidada fragancia. Era tan perfecta el tono de amanecer. Que seguramente ni una leve pincelada de cielo o la redondez lozana de una manzana, hábilmente sombreada, hubiese adoptado una firme decisión de imitarle. Nada era igual. Aún que se cogiera del frente y desistirse del posible opuesto, deteniéndole al contrario. En sonrosada dulzura del sueño, que no fueron gozadas por el sol, ni perfumadas por la infinidad de hermosos pétalos de rosas. Atenuadas y fondeadas en el pintoresco centro mismo del sentido. Se amaban como las madrugadas, en suspiros hondos del azul nuevo, socavando aquel beso de las mañanas, semejando valles que se alargan creciendo.
43. Desde la profundidad del alma, emana la inapreciable blancura de la excepcional conciencia. Que va ha cubrir
aquel consuelo derramado, en el campo inconmensurable del entendimiento. Entrelazado con cada extraordinario mundo
infinito del corazón, desesperado en el instinto voluntario, persistiendo por una excelente descansada vida. Que en
la hondonada azul de aquel lejano cielo, se encubra del brillante gesto y ánimo, de claridad de un divertido risueño
sol. Que seguramente desde lo más lejos, ya no tardará de aparecer, por sobre las cumbres más elevadas, la
perspectiva horizontal del paisaje. Luego se pierda posteriormente, en el ocaso adverso del mismo firmamento.
44. Más al extremo, sobre la inmensidad. Es un óleo no dibujado. Una capa de nube gris cenizo, en donde la luna probó
en contrario, un pernicioso alargado sueño. Distante encaminado a la gloriosa bóveda celeste, tan altamente
empotrada uniformemente semicilíndrica. Cubriendo el espacio comprendido, sobre todo el circular, como especie de
formas cúbicas invertidas. De naturaleza exánime sin aliento, desmadejadas en ovillos de una atmósfera tristona sin
vida. Perdido todo el color violeta, por la inmensidad exorbitante, exangüe se escondía hacia un mortecino lado, por
donde se rompía en pedazos, el áspero cristal de la claridad. Hasta llegar a confundirse, con profundidades de lado
adyacente de sol del mañana.
45. Todo se soltaba hacia arriba, apretándose decrecía lo desatado. Restregando con los dedos, siempre se llevará
casi la mitad de la intersección de la bóveda. Con infinidad de fragmentos coloreados, en remotos retazos de arista,
se tratará de unificar las inaccesibles fronteras de los horizontes. Por el cual atravesaban desmoronándose de
universo y ajándose las hojas de invierno. Confundidos en un estrecho abrazo de minúsculos celestes, que por poco se
borronean de tan diminutos aretes. Una densa polvareda levantaban los pasos en el camino y atravesaba con gran
presteza la extensa pradera. Extendiéndose aproximadamente, hasta coronar las alturas, en diferentes direcciones de
encaminada felicidad.
46. El amor redondo del agua, se hacia flor estirada de playa. Dentro del sueño se quedaba, en dibujo oprimido de
raya. El azul iba destiñendo los bordes y se podía observar penetrantemente qué lo hacía distar en redondo, de un
color palo rosa distante, hasta lograr alcanzar enrojecerse. Sin miedo desde el fondo del espacio, se escapaba sin
pedir ligeramente la dicha al fuego del sol. La tarde fría y ennegrecida llamaba a las ventanas de salida, para
luego desaparecer cerca de la diminuta distancia y reventarse en peculiar aire puro, alrededor de la oscurecida
esfera envolvente, para buscar la iluminación multiplicada y disolverse en cordiales pinceladas de oro limón
profundizado, hábilmente decorando la enorme bóveda, trazada con ligera improvisación de la nada.
47. Pasó la mirada tocando el cielo. El camino era su otro consuelo. Deleitablemente pulsando melodiosas notas, con
la destreza del dedo pulgar divino. Parecía que el cielo se había desatado, saltando de sus armónicos límites hacia
abajo. A la salida del sol, se doraban las primeras cumbres y sobre las aguas de plata, relucían las incomprendidas
horas, con las miradas oblícuas perfilaban su doblez. Pronto quería de todas maneras, releer lo escrito de la
deleitosa melodía entonada. En el instrumento tañido por artísticos dedos, alternadamente incansables de ejecución.
Desahogándose en la profundidad de su propio eufónico resentimiento, como una vela apagada al viento y desorientada
de su destino.
48. Las aberturas del cielo, se dilataron en sus lumbreras y en el cóncavo asombro de lo inexacto. Recostado el
placentero apetito de haber ribeteado con ansia la pincelada naturaleza, en complacido frotamiento de fulgente
lucero. Rebosante pulimentada mejilla de atmósfera, hasta turbarse en el desacierto alborotado del débil
pensamiento, delicadamente cincelado de una prudente eternidad. Las puertas fatales del silencio, se abrieron de
repente de par en par y en un curioso lejano vuelo, se fue cristalino respirable hacia lo más distante, para después
ocupar el inmundo confinamiento enturbiado. Mientras tanto, el sórdido inconcreto encierro sitiado, sorprendido y
aturdido así mismo de su propio ambiente. Como un lugar, que antes pulcramente pertenecía a los ocasionales
recuerdos, de la nítida quietud imperfectamente interrumpida.
49. Disminuida de luz el día, el firmamento cuelga, como una gota de agua seca. Las plantas de la tierra, quietas
soplan el viento. Pero anteriormente asediada en su perfidia, buscaba el resultado de su acabado. El despuntado
amanecer ascendía desbocado, deslenguado y regañón, sin motivo alguno. Luego fraccionada pretendía extenderse,
verbalmente depurada sobre aquella imponente visión, de sobrecogedora hermosura. Todo era reverenciable al
descomunal inmerso misterio, cercanamente insoportable de adiestrar u orientar por la retirada inversa.
Conjuntamente integrado e inseparable concentración de envejecimiento. Restregando las orillas del imponderable
placer, para malamente tropezarse, con el insuperable relamerse de las circunstancias imprevisibles.
50. Esa resuelta cola, de improvisado abatimiento, se abría en el dispuesto espacio, como una premeditada música
encantadora en el silencio. Al borde de la intriga hallada, su contienda es una escena quemada, en el entendimiento
buscado. Asombrosamente desplazada, por el centro mismo del alma, como precipitado e imprevisto remolino de ligero
aturdimiento, en el apaciguado cálculo del pensamiento oprimido; que lentamente estremecida, se desliza por los
cauces de nuestras espaldas inclinadas, como serenos contenidos de placidez deshabitada del sentimiento, hasta
abordar la evocada pared misma de la penumbra, remontando el devenir se va a perderse en el adversativo inagotable
del tiempo.
Nº06
EXHIBIDO ASPECTO DE FRUTA SECA
CUAL COLOR DE TARDE MUERTA.
51. A veces el cielo se convertía lejanamente como un fuego mortecino. Muy poco la separada iluminación se pintaba de
colores, era todo lo contrario, sólo entredichos cercanos se remangaban las hojas, hacía el extenso espacio.
Cuidadosamente se horadaba la sombra fría, en el fondo del cielo de apagado día, en donde la claridad por encima se
asoma. Las elevadas distantes alturas de los paisajes, colindaban siempre con la proximidad del alcance, como quién
remotamente frunce el vientre de tanto dolor y apenas se abre distanciada de una débil luminosidad. Este es una
inmediata pesadez caída recientemente, en la indolencia contigua del mundo, dispersada a las afueras de aquel
matinal del cansancio.
52. Tentar con la mano vecina, la luna alejadamente voló hecho un cristal de plata destruida. Esa abandonada
paciencia de caminos, como una luz apartada se pinta. Procurando espaciar su estímulo, lo que no se ve al margen de
la angustia. Es como un cubo inclinado en la lejanía, sostenido en el deletreado ángulo del tiempo. Sumida entre la
deforme niebla de un reciente sufrimiento ya vencido, sobre un separado antiguo verdoso anden. Abierto al tañido
distante de corroída campana, interpretada por los cerros corre de viento, por encima de una balbuceante y reseca
voz desesperada. Ceñida y profundizada queda a la tierra, formando aquel declive, sacado desde el mismo centro del
viento.
53. Acariciar el firmamento de la felicidad, es percibir la suavidad de mayor finura, que va por el camino
interminable de la eternidad, excavando los aleteos de las esperanzas del ánimo. Las rosaledas extraviadas con el
viento, cabecean apenadas en el alejado espejo limpiado del cielo, como unas subjetivas vertientes, apresadas
momentáneamente por el desierto. Tan solo creadas por la agilidad de la imaginación clara y breve, capaz de rasguear
el azulado confín de la cuerda, desde su origen y desde afuera se relean sus proximidades. Reviviendo la canción
languidecida, en el recital del aislado pasado, como un segmento arrancado del presente, vestíbulo abierto del
despejado cielo, en una ocasional débil figura del recuerdo.
54.- Buscó el comienzo del mundo. En aquel lugar indiscutible de la esperanza. Pienso como honda de gira en escape.
Ajado floral dejo en el camino. De tanto sobajar manos del clima, apenas oprimida se ha idealizado, un ablande
calentamiento del sitio. Que desciende por deslucido desgaste del sendero, trasteando discurre el desfallecimiento
de la tarde. En escritura indecisa e insegura, parecía observar de lejos la contrariedad fustigada que va cayendo
sosegadamente. Lacerados pasos crepusculares de la puesta del sol, como un fastidiado polvoriento de anochecer un
tanto desconsolado. Para luego, quedarse trastocando los rastrojos naturales del tiempo, más allá de las zarandeadas
trastiendas, ensombrecidas por las laderas del silencio.
55. Palpando con el sentido la distancia, cuando de repente ya está caída la irrecuperable noche. Las amplias
oscuridades del contratiempo, cubren irremediablemente los cerros desganados y abandonados a la distancia. Apagados
y dejados al margen de las corrientes estridentes, como tantos otros desapacibles al momento, irascibles estáticos
se quedan incrustados en el transcurrir de las horas. Aún casi ya, sin la posibilidad de ser vistos, al trasluz de
las tinieblas y a veces parece alejarse al trasto en retroceso, como si se vaciara por los bordes, del galopante
fraccionado horizonte. Para dormir trajinado al otro lado, en donde comienza el estro del artista, guardado en el
trasuntado espacio, como un leve sonido sostenido, dentro de la duración de un alargado intervalo.
56. Sobre biselada piedra oscura, de tantas sombras en diferentes dimensiones. Una débil bruma antepuesta y una
fugaz luz avizorada, desde la parte exterior inversa, se veía al galope venir alejado del mundo, hasta detenerse en
la misma entrada de la contraria de ésta inmensa puerta abierta al tiempo. De ninguna manera, no se eximia de mis
inquietos deseos, de cogerlo en un puñado de gloria y guardarla en ese profundo extremo del cofre, firmemente
redondeada parecía mirarme tiernamente. Tirada a la llanura de sol, de la hondonada colina, iba hurgando dentro de
la cesta, tejida en amorosos encuentros de mimbres, doradas sobre brasas de mi cóncavo pecho y escritas en
perfumadas praderas de felicidad.
57. Cuantos huertos sin plantaciones. Cuando se impone el instinto, los caminos no comienzan, tampoco terminan, los
límites de la razón son delgadas como láminas de platino. Cuántas inocentes tórtolas despintadas del campo, quedan
olvidadas en el regazo de la noche, pensando en el tiempo que incomprendidamente las arrebata sin piedad alguna, y
sin mínima compasión, son arrastradas hacía el río de la nada. Como un simple mísero objeto, de imaginaria
trayectoria, pobre y desastrada se dan muchas vueltas en su misma mezquindad. Sin dudar por un instante de su
condición de seguridad, sin armonizar su impulso de voluntad, son atizadas y seducidas a revolcarse, en la miserable
desventaja, del descuajaringado firmamento.
58. Como equilibrio recíproco, de la serenidad del tanto. Más allá de lo bastante. Todo el mundo entregado plenamente
a la intención oculta del afecto. A la complacida e inmediata razón, de contemplación de la esmeraldada reliquia del
cielo. De instante en instante, siempre son el mismo desandar del trasto áspero camino, por donde en poco o en nada,
hacen verter la probable cantidad de pensamientos en el declive permisible de su contenido. He sentido desde afuera,
la rociadura de la humedad, en la cobertura del recuerdo. Por disposición preceptual, son mandatos firmes de la
voluntad, que restituyen los perdidos ánimos del asentimiento en practicable ecuanimidad virtual, hacia el todo
orientado camino de sol.
59. La luna de plata, gira en el cenit tan cerca del mundo, como algo de visión en la esfera fatal del círculo
abierto. En un sano juicio del punto aparte. En oposición al vaivén del destino. No es factible dejar ver la lluvia
bondadosa, bañando de verde por dentro. Un ejecutable aire fuerte de ráfaga operables, muy alargada y extendida en
la eventualidad, se empujan mutuamente unas a otras, hasta llegar posiblemente con dificultad a derribarse, hacia el
otro lado de la viable colina. Sin alcanzar vislumbrar el celeste vertical, ni la sacrificada huida terrestre.
Haciendo realizable, que el polvo grisáceo del espacio, se forme en un asequible nivelado terraplén de sombras.
Queriendo ser alcanzable, los débiles rayos secos de luna, ladeada en su natural camino del lugar, se acorta cual
desorientada y desconocida forastera lunar.
60. Desde el fondo se veía, todo el desolado alcance desierto, batido y frecuentado por el enérgico calor del sol. Definido tan sólo con un breve linde horizontal, volteada circularmente de rojizo en espera. En rizada bruma de inconsistente naranja, la esfericidad gira en sí misma, hasta persuadirse de azul, en la posición más retirada a la distancia. El mismo que bien perfilado desde arriba, ya no tardaría en llegar a la orilla del declive en el atardecer. En donde unos cuántos alejados metrajes de profundidad, ya se encontraban cúbicamente vaciados y malamente restados, por el viento de la inclemente tarde. Ante esta adversidad desecha y retrocedida en reserva, parecía de todos modos, separarse ligeramente de su lugar. Para luego inclinarse hacia adelante y medio abajo, casi hasta dar al filo, con el ras del transitado suelo.
Nº 07
HAY QUE ENTENDER AL UNIVERSO
DE QUE COLOR SE PINTA AL REVERSO.
61. Todo transcurre en el absurdo hemisferio celeste, se levanta los céfiros como áspero tiempo, capaz de esperar el
otro desatinado siguiente día. La fuente abandonada palpita aligerada sobre la nada, como un ridículo suspiro detrás
enterrado, en el seno irracional de esa cuesta. La tensa niebla posiblemente se había retirado, envejecida fuera del
lugar, lanzada en celeste circular. El tiesto arcilloso del espacio, ya se abrió su retardado ilógico intervalo. La
desproporcionada oscurecida noche, como risible noche estrellada lucían sus bruñidas estrellas, en un solo
congruente aspecto de viento. Mientras la contingencia sensata desde la distancia, de trecho en trecho llegaba las
murmuraciones del silencio, como un razonable silencio dividido en tantas partes de lamentos.
62. He tomado ribetes desproporcionados de acción, con la esperanza de que se repitiera el sueño. Como un deseo
abierto al contrario caminaron, por la incierta senda borrada por el invierno. Expansivo de primavera refulgente
turquesa, en donde la anónima oscuridad no llega. Un eco ensordecido totalmente estirado, pasó desconocido por el
aire tenso, siguiendo dudosamente imparcial vereda, hacia el punto confuso del término de frías horas y al inicio
razonable del disimulado minuto, que en estricto equilibrio concéntrico pasaba cuidadosamente en puntillas, sujetas
de un gran nubloso entraste meridional. La ilegible cercana mirada de vida, los sonidos torpes de sus trastes,
imitaban a tacos altos deslizados sobre una empedrada cuadra de uso interminable. Remotamente triste perdida, dentro
de las páginas oscuras de la precipita noche, cubierta de vieja azul oxidada atmósfera, abrigo de precaria estadía,
pintada al reverso del día.
63. Una leve nube de cobertor enrollado, como un cilindrado cristal introducido en la misma sombra. Desapasionada
palidecía su aurora, sin luz de ventana y sin resplandor de agua. Ni siquiera se dejaba rozar, por el filo
prismático de la mirada, tampoco de la orilla circular de la oscura invertida tolva. Era tan distante y tan grande
su inmensidad, como si fuera la misma redondeada nada. La musicalidad pintada de triste color, semejante a una forma
ahueca de espejo, traslucido al otro lado del desmentido verdor. La suma acrecienta la sombra de conformación
arribada de un vacío sonido, permisiblemente metida en el mismo núcleo del universo, como botón de prenda tirada al
viento de última moda. El viento fatigado se alejaba de las angulaciones con efectos cruzados de música tonante,
mientras otros extremos en silencio despedían imágenes breves que luego cimbrean en pasiones, como si alguien
estaría nadando próximo a un contacto físico con la subida del pensamiento o con las verdosas pinceladas de negros
surcos, que se jalan entre las hojas amarillas de las trazadas riberas, escondidas al costado de la profundidad del
recuerdo. Pintadas con acuarela que apenas se mojan y pronto ya se borran lo plasmado, dejando siempre manchas
confusas estriadas en el color del fuego y en la suave dibujada de las líneas trazadas sobre el mar. Cantando en
prisa el exterior se aprieta por ambos contornos y los lados salen presionados desde el fondo del abismo, para
devolver al instante el frescor de la vida interna. Luego podrán entrar empinado los extremos curvados como quién
fuertemente aprisionan los perfiles contorno del corazón. Que en hilera ya lo tengo resecado encima del cordel, los
pasos rasurados se quedan amontonados en el camino ya pasado, a veces la veo llevado a rastras hacia adelante por
junto a la penumbra del presente, buscando a tientas los nunca jamás peldaños del futuro.
64. Algo más, ocurría al otro lado del viento, una sombra enderezada se proyectaba a la distancia, a manera de una
contrapunteada voz dibujada en redondo, con los justos límites del delirio, un poco inclinada a la ambigua en forma
ovalada. Inciertamente se movía el sentido orbicular desesperada del contenido, equivalente a una mitad de
silenciosa campana envejecida, giraba invertida a boca abierta, sin articular palabra alguna. Era tan fresca la ruta
del dudoso curvado, de modo que en el sentido, se parecía a un camino borrado, con evidente libertad de afirmar, que
toda la extensión se había mojado. Con exasperación combada, perforó el cuadrangular altiplano, semejante al mismo
color esferoidal de luna, reflejada repentinamente casi junto al inicio del centro del agua.
65. La luna era clara y diáfana como una fuente de agua congelada. Un cordón de luz blanca cristalina, de espléndido
velo trasluciente y otra franja pulida de ribetes morados, rozaban levemente de vez en cuando los objetos, formando
sus propias sombras y por sí mismo sus claridades naturales. Por los caminos de entonces, transitaba el uso de la
razón, perdido a tientas en la luz punteada de color. La vida no es más que extremos del día. Algo más todavía, que
el relieve agrietado de la noche completa. El amor por sí solo es un paisaje obtenido, de algún relato romántico
desconocido. Las sombreadas figuras de sol, manejadas a su vez de escasa luz en sabor aceituna, parecían pintarse en
el fondo dilatado del corazón. De un oro blanco empalidecido flotada en sentido comparativo de la nada. Semejante a
dos piedras de molino, a veces rumiando los mismos pensamientos, desde el aislado suelo distanciado, hasta la
claridad proyectada del nudoso fogón. Por el centro del cansancio una idea casi redonda se hundió como una pesada
plomada, con el mensaje de luna plateada invertida hacia la oscuridad infinita de la tierra. Abriendo el silencio de
un sol apagado en el centro del mundo, las horas salían desde el fondo de la blanda memoria con escasa posibilidad
de humedecerse, venía hacia el alba una estancada luz bañada en plata de un raro sentimiento arrancado del recuerdo.
Volvió a cruzar orillas de la penumbra lunar alejada en el Oeste, pero ya más oscura del camino celeste, como quién
se dirige a confundirse con los suspiros más hondos del alma refundido. La tan pesada soledad, está para hundirse
como tilde en el plano ramificado de la mente, con su contorno teñido en gris violeta de un posible amanecer.
Fundiéndose inmediatamente en la suavidad retirada de las dos paradas del cielo, con mirada de agua pura disuelta
junto a la ranura de una larga prosa rimada.
66. Quiero alcanzar del otro lado, el inútil corazón del mundo, para preñar el poco espacio que medía entre la vida
y la muerte. Renovando quizá el trazo envejecido de mi frente, en dulce esperanza mirar por encima de la lejanía,
hacia la visión horizontal reducida en el corazón. Igual tal vez que un simple pañuelo blanco, empujado por las
elementales sombras, hacia los primitivos bordes de solitarios ríos. Discurriendo llanamente sus aguas, apagadas de
un golpe de emoción, en arenosas insonorizadas de oscuridad, por donde las piedras a la vez friolentas, se buscan
naturalmente entre ellas. Esos vientos al mismo tiempo endurecidos, violentamente borran de cerca lo distinto,
estacionado en aquel campo naranja de verde parecido. En tanto, las hojas aisladamente son llevadas al encuentro del
entendimiento, candorosamente decoradas en su contenido, se deslizan por los desaciertos gredosos penetrables, del
irrazonable suelo de la noche.
67. Más arriba de la razón, toda la claridad encajonada, en una apagada alegría de cielo muerto, ahogado a pocos en
su propio manto oscuro. El mal de todos en común y consuelo de nadie en particular. Todos te abandonan, en éste
quebrantado declive del suspiro. Arrodillado sobre las cumbres, disimulas la distancia, por donde estrepitosos
arroyos, en múltiples cascajos descuelgan sus sonidos. Sin ser antes vistos de lugar, por la tronante noche
ocasional, sus inciertos paisajes abiertos, van apaciblemente derramando sus extrañas serenidades. Sus trémulas y
tal vez frías esperanzas, de no ser regresadas alguna vez a sus orígenes. A veces su semblante de regocijado vino,
rítmicamente agitada en formas naturales, se levanta con sonrisa secada por la sombra. Va descansar junto a la
tristeza de la palabra escrita, borrando el pensamiento de extenuada semana violeta.
68. Como agua entre fríos dedos escurrían, gran parte de apasionada juventud, como un aliento traslúcido espeso y profundo, perdido quizá en la desviada rezumada bruma. Del modo que un enmudecido cuadro abstracto, dormía fatigada la sensación de gélida corporeidad, claramente presente en forzudos brazos de una torpe oscuridad. A veces sobresaltaba alusiones orgánicas en contenidos narrativos de corte existencial, fusionadas en el trasmundo cambiante de las horas, multiplicables a su vez por un fingido reposo de difícil respiración, en un plomizo gesto abierto de alguna ocasión, desvinculada reflejaba diluida en contrario desde la retirada negrura flotante, hasta el cimbreante se profundizaba en la elástica voluptuosidad de la noche. Te das cuenta, que te hace falta un paso menos de retroceso en la mirada, con elevados puños entre cerrados, te corrías de la luna opuesta al devenir del sol, a causa del esquivado esfuerzo que unía el lado omitido del otro pedazo, el sacudido miedo se deshacía junto a la puerta abierta, resultaba atractiva la luz del alba llena de hierba fresca. El frutal desafiante me hizo sentir de sobra al sustraerse del crudo invierno, calando hasta el escapado profundo se riega de frío el sabor amargo, como si me hubiera masticado la orilla de un rehusado caramelo de limón, el recuerdo declinado volvió a subir la mente en forma absurda, porque en el fondo no había nada en minuto parecido, ninguna razón opuesta que saliera definida de lo más duro.
69. La última claridad del día. El sol endeblemente caído, todavía alumbraba de un extremo del desmadejado cielo.
Besando oscuro camino del corazón, el murmullo melancólico de su interior, en un entristecido suspiro se iba en
sonido. La empujada sombra de la noche, se veía a lo lejos enérgicamente asomar, con toda su vigorosa fuerza. Para
envolver flexiblemente, parte de la tierra ladeada de su rigidez ideada. Mientras confiablemente, arqueada a
distancia la esperanza en contrapuesta situación débilmente se curvaba. El latido perdido, en raleada alegría y
mostrando firmemente, la imaginación torcida en una supuesta cara ennegrecida, mirando hacía arriba, quedaba
ensombrecida, en pintura rayada invertida.
70. Entonces cayó el día, honda y puramente clara en su venida. De abierta rosa se perfumaba la sombra, balbuceando en descendida tarde, cual pétalo amarillento llevado por el aire. El camino tristemente se desdibujaba, sobre las cumbres alejadas de cobre. Entre los ángulos claros, pintándose de un natural agreste de plata, traslucía su brillo no comprendido en la esfera, bajo un cielo plomizo de tardanza. En la sordera negra de la bruma, ahondada de sequedad blanqueada, se profundizaba con fuerza el todo ajeno, como gota en el agua de cielo. Las miradas de un azulado parejo de esperanza, eran fijos reflejos de una entristecida luz bajada de lugar, en donde se detuvo por gran tiempo arrinconado del pulgar. Privado del calcinado calor veraniego de vertiente, en subida y bajada de verdes lomas de sol latente, relumbraban en el cristal del río lento, las montañas de verdosa primavera del firmamento. Entremezclada en el disgusto eludido se apreciaba el esfuerzo del gesto asumido, removiéndose el visible rechazo por encima de la estirada firmeza quedaba el camino. La afrontada presión del tiempo arrimaba el aire reventado a la vuelta, esquivada de rosada se lanzaba del vuelo, como diciendo que no deseaba explicación frágil alguna. Se apartó con ira de la crecida mañana, para volver blandamente a mirar el campo sembrado, bajo una sombra descendida de cálidos tonos azulados, rehuyendo de ardiente palabra se enrollaban de jazmín, al momento descubierto que alcanzaba el lejano fin del resistir. Como un tuvo gigante vació de oposición, que de anaranjado horadaba la contigua oscuridad, uniendo la extensa noche colgada del cielo oscuro, mientras que al otro lado en redondo el sol reflejaba dentro del agua.
Nº 08
ENTENDIMIENTO DE SENTIDO INDIRECTO
COMO GESTO INICIALMENTE DEL CUENTO.
71. La primera claridad, encendida de luz abierta, llenaba el espacio del silencio, partida en forma de amplísima
grieta. Delgada de amor colmaba mi oscilada expectativa, hasta la soledad del mundo que corre y gira. Probablemente
perdida en la felicidad matinal de aquel lunes declinado corazón de formación vegetal. Sin sabor de recorrido ni
gusto de ser desvinculado, era extensión de un grito en espera, la vida es nuestra esperanza, la actividad vital se
desborda así misma. Plasmar el modo previsto del dentro, es factiblemente no encontrar la avenencia del acuerdo, en
los referentes claros fuertes dejados al camino, opuesto largamente a la ausencia del domingo. Los límites del
delirio cubierto de blanco velo, son puentes no caminados al cielo. Aglutinados como tierna lágrima, derramada al
vuelo de piedra. Totalmente concentrada en paulatina sonrisa, como flor de un río inverso nos arrastra,
inevitablemente hasta el mar del destino empedrado.
72. Extiendo en profundo como una mano blanca, y trato de coger la inclinada sombra de la noche pintada.
Desesperadamente agarro con fuerza de dedo, sólo el vacío en redondel del miedo. Mi crispado puño azul encrudecido,
queda aferrado al dintel cercano del aire endurecido, en donde se hunde negra y fría mi impulso. Pretendo calcular
la vaguedad del silencio, como un poco de batido sentimiento. Durante el invierno no se levanta el polvo, ni la
sombra se proyecta antes que la luz, la conformación de la forma se parte en dos. Increíblemente reflexiono por un
momento, luego trastocando el áspero camino, con mirada doblemente doblada, retrocede mi ajuste contractual del
tormento. Envuelta de olor a incienso de un domingo, cual canción agonizada en floresta de plata sin camino. Con
virtual pensamiento abstracto de color de agua, hondamente subrayada en asentamiento de piedra perfilada, de modo
oscurecido pintado al pastel, ni mano a la plata ni ojo al papel.
73. Removiendo a fondo el silencio, de esas neblinas de ensueño, miradas por encima del sonido. Enmudecido de la
lejanía, frustrado a izquierda se va quedando, más tierra sostenida en calina afonía. De pronto como una salida, al
traspié en voltereta de horizonte, su visión penetra luego encallecida, al ovalado corazón del resecado puente. Con
acertada voz de sonora prudencia, el granizo se observa caer en invierno, las pocas réplicas de nieve perfilada,
hacia la sequedad del camino se levanta. Dibujado de cardo a lo extenso del transparente, teme a perderse en la
bruma distante. Entre tanto, el dormitado riachuelo, de pencas tiernas sin consuelo, en deforme y desviada agreste
pendiente de suelo. El óxido de antaño a las vecinas colinas las pinta, en cuestas de nube ascendente que a simple
vista no se advierte su existencia, todo está dejando la tierra al paso de cada llegada paciencia.
74. Por aquella infinita senda, va declinando las imponentes cumbres veteadas, unas tras otras andan delineando, el
sombreado perfil del vistoso horizonte. Mientras tanto, los removidos penetrantes despeñaderos, también mutuamente
desafían a los vientos, que desmadejados en la lejanía, desciende esparciéndose en el acertado entender del
desprendimiento, para luego desplomarse en las bajadas alcanzadas, enterrándose en elevado declive del emperchado
poniente. Un torrente de agua azulada, ahonda el cause seco del río, al inicio temporal del invierno, se deja volver
en tendida perdurada. Aún moderadamente resurgidas del rojo amarillo azul, llegadas en tantas nostálgicas tardes de
añil, sobre desconsoladas vertientes derribadas, al cause del recuerdo en páginas entristecidas.
75. Cuando todas las alturas de ajado color, desciendan hacia los cansados cruces de los valles. El deslucido
silencio, va descansar en el lado avejentado, opuesto de la usada esperanza. Lejanamente retirada, al raído extremo
del retorcido tormento, en donde agotadas noches tiznadas, bañadas de tolerancia ennegrecida, hecho todo un cascajo
de piedra, aparecen sembradas en desgastadas orillas de una simple claridad desprendida. Entrado en años sus hoyos
vaciados del tiempo derruido, sólo se aprecian algunos confiados rastros desavenidos. De remotas estrellas
aniquiladas, en las afueras del descampado espacio, friolento y temeroso en colgadizo volandero. Envejecido
contingente asoma, cuesta arriba del trabajado valle, como una ruidosa pisada a la distancia. Dudosa y derrotada en
su expresiva pintada, cada vez pausadamente se aproxima callada, dejando apreciar su vetusto dolor secado, luego
murmurando en retroceso se ausenta.
76. De repente, besando la oscura lágrima de un triste latido, trataba de atraer la nada descansada en el vacío.
Desde el otro lado de la primitiva montaña, como una voz devuelta desde muy lejos sin mañana. Viene furiosamente
rayando, el liso trazo del despejado cielo, en variadas líneas de retornados colores de silencio. Cobija en sus
faldas palomares blancas de corazón, con claridad de cobre sin entendimiento ni razón. Impresionantes posiciones
expansivas, entre algunas de tácita humedad, el más descollante gráfico enjardinado de pradera, era el verde celeste
de bien llegada. Empotrada en su mundo de regreso en salida, despunta toda en una inigualable felicidad. Colgado del
mediodía anaranjado, como desprendida aguda luz de plata, cercanamente dorada en la esperanza.
77. La tarde va cayendo a plomo, sobre el lomo de la horizontal tristeza. El sol como todo un redondo pesado, a las
afueras del camino queda cansado y decepcionado. Menguado a lejanas penurias de espaldas, se va hundiendo en el
silencio de su propio destino. Incoherentemente a tientas de anciano, buscaba indefectiblemente su último camino. A
veces en las cumbres, parecía la noche un poco menos clara, cuando quedaba insuficientemente reducido, a las afueras
del lado corregido. Mientras que al término del horizonte, el cielo se volvía más aclarado que nunca. Cualquier
sonido incompatible con la noche, se vendría mínimamente de repente, por debajo del repintado celeste.
78. De pronto se atribuye, colores innecesarios. Una envejecida tristeza sorda, diseñada idealmente en el fondeado
filo del alejado horizonte. Como una parte opuesta a la entrada, del difícil acceso a la inalcanzable eternidad.
Desde el interior se abre la desanclada puerta invisible, para el trasfondo superficial de más allá. Como una lluvia
blanca inevitable, desparrama apresurada dulzura de orbe, agujereando la forjadura del pasado. La fuente empantanada
de cristal, batiendo su destello de hoja al aire, perdida de cuesta llega al firmamento. Para cerrar de plano
escrupulosas intensiones y en puntual formalidad agrietar los corazones, sobre el agua estancada de pesado,
reflejándose de verde en el cielo, igual que una claridad estirada a lo largo del viento.
79. El color prisma de la noche, musitando de su ausencia, tranquilamente echada de silencio en la lejanía, queda
muy distante de las afueras de nuestra idea. Tan alejado confín del tinte cielo apagado, se hace cercanamente
invisible a los seres, aún más a todas las inmediatas cosas del retirado mundo. Que inevitablemente se va quedando,
al inaccesible otro lado de la decolorada vida. Cuyo lenguaje tenuemente reprimida y callada, lánguida y quebradiza
sola se destierra, con una larga imaginable indiferencia, de un esfumado tímido moribundo. Es propia de la noche
entristecida, extenuado camina por detrás, de la ennegrecida espalda del frágil universo.
80. Desde lo alto de la concepción, se arranca la noción de un vacío. Un vacío de significación absoluta, que
intuitivamente avanza y avanza, al vislumbre del último fin, del conjeturado mundo. En ese preciso criterio
abreviado del momento, también se atiranta hasta despegarse del conceptuar lejano de la imprecisión. Muy distanciada
de la sensación, de percepción de tristeza, hasta después extraerse una lágrima abstracta de temprana condensación
ovalada, en súbita temblorosa destilación. Te han perseguido tanto, como algo que ha nadie se le hace, por donde no
es necesario la rebúsqueda. Esperando lúcidamente deslizarse, por resquebrajadas mejillas mortecinas del desclavado
y profundizado concepto, en la rauda oscuridad de la noche.
Nº 09
CONCENTRADO COLOR DE CIELO
COMO AGUA PRESTO EN EL DESEO.
81. Excluida del mundo, transcurrieron las extirpadas horas. Sordamente dormidas y tranquilas destroncadas de sus
bases. Incluso cuando sosegadamente ya soltada, tocaba el comienzo de la madrugada, como quién en puntillas de
aurora, toca recelosamente la puerta de entrada y a su inmediato turno de brisa, también la ventana del mar. Era la
primera señal alcanzada, vestida de vida andante alborada, trataba desencajarse del céfiro cargado de viento. Fresca
desarraigada del rocío, como la pasión del tiempo. Lila crepuscular matutina, cual extraído aliento, de la esencia
misma del alma. Verdosa como el trasfondo anticipado, del campo restado del río, luego de una consonancia dilatada,
en una entretenida amanecida.
82. ¡ Qué festivo y entretenido pasatiempo !. Aprovechando la exterioridad soltada de alguna empezada partitura, al
interior de un auroral deseo, como si fuera a despegarse el resplandor de última existencia de vida; que persiste
desclavarse de amanecida, para quedarse de cielo prendida y comenzar a desarraigarse de esa cuarta mitad curvada, en
el antepuesto azul tenue de luna. Todavía en traslúcida vertical alejada y hundida apariencia en la profundidad del
firmamento, una espera distante y esquivo con sincera paciencia, en ansioso esmerilado cielo, limpia su opalino
celeste cara. Cubriéndose de trasluciente claridad, completa y pura de sequedad. Cual diáfana sonrisa de vidrioso
camino, de un regreso retardado en flor de lino, a la cristalina casa del alba, aguardada entre las ramas del
alma.
83. De cóncava perforada, en claridad poliédrica. Propició posiblemente la precisión racionalizada, del conceptual
lógico ilimitado, sobre continuidad de vida universal. La luz lindada, con suave aroma de violetas y subrayada
acentuadamente con el alba. Jamás en el escabroso camino espacial, la encontró descollada de aurora y abandonada en
si misma del amor. Las madrugadas, siempre han sido delineadas en pintorescas amanecidas, de confinada señal de
existencia a la luz del sol. En todo tiempo, fueron pautas refulgentes despuntadas de alegría, entendimiento
irrefutables del controvertido día. Cuando menos conocimiento inculto de la contrariedad, cenicienta negruzca de las
brazas cercanas del vacío sin lugar. Aún medio esmirriado y quebradizo, pero con sentido ideológico, seguían
alunando en la conciencia del destino. Con profunda experiencia, buscaba la invisible lectura, en la hondonada del
trayecto. Las opiniones de largura, encontrada en la vía apaciguada, como si fuera un abatido viaje, al inverso de
aquel primer día de afligida angustia.
84. Entendido queda la experiencia en la palabra, inclinada doblemente en el umbral de la portada, como el cielo
después de la puesta del sol. Estrechamente desecada, semejante a un abreviado sueño en el reducido reflejo de la
oscuridad. Saliendo exactamente a la entrada de la longitud del pasado, se veía oscilar en el vacío amontonado,
ascuas ardientes de infinita leña antigua, empequeñecida en la escasez de un minúsculo ovillo viejo y empolvado,
casi ya torpemente desplomado, hacia un mezquino costado. Le hace falta una ingenua mirada al paso, pesaroso y
entristecido de mundo, queda en el largor de la fatalidad, sin comprensión, sin caricia, derribado a lo ancho, como
algo desconsolado.
85. No es la síntesis de un largo pasado. Tampoco lenguaje acentuado, de un preciso corte apresurado, por impulso
anticipado al inverso. El multiplicador de los coeficientes no produce sus efectos, nada a demostrado la
contrariedad del polinomio, menos la sepultura del factor recuerdo. La singularidad expresiva algebraica del
monomio, es no tener otra salida del demonio. La polaridad paralela se dan, en el remanente del residuo disgustado o
en la duda sumergida en el asiento, de la veloz ilusión del presente. Resultando solo un montón de huellas caídas y
retenidas, avaras desmedidas que no se aprecian de cerca. Por ser fórmulas expresivas de giro estirado y desteñido,
sin ánimo de algún aliento. Como tantos apisonados vocablos, calmosamente torpe menospreciados, por la extensión
superficial del perímetro silencioso.
86. No podemos pintar el amor, en donde el lenguaje no llega a significar. Ni menos en donde la penumbrosa luz no
acaricie, con sus manitas de azucena al despuntar del día. Tampoco podemos atentadamente representar, el secreto
amoroso amenguado, recorrido en la ensombrecida reguera irregular. Tan calladamente impresa reducida, en ésta
nebulosa palabra oscurecida en el tiempo aumentado del día. Esbozada a dobles apacibles vertientes y entonada de
azul cielo, junto al paraje desmoronado del deshielo. Tenebrosamente ya caída, derribada y partida, en dos débiles
sentidos de direcciones diferentes. Que moribundamente ni rastro deja, en aquella oleada infinita del sol que se
queda.
87. En todo camino, piedras se encuentran, no existen caminos impracticables al andar, todo queda a espera de la
brillante luz. Rasgué el color, con gesto agitado, como si quisiera hacia arriba, desgarrar el cielo. Súbitamente la
vida se ha retenido en su trayecto separado por el momento, repentinamente preocupado ha mirado su destino.
Expansionada mañanera, tejida en oro delicado urbano, esbeltamente tendida a mediodía, tocando el colorante de
plata, descendida pesadamente en pintura de plomo, redondeado a la sombra de la proyectada tarde. Ocasionalmente
estropeada, se reduplica la falta de mirada, hacia el inevitable viaje detenido. Ha dado tantos, torneados saltos
naturales, que en uno de ellos, seriamente se ha sangrado, como recién nacido del vacío.
88. Tendida el agua horizontalmente en cristalina figura infinita, sobre la fertilidad de la tierra. En subida
prismática desplegada, el vapor se pintaba por el calor del tiempo. Torneado de usado azulino, el día entresacada
lloraba, como débil inocente criatura desconsolada. La luna arrimada a un costado de la altura, la ropa mojada y
rascando el blanco cerezo del cielo, con la empinada idea perdida en su seno. Entre tanto al borde de bulliciosas
aguas del río, se extendía lo percibido, desde lo más encumbrado del continente. Los frondosos árboles a distancia,
se enfilaban a sus lados, casi ya cerrando las dos cuartas partes del desvío. Todo se queda intacta, con mirada
enterrada de regadío, al margen de cada cinta decorada, se veía sembrada de una mixtura de colores de río.
89. La claridad tintada del día, efecto causante de alegría. Tranquilamente se encontraba como el cielo del
atardecer. Esparcida iluminación de sublime sensación certera del espacio, percibida por dentro de las cosas. La
atemperada atmósfera primaveral calurosa, contrapuesta a la temporada del gélido invierno. Teñido concepto circular,
conjetura de la sequedad del tiempo. Haciendo posible la noción refrescante, de las flexibles hoja doradas del
campo. Significativamente doblegable, ante el encrudecido soplo perfecto del connatural sembrado viento abierto.
Elástico, contento y manejable, descansado del duro tendido pensamiento, para contar inflexiblemente los rígidos
frutos vespertinos, tiernamente anidados en las deformables nubes distraídas del momento. En busca del teorizado,
desobediente camino de intransigente causa, rebelde incomprendido de precipitar inocentes árboles de casa.
90. Aún no había amanecido todavía por completo. Los blancos reflejos de la luna, caían iluminando las cumbres. La
resistencia humanizada no muy lejos terminaba a la retaguardia. La fragilidad amoldable brevemente se trazaba a la
tolerante espalda, como una imaginaria moneda de plata, tirada al espigado y venturado aire de la calma. Esperando
dócilmente la flexibilidad del contornado antemano juicioso, encerrada en la concavidad cimbreante e imprecisa de la
desplegada mirada. Cubierta de la concepción formal e inequívoca de la metáfora, que ya se hallaba bastante tendida,
sobre la apariencia de la extensión plana del agua. Cuajados solitarios trazos, en el espesor de la cantidad
abordada, no busquemos el grosor de la anchura rayada, en una gota desprendida desde el cielo.
Nº 10
ESTRUCTURADO COLOR DENSO
COMO QUIEN SALE A UN DESEO .
91. El ancho camino se encontraba desierto. El auténtico y positivo universo de abstractas palomas, condensadas en
imaginarias bandadas silenciosas de agua, para extrañamente sobrevolar el inventado vacío lejano de ilusorias nubes
enrojecidas de frío. Dejando el endurecimiento mundanal, en artístico azulino del espacio, para luego blandamente
estirarse a pies juntas y ocupar elegante el borde del cielo relajado. Extendido y arrancado de la más alta palestra
del azul pintado, con el líquido elemento de la vida. Entre tanto amablemente dormido el pasado, en la trastienda
alargada del viento coloreado. Finamente reposando la niebla, en el correcto verdusco prolongado del delicado prado.
Tirándose el rudo áspero desabrido, de largo en largo, a la ordinaria mira del espejo, bruscamente recostado.
92. Bajo aquel tratable viento, suave y lento rendido, cual celeste brisa literalmente dilatada. Qué atento se
levanta, sobre afables alas urbanas, rozando toscamente el perfil decorado de las cristalinas aguas. Por el camino
quieto se va encontrándose, que la realidad se encoge en un silencio solemne. Todo es seguido de lejos, como a nadie
se espía tanto, por donde no cabe lo inmensamente inútil, en búsqueda de ruta desesperada. Voy por las abruptas
riberas, desapaciblemente aprisionando, contra mi frágil deprimido pecho. Los extremos de todos los lados entrantes
del socavado nacimiento, como si lo hicieran los duros transversales del tiempo, por la presión mundana, de los
reversos bordes de la tierra.
93. Mi último desmenuzado deseo, quedaba envuelta en sombras densas de fruto. Deslizándose dulcemente en canto
rodado, hasta mirar por la rendija de la puerta. Luego abandonando en mitades, por sus inmediaciones del excavado
temor, su disparidad se unía en semejanza. Se levantaba tan esbeltamente de pie y careciendo de acentuación
lingüística, fue alejadamente dibujando con la mente en el cielo, imponiendo al final de puño y letra su precipitada
firma. Descansando en sus desnivelados declives un buen rato su sentido esfuerzo, alargando a la distancia su
intrincada paciencia. Hasta la rayada discontinua, de la enrojecida entrada de la tarde, que aposición galopante de
la misma longitud, venía en sentido contrario, al desigual mugido del viento.
94. Como una lámpara nocturna acobardaba, el sol cobrizo había descendido aún más sobre el paisaje. Ocasionalmente
expresiva se acercaba, débilmente ensombrecida hacia nosotros estacionada. Parecía que las pendientes arrinconadas
del día, desdibujadas en el desocupado lugar casi ya fría, quería pretender retroceder lentamente lleno de viento,
como si alguien lo impulsara con el insustancial entendimiento. Y con una habilidad invisible de extremidad, le
retuviera indiferentemente de la soledad. He recorrido la siembra, con la espera sostenida del cielo, en la bruma he
colgado la esperanza, congelada de prismas de hielo. Muy por delante, su desalojada fuerza envanecida y desplazada
de lugar, persistía apoyarse de frente persuadido en la prominente, salida del dorso vaciado de la noche
singular.
95. La adversativa noche oscura volvió a regresar. Las empedernidas sonrisas paradas, expresando oposición, con
bocacalles desorbitadas y perdidas a la anchura de la lejanía. Todas las entradas y salidas de la travesía de
apenada frialdad, apuntalaban alrededor del meridiano desajustado y absorbido por el ahuecado oleaje del mar.
Saturada de su existencia, perseguía aquel interminable caminar. El camino decrecido en nuestro deseo, se ahondaba
disminuido en la mente. Divisada entre la mitad del seno sombreado, de un débil horizonte y de una confusa hora,
inquieta y ciega sobrehilada. Abstenido de un desbordamiento alejado, pero de todas maneras, oscilando con la
mirada, asomada al centro del reencuentro.
96. El aire andino era tan frío, pero agradablemente respirable. Los hombres, sombrero a la pedrada y alforja al
hombro, alcanzaban los caminos. Rayando el alba se veía ¡ qué alejado ! quedaba la grata madrugada. El crepúsculo
matutino ya lentamente y a mediana latitud se acercaba, para poder nuevamente sonreír hacia arriba, sobre la
aspereza de la pared del frente, removiendo el aire bajo el puente. Por encima del verdor del campo, sobre los
frescos bulliciosos ríos, en olvidado crepuscular las quemadas cumbres de plata. Cual una caricia esparcida a lo
largo de la sombra. Se quedaba blandamente suspirando, la fértil tierra sembrada, sin querer dejarla distanciada, de
la longitud de sus caminos, como si fuera algo, que uno desearía verla guardada, en la hondura del alma.
97. Del otro lado de la ensenada, seguida de un profundo silencio. Todavía repantingado gemía la impaciente noche y
levantadas gritaban las intranquilas alturas, aturdidas sostenidas en su obligado y mesurado sueño. La noche era
clara como el mismo día, que al inicio se pinta en color de rocío. Rodando por la fría oquedad, de las salientes
hoyadas se van, los bayos corazones, justamente a sus cercanías giraban las sombras. Como quién instintivamente
voltean, las caminantes ásperas pesadillas, de un reverso color tímido silencioso. Sin revelar en absoluto, la
insonora señal de amarillenta causa. Que en su lentitud y paso calmado se acerca, hasta el descolocado puente, final
de la anulada oscuridad.
98. De perfilada negrura y pulida lobreguez, en donde se oía repercutir el lejano sonido, semejante a un escudo de
hierro envejecido. Ante todo se va razonablemente tranquilizando, la consumada ocasión cerrada del encandilado. Cuya
interpretación carece de una acentuación oracional, como las sembradas frases carentes de lugar, porque se precisa
mucho apoltronado en el asiento. Pero una vez levantados los pocos ánimos, sin tardanza alguna se cubre de alejada
luna, ajustada a la distante puerta se apoya la deslucida flor. Precisamente en el mismo canto, del hoyo
profundizado al vacío, en donde nunca más se oirá, el serpenteante clamor ni tampoco se entenderá, más cercanamente
de lo necesario a nadie de allá. Como en ésta absurda oquedad, ennegrecida en ésta parte, que se oculta a nuestro
alcance.
99. Cuántas preguntas desoídas se atrajo, en fórmulas vividas desde abajo, llenas de relegada vaguedad e imprecisión
desatendida. Y desde más arriba circunstancialmente derramada, de vaciada concavidad de pensamiento. Accesoriamente
quedan desorbitadas de ubicación, y prendidas en la vista circular del viandante, como una atrasada eventual umbría,
caída momentáneamente en desviado día. En muy buena cantidad de gajos resecados, desprendidos de las plantas de
olivo, para luego sembrarse de azul cielo, sobre ásperos bordes extremados de la tierra. En canteado surco ignorado,
que nunca explica su escarpada razón, ni menos da su inconveniente escabrosa respuesta, como una sombra nudosa
desabrida, lo esperamos hondamente parecida. Llena de rugosidad tenebrosa, en aquel endurecido hoyo del destino,
ahuecado en un mundo ovalado, en la misma posición inversa.
100. El cielo entero de atezada percepción. Retiradamente apenas alumbrada, de fugaces pequeñas lamparillas
intermitentes, como un acento triste de una negra canción, se parecía a los gemidos de un oprimido corazón. En el
fondo de una esperanza, subida donde el ensordecimiento espera, ahondada en la simplemente nada. Discontinuamente
aislada se esconde, en la descontenta lejanía infinita, por ser esporádica de tan débil e irregular luz. Ya no
salpica en dígito ni aparece de firmamento, la entrecortada línea de alternada orilla, tampoco el intercadente
señalamiento del lugar. En donde continúa e incesante, girando el tiempo; quedando tan adentro interrumpido, tan
profundo de inextinguibles lazos del corazón.
Nº 11
SINGULARIDAD SOSTENIDA
COMO UNA HOJA AMARILLA.
101. La noche de puntillas, en sacrificada agudeza. Sigilosamente con gesto de descalzo, se aproxima a la sensación
del resultado. Y por encima del disimulado silencio de los árboles, puede expresarse en un solo guarismo del
significado, simultáneamente de las cumbres a las afueras de la impresión saltada. Se van unidas mirando, entre las
oraciones refulgente como plata. La distante media luna, internamente va formando juicio probable de una esfera
celeste. Guiado al entorno de los indicios observados, de una perceptiva llorosa oscuridad. Que desde la lejana
pradera se oyen, los pesarosos cánticos nocturnos entristecidos. Mientras tanto invisiblemente de las profundidades
perviven, el entendimiento entreoído de las corrientes de agua. Posiblemente las quejosas caídas de rodillas, abaten
su tranquilidad humedecida y muchas veces los doloridos murmullos, quedan inclinados en los próximos friolentos
peñascos, de las espaciadas quebradas, protegidas de sus mismas sombras.
102. Como un enorme concepto alejado y dividido, parece entenderse que alguien desmesuradamente saltara al otro lado
fuera del mundo. Penosamente arrastrando la translucidez de la forma, como una larga disuelta aurora. Entre esa
conjetura de hemisferio, esparcido a lo extenso de su vastedad, contornando hondamente el acentuado lenguaje del
criterio formal, del repintado saliente rojizo amarillento. Parecen ser ligeramente empujadas, por todas las
comprometidas sombras, como un espaciado plácido y liviano sueño. Arrojados violentamente de ira, a las ingrávidas
tenues faldas de nubes blancas, que delgadamente se están quedando junto al umbral, para desde ahí asomándose al
cielo de viva claridad y esparzan alegremente su escondido insignificante resplandor. Comenzó el alba tintorera
anegar el cielo de un gris perla, su empantanada intención tenía una localización vaga e imprecisa que detenía el
curso de la madrugada. La primera luz aguada de la luna era suave y molida como la misma cal triturada que pintaban
los cerros y los caminos, abiertamente al inicio del día. Su retracción a la correntía se dispersaba como niebla
oscurecida en un lánguido silencio, que escasamente envolvía de redonda sequedad como un círculo del sol puesta en
la luna. Sus ojos eran de amplias inundaciones y de abandonada esperanza, pero sus objetivos eran colmadas de tanta
redondez pulida de cristal. En el sumergido poniente el sol alumbraba sin retorno, su desbordamiento oprimido
expulsaba el mundo. Por encima de las cumbres cerca al punto más alto de la cuesta, en donde los caminos se
entrecruzan se han detenido los trayectos, en minúsculas fechas equis x equis irrepetibles mirando lo contrario en
la zanja oscura se han sepultado. En una suerte de cifras temporales circulan alrededor del espesor del tiempo, como
una pesada hoja desprendida del bosque perdido en la lejanía del camino, junto al cielo invernal que se despierta
diluyendo de miel absorbido.
103. Con el corazón introducido en silencio, los vientos atravesaron tranquilos las colinas del conocimiento. Todos
los temores del principio espiritual, sobre el áspero suelo insensible desparramada, como un poco sacada de aquella
escogida variedad de estrellas. La conciencia metida se abría atisbando hacía afuera, como un retirado rastro
prudente al revés. Sin duda alguna, de un alejado idilio recuperado del olvido, que infiltrada dormida ya el sueño
eterno. Escritas en la insuflada fantasía, de la extraída iridiscente corazón del camino y cuidadosamente guardadas,
dentro de las pálidas hojas de lirios con fragancia de mujer navegada en el azul cielo. Besa la aurora que viene,
por encima de las cumbres y limpia el cristal dorado que refleja el comienzo de la mañana.
104. Retrocediendo las horas, sobre la sequedad de los campos. Están distantemente desunidos los abismos, los
antiguos bastones del recuerdo, taconean sin fondo la vida. A veces por el adentro, se van arrancándose expresamente
solos, como una desecada planta, sedienta del posible deseo de esperanza. Y en otras, rebordeadas de entendimiento,
color de sembrada tierra, abierta a la reflexión de vitalidad, van incidentalmente tropezando con la circunstancial
madurez del sol. La promesa del paraje pintada de sol en un contenido nunca ya cerrada al lugar. En tanto la
acartonada superficie penetrada, por encima del inflamiento del infinito universo, fríamente marchita y presumida,
sin previa respiración alguna, accidentalmente apresurada se retiene. Volviéndome a repasar el campo en el extremo
de la ya comenzada caminata, advertí que a lejos se separaban las lomas en un mundo extraño de rara mezcla de
comprensión, destacada en tan negra oscuridad tirada a lo desconocido, en varios idiomas una sola palabra que por
muy clara que fuera la mañana, el cielo podía resplandecer arriba en lo alto como un paraguas de claridad. Esa
planta de espaldas a la ventana cubierta de hojas pintadas, al margen del más allá del centro de la nada, como
persianas de colores su sombra impedía el paso de la claridad, mientras adentro en el alma flotaba una fuerte
oscuridad semejante a la noche de verde limón, que no deja de manera alguna escapar del cuento al herido corazón.
105. La no resecada noche, ya se va hasta llegar a su fin. El húmedo viento, bruscamente se desplaza, por el
remojado lado, más cerca de los lindantes del corazón. Menos distantes al que confina, con los límites del sol. Para
luego descender, al punto más alejado, a que alcanza la vista. Determinando la dirección del movimiento al sitio de
su posible término, en los lindes de la ensanchada hoyada, semejante al declive crepuscular, precedente al ocaso del
astro rey. Cansado y decadente ya no es conveniente alertarlo, ni menos darle un propicio cobertor, menos intentar
proporcionarle algún escaso alimento. Pues, remontándose libremente, al otro lado del hemisferio, es muy difícil
entenderlo. Tras de mi dejé al renglón del horizonte y luego perdí las ideas enredadas en un mismo pensamiento, las
ganas subrayadas de continuar el camino empolvado, como ya en tira empañada se alejaba la oscuridad era necesario
alcanzarlo, entonces decidimos correr en busca del traslúcido entendimiento, algunas alineadas figuras de azul
grafito son como manchados cogollos floreados de oscuro, que han girado en redondo a la imaginación ennegrecida de
turbio tormento. Hay un mundo circular enfermo que es necesario curarlo, rebuscando entre las hojas el encendido de
la luz, podemos encontrar el trasluciente deseo indagado en la poda relimpiada, desaparecida en la remontada falda
del cerro lejano. Los caminos rectos del viento, como veredas húmedas en un pasaje de palo rosa, circulaba un margen
de piedra cuidadosamente pircada como el tallado de una cristalina granizada, sólo había a uno de sus lados una
planta de color azul celeste, que sus ramas turquesas se quedaban solas al inicio del puente. Me he sentado arriba
de la lomada plomiza y he respirado a profundidad tu corazón de azulina tintura, superficialmente extendida en lo
alto he ahondado lo externo hacia el más adentro del universo.
106. Como una vasija frágil de barro y quebradizo de contenido, trepando por el cielo del subconsciente. Llevando un
poco de tierra inconsistente, generoso e insustancial del conocimiento. Aún más, de compañía una precaria claridad
del tiempo, que al parecer llegará ajeno, a la introspección final. Acordonado sólo por el rojizo amarillo del
cielo, circulaba en naranja volteada el silencio. Todo se ojeaba aglutinada a oscuras, insensiblemente sospechada,
como un montón periodístico usado del escrito conceptual escapado, que atraviesa en difícil negro diagonal,
sostenido en acogedor refuerzo de una razonable solidez. Entrecortada al revés, justamente al nivel de la misma
central, dividida en el discernimiento del cristal.
107. Basta que el lento anochecer, sigilosamente se adentre, a tu entendido descansado sueño, no tardará
alejadamente en desvanecerse, la otra acoplada mitad de la tierra adherida. No expresando nada en su gesto diario,
más que la descartada insatisfacción de si mismo, en un diferente color. Deslizándose áridamente, en un amargo
disecado sabor y estéril contenido, de un antiguo dulzor conservador. Partirán sin retroceso alguno, todos los
corazones, por un mismo camino. A falta de amenidad, serán deshilvanadas las convergencias y cuyos desvencijados
recuerdos, servirán de verbos pasivos, para recuperar la existencia de las regadas delicias y aromáticas mezclas,
azucaradas de amor, que con tanta sosegada existencia, se ahuyentan bifurcadas en rosas desatadas, que dejadas fuera
en desgajadas hojas, se verán trazadas, en una aislada parte céntrica del día.
108. La noche, saltada para adentro, de color ya irreconocible, volteada para afuera. Siempre ha sido olor a
desconsuelo, pasto arrancado de lamentos desventurados. Víctima de coincidencias infundadas, semejante a una promesa
salida del día siguiente, vinculado a lo absurdo de la entrada. Cada vez que interiorizado, a la fuerza de nuestro
conocimiento, penetra al inflado sentido, comparativo del grosor. En agolpados profundizados de último momento,
sujetados sus tejidos en verbales sueltos. Habladurías diminutas, en fantásticas contrarias en si mismas, muchas
regresivas al pasado del tiempo, como si fuera un alargado entendido del olvido. Extraída y reventada, en la punta
más distante, sin poder empezar separadamente, invisible de su trayectoria despegada. La inclinada importancia y
valor, no ocultaba el comienzo de ser una simple carta estrujada y tirada al pretérito del presente.
109. Casi siempre le llevaba un largo momento a la cuesta, hasta tocar el fondo de la cuadra invertida y esconderse tras alguna planta baja robusta de contenido, para no ser advertida otra ves, por la salida del sol. Toda ocultada en la altura dimensión, como ese algo parchado en la luz de aurora. Se aceptaba demasiado temprano, en limitado mediano ya pasado del mundo real, para incorporarse entre el diminuto instante de aquél afilado perfil, en un exiguo reflejo plateado, casi, casi acercándose al mismo color de la luna. Que sin esperarse deficientemente asomaba por encima del horizonte, con un aspecto veteado de un azulino enrojecido de puro corazón. Arrancándose de tal modo en partes iguales, hasta empequeñecerse en su propia visión natural, como cipreses extendidas alejadas de la misma razón.
110. He visto abrirse el cielo, de tantas otras veces casi iguales, era la única luna envejecida y raída por la lluvia. Pero no obstante de su menguada ubicación y deficiente altura de su situación, se arrojaba desde su empinado atisbo. Con luz propia y sombra neta de la planta, ese momento vislumbraba levemente por encima de soleados cabeceantes juncos. Era insostenible el final repintado del atardecer, cuando los últimos segmentos insignificantes, se desdibujaban de la realidad disminuida, entonces todo el abierto mundo se volcó de su dentro. Mientras el poco sol se vaciaba hacia abajo, en un débil contenido de fácil forma, entre tanto las oblícuas sombras, al ras de la superficial enana intuición, se alargaban de extremos, sin medida ventajosa alguna. En caso de intentarse el desparejo caminar, se culminaba por encima de aquel extenso lugar. A éste canto aislado, de la abismada cuneta del anverso, de encerrado compromiso a su lado, no admitía el orden tradicional olvidado. Temblorosamente mis vistas escarban el vacío una y otra, varias veces seguidas, hasta enceguecerse en si mima, no me doy cuenta de que alguien falta en contrario, el mundo también sigue el mismo trayecto, mirando el mismo sentido del agujero de la nada, sin contenido alguno solo extensamente limitado por el de arriba y por el de abajo. El sol bruñe las ennegrecidas piedras, penetran en los escarpados cerros, reposa en las faldas de las cumbres que se elevan hacia el cielo, oteando la espesa neblina se arrincona a las afiladas piedras del peñasco, la fresca lluvia turbia, alterada por su caída empujada por el viento, que sacuden hojas de las ramas de las alturas, todos sin contar con la exactitud de la razón, casi, casi raspando las orillas del temor irracional. Agudizo la dirección de mis desgastadas vistas, con el doblado fin en reconocer la lejanía metida en el horizonte, pero vencido por la engrosada oscuridad se derriba hacia el fondo del pesimismo.
Nº 12
TAMAÑO ROJO REPTANTE
MADURO TOMATE COLGANTE.
111. Siempre, siempre abiertamente ocupada, todas las aromáticas tardes, maduradas en la impulsada frondosidad, como
un oloroso membrillo de antigua planta. En la hondonada horizontal, de fronterizo crepuscular deslucida y ajada en
dobladura especial. Retirada por la estriada contorsión del momento, en aspaviento agitado de marchitadas flores del
encuentro. La rugosidad de sus fríos bordes, enrojecidas en manzanas de azulino destino. Pero sin llegar tersamente
a probar, el separado deslinde del dulzor, de sus propios labios tibios desaliñados en vertical. Porque es, como
llegar cansado al final de una larga caminata, en abreviada estrechez de la nada. Sobrepintando ciertos contornos
del sentido, dibujados sobre el cielo de las montañas sin destino. El proyectado teñido de retirada, arriba del
fondo sombreado del camino, va lejanamente la felicidad como testigo. Y aún más, con inclinada luz clara, a un
costado de la sombra, como pisotear carbones encendidos, encima de sus propias cenizas, queda esparcida toda la
esperanza.
112. Denotando semejanza, al contorno de un objeto cualquiera. Sazonadas de amargo sabor, de tantas sobrescritas
preocupaciones se van los días. Descoloridamente sobresaltando, las usadas derribadas aproximaciones, casi ya sin
perspectiva de ilusión. Decepcionada espesura, salida arriba de los umbrales del desaliento, con cara constreñida,
retornaba de los vestigios, de un dolido velatorio. Porque ya no venía nadie, a dejar su calma tendida en el
desconsuelo, ni ha encender su palabra, al transverso del tiempo o a escribir su indiferencia desventurada, en la
posibilidad frustrada, de querer retroceder las horas. Para borrar desde el fondo, la melancolía saltada sobre el
hombro. Para sorber, las deseslabonadas cristalinas aguas de plata, como en aquel entusiasmado primer día, que
humedecido de levantado optimismo, se queda perdido en la quebrantada desolación extendida. Todo pasa tan sensible
como un rastro alargado y humedecido, entre piedras y plantas parece que desde arriba alguien nos dispersa al fin
del mundo. Entonces al mirar el comienzo de la extensa cuesta el trayecto desemboca de lleno, en círculo gira
subiendo y subiendo hasta que casi se desprende al otro lado de la perdida altura. Otro de mayor tamaño y anchura en
desigual corte de encontradas subidas y bajadas, eran como sí se construyeran los únicos de la sombra sumida en un
silencio abierto de áspero brillo de la noche, hasta llegar a terminar el destino de esta planta tirada al seno de
la oscuridad. Cuando empecé ascender por las duras acabadas cuestas, procurando no resbalar lo avanzado siguiendo la
ruta de la luz de luna. Un gélido viento arrancaba a profundidad las rectas líneas de la niebla que venia procedente
de las alturas, inmediatamente cortó las agitadas respiraciones de los que subían por el espacio, en contrario al
lado escarpado de las coordinadas globales, semejando volver hacia tras un río seco se grafica en el firmamento.
113. Vislumbrando ávidamente el trayecto encontrado, erguido hacía la cumbre, de azulados vientos del ayer
estacionado, en donde no es fácil ni posible, desplazarse de sombra, menos detenerse de aurora, tampoco de
estancarse en lenta esperanza. Por no existir sendero practicable, para ir de soñoliento rosado al indolente pasado.
El insalvable hundimiento, del placentero triangular, sin equilibrio ni mudanza alguna, sobre aquella repintada
alfombra llorosamente almendrada. Desde entonces es inútilmente utilizada, a veces por los anhelos, que ven
dolorosamente pensada a la distancia. Sin embargo, a pesar de todo, la gente se obstinan en las violetas pastizales,
sembradas a lo largo, de estas encumbradas serenidades. Ante todo este conjunto, se hace enteramente escarbar el
cielo de un azulado rojizo, como una natural obra de arte detenida, con toda la nitidez metida, en la vaciada
claridad del día. Para que las primeras frases verbales, de la doblez de la amanecida, sean percibidas hondamente
por entero, en su remota totalidad de la alborada invertida.
114. Ya franqueada la entrada de la noche, al pie de la cuesta y al inicio de la sombra, junto al puente de la vida
y al fondo del alma. Cercanamente empieza una senda plantada, de una joven espesura, que en línea recta conduce a la
fresca exuberante selva. En donde tempranamente bajo la fronda cercana, se hará la siesta al borde del agua.
Quedando como hojas encima de las horas, volando al aire libre y en su interior, abriéndose igual que a una ventana,
con vista girada, hacia los repliegues de una enorme tarde. Que cada vez más, se alejaba arriba de los frondosos
árboles, sin poderse retener ni por un breve instante, esa fuerza inevitable, con escalas trazadas en son de
armonía. Como una sombra oscura se fugaba junto al cielo, había un brote de caricia desleída muy particular en el
viento, la sed de ciencia nacía desde el subterráneo como un raspado dado al silencio o como un sueño enfaldado de
aves volando entre las quebradas, mientras a la distancia sobre escarpadas montañas la mirada perseguía aquél manojo
de luz vertical disperso en el día. Hundido a plomo en los repliegues ocultos de vertientes oprimidas, se pretendía
aminorar la abismal asimetría en el entendimiento por el valle, las ideas se enredan en el viento río arriba por
entre las rocas, que cortan los caminos de fucsias antes de llegar a la orilla del prado, en una mezcolanza de
interpretaciones se muere batido el mar por dentro.
115. El tiempo invernal caído sobre los campos, los vientos traen las lluvias más frías del año. Los fríos momentos,
como un trozo de hielo dispersado por el aire. Los ánimos agazapados por las estrechas calles, más frías que las
piedras de los ríos. La encogida esfera del contraído pensamiento, es parte de su destino. La existencia
literalmente estirada, tan igual que una diseñada fórmula adherida al lugar. En la cuadratura inversa del círculo
nublado, en contrario de las vertientes se afirmaba, suavemente incluidas, las neblinas blancas más deprimidas, aún
por la ingrata costumbre de las alturas, se quedan aglutinadas en el alma. Cual friolentas brisas recientes pegadas,
a las cumbres nevadas se le soltaba, el aire propio del quién, lleva una vida tan alejada, diariamente prestando
atención, al rumor lejano de las lluvias blancas de canción. Los copos invertidos de nieve dura del Huascarán se
posaban en las espaldas del recuerdo, como una hoja seca débil que ignora el movimiento de la oscuridad y guarda su
voz en el diluido opaco silencio, con un esmerilado cariño que trata de encontrar una luz en el camino, para
continuar con la diáfana esperanza ya encaminada, en la subida del enfriado áspero mental del más adentro. El arte
busca darle vueltas a la noción escrita de belleza, en un resumen fragmentado encontrar la mentira dibujada, que
inquieta al corazón partido del sorprendido acierto, en donde yemas de ramas crecían hacia abajo, cortando en arco
de herradura la oscuridad. Se ha acrecentado mi silencio como un triángulo sin vértices, he buscado puntos
sostenidos en la aumentada soledad, no he encontrado el retrocedido vacío ni en la mitad de la noche ni en el
acentuado suelo a distancia, todo se ha mojado caído del cielo como una disuelta sombrilla contraída del cuello.
116. El sol empezaba a descender hacia abajo, iba temeroso ocultándose tras los árboles. La calma empezaba a caminar
hacia arriba del ocaso. Todo el paisaje pintado, se enfriaba al inverso de un de repente, y la última luz
contrapuesta, que no acompaña por discrepante. Ha borrado profundamente la nitidez, expuesta por coincidencia del
más alto diferente borde de la media Tierra. Es muy posible que el distinto mundo, sinónimamente gire desconsolado,
de su propia estación en contrario. Porque también en viceversa, siente la similar frigidez de su parecido deseo,
que en igual naturaleza exánime, sucumba con lluvia de toda una noche. Helada el pueblo sigue viviendo, como un
reflejo torpemente de anchura disuelta, en su propia meridiana sombra, rayada a profundidad de abismo.
117. Todos los caminos, siempre han llegado, contra la remota piedra que empuja, como algo de luz, que simplemente
se retira sin espera alguna. Sumamente abordaste sin aliento, acorde del inmediato acudimiento, seguidor hambriento
del andar, se va quedando en los destinos. En el devenir adversario del seco sauce, aproximado al desperdigado brote
del agua encima de la extendida playa, en donde se proyecta el instante hacia arriba. Dificultando la longitud, del
distanciado cause de aquél contendiente río. Entre pálido semblante, declinado de una vencida tarde, se va abriendo
al paso de una allegada noche. Para inmediato empezar ha descender el camino, sin ningún sentido y comenzar a llover
de lejos el avecindado polvo, emparejado de la pospuesta palabra, en la recurrida senda perdida. El sol ya estaba
casi por desaparecer tras de la tarde que se perdía sobre cerros azules, mientras las estrellas del firmamento
comenzaban sus primeras luces a borronear el cielo, que se aguachinaba de negrura salpicada de pocas perlas
reducidas de visibilidad lejana. Todos los arbustos en humedecidos brillaban en su conjunto, auque el cielo se
anochecía sin remedio, se agitaron las hierbas menudas que crecían en ambas vertientes del valle, con el viento frío
que soplaba no olvidaba el lugar del mundo de donde había venido. Froté las manos para reaccionar y comprender la
profundidad evadida del frío, pero no fue factible que la barra de plata refleje su brillo. Clavo su atención en la
claridad dentro de la silenciosa oscuridad, frunciendo el ceño como una pasa resecada en buen tiempo, el día comenzó
con su manto a barrer la sombra, para que nadie quedara pintada en su expresión y empezó a solear los rincones del
silencio.
118. Por el lugar más lejos de la vida, cuántas proyectadas sombras, avanzan hacia atrás, durante varias horas y a
cada instante, se pretende descubrirla su caminar. La diferencia de su penumbra, se ven dudosamente asomar,
resbalándose al medio del oscuro campo y del allegado quejido de los distantes bosques. Por el tiempo dolorosamente
transcurrido, se han vuelto en troncos opositores a la alegría. Entre tanto recuperándose temporalmente, alguien las
lleva de vuelta al pasado, en busca retirada de esa renegada delicia. Pero el lejano cielo pálido y ennegrecido, no
prestaba la ayuda necesaria para vislumbrar arriba de la claridad. Mientras que marchito y falleciendo debajo de las
hojarascas, casi al ras del suelo se resistía quedarse, tropezándose hasta encontrar la tarde.
119. Posesionado ya en el largo caminar de la vida, una vez más, otra mañana de cielo grisáceo en el lejano
horizonte. Con trasfondo desplazado, a un distinto cuadro desolador, perdido en el extremo opuesto del lugar,
desamparado por el tiempo. La profundidad jalada a fuerza de tinte azul mezclada, parecían caer ya sin aliento,
después de tanto cavilar el viento. Curiosamente regresaba a su acostumbrada mañana, en donde el tiempo golpeaba al
reverso de lo infinito. Mientras tanto de azulada fuente absorbemos, el cristalino liquido elemento de la
satisfacción, porque diariamente lo deseamos, todos tenemos un fin a donde llegar. Buscamos algo, porque tenemos la
sensación de que lo vamos a encontrar, nada seguimos antes, todo es después, éste recóndito camino es la denominada
esperanza.
120. La misma lluvia blanca cristalizada de alba, caída angulosamente de una parte retirada del cielo. En profundo
revuelo hacia arriba, le hicieron obligar a despintarse de su original color. Para luego deshacerse oblícuamente de
plata, sobre las cobrizas cúspides de las alturas, en donde se delinean en árida palabra olvidada, los negros
vértices esquinados mirando al otro lado del invierno. La agitada inesperada tarde, envolvía con su fría oscura
envoltura y en recostada obsecuente posición, clavada en línea recta del corazón. Que desde ya tenía notables
ribetes de anochecer, sesgado a la izquierda del tormento, de todas maneras en el interior de lo calmado, encerraban
filetes de insonoros escándalos. Desde lo más conmovido alejado, serenamente exhortaba a formarse bajo su caída
sombra, pasando desde luego temblorosamente a nado, por los muchos intranquilos ríos del recuerdo.
Nº 13
AL OTRO EXTREMO DE LA SOLEDAD
EN CINTA SE RETUERCE LA SEQUEDAD.
121. Ya pasó la apacible tarde, al otro lado de las neutrales montañas, profunda y perfectamente indiferente, cual
círculo inerte aprisionado en el infinito, como cualquier otra aligerada inútil tarde. Por donde alguien
despreocupado, no se apresta a dar muestra de ir penando, solitario camino a las anchas aberturas del alejado
silencio. Las apuntaladas oscurecidas nubes alzadas en el aire, van cogidas del interior de la mente, llorando al
valle olvidado en el lado opuesto de la vida. Para que lentamente en ceñida movediza estampa, sea llevada por las
hendiduras de las distancias. La frialdad oración de la tarde, pegada a los inactivos cipreses, derrama su perezosa
oscura miel, ausente de la inquietud del silencio. Dejando mortecino aliento en la descolorida manta del apresado
silbido, encubierto en el lejano poniente que ya se va sin ser oído.
122. El marco cristal hundido, en la aprisionada vuelta esquinada y decorada en contrario, con los colores del
confuso tono musical de la tarde. Encorvado de azul el torcido firmamento, hacia la espaciosa cima de la sembrada
pradera, de donde repentinamente salta reventada a leguas, la escondida voz liberada, como una sílaba borroneada de
reojo cautivo. Pero largamente envejecida y soltada al diagonal descendido, tratando de salir aceleradamente de la
sesgada y capturada amargura, hacía la desolada orilla del desajustado suspiro. Así como una adelantada paloma, que
libremente sobrevuela, subrayando la pulidez del cielo. El deseo directamente rayaba la tersura desigualada del
firmamento, a veces en lo imposible de la despareja intención. Nadie se atreve a suscribir, encima de la vasta
concavidad celeste. Todos atienden los deslucidos pasos terrestres. Todo es superficial ausente de lo preciado y
excelente contrario, nadie se esfuerza transparentar evidencias de ensayo, en el bosquejado secreto del cielo
guardado eternamente.
123. El sol crecía hacia arriba. No había puntada sin hilo. Era ese anhelo imprudente, que nos impulsa por encima,
para ver brillar como el oro, seguro de su valioso brillo a la luz del día. De cuando en cuando, una ínfima
posibilidad remota, nos proporcionaba la precipitada partida al arte, hacia el ideado esquema anterior de la vida
artística. En donde retrocediendo en taconeos de tango hacia arriba, quisiéramos despuntar el día, con ligeros
movimientos de siluetas y brazos del tiempo, en leves cruzadas de oro y plata al azar quedaba pintada. Al empezar a
caminar en caída atormentada del sol, su andar sencillo y natural, con gesto de viento y distraída serenidad,
interpolaba la entresacada razón. Desglosándose libremente en el destorcido entendimiento, para luego destejerse,
cuando el viento parecía ganar algún lugar de la tarde. No obstante que en agitada interposición, ya el color bajo
desmadejado, trataba de alcanzar la progresiva caída de la luz final. Mientras tanto el anaranjado horizonte
neutralmente desplomada, con un sol partida en bajada, se desnivelaba dentro de la escasa niebla.
124. ¡ Oh ! ¡ Qué hermoso azul infinito !, el sol llegaba a su máxima expresión dorada, el cielo era todo un amor
incomparable de un calor eterno, intocable por la mente y el corazón. Aquel florecimiento celeste a la distancia,
nunca se sabe en donde empieza ni a donde termina su divino color. Solamente pensando en su tierna mirada de sol, se
le puede dar la vida y la fuerza necesaria, a su místico excelente perfección. Configurándole la grandiosidad
encantada, de su elegante preciosidad de mar, todo es un sueño inalcanzable de luna. Con la opuesta aurora
desfavorecida al inversa, en la relativa fuerza desocupada a lo natural. Con pensamiento de un lenguaje en
contrario, tan tenue, tan difícil y misterioso, quedaba entrelazada en la densa sombra vespertina. Todos miraban
hacia el comienzo de arriba, siempre dejaban una idea de alba sembrada, por donde las nubes ensuciadas se resbalaban
por el cielo plomizo, apenas podemos asegurar que no son claros abiertos de esperada certeza para un extenso mundo,
cruzados de apariencia se van desaliñando en un tirado de contextura a lo anormal veteado. La desleída caída en
complicadas partes espumosas al costado, por donde en línea se estrechaba el horizonte como una franja teñida de
anaranjada ilusión, perdida en un poco diluido de crepúsculo batido en el fondo, que amontonado como algo fungoso de
no ser nada en un caminar en retroceso, sin ser alcanzable ni posible de avanzar.
125. La noche, es como el odio oscuro y temible. Es muy difícil, que salga de su natural negrura. Inevitablemente
tendrá que transcurrir, su propia vida ennegrecida, sepultada fuera de sí misma y del corazón. Al detenerse las
lúcidas horas, se pintan en peculiares imágenes de variados colores. Sólo se imponen al retroceder el tiempo,
entrelazado al centro interior de la mente. Ansioso se deja distinguir el pétalo mismo, de la entrega poética del
impropio pasado. A corrido tan a prisa la mirada por el cielo, que a lo lejos como unos pañuelos blancos,
descolgados de sus meridianos, surcan las nubes del medio día. Sólidas quedan cogidas, de un blanquecino frío
distante, las esperanzas también sin espera surgen ladeadas, sobre el mismo filo del pospuesto horizonte. Pero en la
sencilla vistosidad, se va trasponiendo los paralelos sacudidos, en la realidad apaciguada. Los pincelados trazos
contenidos en el espacio, se arriesgan mutuamente derramarse de color. Mientras que el deslenguado futuro, con un
dificultoso nudo de garganta, comienza apretujado a la estrechez inversa, del semejante embudo.
126. Los rayos directos del sol, oblícuamente formaba el final del mediodía. Más abajo los arbustos y todos los
bosques movibles en pleno, se han desordenado a la fragilidad del viento, como páginas revueltas de un libro
deshilvanado, encima de la hundida escarpada tierra. Los valles dulcemente ablandados, con el sembrío de siempre,
las aguas de acequias dócilmente utilizadas, por la vida cotidiana. Un poco más en prisma alejada, las esmeriladas
escabrosas quebradas, verdeadas de traslúcidas plantas aguas abajo. Las oscuras asperezas de las subidas sendas, van
encorvando las primeras colinas de cansancio. El sentido más intelectual del conocimiento, es el de saber
verdaderamente sentirlo muy de cerca, y palpar con delicada sensibilidad su llaneza emocional, concretamente
brillante de índole artístico del mismo lugar.
127. La vida, es una flor, por hermosa se quiere, aunque suframos dolor. Todos aspiran tenerla sin condición ni
color alguna, es de un color como algo, que no se acaba, enclavada en la nunca esperada nada. La razón de existir,
necesariamente nos lleva a identificar la inmediata realidad natural, de buscar la manera de mejor usarla, antes de
no comprenderla y lamentar su inútil pérdida. La vida, hasta la actualidad no se ha definido por nadie, todo es
contradicción de ideas, siempre buscamos pintar su forma singular, dibujar su volumen y moldear su camino. Desde
allá, desde la distancia quedado en el camino, he tratado a manos llena de atraerla, el rosal disuelta hacia mi
dilatado pecho, junto al corazón que permanece fuertemente oprimido. Toda la vasta realidad, quisiera artísticamente
reducirla en una sola idea concreta y guardarla su vida plena, en el recóndito de mi esencia. En el fondo de mi
entendimiento, colorea su inmortalidad en el cielo del corazón, para luego de su interior, obtener la plasmada
felicidad del mundo, esparcido en un silencioso beso de claridad.
128. La poesía, son piedras preciosas, que ni el mundo ni el alma posee, pero ruedan por la mente, lo que el corazón
siente. La tierra fértil de la mente, no cuenta con un ejemplar del fruto de inspiración, tampoco el concepto del
fruto sabe, de donde viene ni de que color de flor nace. Todo el insondable mundo, en un penetrante cándido
silencio, vuelve retrospectivamente a pintarse de un amarillo pálido sostenido, en la extensión del espacio. Como
bandada bulliciosa de pájaros de distintas especies, que surcando lo más alto de la claridad se pierden, bajo la
sombra de una nube blanca. No muy definible en su cantidad, menos en su vuelo, ni en su canto de gloria. Como quién
arroja al aire, un puñado de menestras, sin pensar en el abanicado destino que seguirán. Cuántos se remontarán
circunvalando las orillas del crepúsculo vespertino. Y cuántos retornarán la ida regresada, arriba de la penumbra
nocturna. Repitiendo danzante paciencia, esparcida libremente escaparán, a través de su acostumbrada realidad, con
toda seguridad llegarán, más lejos de lo que ahora se pensaba.
129. La cultura, es como el agua, cuánto más se bebe, más sed se tiene. Así como las hojas de rosas, que se llenan
de rocío, igualmente las flores buscan el río. El barro cultural del camino cotidiano, siempre humedecido reposa a
lo largo, de la existencia del camino recorrido. Con toda fuerza he cogido, el cabal pensamiento y con tanta
integridad absoluta de plasticidad, lo he entendido la nada. El estado natural de la noche, será clara como el mismo
día, cuando empiece a reconocerse. El pletórico concepto del mundo, brillará de un cielo azul, cuando relacionado
con los sentimientos, siembren los caminos del saber. Prometer volver a mirar lo despedido, al despuntar el día, es
buscar la esperanza oprimida, con el indigente corazón herido. Muchas veces nos apoyamos, en alguna idea raquítica,
de sabor un poco a frutado seco de relieve necesitado, o en los supuestos deseos, ya descolgados de los aires
frescos, para dejarse exteriorizar en alejada mirada, el oscuro secreto que guarda, adentrando en los recodos, de la
esforzada inspiración. De pronto la intención moderada, prosigue caminando lo empezado y luego percibir el gustativo
misterioso que dejan los colores, pensando por encima del contraste desigualado de la noción. Cuán grande y vasto es
el cielo y qué pequeño son los anhelos de los hombres de ésta Tierra.
130. El mundo de cada individuo, construye el escenario de su vida. Todos viven como la tierra, siempre envuelta
entre la niebla, su forma de claridad y sombra, la dibuja las ideas. Los conceptos vitales, se contraponen a las
diferentes maneras de poder comprender, el significado de los comportamientos en éste mundo. Con el último suspiro
del fondo del corazón, el mensaje es difícil de comprender. Los caminos se hacen más estrechos, las frases sombrías
nos hacen sentir la inexistencia. De par en par se abre en el tiempo, por el pie de la escabrosa cuesta, se van
nuestros últimos cansancios. La vida sería de otro color, si existiera a nuestro alcance una inmensa rosa, para
netamente cubrir el sueño de los pensantes en prosa. La tierra se pondría enteramente gris, como en un día de
primavera. Después, desarrugando las hojas de sus vertientes frontales, se entremeterían hasta el fondo del extremo
poniente. Luego, haciendo un esforzado acopio de aire, plenamente dispuesto, para más tarde tratar de estirarse,
sobre la empañada tierra aplanada. Bajo una sombra de emprendedora huida, desde el final inicio del anochecer, hasta
el confín del asomado amanecer.
Nº 14
FLORES OLVIDADAS DEL PRADO
RECUERDOS TIRADOS AL PASADO.
131. La fantasía, conlleva a la saturación de la verdad. Todos permanentemente anhelamos realizar viajes inversos a
la realidad. Con una sonrisa demasiada seca y aguda, la piedra no es la única solidez del espacio, hasta el cielo
todo se deshace en niebla de invierno. El constante acopio de dos en diez palabras contrastadas, repercuten en el
silencio de la multiplicidad cotidiana. En cuanto descendían del crepúsculo, el vaivén tocaba el suelo, siempre y
cuando exista el vacío. Como un cielo para doncellas, edulcoradas con grandiosa singularidad, algo así cómo un
lejano rumor débilmente llegada, revestida de plata abrillantada. En pos de abrir excepcionales candados de
herméticas puertas, en distintos lenguajes y estilos. El tiempo furiosamente desordenado, demostrando la huesuda
figura de sombra. Inundada de anochecido polvo friolento, excluido con todo y más arriba de su capacidad levantada,
como una piedra verbal encontrada, dentro del discreto camino. Llegaban de varias partes, las desviadas lluvias y
más de un grito profundo y aislado, se escucha sordamente decir, la innoble ingratitud del prójimo, es no saber leer
un libro, esta actitud contrarrestada, constituye grave ofensa a la creatividad consciente del arte literario
universal.
132. Los remolinos de las aguas y los conos espirales de los vientos, son como los trastornos del sueño. Se van
pulcramente alejando, cada vez que encerrados en su tristeza, desembocan en un lugar del insomnio. Inmediatamente el
fuego de leña, la iluminaba de hecho, por entero el paisaje interno. Las carbonizadas maderas llameaban de lejos,
mientras las brasas encolerizadas crujían y sus penetrantes efectos caloríficos de luz cruda, se dibujaban de
rosado, en las tramas doradas de las faldas de mujer. Más a la distancia, sobre una larga y gruesa mesa de madera,
se sostenía la tolvanera de cono invertido. Abierto muy por debajo de la turbulenta acción del agua, en círculo la
movía en si mismo la piedra de molino. Llegando hasta el terminal del fugitivo y distanciado apetito del hombre,
para disfrutar de la avecindada hermosura, distracción y satisfacción del pan de vida. Además, calibrar la
inofensiva felicidad, que de lejos en lejos se ausentaba el paraje y de poco a poco las bulliciosas carcajadas de la
alegrada gente, que por la cercanía plenamente respiraban, lo que la corriente no se ha llevado todavía al
pasado.
133. Has caído de tu fronda, al tremedal de laceria, lóbrego camino te espera, sempiterna copa de agonía. El ser
busca el camino y anda su aspereza, mientras su mirada colmando el cielo, encuentra diseñada el horizonte. A punta
de golpe en filo muy agudo, se talan los árboles del envejecido tiempo, mientras en lo alto del espacio, por un
momento en recta perpendicular, los rayos del sol parecen tener duración sin fin. Su calor es más acentuado, la
gente debajo de las eventuales sombras, aprovechando esta larga duración de las cosas, se han puesto a dormitar. De
solitarios ángulos rectos, se producen los vientos de amplia existencia, hasta el mismo borde del comienzo de toda
la santa tarde. Que materialmente usaba la misma ruta, para acabarse cerca a la entrada del anochecer. Poniéndose de
rubio pelo la encañada del lado Este y alcanzando la desapacible subida, a través de la enojosa noche. Logrando
conseguir, poner pies entre esos dos lugares, del rayado intervalo del tiempo fechador, junto al margen del lado
meridiano, opuesto al transcurso de los instantes, inicios del siguiente día.
134. Mientras la noche lenta y segura, bordeando desabridamente la escabrosa corteza terrestre. Después de haberse
dulcemente nutrido, de la suculenta vitalidad reconstituyente, en el margen del digerible deseo. Casi cerca al mismo
insustancial litoral, acantilado en el borde central del cansancio, que había dado brincos de subida, para alcanzar
al mediodía, que saltaba de alegría, por haberse adelantado, al innecesario perseguimiento. Entre tanto, en lo alto
de la resbalada cuesta y en la frontera de la pradera, un inmenso fragmento enrojecido pasaba sobre ella.
Contemplando desde adentro la puesta del sol, según al soplo del viento que aventajaba la estrecha entrada.
Desviándose por el abierto portal, escapada por sobre todo el borde del distanciado mar. El frío helado de las
cumbres, limitando al confundido cielo de melena amarillenta azulada, en briznas de paja y más abajo, al terminar la
quebrantada aspereza lineal, imperfecta de la horizontal visión, los atrapados hombres de campos, abrigados se
recluyen en sus gratas moradas, saciando sus apetitos y reponiendo sus energías, para luego conducirse al siguiente
día, por la misma rugosa tierra. Desde lejos parecía dar saltos medianos como para escapar rápidamente de la
oscuridad, las puntas de las distintas formas de hojas, con sus ramas de grosella roja se inclinaban como
acariciados con la mano en la misma dirección que la fuerza del viento. Al final espontáneamente la planta de la uva
dejó el valle y arrastrándose en si misma ascendió la extensa vertiente, en donde con ansias pudo explayarse la
satisfacción de sus frutales. Contribuyendo a la afirmación soltada de la noción de lo andino como su identidad
nacional de la subida, la penetrante mirada se extendió a lo largo y ancho del espacio, hasta donde alcanzaba el
último final del deseo, semejante a una amontonada fuerza de luz, que lucha contra la sombra desigualada y oscura
del oriente venida sin espera. Constantemente este mundo hace sonreír a las plantas y ese dividido riego deja un
escaso frescor sembrado de viento.
135. La flor, es poesía, poesía es flor escrita. No hay poema sin musicalidad, la poesía original de la vida, está
en los secretos de la naturaleza. El amor, como un campo florido, da el placer más grande del mundo. El amor es
semejante a una flor inmarcesible, adelantada del futuro. No es cualquier cosa subjetiva, menos un divertido simple
sueño del pasado. El amor efectivamente, es una realidad concreta del presente. Que llega a zanjar, los desniveles
de la nostálgica tierra, sin esquivar las razones extremadas del corazón. Ni menguar en absoluto, la magnitud de
percepción sentimental del ser amado, menos decrecer sus sombras o disminuir en volumen, su inmenso tierno afecto,
tampoco desvirtuar el sentido sustancial de su entendimiento. Aun más, siempre persigue la esencia misma, del ente
factor dimensional objetivo, desde la corpulencia capacidad sensitiva del equilibrado conocimiento, hasta el
alcanzado fin del umbral. Un denso reflejo irisado de efusiva verdad, en perfecto abrillantado perfil se modela, el
inmenso espesor existencial del muy marcado sabor elegante y satisfactorio fulgor de la vida.
136. La singular existencia del amor, se reserva en lo incógnito de la evidencia, nunca causa conflictos, a pesar de
su acercamiento a la sinceridad enigmática del abismo. Sus próximos conocidos flecos de viento, son tan cortos
opuestos y tan semejantes extensos a la distancia. La verdad, que sólo ha entrado a nuestro mundo, pero no ha
llegado al corazón. Estoy seguro, no existe alguna unidad, que pueda medir la extensión del amor, menos el volumen
del sufrimiento de la vida. Siempre contrariamente se profundiza, en la inmensidad de la verdad absoluta, no es
imprescindible saber cuánto tiempo vives, sino en qué inevitable condición amorosa cohabitas el destino. Sumergida
en la feroz sombra, no se reconoce a si misma la indeclinable felicidad. En cuál de los cuatro vitales extremos
discontinuos, has ineludiblemente degustado la armoniosa inmediatez. Que dulcemente aproximada, a la obligada
cercanía de la vida, se queda opcionalmente pretendida.
137. Más vale una gota de sangre, que cien kilos de carne. Fundamentalmente no es para menos, el núcleo familiar es
primero, luego será la preferente vecindad social. Ahora comienza en medio de las flores, la otra parte de la vida,
ama a tu próximo colateral, como a ti mismo en particular. Te seguiré de cielo en cielo, hasta cruzar el reverso
enmudecido umbral, del clamor profundizado en la única fuente del corazón. Para que de pronto, inmediatamente en
raudo sentido, del inmaterial destino, comience el precipitado camino. En violenta abrupta de retirada meridiana, de
una cisura enseñada infinita, en un esbelto árbol caído a la entrada del alba. Definida con todo, al término de una
ladeada palabra. Es como quién, por encima de la mañana en desasida esperanza, tratara de dar alcance al propio
lejano cielo. Pero el tan extenso desplazado e inclinado firmamento, semejando al fondo de ojo azulado abierto, un
poco medio torcido a la izquierda. De mirada fijamente perfilada, sin rehuir la sombra enderezada, pretende eludir,
la posición vertical del sol, para quejarse de las asperezas de la Tierra.
138. Contemplar el horizonte de la vida, es vivir el recuerdo del pasado. ¡ Qué pronto ! se van del encuentro, el
interés aislado en el viento, provocando el impulso no esperado, alcé la mirada hacia arriba, simulando cierta
sorpresa, y luego derribé toda la esperanza. La pulcra buena intensión del amanecer infinita, como leve alcanzado
susto, ha rozado la oblícua perfil del aire momentáneamente. Captando el veloz sobrevuelo del ave descendida,
apoyándola verticalmente, sobre cumbres horizontales del lejano aparecer, a plano inclinado introducido en el saber,
determinaba en línea recta, hasta torcerse a un mismo costado. Para alegremente erguida, entretenerse bastante
reluciente y pensativa, al brotar fresca de un solo lado, un resto empinado de aurora, que se ha quedado a medio
salir de un enderezado sueño.
139. Antiguo anhelo poético, ilusión hecho realidad, bregando revertido pórtico, con ternura de verdad. Algo siento
de cerca, como palpita el corazón, cuán poco importa que venga sin saber nada. El cielo de primavera nunca había
desplegado tanta claridad. Endeblemente cristalino, apuntando hacia alguna parte, iba atenuando a medio salto, el
resto doloroso, dejado por la soñolienta noche. Con apacible curiosidad, se enfrentaba a la dificultosa realidad.
Seguidamente a sus inmediaciones, surgía casi a la distancia el comienzo de la esperanza. Pues ya daban la seis de
la mañana, de claro en claro se entreveía la trastienda, cada vez más parecía ampliarse el tiempo. Había hallado a
sus contornos, descampados propicios, como para empezar en la vida cotidiana, una nueva fase orbital. Paralelamente
se acoplaba, el adornamiento del firmamento, transparente y bien retirado era respirable. Tiernamente lavaba el
rocío, las plantas desfavorecidas del río. La brisa del amanecer ventilaban, las penumbras de las negruzcas rocosas,
las vertientes se aprestaban seguir junto al tiempo.
140. El sol saliente, empezaba a caminar hacia arriba. El viento soplaba con fuerza los bosques, cambiando de ruta
por el lado de las vertientes. Todas las cultivadas lomas, de aquí y del claro alejado de las cumbres de más allá,
lindando la claridad profunda del espacio en el horizonte. Adonde el enorme celeste, parecía terminar
momentáneamente. Permaneciendo buen rato, callado y tranquilo con la respiración del tiempo en suspenso. Mientras
tanto los habitantes del lugar, dispersados por los interminables ásperos caminos, con agudizada mirada, clavada al
centro mismo del espacioso cielo. Preocupados, como si alguien les obligara, necesariamente calcular la distancia de
sus ilusiones. Probablemente, para clasificar sus impalpables deseos de florecer arriba de su vertiginosas
vertientes, cubiertas sus hondonadas faldas, con intocable vegetación de verde limón, sobresaltada de vitalidad y de
exuberancia, introducida en el vértice de la crecida mañana.
Nº 15
JUNTO AL SILENCIO DE LA FORMA
AMBIGÜA ABIERTA AL REVES DEL ALMA.
141. Como una aliviadora fuerza divina, que a distancia le impulsaba de pronto, su encarada soledad en forma
desordenada. El platinado robusto y bermejeado lozano montículo, que desde luego se trasladaba de lugar, con toda la
preciosidad de su naturaleza. Mientras que la colina de más arriba y de mayor altura, también en forma repentina se
sonrosaba. Indudablemente hacia lo alejado, se entreveía coposas arboledas, y más a la longitud opuesta, los
sembríos medios sumergidos en la bruma. Esmeriladas ascendían al claro de luna, siguiendo el cauce de la escabrosa
quebrada. Como un solicitado permiso, a la otra mitad del pensamiento, de mayor diámetro y alcance. Incluso para
cambiar de color, el dorso que justo se inicia a la cintura, un poco ladeada al revés de la espalda.
142. Poesía, es silencio, es profundidad, es flor y amor, toda eternidad, ese es poesía. Afirmativamente desde
abajo, se levanta el viento y en forma negativa se mueven los árboles, en un constante de veces, brevemente en otras
cantidades se desajusta el tiempo. Abriéndose plenamente un poco, a los únicos rayos del sol, para que no se nublara
la visión, cerrada por encima de la proyectada esperanza. Netamente dejará diseminar, su néctar esperada en
deliciosa miel, sobre las plantas verdes lilas de amanecer y del soleado grisáceo gramado de todas las precipitadas
tardes. Además el firmamento en pleno, también quería desperdigar desde lo más arriba de su concavidad, sus goteadas
caloríficas de grandiosa satisfacción.
143. El arte, comienza donde se inicia la felicidad. Las próximas horas del medio día, comenzaban a caminar hacia el
ocaso, el tiempo se inclinaba espléndidamente al occidente en un absoluto silencio del descendido día. La naturaleza
parecía sumirse en la más cerrada calma. No podía de otro modo, presentarse naturalmente de nuevo, en distintas o
iguales condiciones a si mismas del momento. Por este mismo caminar, en estos lugares semejante al estilo del velo
azul caído al azar de un amplio sombrero de mujer. Retenido en el firmamento en forma desviada, por un rojizo cordón
afrontada en el tiempo, distantemente palpitando a todos los vientos de la inmediata esfera. Pero la tarde
indudablemente, se precipitaba soslayando su apresurada partida, luego de eludir algunas dificultades vencidas.
Necesariamente daban pase, a la insostenible fuerza gravitacional, agrandándose su estrechez abandonaba el panorama.
Un poco preocupado de encaminarse, por las afueras del suburbio, por más abajo de lo que pensaba en contrario, al
deleite desparramado en el hoyado, del ceniciento entendimiento.
144. Pero, con una desconfianza injustificada, acertadamente aguardaba durante todo el encorvado día en que
paulatinamente diesen las inquietantes seis de la tarde. Ya finalmente menudeado con la desplomada caída de todas
las esperadas tardes. Siempre dejaba un rato amontonado, las tantas ensombrecidas desesperanzas. Los techos de media
agua, relucían sus tejados de tierra enrojecida, bajo la nudosa ocultación del sol, en el lejano subyacente del
horizonte. Aparentaba toda las poblaciones, tener un aspecto estrellado en si misma, con débiles luces, de tanto en
tanto comenzaban a exteriorizarse, por sus ventanas y en los postes de sus calles. Daban la impresión, en sus
últimos remates salientes, que eran soplados, por un pesado viento, dejada por la abrupta despedida de la tarde.
Mientras tanto, parecía que todo el inmenso anochecer, se había retenido a larga distancia, para mirar
contrariamente en luz baja y dejar que lentamente salga, el endeble gemido de las ennegrecidas sombras. Para que
asomadas, sobre las oscurecidas cumbres, sin esperar la acogida, ni menos resaltar su timidez a continuar, su
proyectado renegrido camino, se vaya cautiva de su destino.
145. El sol del universo alegra el corazón, sin considerar su enunciado parecer. La lejanía desaparecía al llegar, a
la inesperada vuelta. Ya se hallaba en la cercanía, en tanto que la mirada, se encontraba bastante adelantada, por
el mismo trayecto. Cuando uno de los recodos, más se adelanta al menor ruido de sus vueltas, inquietamente nos hacen
retroceder, volteando hacia la ya dejada, inclusive, la ya borrada por el viento, no comprendiendo su inmediata
claridad al instante. ¿ Por qué lado reaparecerá la respuesta ?. En unos largos momentos, se verá el revés de la
vuelta. Pués ya descendida de la barandilla de seda rosa, toda la mañana en todo tiempo, mirando al contrario del
saliendo. A medida que iba subiendo el entusiasmo y el placer, como una nube, siempre pegada al camino, se va
ajustando en alargado paso del contenido.
146. La poesía existe, aun sin lenguaje. Un día al rayar el alba, la vi correr bullicioso, dulce y penetrante el
río, deslizarse por entre las rocas y ramas de las cumbres, bajo las sombras del sol, pintada el paisaje de eterno
jardín. Los bosques se atrevieron salir de la sombra, para en fila tomar los bordes del camino y acercarse de lleno
a la plateada fuente. Aliviando el invierno de nuevo logrará alcanzar a la primavera, para descansar plácidamente
todo el día, disfrutando de este merecido relajante sosiego. Mientras tanto, en el más arriba en su interior
celeste, inmediatamente en el fondo sentaba el sol, como si estuviera en su aposentado reinado. Luego, daba prudente
tregua al cercano verano, para cuidadosamente escribir, su indiscreta trayectoria a gran esfuerzo. Llegando
ligeramente, al más penetrante del disminuido interés, para probar en forma atinada, a pocos tactos el escaso
distanciamiento, esmerado del regocijado miramiento. Las horas vivas pasaron lentas por sobre los escarpados cerros,
mientras que el ventanal de la vida se dibujaba en las caminadas vertientes, cada ves más rápidas de visión se
teñían de verde, en muchas veces la mezcla de sonrisas son como disparos de imaginación en el silencio. En sentido
natural caminé mucho a pie hacia el impacto del mundo real, el camino arenado de soledad terminó en percepción
aventurero del conocimiento. En una idea observada del sujeto circunvalado en el blanco espacio en reposo, es como
un juego doloroso desprendido de una colgadura irónica, en una proyectada esperanza de regreso, para entonces ya
tener el triple de distancia. Alterada de posición quedó en la mitad izquierda del camino delgado, introduciéndose
en el túnel próximo como si estuviera pintando de tarde, en una bola abierta estacionada en el aire, llevada a
mitades como nubes color naranja estampada de hojas secas en retirada.
147. De las exquisitas serenas noches, también agradablemente se iba la luna. Reverberando su reluciente brillo, en
el rebote de las aguas de plata de cada madrugada, semejando a un oscurecido huracán revuelto en el cielo, cayéndose
dispersada por encima de la vida. La trastornaba de tinieblas y desde su aposento, las arrancaban tenebrosamente a
las voluntades nocturnas. Que en desarmonía de hojas resecadas, deshecha en lágrimas y arrastradas en un feo
anochecido, hacia el brumoso invisible abismo del alma. Sin embargo, largo tiempo ya había terminado, su
ininterrumpida aspereza. Pero máximamente ladeada a la derecha, con una insuficiente sola vista, no le prestaba la
más mínima atención, a esta desmesurada obligación de la naturaleza. Y solo se limitó moderadamente, hacer un nuevo
giro a la inversa, dando a entender su posible demostración, afirmativa de ausencia temporal y que pronto
regresaría, en otros adecuados momentos de la misma existencia. En una tremenda ola de oscuridad salida desde
adentro de la imaginación, formado en un círculo abierto de cada vez más tenue de vacío y de negrura blanqueada, a
causa de los deshielos acumulados en la conciencia alerta a la paciencia y perpetuada a la suspensión cerrada del
respiro. Las hojas muertas descendían de sus ramas en seguida rubicundez horizontal, como luz recién salida en un
solo silencio, ascendía tan despierto por la escalonada que miraba a un extremo de abajo. Cogió varias insolvencias
en un mismo instante y dejó derramar a gusto de flor abierta, retuvo un tanto sin horadar el dorso de la cuesta,
luego resbaló a tientas el inmediato escalón de gente sorprendida y le dijo con cara volteada de corazón.
148. Las playas color de la luna, permanecían serenamente recostadas y sonrientes cogidas en el umbral del mar.
Revueltas, impacientes, bulliciosas y muy lejanamente, tibias aguardaban, como si las violetas aguas, tuvieran
interiormente algo que comunicar al universo. Con un sabor de paladar, lindante a una feliz novedad, aunque un poco
salada de revuelta idea. Pero agradable de conocimiento del gusto, sensible al golpe del oleaje en bajada. Sólo que
en enormes subidas, de enrollados túneles azules de olas marinas, arrastraban el veraneante dejo del mar, en directo
rojo peligro. En sus tintadas olas lilas, de reflejado sol, traslucían límpidas de fino azul, las mismas que luego,
terminaban en la espumante fragancia de rosas de limón. Tocando débilmente orillas, de la arenosa azucarada costa,
llevadas por un remoto e incomprensible misterio, que solamente hablará, cuando en su totalidad se deje de usarla,
en el transcurso de la vida.
149. Las frases, se taladran y se pulen, con el cincel y el estilo de la mente. El destino cultural es un viejo
camino, que diariamente hay que construir y rozar sus márgenes, al gusto del quien la pinta. Como también cubrirlo
de cielo, con el color que nos plazca y con el amor, que realmente nos nazca. Los resecos caminos y tiesos rayos de
polvo, que oblícuamente vengan desde el sol, nos darán el conocimiento y la vida. Para escribirlo en el infinito
desconocido, harán revivir el sentimiento, la inspiración, bambolearán a la gente, en vestidos incompletos y otros,
en más desnudas cuestiones en todas direcciones. Intuidas de las defensas previas y frotaciones del conocimiento,
con lociones perfumadas de instantánea verdad, para proteger su clara y delicada percepción mental. Evitando de tal
manera, las maliciosas e injustas interpretaciones, que pretenden causar, hondas quemaduras del fracaso, todo es lo
que pudiera generar, el fuerte calor del día dibujado.
150. Descansando sobre la húmeda arena, miraban discretamente el disco radiante del sol. Que muy en la lejanía se
perdían, entre las escasas brumas entrecruzadas, se desplazaban al poniente. La palidez deslumbradora del ámbito
veraniego, en obtusas carencias de penumbras orilladas, semejaban a doblados tapetes de terciopelo. Todos los
veraneantes, con sus grandes ojos azules, plácidamente recostados, levantaban sus miradas hacía las estacionadas
nubes, que ladeado al sol, pesadamente se dejaban descender, al compás de la tarde. El litoral paisaje, se parecía a
un cuadro naturalmente pintado. Más recargado al color azulado artístico, en fondo claro limpiado y de copiosa
hermosura, que aquellas alargadas montañas dejadas mirando al cielo. Como a las brisas, que no les dejaron
acariciar, levemente sus intimidades, ni menos que algo les dijera secretamente a sus oídos, en esa momentánea
frescura, que bruscamente a la orilla saltaban, dejándose abrazar, por las desparramadas olas, del soleado azulino
mar.
CUANTO MAS INTENSO DE COLOR
MAS CERCANA LLENA EL CORAZÓN.
151. Caída ya, las tres de la tarde, en la misma puesta del sol, sin percibir respuesta alguna ni de la playa ni del mar. A través de ciertas tardías, expresiones faciales postreros al crepúsculo y a la insuficiente interpretación del lenguaje. Aún no verbal diferido a la puesta retrasada del sol, hasta entonces abstraída, del lento avance crepuscular observada. Que significaba, el coincidente adelanto a la proyección apuntada, hacia un anochecer impulsado, a un rápido encuentro con el futuro. De modo que extralimitándose, a lo más alejado de la inmediatez de la tarde conocida, en un sentido comparativo denotaba, alguna diferencia con la parte inversa del oscurecer. Siempre esta semejanza, se apreciaba a la contraria, cuando parecía que toda la juventud, se había vuelto a las olas del mar. Para alborotar, aquella soledad alejada y tranquila, que no hacía mucho, de haber tratado de recobrar, todo lo anteriormente gozado.
152. El tiempo, agitado a un costado, hizo girar intempestivamente las aguas, en esa misma dirección de la playa.
Luego bordeando, la desesperada situación, fuera del tiempo y a la intemperie destemplanza de la razón. Se puso
intemporalmente algo apenado, a observar el curso de la momentánea existencia, avistaba ocasionalmente la parte de
la tarde, que sobraba por un instante. Medio distraído el espacio apuntalado, tranquilamente comenzó a sollozar por
un buen rato, como quién trata de olvidar lo traído del pasado, todo a la misma vez, sin tener en cuenta, la
determinación voluntaria de la gente, hacia ese fin encandilado. Pero le fue sumamente difícil, vencer el enorme
peso gravitacional, de sobremanera que la involuntaria reflexión, del lapso de duración de ese proceso temporal, era
extremadamente exagerado pensar, que lo arrinconado no podía costear, la situación real del transcurso retardado de
la temporada. Entonces era mejor, dejar pasar por inadvertido, y obedecer netamente al período circunstancial del
instante. Corrió el viento de sur a norte, y se llevó a las olas del mar, se respiró brisa pura de playa, se dejaron
mojar por el agua, recogieron arena cálida de la tarde, abrillantada por el sol y se fueron del lugar.
153. El libro, es sólo una idea, trasmitida a la humanidad. Es una gran promesa de un próximo futuro. Cuando se
pierde la ruta, no queda más, la que cuenta la prisa, de buscar el camino, del anhelo encontrado. Cuando trates
hojear página de vida, al instante rebosará la claridad del día, aumentará la ilusión de la esperanza. Tal vez
mejorar el tiempo, como una apacible demora crepuscular, remojada de dulce paciencia, colmada de ensueños y en otras
saturadas de aspiraciones. Las ansias vaciadas, en medios saltos de masticadas alegría, con intención sin palabras,
sólo se comprenda con la mirada de felicidad. Hablará el mar, la playa, las cumbres, los ríos, la selva y el cielo,
indeterminadamente se irán a la misma hora y por la misma senda de la pretensión. Arribar en conjunto, la singular
orilla del conocimiento, estirando en todo tiempo sus juveniles fuerzas, hasta alcanzar el borde preciso, de las
buenas intenciones y divertirse entre las hojas secas, acumuladas bondadosamente por el tan esperado verano. El
viento en sombras moteando los cerros en un profundo sueño abierto en el abandono, como si se desvaneciera su
aburrimiento en una cuerda cualquiera, no decía nada de obliterar menos le daba la espalda cicatrizada bajada hasta
el mismo tapiado del valle, en donde agrandada relumbra la luz del sol en el espacioso fondo de la redondeada
fuente. Todo la zona andina se encontraba inusualmente abrumada, que ni el mismo cielo reducido se observaba, los
valles estrechos estaban pintadas de nubes oscuras, el escaso color la oscurecía en gran parte a la empequeñecida
distancia. La vastedad se notaba menos extensa en si misma, la abundancia se había dilatado para arriba con
manifestaciones propias de escasez horizontal, obedecía al clima de invierno sumergido en el misterio del
viento.
154. Los luceros del bien dilatado cielo, cada vez más se iban apagando de madrugado cansancio y sus abiertos brazos
se extendían al viento, hasta procurar descansar en el anhelado perfil del reivindicado horizonte. Mientras tanto,
las prolongadas extremidades del tiempo, ansiaban apuntalar el desarrollado crepúsculo matutino, aspirando renunciar
exigentemente, a la intención de agotamiento circunstancial. Porque verdaderamente, todo esto era sólo un simple
movimiento transitorio intemporal. Sin embargo, caminando esta fracción existencial de acá para allá, apetecía
ciertamente lo cuantioso, del fugitivo momento cultural. Que con forzado gesto, de atribuida cara desviada a la
aventura, se proponía resueltamente a intentar desistirse, de todas maneras de la no posible retención, de la
abundante amanecida. Menos precariamente entendiendo, coger entre manos una diminuta brizna o una reducida frescura,
que venía de la parte lateral sur del anochecer. Desde lejos no puedo calcular las mediciones que ya están escritas,
la vida es más desconocida al otro lado del silencio, desde la oscuridad comprimida hasta el comienzo de lo
disperso, empecé a retener con la mente el espacioso color que aparentaba. Construyendo sólidas perspectivas sobre
las cosas, con gran sorpresa en todas partes se entusiasmaba el paisaje, al tiempo respondía los del lugar con el
puñetazo puesto en el suelo y la mirada en el cielo. Parecía que los cerros tocaban el cielo y desde el inicio de la
pisada el común desacierto. De hondo consuelo en la espesura de piedra, los verdes campos descubren su estela,
cuando llega el tiempo al despuntar el alba.
155. Toda la bóveda celeste maltratada, como las hojas del campo en batalla, era difícil poder contener un profundo
suspiro al aire. Fingía un repentino olvido, pero no podía ocultar su disgusto apenado El día apagado en su entorno,
confundido en una infinita tolerancia. La amplitud del verde seco campo, se despedía del sol de tarde. Abstraer una
respuesta escrita, rota de indignación, era como tirar con furia, a la misma espalda del cielo, caído en apresurada
puesta del sol. Los inesperados actos reiterados, provocantes resoplidos del viento, pausadamente se entrecruzaban
entre los idénticos puntales, en la propia distancia por varias veces. Para retenerse en pares de decenas, con miras
a un recorrido de futuro discreto, luego en pálido rosado, ambicionar descansar, en el encarnado lomo de las
apariencias. Como las equivalentes fronteras, que opuestamente retroceden, para desengañarse en el contenido
perpendicular, conquistado tardíamente en el acariciado pensamiento.
156. La última mirada de la tarde, fue para adentro, que aún se había retrasado, en el encuentro. La sombra de
paraguas diseñaba, al propio cielo de un azulado enverdecido, semejante a las horas de una tarde desollada. En
cuanto, la estupenda silueta de las ennegrecidas nubes, ascendían las distancias, las lluvias delineaban
verticalmente la idea de mojarse en color amarillento del ocaso. Mientras en el umbral de su primer paso, sostenido
en el aire quieto, se extendía atravesando en lo más alto de la cumbre, como algo que sobresale la esfera, invocando
la tierna espera de la piedra. Sosteniéndose en su propio peso, por arriba de la tierra, en donde las partículas se
quedan apretadas, pero no ahorcadas y el sol color naranja, se oculta en aquél hundido revuelo de verde morado,
tirando hacia las inmediaciones, del mortecino anochecer.
157. El cauce de la vida, es el destino, por donde discurres cada día, al otro extremo en contrario del ocaso
sembrado. Siempre interiorizamos, ciertos aspectos del comportamiento no identificado. La fuente seca, de los
diferentes conceptos de la vida, son las frustraciones. Lo contemplativo, con gesticular ladeada de luna, viene a
formar una fuente más de conflictos. Significando a la larga, una ausencia temprana del afecto, entender
expectativas propias, es continuar el camino de la noche semiclara. Con todas las ansias de encontrar la salida, por
donde viene la conexión más profunda, directamente canalizada a la mayor intimidad del vacío afectivo. Creíblemente
con propósito inconsciente, de conocer las propias intenciones, que implicaría necesariamente identificar y
distinguir nuestro peculiar conocimiento. En donde se sobrepone también la emoción, con su bulla a media cuadra de
la canción. Numerosas veces nada se escucha, la experiencia individual, que viene ha ser única e irrepetible.
Convencida de sus diversos aspectos estructurales, entrelazadas de coloridas experiencias y decisiones imposibles.
Aquietan en forma clara las aguas y a medio camino precisan, encontrar inclinado el día, pensando ver la realidad,
en sus particulares términos, extremos de la vivencia temporal.
158. La noche, camino a las estrellas, se va lleno de existencia y de alargada duración. En prolongado alumbramiento
de poca teñida vitalidad, entre su medio existencial es desplazarse, por el itinerario descolorido del cielo. Cuando
en el trayecto pretende separarse, se ajustan de una dura oscuridad, que todo horriblemente se convierte en abismo,
en conjunto se lleva mentalmente ausente, sólo se deja conservar el viento, en el corazón de la soledad. Qué cosas
de colores y formas se ven, cuántas ilusiones sugerentes se modelan, es el propio mundo de la vida, que se dibuja a
la vista. Esparcir su medio cultural celeste a gritos, por encima del aire y su disminuido dolor infernal, en
quebrantado llanto de abismo se pinta. Viablemente enterrando la angustia, en lo más profundo del firmamento
artístico de tornadizos vacilantes párpados, se cubre la dilatada dimensión del repintado silencio. De tal manera,
derramada se encuentra a punto de desenrollarse viniendo todo abajo, como una cerrada descompuesta memoria.
159. De lo experimentado se deduce, que el curso de la restringida historia, no ha logrado abiertamente a plenitud
su expresión personal. La historia es la vida del quién ha existido en el tiempo. El mejor negocio de la vida, es
haberlo gozado de manera espontánea y natural. El tiempo avanza y la tierra tiembla en si misma, los corazones laten
como la gelatinosa superficie del pensamiento y la gente vacilante, temerosa y fugitiva. Accidentalmente alcanzan
los accesos del campo, de los grandes parques y de todos los lugares despejados, siempre a la luna y al sol. El amor
se agranda, como el alba de mañana, a veces saltan los cercados de verde plata perfilada, para colocarse junto al
final, del trayecto a su vez vertical, delimitando cuidadosamente los contornos de la esperanza.
160. Literariamente se pretende reconstruir, el bosquejado conocimiento trajinado, sobre la existencia de rastreados
horizontes del futuro artístico. Tan cerca o tan lejano, prefiero contener en mi vida las dos cosas desiguales. De
acuerdo a la ligera conducción de la mirada y al posible estirón del pensamiento, que en obliterada síntesis
informativa, desvanecida atraviesa por el razonamiento. Según la olvidada experiencia, de algún tiempo no entiendo,
suelo coronar con la incorporada oscuridad. Quién mira hacía adentro mismo de su historia, es bornear las entrañas
estrechas de la palabra. Nuestra pregunta, debe hacernos pensar muy lejos del yo, vuelve a mi desdecida memoria, del
retractado pasado que solía alcanzar, entre las idas y vueltas, con estilo propio. Mojándose los ojos, con absurdos
recuerdos de la realidad introducida en el sueño. Tratando en lo posible escalar, arrugas de la frente de años idos,
pretendiendo representar, la parte escondida del tiempo, históricamente vivida.
Nº 17
SABOREADO DE ROSADO COLOR
SE FUE LA MAÑANA DE LA RAZÓN.
161. La convicción inacabada, es como una retención desmenuzada, inoportunamente perdida, en la céntrica gravedad
del destino. Mientras con la p de palo, sigue decayendo la fuerza, en forma irregular de cavidad, expresivamente
simbólica de dimensión. Que de ovoide oscura de imaginación, solamente el futuro dará, el verdadero tamaño de
profundidad, con la expresión de creciente lejanía. A su vez observará tanto y tanto, como nunca jamás lo hizo
antes, recluida en el trasfondo de la cuadra. El mundo volado en pedazos, se orilla en el viento de retrasos. Harto
envejecido por fuera, enlazadas formas de llamaradas, el tiempo se arranca y pasa, como un cercano peñasco de plata,
que puede cazarse con la mirada en alta.
162. El amar, no sólo es sentimiento, también es poder lograr arrancarle al cielo, toda su simbólica forma globular.
Revestida de una calurosa acogida casual, con el propósito retorno, a la agigantada unidad circular de eternidad.
Eres esa tarde que se escapa de viento, despintando la brisa nacida en el puerto. Generando consenso, de una
corriente solvente y saludable de la sensibilidad, poseedora de una fuerza suficiente, despegada del corazón. Para
luego quedarse reducida, en la más mínima sombra. No encontrado el abismo buscado, menos el numeral resistente al
cálculo, tampoco la inquieta línea, que surge del cielo. Todo es una oscura noche, metida en contra del consuelo,
como la brisa que se pinta de silencio.
163. Me quedé frío y permanecí allí junto, hasta el alba. La luna se había retrasado en su camino, parecía
reflejarse en el fondo del disco lunar, las ahuecadas nubes del tan sordo mundo. Que no escucha al claro
expresionismo estético de la luna, ni se permite observar el posible reflejo opuestamente a lo sensorial, menos deja
hablar a la realidad captada subjetivamente, a la exacta dimensión sensible del arte natural, mucho menos palpar los
entretejidos, de la refractada intención contraria a la pensada. Por donde el reverberante destello del
conocimiento, en opción de formas y contrastes, se desencamina despabilada a desparramarse, en un mayúsculo diseño
pintado, en donde la puntual medida, se clava en el irregular volumen, extendido en la textual capacidad
extravagante.
164. El sol rumbo al ocaso, ya terminaba el día. Por caminos de la tradición dejada, la vida es existencia y la
existencia, sólo es contrariedad de esa vida expresiva temporal, en directa relación indisoluble con la cercana
tierra. El tiempo presente, es un factor vivo organizador de la mente. Que en breve caerá invariablemente, sobre los
dígitos expresados, en un solo sentido del guarismo. Evocando su retorno, al centro de la piedra, buscando
irradiarse dentro de sus permanentes formas originales. La piedra simboliza la unión y la cohesión de la totalidad.
Al despuntar el día, queda levantada cual vendaval fuerte y resistente, como la misma piedra, rescatando todo lo
perdido, en la frondosidad extraviada del arte.
165. La vida, no es más que un escenario de comedia. Con el significado concepto unitario entré a tu contenido, tan
clara y tan agua, como el propio cristal en vivo. Como una totalidad vacía, estrujada por dentro. Inmerso al sentido
creativo, de tensiones funcionales de la palabra. Despejadamente abierto, a la simbolización de la existencia,
confiado en la fé, apenas hundida en el lustre cromado del aire. No debemos ser solos en nosotros mismos, no hay que
perder la esperanza, por gozar de la desbarajustada felicidad. Desde el dócil pulimento cuidado del cielo, hacia lo
más perfecto de la vida, aprenderemos existir en la realidad de los mortales, adecuándonos al entorno social de
todos los tiempos, como quién despunta el día.
166. La belleza, es el resultado armónico de la existencia observada. Es la expresión poética de luz hablada. Esa
acompasada subida al cielo, es como la entrada comenzada del alba. Una inimitable claridad de media mañana, sientes
que literalmente la alegría toda, se apodera de la persona, sin volver estrictamente, a tocar el extremo de la
original realidad. Se arrastra tan fuera, de su peculiar contorno, para luego entrar en las mejores posibilidades,
de esfumarse en su exclusivo característico cielo y retenerse más allá de la conciencia. Casi tocando el fondo de la
ingenuidad, mirando a través del cristal colorido, que refulge a espaldas de la inclinada noche, reflejan los
deslumbrantes rayos del sol.
167. El morir, no es más que un restado olvidar, entonces, el olvido es la sustracción mortal del mar. No busques
flores, dentro de las descontadas tinieblas, porque jamás lo vas a encontrar. Los abatidos corrales de piedra,
detraída esperan la remota vegetación. Volviendo el desorientado, significativo gesto de imperfección, hay tanta
detracción lastimosa, sin luz, sin agua, sin amar, ni siquiera el agudizado tacto, te dará inteligencia. Rastreando
por la desconocida senda, de enrevesada arquitectura dorada, las reverenciadas columnas taraceadas de ámbar y de
bronce, incrustadas en fina madera de marfil, induciendo a un olor de despedida. Pálido todo el ambiente, como un
velorio, los umbrales bañados en frío sudor, con la cara de cementerio, se alejaba del desconsuelo. Rebuscado bajo
la tierra del misterio, sólo ese penoso ennegrecido parecer, habrá perdido la disminuida esperanza. Antes del último
respiro, mirando al cielo, como quién busca alguna cosa no precisada, se habrá terminado para siempre.
168. El medio día había caído en gran parte, bruscamente hasta el fondo de la fuente y las propias piedras. Desde
adentro, no dejaban ver su interior, por ser dura, tan dura, se ha enrojecido su trasfondo, al mismo temple de la
hondura de su fortaleza. La profundidad comienza a desesperarse, mirando para dentro su calado, entre tanto la base
de las aguas, en fino asiento de arcilla, buscan entre sus raíces las orillas de las tardes. Sostenida el caudal del
manantial, desde su condición natural de manadero, la naturaleza toda desvalida, tantea la orientación de su
destino, en espera del declinado día. Comprime los puntos nacientes, como una verdusca naranja, difícil de exprimir
a esta hora, del declive vencido, por el peso del día.
169. El atardecer amorosamente enrojecida, los caminos trabajosamente se dibujaban a la distancia. Con una pureza de
blancura azulada, se pintaban las cuestas de las cumbres. Las sombras sugiriéndonos, ciertas alternativas de
movimientos esgrafiados, a lo escondido de los superpuestos colores, bosquejados al comienzo de la difícil
identificación. Semejaban empujones ocasionales de los vientos, llevados a saltos de planteamientos descritos, sobre
el lienzo atmosférico. Livianamente extendido, en el formato más tierno de los pálidos corazones, adaptando sin duda
un estrecho espacio equilibrado en el sol. La tarde toda trazada, en tramos de colores romboidales, adelantadas de
sus inicios y rayadas a profundidad en sus caminos. Junto a los deslomados campos, casi ya tocando oscuridades,
encontradas en el tiempo, como perspectivas soltadas, al enfoque superficial de las formas lejanas. La disposición
con que lo vemos al espacio, desconocido e indefinido en su penumbrosa forma, dentro muy adentro escasamente a poca
distancia de la inocencia, nos da a entender, que el día está herida, pero no muerta.
170. A cero días, a tantas vueltas de la vida, el día esta redonda. Limitadamente se ha sumido, en la concavidad de
la noche y la noche, un poco alejado de hondura cerrada, semejando al fondo del ojo, sobre sus propias nubes ha
comenzado a espesarse en si mismo. Como un hermético pasado, esperando la llave del presente. En una espesura
abatida y desconsolada cumbre de no saber sonreír, ni menos poder saber, como vivir. Entre la sombra perdida de
fondo, escucho la oscura calma, me das tu esperanza a beber soñando, junto a la dalia asomada del huerto, se
envolvía en sombras de lámpara. Mientras el viento de verde, avanzaba de nuevo, hacia los escondites del río
viejo.
Nº 18
IDEA ANOCHECIDA DE COBERTOR
COMO FRUTA DEL DÍA ANTERIOR.
171. He sentido desde lejos, junto a mis alrededores, una enorme atmósfera cálida y muy particular de peso, que me
ha dejado en verdad erguido, recordando el sudor ya olvidado y perdido. Como algo distante, que no ama ni menos
siente, porque la vida, hace rato ya se le ha ido. Es seguro y afirmada ni más ni menos, como una escrita palabra,
simplemente ya muerta, en los quicios umbrosos del otro lado de la puerta. Las aves eran de plumaje duros y amargos
de aire, a veces crueles de altura en el revuelo, permanecían en el silencio, por buen rato en el cielo. El viento
borraba calladamente los rastros, en la oscuridad malsana de la noche. Un cielo a oscuras poblado de estrellas y
lleno de esperanza, junto a la luna llena de claridad más agrandada, como un circulo moteado, que apenas se hunde en
la cóncava cúspide.
172. Mi amor es tan grande e inmenso, como todo el cielo azul en su conjunto. Recubierto de afecto se ha estirado
tanto, hasta volverse cálido dorado de tul blanco. Mirando hacia la entrada desmedida del rojizo, da unos cuantos
pasos enlucidos, luego desvestida en zurda amarilla, gira a la misma izquierda. Quedando a lo lejos plasmado, de
inmaculado color de aurora. Mientras en el corazón, fulgura un poco de anhelo desprevisto. El secreto de piedra en
ruta, solloza el silencio sin destino, en durísimo gesto de último estío, como un pensamiento tibio, desnudado a la
vuelta del escondido río. Cuando regresé al lugar, se encontraba en plena luz de mar, sólo se conmovió al sentir
calor del sol, al subir las primeras horas del día.
173. El sol proseguía su comienzo, hacia su único ocaso, el aire cálido de mayo, aún no se había ausentado.
Espiritualmente he sentido tan cerca el placer, que la caritativa amistad ruborizada al parecer, inevitablemente se
ha pintado de cándida rosa naranja. Derramada en toda su igualada pulimentada extensión, anticipadamente reflejada
de madreperla, como un acceso amplísimo, traspasa la antesala oculta de posición. Quedando encima de la lumbrera,
como algo de luz amontonada, rendida al reflejo de la oscuridad, la creciente llegada al límite del azul, como un
soplo desmemoriado a la intimidad. El encaje de la sombra, batía ardientemente la tierra, mientras el sol
estremecido en sueño, gemía de golpe entristecido de otoño. Incorporado con voz gutural simbólica, el siseo de la
distancia, levantada en el silencio gráfica. Hace muy poco con musicalidad de formas y pintadas de aurora buscaba de
manera similar, la hondura del amanecer en las orillas de la oscuridad de otoño. Hemos transitado por azarosos
caminos de la vida, con menor resistencia se estiraba como una marcha larga, larga ennegrecida, en donde se
sembraban surcos llenados de espinas, con palabras entrecortadas que se desaparecían en el vapor del humo
recalentado en la esquina. Seguía lloviendo en medio de la noche y en la oscuridad se oía gotear gruesas gotas frías
que regaban las vertientes, más allá casi al amanecer seguía lloviendo el cielo todavía estaba oscuro, los caminos
brillaban con luz propia de agua destilada, las casas no coloreaban sus tejados como siempre lo hacia en primavera.
Todo parecía haber retrocedido el tiempo, todo parecía medida con la oscuridad de oquedades en un arrugamiento de
pesares
174. Las horas entremetidas de sombra, constantemente me siguen con su mirada de café. Hasta se atreven a
entrecruzarme el comienzo, olorosamente a pétalos de clavel. Con los terminales del dorso frío de otro tiempo,
poniendo el pensamiento para atrás releía el cuento. Inesperadamente desaparecía la aurora, llorando recogía en su
seno la última despuntada. El rocío de todo el extenso terreno, alejándose del aposento, se quedaba más arriba de lo
tierno. Para luego entre alzada aspiración, se iba a pasos acelerados de pasión. No muy distante se retenía, pero
silbando a menudo, por las asperezas del pasado, empeñosamente ansiaba su apagamiento. Elevado ya el sol, el viento
era centradamente seco, hasta el punto que la maleza de luto, en la vertiente dibujada, crepitaba su afligido dolor,
que profundamente sin aroma del día, lloraba su martirizado amor.
175. Estrujando entre mis manos el anochecer, como una larga y desnivelada hoja seca traída del ser.
Desesperadamente busco la luna, sólo encuentro su ausencia al comienzo. Las hago granulado sentir su dejadez, sin
hacerle crujir a su sequedad. La dejo indolentemente comprimida, como un puñado de algo suelto, por haber
obscurecido, lejano crepitan a orillas del cielo, los juncos sembrados por el día, cercano al bullicioso río, donde
nadie despunta al rocío, ni siquiera el remoto rumor del blanco viento. El verdear del aire, se batía en la maleza
del grito, sin cruzarse con el momento de nadie, a su derecha se derramó, un poco de luna menguante, caído al
irregular camino, que por debajo les llevaba el viento y cuando ya estuvo algo en altura, el peso frágil se fue a
tierra. La fría oscuridad triangulada no es más que una mezcla de sonrisas doloridas en profundidad, cuantas veces
hemos rodeado de afuera la oscura puerta de la muerte, algunos detalles de vida elástica del tacto nos ha conducido
paralelo a las finas hebras diagonales del tejido atardecer, que en color pardo oscuro espiral se agita tras del
reflejo disperso de brillantez. He tratado de penetrar en línea espiral las profundidades oscuras de las cumbres y
sólo se ha afilado mi deseo espiral en llegar a encontrar lo blando del camino, que se corta en gruesa hélice de un
vacío como una imaginación curva plana casi dormida al final del mundo. Como si en forma de espiral fuera un día de
verano arrebozado de polvo y luna, abriéndose en pocas vueltas alrededor de un punto con apresuramiento de
profundidad hacia arriba del aire. Encima de la cuadrangular columna superpuesta ascendía su mirada recorriendo
inquieta el vacío de la oscuridad, cual bruma del mar en volteretas todo venida al revés, saltando las plisas de la
prudencia en la distancia, sintiéndose pesada como si por dentro tuviera llenada agua oscurecida.
176. Observé todo el campo verde fragante, que a mis pies livianamente, por debajo de las resecas hojas, rodeaba un
delicado anaranjado delineante. A través de sus contornos enrojecidos, traslucía mi apasionada mirada, unas cuantas
líneas amorosamente amarillentas, se curvaban por encima de la concavidad del sentimiento. Enfático y firme, casi
escuchando a lo lejos, como si fuera el mismo portavoz, de la muy distante desconfianza. Luego con sacrificio
madrugador, ¡ Oh !, que soltura de ideas, ¡ Oh !, con que prestancia de construcción estética, de participación
inmediata, se viene rayando, la lindeza alborada del oriente. Mientras por el más arriba del celeste, de aquél
apaciguado cielo, que en violeta pintada pareciera desplomarse, ambos lados del inicio de la espléndida amanecida.
Esclareciendo la tierra cultivada, en surcos muy bien dibujados en corazón, cuyas penumbras inclinadas, hacia la
pétrea oquedad, en el que se pierde la esperanza.
177. El cielo anaranjado, ya no se enrojecía con los reflejos sanguíneos del sol. La oscuridad de la noche, oscilaba
en el vació del azul cenizo infierno. Era un centenar de aspiraciones en el olvido, la mente se disponía como un
montón de cenizas ardientes, para escribir una simple carta dorada. Sinnúmero de recuerdos, fluían de la fuente
simétrica crepuscular, tan sólo de verla destacaba la palabra, como cuando florecen las rosas encarnadas en el alma.
De un violento negruzco tropezón, no evitada en el pulso, desparramarse por el vago abismo de la oscuridad. Entre
medio de tantos afectos, derribados en montones, junto a la cercana puerta, acertada de las intenciones. Se quedaban
enloquecidos, sollozando de madrugada, en los espinados tunales y en los resecos árboles del agreste camino, todos
detenidos por el tiempo.
178. La singular mañana de alba, avivada de blanco azul y amontonada de aurora. En tanto, el sol salía de entre las
cumbres, iniciando su ascenso del día. Sorbía tantas veces, el agua y el aire guardado, en los rescoldos albores del
corazón. Avanzaba los deseos del amanecer, como labios dispuestos, para un afectuoso beso de placer. Solo de ver la
mañana de pie, en el umbral del camino, ya nos daba la sensación del efecto, de un rojo encendido, alumbrando
completamente la entrada de la puerta. Resbalada oblícuamente, sobre las faldas de las rocosas cumbres y de las
cultivadas vertientes, que alegremente arreboladas, de restos de luna de plata. Placenteramente se hundían, de forma
total en la aromática lejanía, de sus propios verdes valles, pintas de disimulada sequía. Desde el punto perdido en
la profundidad a unos pocos espacios de las cumbres, el revés del cielo se deslizaba en un rojo vivo brillante, que
siempre abrigada se hacia extrañar de su visita familiar, para luego entremezclarse en el polvo diario con lo
marchito de las hojas, el viento soplaba a todas partes con una postura de alegría, cantaban a distancia al menos
unas cuantas avecillas sobre el jardín de distintos colores, humedecidos por el friolento estancamiento del viento.
Me eché hacia un lado, casi hacia atrás y al volverme en sí, me parecía mirar al cielo de otro lugar al revés,
obviamente sorprendido por mi brusco movimiento, sobre la tierra partida en par sin razón y la distante tarde se
abría en dos para ver su corazón. En plácidos ojos verdes muy afueras se sentía la cavidad que había traspasado los
limites de lo sugerente, más parecía la hondura de un agrupado rayo de luz, en vía de arrancarse como fibras de
pencas colgadas en cordeles hasta la caída de la noche, arrebujándose en el agua derramada sobre el suelo, que al
mirar a veces dudaba que exista el centro de la tierra en una gota de agua.
179. Las arboledas de rosales, humedecidas por el cercano río. Como un disco de fuego, rodaba el sol, en un tono
encarnado a un costado del cielo. Todos sonrientes nos mirábamos a lejos, de haber alcanzado el silencio, dentro una
tintura violeta. La juventud va adquiriendo poses, de múltiples colores, graciosamente giradas de rosada vida
celeste. De acuerdo a sus formas contextuales, no pasaban por desapercibidos, el estilo decepcionante por venir.
Todo parecía apaciguado, la configuración del aspecto tratado, ni más ni menos, posiblemente seguía con la cara
arriba. En vivo amarillo dorado, aumentaba la indescriptible belleza del cielo. Los secos, secos de intenciones
sesgada a la izquierda, se apegaba un poco más a la redonda, como la mirada de una mitad de mañana.
180. Las diluidas púrpuras horas, no comprendían muy bien nuestras cerezas intenciones, entonces desde el más
permisible alejamiento, me apresuraba en seguida el deseo. Adoptando la escarlata posición de alguien, que
elegantemente saluda en la entrada. Me di cuenta a lejos, qué rojo sabor le agradaba, no pudiendo evitar una
manifiesta invitación. Que a media sonrisa de brasa, me alejé del lugar, con el alma colmada de grana satisfacción.
Que para muchos de carmín, todavía era verdaderamente desconocido en el rubí. Pero todo granate, era misterio
olvidado a la luz verdosa del tintado crepuscular que brillaba en dorado entretejido. Acompañado de halagos, con
finas expresiones líricas, que necesariamente eran para recordar. Cuando se deslizaba en ascua, todo lo escarbado
río abajo, dentro del mimbreado pajonal, mientras a fuerza del coloreado natural en golpes secos arrebolados, el
mundo solo se estampaba en el fondo mismo del azulado cielo.
Nº 19
CAMINO REENCONTRADO DE BRISA
POR LA MISMA RUTA A LA INVERSA.
181. De pleno verano, al borde de la puerta abierta del mar. Era a principios de año, desde lejos un viento tibio,
refrescaba la inmediata costa. Se veía los mortales vestidos, como para soportar un subrayado verano. En vagabundas
líneas sinuosas, caminaban sobre la arena. Un blanquecino vapor que de las disueltas olas se levantaban, hacia el
lejano crepúsculo de la tarde. De sus crespones de aguas se traslucían, como finos tejidos tirados, al aire libre
del azulino mar. Sólo se veían, sus pintados movimientos encima de las aguas, como brochazos de óleo fresco, jalado
a casualidad sin destino definido. Esperando llegar a las orillas, únicamente el murmullo dibujado en forma
acampanado. Mientras todo inmóvil a la distancia, junto a esta playa soñolienta, de arena blanca y maciza, de
salobre agua clara pintada, alejada de un deslumbrante continente. Sólo se distinguía lejanamente, una retirada roca
blanqueada, de tantos lirios próximos al alba.
182. Todo se retiene por un instante, vestida de alba color amatista, con largos cabellos de oro, reflejando los
pálidos rayos de la luna, que la envuelven en la eterna luz plateada. La desidia, vestida de un traje penumbrosa de
seda. Tela blanca sin posible de contravención, desparramada sobre el aire despuntada. Túnica echada, por encima del
umbral del tiempo, estacionado en las afueras de la contraventana. Su manifiesto atrevimiento a desmochar el día,
hacia extraviar el retardado pensamiento, del quién las observaba el recortado momento. Trayéndoles viejos
recuerdos, que solo atinaban en la contravidriera de la razón, soltarse los negros entendimientos. Como para
contárselos al viento, en posición encorvado de encuentro, por varias horas caídas hacia abajo. Luego impidiéndose
de reírse, con el corazón de piedra, termina separado del invierno, encima del abismo, como aves revoloteando lo
violento.
183. Como un ojo de luna abierta, se asoma tras las cumbres, tornándose a la luz de la mañana, un color de naranja
encendida. Alguien golpea la puerta, ¡ si !, respondió el tono en bajada inevitable. La calle empinada y cansada,
llegando al más arriba, mientras en la infinita ventana, se abría la persiana a la vasta claridad del día, crecida
desde el inicio de la rescatada rosaleda, al punto más perpendicular del mismo día. En donde como una esfera, que no
se deja mirar fácilmente, el saledizo de su enrollada madeja, de un sin fin de alegrías, se quedan colgadas, en
menguadas oscilaciones de corta vientos, al filo de su vuelo. Todo se cambia ante el reflejo del sol, unas veces se
lamina de espejo, otras de abrillantada plata y en muchas, en formas cóncavas de frágil metal.
Desde un salto en redondo caía penosamente inclinada una parte del día y hacia adelante seguía en flecha la verdosa
esperanza, el claroscuro tiempo se sumergía en el universo, removida con agilidad entre las sombras cercanas y las
más lejanas que se desunen por pocos de los pliegues de la razón. Soltadas juntas en diminutas distancias de ciertos
puntos retenidos, ceñidos al vértice acumulado del espacio guardado. Todo estaba en sentido contrario, desarticulada
perseguía la absorbida oscuridad y ansiaba la suave luz tamizada por las hojas de las ramas, que dentro de las
piedras salían sobre las traslúcidas aguas desparramadas, seguían siempre sobre causes de los ríos que se
introducían entre cascadas de los peñascos. El desatado ambiente dispuesto a guardarse, parecía ascender la regalada
hondonada hasta perderse el sentido de la vista y doblarse en dos ceñidas dimensiones con lados opuestos a las cosas
del tiempo, como una separada realidad que no tiene un sentido propio, sólo hay un vestigio descolgado de nada.
184. Aguardaron la hora crepuscular del amanecer, dejaron las doradas colinas, para abordar pronto el áspero mundo.
Lleno de sol. Harto júbilo. Saltaba en la cresta del día. Las fuerzas ya se les iba, casi nada les quedaba, ni un
solo consuelo del que esperaba. De un sobresalto se lanzó alcanzar la salida. Todo lo sembrado, se había ido en el
agua. Por un mismo sendero, el mar y el río, en infinitos segmentos se dibujaban, bajo la sombra de los árboles. Ya
no había esa fuerza, que pretendía clavar en ese punto. Lo colmado se había ahuyentado al ayer, nos recordaba toda
la privada genuflexión de agonía, después de la luminosidad del sol poniente. El paisaje era encantador, a cada
instante se escuchaba el canto de gorriones, sus notas eran escritas, en las hojas de hierbas, como un piano de fino
acorde, para estamparse en faldas de las vertientes. Cuando la tarde llegaba con las alas desplegadas al vuelo, por
mis vaciadas ventanas entraba el aire cálido y las hojas secas se espantaban con gran facilidad al menor contacto
del viento, refrescaba la disuelta masa que soltó sus enervadas orillas y saltó de emoción los costados de la
conciencia casi hasta tocar el techo cercano que separa al cielo de la tierra, formando larguísima penumbra acabada
al comenzar la mañana. Al atardecer se veía de blancoscuro día en fría mirada de altura que no atrastraba a nadie
por el cascajo lejano de las aguas, en donde se había entendido mal la redondez del color, trazando trasluciente la
distancia del claro tiempo, ajustada en sombra al cálido blanco del reflejo como si tomase parte del cielo apagado,
en donde se pintaban largas aspas como buscando orillas del silencio en su fatal equilibrio, de aquel moteado breve
nublado que se ha subsumido tanto al extremo de parecer un puñado de algo oprimido sin aflojar su posible valor.
185. Al cerrarse la puerta ocupada por la noche, prometió volver al despuntar el día. Con toda sus fuerzas retenía
la respiración, hasta levantar insensiblemente la montera de paja. Constantes lamentaciones se retenían, al borde
del quicio media cerrada de sombra. No se distraía lo suficiente en el acceso, con un aire de desdén olvidado,
siempre entremezclaba su insatisfacción. El pensamiento confundido, se apretaba estrechamente a una misma angustia.
El principiado umbral de oscuridad, llevaba algo posiblemente apagado. A veces en saturadas trochas de un difuso
pantano y otras perdidas, a saltos en azul tinieblas no iniciadas. Pero todas llevadas de buscada entrada, como
aberturas cerradas a trancos, cosidas por el tiempo con hilo oscuro, de un amplio y final vistazo a la salida,
parecía estar acerrojado de ánimo contento.
186. Tras el otro instante, en breve viraje del silencio, se ocultaba levemente en el aspaviento. En apresurada
contorsión, sacudía el remolino de viento, contra uno de los cristales del momento. Desde el fondo con la frente
avanzada, cambiando de dirección en las toscas ideas, parecía murmurar en el dintel. Todo como una extraña luz,
resbalada por encima de las horas, hasta la curva del modo natural de sus cejas, sin adivinar qué miraba en el fondo
del pensamiento. Desde allá venía con cierta duda de si mismo, a pasarme la suavidad esperada, de aquella húmeda
palmada. Como una tierna planta me amaba, sus hojas todas recostadas en la otra banda, del margen izquierdo del
acabamiento. Desde el finamiento del silente, permanentemente las preguntaba, al término desorientado de la piedra,
¡ cuáles eran sus razones ! de permanecer tan callada a la hora de su bajada.
187. El firmamento había absorbido totalmente al sol, el mundo se abandonó en si mismo. La fatalidad se echó a reír,
tendido y desempolvado de nube, ante toda la tradicional noche. Tras de la ventana, se ocultaba una gruesa sombra,
agitando sus leves repliegues, de formas oblícuas descolgadas. Tan solo con la vista, se pretendía sin tocarlas,
extenderlas hacia abajo, de modo que se adecuara verticalmente, al bastidor que enmarcaba a la sombra. Su aspecto
desencajado, se ha cohibido de pensar, en su mismo significado. Acercándose cada vez más, aún ya desarticulado se va
alejando del espacio, entrecortándose al centro de su ligera niebla matutina, despidiendo vivos resplandores a
través de su abismo. De los primeros rayos del sol, prósperamente dejará precipitarse mayúsculas letras rosadas, que
amontonadas llenarán el vacío del cielo, para luego ofrecer la parte exterior de sus labios, hecho lluvia de tantas
flores.
188. Desde la profundidad, se escucha el silencio. Una voz autoritaria del trasfondo, a todas luces se deja
entrever, muy cerca los cerros sedientos, se van poniendo amarillos y bastante áridos, por el arrastre violento de
todos los vientos. Y a la vez precisan, en sus comprensiones que la iniciativa, siempre es generada, por la
inminente necesidad colectiva. El problema, no es la angulosa izquierda de las cosas, sino la probable dirección
encaminada, al tomar la acertada decisión del sentido de la percepción. En otras veces, a excavaciones distantes, en
penetraciones a profundidad y precipitadas emociones, esperando que los entremeses se abran próximos, al evadido
apetito alejado, por sobre la intensidad de la perforada vida.
189. Cuando la noche se recogía, a un extremo del jardín, de pronto anunciaba el alba de carmesí. La Tierra morada
junto al sol, no ha calentado sus meridianos de antemano, la posible producción de sabor de cielo, no ha dejado
floridamente brillar la resaltada esperanza. La insensata imaginación de la distancia, hecha inevitablemente de una
contraria tierra apurada. La vieron divisar el áspero sendero, el hecho impasible encrudecido, es que ya no se ve,
la hora postrera del atardecer. Todos durante el curso, del rumor del viento, han extraído de una u otra forma miel,
pues la suma exacta de la cuenta, se refleja en sus extremos opuestos, en donde a rebasado descolgándose, del mismo
centro de la bonanza. Sin embargo, en este único camino incansable, se desplazan encausados hacia el destino, del
conocimiento más profundo, de la totalidad del despido.
190. Los rayos del sol, descendían del mediodía, con gran fuerza penetraban los rojizos cristales del templo. Las
cosas del mundo, parecían esculpidas en mármol negro de sombra, reflejadas hacia atrás en varados colores
relucientes, oscurecidas así mismas, en anaranjadas figuras. En cuanto plácidamente descansaban, pensé seguir el
encuentro del contrapeso del día, desde la opuesta distancia, ya venía en colocada desventaja. Listo para
contrariamente pasarse, junto al cordón estirado de media acera de la tarde. Que haciendo uso de adversa retirada,
en la inmediata rapidez del decuplado aire, seguía la vereda elegida con gran seguridad. Casi increíble, se
enarbolaba el acceso desviado, para alcanzar el extremo contrario y volverse desconsolado en retroceso, en un tono
de color paja amarilla rastrojada, con plena certeza de mi parte, que al sol no le espera ya, otra agraciada mañana,
que de la inevitable venida, del desfavorecido invierno. El viento zumbaba en el hondo vacío de mi sentido, como un
continuo tropel de medianos moscones, que al salir del lugar ennegrecía el ambiente, parecía negrusca pintada con
profunda pincelada en la penumbra del valle, nos hacia imaginar un óleo jalado al azar bajo el cielo sin aire que
respirar. Me di cuenta que las miradas reiterativas inconscientemente perforaban las sombras de la tierra, para
dejarse ver el extremo posterior de la esperanza buscada. En forma simultánea se encontró con el interior ocupado
por el vacío y el viento circulante se aferró a los árboles del lado, de cerca sentíamos el dolor ensordecido y
separado de la experiencia diaria del trajinar sin camino. Continuamos con la mirada emprendida hasta perderse en la
distancia confundida con los comienzos de la oscuridad, recorría la idea alargada y estrecha entre el intervalo
lejano de las líneas de abajo y el aproximado de arriba, con la rapidez de una luz apagada sin llegar a su camino.
La tarde enfriada al hielo, penetrante se volvía a inclinarse, como un poco de nube sólida descendía sobre la
conciencia, entonces se ascendió la vertiente de la esperanza, en un gramo de espesor y profundidad cristalino se
sostenía, de tanto peso solo fue a romper en dos el silencio de frustrado sonido. La perfilada cortada del viento,
bajaban las hojas de sus ramas, hasta en dos pisos de abajo estaban vacíos de oscuridad de la noche, hacia
contrastar el frío ennegrecido como el vaivén en la puerta labrada. Al amanecer se levanto el viento a la salida del
último cerro y al aspirar hondamente se vislumbró la hondonada arriba vaciada de silencio, como un extraño color que
pinta de pronto la aurora, provocando al quien de abajo mira una fuerte sonrisa de alta satisfacción. La figura de
un camino más ancho que alargado y hacia arriba se perdía en la más negra ilusión que el cielo extendía, parece de
lejos un paisaje caído de cristal duro e irrompible de rómbico granizo.
Nº 20
COLOR DE AMARGO CAFÉ
ENTORNO PERVERSO DE TÉ.
191. El sol parecía enojado de tontería. Tenía puesto sus viejas gafas de radiación. A veces calurosamente
mascullaba, muy de fuera su distante destino. Su ágil claridad, era de frases dudosas, bastante alejadas de densa
luz. Muchas incompletas, de otros tiempos remotos, se escondían visiblemente, debajo de su rojiza cara amarillenta
de desesperanza. Aunque durante todo el día, desde lejos centrado al sistema solar, fastidiaba un poco a mis
expuestas añoradas vistas. Llegaba a transportarlos, subjetivamente a los contornos espaciales, después de cansarlas
en las finales, de su anaranjado calor. Pretendía de azul meterlas, cuidadosamente dentro del sueño, como un puñado
de tardes, rodeadas de horizontes tiradas todas, sobre sendas del tiempo y cada año que pasa, más se extiende, por
el inconmensurable espacio sideral.
192. Sobre la luna. Sobre esa redondez de plata de arriba. Se apilan las esperanzas. Se amontonan los dibujados
anhelos de sol, para luego de cielo, sumergirse a mar adentro, del lejano conocimiento. Las ansias se agudizan, bajo
el medio día, contorneándose de un color amarillo pálido, en donde el ruido repintado, se entorpece distantemente
sobrepasado. Entre tanto el polvo del camino, se ahoga levantado en si mismo, para reírse disparejamente nublada,
encima de las cumbres alejadas. Hasta perderse, entre la sinuosidad de los instantes orbitales, de un larguícimo
leve manto, de difuso color de aliento. En solemne silencio, miraba en torno del día, para reconocer el lugar y
diseñar el punto exacto, en que se hallaba el mundo.
193. El sol, desparramado dentro de las nubes semicenizas a la distancia. El cielo empalidecido de tiempos pasados.
Deslucido, hasta el fondo de otra época. Me daba a entender, que ambicionaba una encendida caricia de antaño. Para
sentirse, más recordado en otro tiempo y contento de su aristada antigüedad. Es necesario, ahora volver el codal,
hacia mi costado en dobladura. Y entonces, hoy regresaré angustiado, a ver en qué ángulo alejado, de amarillento
encuentro, viene sin duda sufriendo de envejecimiento. Desprendido sus cuadrantes, desde algún lugar del universo,
hacia la cercana y esquinada orilla de la atormentada tarde sideral, lograré algún día, llenar su inmensidad, aún
arrojando piedras blancas obtenidas del abismo mental.
194. La caída del cielo, se ha quedado a tal punto, que irregularmente circunda, al retirado horizonte. La tierra
pacientemente la observa, con cara descuerada y con gesto de angustioso triangular, descuidado la pretende despedir.
Llorando los trigales, al viento agitado, asciende la cuesta, calladamente a duras penas. Como algo espantada, de
una espera verdaderamente distanciada, de inmediato se esparcían pétalos de rosas, hojas de lirios y toda clase de
fragancias de flores, que producían los huertos de las colinas. De luna pálida a la diestra, buscando la propia
vida, como un signo, pero ya vacía, va el espacio que respira, infundiendo respeto, el mundo cedía el paso al
viento.
195. De tinta violeta redondeada, por poco ya precipitada sin razón. Cuidadosamente baja por la hendida pared,
llegando justamente a la misma rendija de la puerta. Volteando los tolerantes, cornisamentos prominentes del
techado. Como sonrisas voladizas, del remate horizontal van dibujándose, levantadas artísticamente, como negras
pestañas de mujer desconsolada. Aún se quede vislumbrado lo escrito, en casi media página de cielo, descuadernada
por el tormento, sus dobladuras brillarán a la luz del sol, como un apilado de joyas. La tierra en constante
rozadura, sigue abriendo el sembrío rosado de la tarde, mientras que los surcos y los vientos, van llevando las
hojas secas del huerto.
196. Desde la profundidad, a media vuelta de la inquietud, por la rendija abierta a la intolerancia dolorida. Como
un nervioso soplo, de luz sumisa, que impacientemente limpia. Hendida de abismal figura, en la oscura equilibrada
vía, se queda furiosamente sostenida y el nada menos, humedecido paladar de ansiosa fruta. Exteriorizada su
perseverante desagrado, consentido por la mayoría, en imperturbable sosiego. Desorbitándose en agitados gemidos, en
promedios disminuidos a la mitad, se arrinconaban a los laterales, sin ser oídos. Y luego zumbar por el aire
distanciado, por poco en redonda escultura, como los estrujados rayos de colores, soltados hecho todo una bola de
amores.
197. El constreñido mundo, miraba a distancia, los holgados senos robustos de la tierra y la exquisita espléndida
mañana. Firme ensanchada por sus lados, avanzaba de lugar, pero no caminaba la esperanza, apretujada de emoción, se
apresuraba a sus flancos, de rosa tierna de placer. Desde lo más alto y aguda estreches, el sol desparramaba a lo
largo y ancho de su altura, que generosamente tostaba la piel del espacioso verano, que se extendía sobre esta
minúscula tierra. Muchas veces prensada, a la comprimida luna sumergida en poca agua, los espesados rayos solares,
las pintaban de lleno. Los parajes de dibujado color distante, viscosamente se condensaban, en un aspecto de
soltadas y encendidas flores. Luego las continuas, arremolinadas riberas de bastante consistencia, se rodeaban de
una concentrada e inconsistente fugas alegría. El viento denso arrastraba, las relajadas brisas de vuelta repetida,
hacia el contenido mismo del alejado borde del mar.
198. El sol ya subida, y pasada de las diez de la mañana. Con gran fuerza, calienta el aire. Formando un vacío de
atmósfera, se hunde. Se hunde, en la tibia razón de la suerte, que a buen temple, alargada de frescor, camina por la
hendidura fatal, del sofocado corazón. Mientras la eventualidad, de forma espumante, expuesto al descubierto cielo,
de espalda inclinada por entero. Esperando descubrir con sus contingentes miradas, el secreto porvenir de la
brillantes redondeada, en un solo mundo de esperanza. Aquel retirado torrentoso huracán, iba apresurado engrosando
las horas, hasta quedar metida en la ola engrandecida. Se iluminaba el campo, con crepuscular entonación, no muy
lejos de allí, se percibía algo así como cercana.
199. ¡ Qué agradable ! al comienzo de la mañana. Como una ventana abierta se miraba el destino. Sentíase los efectos
lejanos, del sol infinito. Derramado el calor en abanico, sobre las cumbres distantes, como las aves de nieve, que
acarician al paso los peñascos duros, que oprimen los alcances violetas de la vida. Semejantes, a una lengua de azul
teñida, lamía el cristal. El más profundo silencio, apenas rozaban la imperfecta nota, fue reemplazado por las
primeras horas. Casualidad emblanquecida, de acopado hielo violeta. Elevándose en sacrosanto gesto, por encima de
las nubes, derretidas sobre el saliente vértice, del más distanciado de la última puesta de la colorida aurora.
200. He cruzado, con la comprensiva mirada, varias veces la rígida fórmula, la misma encarnación en aproximada
claridad, al silencioso vuelo. El frío sudor, regaba la frente, los gladiolos se hundían en el aire, hasta perderse
en la respiración. Una espesura fronda alejada, de intenciones en ramadas disueltas, cautelosamente absurdo esperan.
La espera sostenida de la esperanza, que de pronto brota, sin tocar a los geranios del camino. La tarde, era como un
borroneado dibujo apresurado al carbón. He sentido su parecida pesadez, como si fuera un enorme vacío sumergido de
una sola vez, en el mismo centro del suspiro. Levantándose sin apoyo a cuestas, separadamente alcanza volver a
hundirse en el corazón de la nada.
Nº 21
ÁSPERO EMBESTIDOR DE ORO VESTIDO
CONTIENDA SOBRE EL SOL DESPINTADO.
201. Se oía el sonido repercutir en el interior del corazón. A veces un coro de cánticos continuos, tan insondable
abismo, tan solemne y escondido. Por un pelo, me aventajó la rápida retinte noche profunda. He regresado, perdido en
mis propias ganas que volvió a perder altura, desde lejos. Mientras a oscuras, insensiblemente se castigaba, mi
perezoso interior, como un pasivo amante. Desentendido en visualizado lenguaje, comencé obligadamente a peinarme, al
ras de los débiles rayos de luna plateada. Que evidentemente lenta, me respondía por el mismo camino distante. Con
su frío refinamiento, silencioso color de cedro, una línea de pintura, se destacaba de blanco, como un límpido
trozo, encima de la hierba.
202. Contraviniendo aquella ola infinita de la existencia, inquietamente agitado en reflejo de luna, como un ligero
peso de pluma. El no haber día, no significa ausencia de vida. Los principios de racionalidad y las costumbres de
entendimiento, que inteligentemente nos rigen de sentido, es precisamente nuestro sofisticado mundo. Solamente la
experiencia indecible de la existencia calculada se extenderá de un color teñido de alegría, por toda la ardorosa
subida. A paso lento, acaricia el viento y en dificultosa pendiente, se ostentará el destino friolento. En tanto,
quedará el espacioso mensaje, expresamente señalado al otro lado de la caída de agua, justamente en el punto exacto
del avanzado color de plata.
203. Como un péndulo insostenible, se mece la mente, entre el pasado y el futuro. Tiempo ladeado de lo imposible.
Bebo un cielo nublado de lejanía postergada. Una ciudad sorbida, por la rosada distancia. No se puede observar, la
realidad de espaldas. La realidad, es la realidad de frente. Caminando de costado, sobre múltiples ideas. Soy tierra
y ternura de esperanza. De vacío corazón para el día. Si alguien canta de aurora, habrá comprendido la necesaria
vaciedad de mis horas. El viento no detiene su trayectoria de vuelo, la mañana me sorprende de duelo, como una noche
de encuentro. El intenso olor de envoltura de fragancia, se hacía más endeble de huida. En un viejo motivo, de
coquetería subjetiva comenzada, se quedaba fuera comprometida.
204. Quiero un puerto de escala para el mundo. He capturado los sonidos del viento, como los rocíos del huerto, y
ahora quiero entender algo de su friolento sentido. Exponiendo el significado, como existencia del inmediato pasado.
Porque las rosas de humedad, han debilitado sus colores, apretujados por los causes de la espantada madrugada. Donde
se pierde el olvido, se abrirá la bruma, como vaivén de palabras, sin ninguna espuma. Las violetas aguas, se
arrancaron a las plantas, del borde del camino. Su caminar, era una pena oscura en fuga. Las pálidas nubes entraban
y salían, entre el cielo y las cumbres. Las hebras estiradas, se cubrían ahuyentando su debilidad mañanera. Ya no
fallaba, el girado mundo para la aurora, el color ampliamente se filtraba de alba.
205. La claridad del mediodía, es un puñado abstraído del cielo celeste. Recrea deleitosamente tintada, la propia
forma acampanada del infinito. De entender la frágil fantasía, regada de sueño el bronceado paisaje, es sin duda,
que va caer su vidriosidad, sobre una pradera fértil y fresca de pletórica siembra. En donde la vida, es la vida
divisoria existente, entre el verde dulzor y el áspero amargor del contrario placer. ¡ Qué divina arquitectura !,
libre, amplia y soñada es la naturaleza, no basta aspirar un poco de aire, ni coger unas cuantas flores del campo.
Pues es la exacta semejanza de la noción, traída del paraíso al conocimiento real, su desbordante fragancia liberada
de peso, agradablemente se concretiza en el fondo del alma.
206. La calidez del atardecer, ha logrado plasmar su inmaterialidad, en el lienzo de la tarde. Cuando todas las
hojas de la tierra, ondulándose en el tiempo se ausentan, debajo de aquella azulada caída solar, se adentra
parsimoniosamente al seno obliterado del rojizo límite de la despedida horizontal. Desplazándose en acentuada línea
curvada, por encima de las cumbres, haciéndose más corto, más circular de caída, hacia la otra banda opuesta, de la
menguada profundidad del mar. A los bordes de una lechuga, sobrecargada de una flor dibujada, en el repliegue del
mundo. El sol se encontraba, cruzando la media altura, cuando el viento se vestía de azul, en posesión ligeramente
inclinado hacia un lado, para librarse de la desenfadada oscuridad.
207. Entre sol y sol se ha tinturado un nuevo tiempo. No sólo el mediodía, sinó también gran parte de la tarde. Pasó
por encima, de esa repintada melancolía. Albergada en los agudizados sentimientos, disueltos en azuladas horas, que
más tarde terminarán, metidas en fino doblamiento, en la profundidad del ocaso. Como una tenue fugaz sombreada,
abstraída del matizado colorido del tiempo. Y cuando el día, en su raudo caminar, se quiebra al doblarse en el
acodado sentido del encuentro. En donde los arrobamientos amorosos, se derriban a los costados de la armonía,
lindante de la descendida tarde, como una hoyada vacía, con los bordes al cielo, esperando recibir algo que se
perdía.
208. El cielo se derrama en claridad, con la llegada del primer día de mayo. Que no se oponga, la realidad a mis
deseos, en plegadizo de intenciones, siempre buscan dulcemente el sí, de esa enorme realidad retenida. Esta contra
realidad, persigue constantemente, los inaccesibles precipicios, de ésa minúscula atmósfera sostenida. Para
solamente salir, en roble blanco de la desesperada respiración, sembrada en la duda. Que extrañamente, poetizado en
la razón de la vida práctica del corazón. Por primera vez, puede sonreír a la vida, como una planta de sábila.
Inquebrantablemente cimbreando, en la torcida curvatura del enderezado parecer, se abrió las ventanas y se lanzó
sobre el sol, como quién se lanza al mar, desde un extremo de la menguada luna.
209. Tras de un ayer, se va sin esperar la mañana, mientras la distancia las partía al valle, bajo su sombra. Más
allá de los extramuros de la urbe, se extendían enormes extensiones de alfombras verdes, en plena germinación, por
el claro dejado de sus hojas, se veía divisar la tarde. Encorvada por los rebordes de una noche, muy a la distancia
se va a su suerte, con mirada llena de esperanza para perderse en su propia sombra. Como una brusca vibración de
única cuerda llega el presente, traída cariñosamente por el andado, de una sobresaliente mañana. Por todas partes,
he procurado experimentar, el vencimiento neutral del movimiento, como una curiosa llovizna que refresca al extenso
prado, esperando que alguien empuje al tiempo, más arriba del cielo.
210. Mis pretensiones libertinas, cada vez más se han ido en redondo, hasta alcanzar la ensombrecida orilla. Por
encima de la misma enorme nada, se ha desdibujado las punteadas intenciones, como despedida de canciones, en ella se
ha escrito su último propósito. En la estarcida recortada, la estampa se ha subrayado, el entonces única línea de
esperanza, entremetida en la esencia de una rosa. La claridad de la mañana, venía desde arriba, como si fuera agua
bendita del mismo cielo plomizo. El colindante río, estaba cristalino de verdad, las hojas de los árboles cercanos,
verdeaban el viento, que mecían los trigales de oro y plata de otoño. Todo queda bosquejada, en la memoria
exprimida, casi junto a la distanciada aurora, como un espejo labrado, que recibe en movimiento el sol, envuelto de
una raya naranjada.
211. El efecto multiplicador. El pasado perdido en el olvido. La espina dorsal del medio día, se adentra por arriba
del cielo. Impreso como un sello en el imprimado lienzo celeste, se desplaza desdoblada a sus extremos. La poesía
esta en la naturaleza, donde las perladas nubes cargadas de lluvias, pasan por encima de los azulejos paisajes, los
ensordecedores murmullos de los ríos, son llevados por los vientos, donde los verdes dorados campos, develando sus
cortinas de sombras, dejan la claridad violeta ampliarse en el comienzo de la vida. Mirando al resplandor del
incendio natural, previsivamente producido por el resplandor del rosal, con un gesto alejado, se teñía de púrpura la
amplísima bóveda. Sobre los restos de un pálido firmamento, que se cubría lentamente de sombra. Mientras que a sus
lados se borraban gradualmente, sus forma disueltas de flor y enhebradas del presentimiento, como algo puro y tierno
sembrada de amor.
212. Volteando al viento, se le ha agregado un color de tierra, tierra olorosa de camino, como si al sentido de la
frase, se le hubiera pintado el fondo, hacia lo invertido. Para leerse en perpendicular dicho, y en línea inclinada
escucharse como un dígito empinado hacía el firmamento, expresado en doble trazo de una sola raya, con una sola
tilde en una misma hilada. Entre tanto las aguas del mes de mayo, plateando sus acequias se distribuye sobre los
campos de macollado verdor, en donde la esperanza la precedió a este esfuerzo de vida. El titilear de algo que puede
de lejos deshacerte, debidamente enfilada hacia la ranura del sol, en el punto más exacto, del fileteado lindero de
la propia razón. Desde abajo se fusiona las luces y las sombras confrontado entre las oposiciones de luminosidad y
oscuridad, sin que previamente se advierta llegó de espaldas el carcajeo del viento. Los tristes ojos del firmamento
abiertos de oronda cara del tiempo, perseguido por la cuesta del olvido en descuadrado reflejo pintado de pálido, en
un asentado de lado triangular en forma al revés del frío hinchado como una noche inflada se encuentra en retirada.
Desde el estrecho desfiladero se dibuja el precipicio del fondo bien retrasado, en medio de un solícito silencio
pensativo de grotesca posesión entre piedras se pierde. Como una gran bolsa llena de negra oscura sustancia se
aplana derramada, semejante a una figura en algo sostenido de azulado motivo, tan de cerca lo veo me parece tocarlo
con la vista agrandada. En otros instantes parecía saltar al arco fiel del brazo, que en el fondo se abría
oscureciendo el esperado camino en tres sueños que no son imaginaciones del recuerdo, como un ovillo del destino
demasiado rodado en el principio de ese algo que revolotea al recuerdo. No tenia la intención de abandonar el
silencio que a lejos como una bola daba vueltas centrada en una paciencia voluntaria, que ya desusada por el olvido
en un vacío introducido se quedaba en el silencio perdido.
213. Las aguas comenzaron a enfriarse, con un lenguaje estropeado. A enfriarse de blanco cenizo, sobre el suelo
escarpado, en donde se endurecían las esperanzas en piedra, bordeadas de avanzadas candilejas encendidas del
proscenio. Y debajo de las plantas, en líneas de luces contrariadas, se levantaban las hojas visiblemente enfadadas
en su interior. Entrecavadas los ensueños naturales, sentía retiradamente apartarse de las notorias casualidades.
Con aires de enojo increpados como las alturas, se disculpaban entre ambas intenciones. Mientras el sol a media
caída, no dejaba de hacer llegar su débil calor a escondidas, mas parecía con el deseo de pacientemente esperar, en
su gótico reclinatorio de oro apagado, que se aproximara un poco más de su alejamiento, al punto exacto de la
oscuridad de traje azul del anochecer. Cuando miramos la subida entrada del valle, sólo alcanzamos a ver distante el
río blanco bifurcarse abajo, la pausada lluvia se detuvo ya de anochecida, caminaron aprisionados de un solo lado y
se fueron soltados a buscar el fin del camino y unas liberadas nubecillas que apenas se levantaban sobre las
dispersas plantas, como especie de humo se dibujan profundamente de sombra rojizas del cielo. Poco convencido de mi
retenida sonrisa estiré la apretujada franja verde, en ese entonces era de tensa madrugada, corrí incierto entre la
oscuridad separada, el desatado pensamiento cavaba los sosegados extremos de lo oscuro que hacia atrás quedaba, como
un rastro arrancado de un agitado corazón se hundió en medio de mi sueño. En decir, la verdad es como sobrepasar por
alto la profundidad, semejando un puente colgante al inverso sin ataduras, en donde el inexperto alivio sereno se
borra de miedo. A veces el cielo precipitado parecía más claro que la nieve disuelta por sobre el día, limitada de
un horizonte azul gris pálido a la distancia, mientras los valle vestidos de un verde oscuro de campo, alzando el
vuelo se pierden en las alturas como un punto pegado al cielo.
214. Pero aquella hoja grande y deforme, contrapuesto a todos los colores, como un símbolo inverso de aflojados
rizos. Formando curvas sueltas, en bucles de selva verdosa, reverso de una inmóvil contradicción del árido natural.
Que todo pálido saliente, como el sólido seco y estéril falto de amenidad. Midiéndose en capacidad arenosa, de una
franja costera cualquiera, se queda entremezclada, lista para ser urbana. Sobre hombros invertidos de valor sumaria,
suben en viejas latas, para el encofrado de la esperada vivienda. Reverberando de sudor de tantas idas y venidas, se
caían vuelto de rostro descuadernado cerca al estrado. Hacia un mismo lado, desordenado y bajo, con ojo sesgo
alternaba la mirada estropeada de verde terciopelo. De sus pómulos latía el cansancio, en color rosado atravesaba la
inclinada nuca quemada, por las preocupaciones y el peso de la vida. Mientras tanto, entre las nubes se veía la
nacarada parte punteada, doblada hacía un extremo del color, que graciosamente pintaba el cielo.
215. Trastornados esos momentos oblícuos, a la luz de la mañana. Todo a la inversa, oyendo como una advertencia del
cielo. No tengo nada de suelto. En columna de humo envuelto, se eleva de encuentro, hacia la púrpura flor del
firmamento. El sol oblicuamente fuerte, secaba la lluvia de los últimos instantes, contrapuestos al consuelo, no lo
dejaba salir del arroyo, en todo siempre era de salida, al final de su vida. Mojada de sombra los graves velos, en
desviado semblante se arrinconaban, a un lado de la alejada esperanza. Que mar adentro se refundía, como un brazo
trastocado de playa, continuada al desvío sin destino. Golpeándose varias veces, contra la imaginación central del
pensamiento, como algo que no puede horadar el azul del cielo, en el lugar distante del destino soñado.
216. Bajo el sol me tendí, con brazos abiertos al cielo. Mientras el dorso de la palabra, apoyada sobre blanca
arena. Desde la distancia aspiré, profundamente el sosiego de playa. Desde lo más alto se deslizó, la imaginación
transformada en múltiples colores. Supe palpar como los dedos, el secreto de honda felicidad, a pesar del silencio
de varias leguas, siempre vocablos de lejanía, eran traídos por el viento. Repetidas veces agudizaba mis sentidos, a
comprender los cabos sueltos de frases, en contrasentido al puntual momento. Volví hacía un extremo exacto, de la
contraria sombra. Con la mirada apagada, pensando en la cercana pesadez del cesto de sentimientos, que aún todavía,
en pequeños rayos de oro, quedaba ondulando en el tiempo, esperando mi llegada abrillantada, del más fresco retirado
olor, de rojiza manzana.
217. El calor rozaba el suelo nacarado. El viento se calentaba en un solo extremo. Venía apurado y restregando, como
de una fragua desmembrada, completamente tiznada al inicio de la rastreada forma abanicada. Resbalosa y viscosa de
luces, en las condiciones más subrayadas de la fonación insegura. Debe hacerse ahora, sé de lo que piensas, después
vendrás del pasado, hacia el frío tiempo de los fresnos. Humedecido de rojizo polvo amortiguado, al empuje de la
intención distante, sujetada hacía atrás de la espera. Quedaba como una pared derrumbada, sólo se percibía una tibia
atmósfera alineada, a los tallos de los sauces, que siempre traían una sucesión de recuerdos. Como bruma de una
fuente confundida, al comienzo de una mañana de primavera.
218. De todos los colores, la senda se ha vuelto quebrada. El calor de su falda se ha ido al movedizo encuentro,
antes de la llegada de la levantada madrugada. Tendido de largo en largo, se ha modificado sus formas, un poco
alejado del alba. Hasta el crepúsculo irregular matutino, se ha adormecido en el tiempo, como estrellas debajo del
agua. Boca abajo, se ha extendido de tal manera, que bordea las tres cuartas partes del orbe. Entonces con rápido
vaivén, pretendió arrancarle de fondo, el oscuro consentimiento. En que ha quedado estirado tan estirado, en
amansada concesión no esperada, como si se descubriera un beso amortiguado, perdido en el tiempo. Y olvidado, en el
templado rasgo del sol horizontal, a insuficiente distancia del centro, que limitadamente, por entre las imperfectas
ramas desgarbadas, deslumbraba las penumbras inmediatas del atardecer. Desde allá hay una curiosidad artística única
enlazada con la visión celestial y sintiendo la proximidad a la iluminación natural, se formaba en retirada el
revoque enlucido de las paredes nubladas, con una anchada divisoria de perfilados peñascos de esmaltada extensión,
con todos los matices del engrosado secreto corazón, que iban apurados a guardarse en ese ángulo recto escondido,
que solo se notaba el tajo profundizado en dimensión contrapuesta a la longitud formando el saliente de la cumbre,
junto al entrante contrario de la penetrada hondonada. Todo parecía correr con la mirada vuelta hacia las sombras,
divididas en tantos espacios de un solo despertar a lo largo del recuerdo, metidas a lo ancho de la realidad partida
como una desigual rodada manzana. Ante la nitidez cristalina del tiempo parece acortarse en la distancia, mientras
la borroneada luz amarilla del sol baña débilmente la memoria, como el medio día quebrado en lo más alto del
mundo.
219. Los enojados rayos redondos, del mecido concepto profundo. Se han lanzado desmadejados, sobre las inesperadas
primeras flotadas de mar blanqueadas por el alba. Batida en la claridad del inverso presente, que se ahonda en la
oscuridad ausente. Entre la postergación y la esperanza, las alejadas cristalinas esbeltamente esbozadas, en
desesperadas brazadas de ensueños, que a la distancia parecían ahogarse. La tierra más y más se arrinconaba,
agregado al margen exterior de los abrasados muros. Con las próximas intenciones agujereadas, de salvarse de las
sombras. Las olas de luna, furiosas y desesperadas, como púrpura bien deformadas, se dispersaban poco antes, de
arribar en torno de la playa, revuelta en azul marino de mañana
220. De todas maneras el consentimiento hundido, el día se caía bien colorada, casi redonda, con todo su peso
deforme de plomo sobre el ras de la tierra. Significaba una rápida subida de la sombra, contraria al trasluz del
mundo de compensaciones. De vez en cuando, influía vastamente, con su deslumbrante blancura, en la dobles
superficial del conocimiento. Yendo más pausado, por encima de la estrechez, dejó innecesariamente verter sobre la
fuente, una descomunal aurora, que repinto parte del olvido inesperado. Aparentaba retrocederse al pasado cercano,
semejando a un trozo de apenas un recuerdo fraccionado, en varias toneladas de grava y lama blanca. Resplandecientes
como una suerte de polvo, sobre las aguas emergidas del fondo de los ríos. Era insoportable su eminente caída, un
poco más debajo de lo descolgado, en donde ya no habían, casi nada de lejanas esperanzas.
Nº 23
RIEGO VEGETATIVO
RESCATE DEL OLVIDO.
221. De un salto, se levantó esbeltamente de su inclinación, a escasa longitud antes del despunte del amanecer.
Partimos al noreste de la mirada, del terroso amarillento tejado, a cada cierto paso, dejaba caer a plomo un
friolento pesado, que molesto apretaba el repicado encimado de la respiración. Siento la proximidad de un arrastre,
hasta la antesala del deseo de un apurado apetito de soledad. Por la mente cerrada al borde, tropezando pasa
inmediatamente el ruido cercano, hacia el abismo del tiempo. Que casi suspendida, viene a cuestas elevándose sus
paredes, como una arrumada de platos coloridos, rodeados de un gran espacio, amigos de la satisfacción. Antes de que
llegase el azul del cielo, no dejaba de circular el enorme vacío, del supuesto disfrute del suceso. Que no cedía al
despliegue, de los restados zurcidos de la pieza de tela doblada y contados a hilos acerados de sol. Lavados
brevemente, con rayos de luna, que superficialmente removía los recuerdos de la memoria, dibujándose en ellos la
inmediatez del cansancio. Sólo se respira limitadamente, un vacío a la distancia y el deseo se hunde, tras del
áspero alejamiento del repetido pasado.
222. Desde abajo. Desde el triangular suelo, ascendía un recortado crepúsculo, trepando sobre los peñascos.
Reconociéndose a la claridad del relámpago, las abrazadas ramas de fucsia de verdes hojas y encendidas flores,
podadas y desmochadas recreaban el cielo, partido de felicidad. Debajo de su frescura, las abiertas rocas aumentaban
de volumen, no sé cuantas tardes rodaron por mi interior, parecían respirar a puras penas, hasta rompieron en
lágrimas mi corazón. Su permanente cosquilleo doloroso, de la enorme planta, se alzó poco antes de la mañana. Pero,
claramente se observaba desde sus inicios, el constante aburrimiento del peso y del calor acampanado. Que
descansaba, sobre la piedra dividida en tantas partes del día. Se advertía la profundidad y se pintaba la bella
rajadura, pero lo único que no se sabía, por cual extremo desconocido de la tierra, calladamente se va agregada el
alba.
223. De vez en cuando la ulterior mañana, venía un poco ensombrecida. La claridad no podía enderezarse al filo del
pedestal, hasta que los párpados hendidos como un corazón, se despejara más larga de lo que son, más larga que otras
veces, en donde salían lentamente lágrimas de la razón. Y se dejara observar en el margen, asomado del rostro
medianamente abultado de una corta retrasada caminata. Mientras que de un repentino salto, los campos separados
avanzaban hacia arriba apresuradamente, para atormentar el entendimiento inexpresivo, que nadie antes había
entretejido, semejante amor y luego en un vapor de plomo, encontrarse más próximo, a la bóveda celeste, sin
comprender el cristal descendido, vertiendo el resonar de su propia conciencia, siempre rebuscada en ese algo de
placer. Cuando se apagaba la luz de la vida, sólo se iluminaba a distancia una vaga fosforescencia que no cubría ni
la despejada retirada bóveda sumergía en un zumbido raro de soledad. Todo subsistía entrando de espaldas vuelta al
principio retenido en actitud de rechazado, cualquier despedida desataba un olvido imaginario. A un lado de la
mañana se sembraba un sencillo parecer de campo, recluido hacia el vértice partimos a profundidad un estrecho camino
reseco de sol. Desprendido del juego tejido con luz y sonido en un no deseado crecido de nada de hierba, que aún de
cerca se delineaba un usado resto de piedra. El tiempo no cambiaba, los sesgados sentidos de la gente permanecían
colocados fuera de la conjugación del mundo, casi tocando la parte final de un posible fin estacionado en la
memoria. El día seguía como antes de tras, vigorosa clara de intención dimensional, con ánimos a escapar del entorno
de la sombra en búsqueda de la resonancia vuelto en canto. Mientras el verso del olvido en azules cálidos y naranjas
ardientes escalan la cuesta del día. De costado a media espalda se juntaba al triangulo invertido de la parte
lateral de la tarde, en perspectiva lógica llena de tensión provocada por el sueño crepuscular. Se construía al
final de una pronunciada pendiente hasta perderse en la hondonada de la noche, opuesta a una sombra que apoco
amanecía, penosamente entrada sobre la vertiente que poblada de tantos lados afinados de cristales. Si mis dos
caminos llegaran al comienzo de la luz de la mañana, entonces el paisaje se pintara de una ilusión desesperada,
tirando casi nada a una amanecer de bajada y recortada.
224. Parecía que la luna, se había desplomado al otro lado. Con la cara ocultada de media sombra, sin llegar al
fondo de la abertura del conocimiento, quedaba oyendo a las abultadas horas, al borde de la ventana. Mientras que
las aguas, se rompían frías al llegar al contorno de la tierra, como un distante y extraño visitante, se sacudía con
gran esfuerzo, aquella languidez lejana de sus recuerdos. El ambiente se pintaba rápidamente de una palidez natural,
las aguas se balanceaban, crujiendo el doble que nunca. El murmullo del viento, era más grande y extenso sobre el
porvenir, no se podía solicitar explicación al concepto. Era semejante a un fruto de plata, suspendido en un
instante, fatigado de encuentro follaje. Todo quedaba mirando, a la media tarde en caída inevitable.
225. El clima se desplazaba, como cosa perdida. Cada vez más se adentraba, en el abrasador desierto y caminando por
el irregular centro del tiempo, la sombra se rompía de corazón, en una suerte de caldeada costa. Las noches frías
del verano, estrechaban más aún la soledad, apoyada su melena en las orillas, de las revueltas olas. Como un moño
suelto de tela cruzada, de urdimbre en seda azulada, contra el respaldo, de la siempre joven naturaleza. Usada en
tantos pedazos de cielo de agua, con signos de un fondo dorado de amor y reflejado en posición contraria al cristal,
del espejo laminador de sentimientos de los puertos. Que al son del viento, se alarga siempre el ensombrecido
pensamiento. Arrogantemente todos los arenales que bordean a la tierra, se despiden con cara al fondo infinito de
los mares, invertido de una violenta postergada esperanza, a sus inmediaciones de la cuesta arriba del cielo.
226. De un salto el día llegó, llegó tan dispuesto a todo. Soberbio y orgulloso resplandecía oblícuamente,
orientando los reflejos en las aristas de los muros y de las piedras afiladas. Relucían de mañana, como objetos de
pulida plata, hacia adelante paso a paso se erguía, por encima de las cumbres, hasta el mismo cielo. Hacia sus
cercanías, abiertamente se veía llenar, hasta los bordes de la vidriera acampanada, reflejando en su centro
invertido, el mismo sol del medio día. Hacia los arrabales, un amplio campo del día, se rompía en sus colores más
lejos que nunca. Pero rápidamente su eminencia, se huyó de la calzada y el cristal de la mañana, quedó colgada, en
situación inmóvil de las tres de la tarde. Las demás excelencias naturales, haciendo repercutir su eco replicado del
pasado día, se quedaron clavados miedosamente, escondidos debajo de la luna. Una oblícua penumbra caída, se apretaba
a pocos, junto a la espesura periferia del sol.
227. Al color, le incomodaba dar explicaciones de sus raros conceptos. Algo más en agregada profundidad de viento,
se enfadaba dispersándose a lejos. En cuanto las horas descoloridas, se pintaban en tréboles violetas de primera
enteramente rosales, acababan por silenciarse, colocadas a la retaguardia de los jardines. Híbridas teñidas ajenas a
la voluntad, se quedan ubicadas en cada una de las rayas delgadas, que se hacen con una pluma a profundidad.
Fatigadas de postura, permiten ver una de las dos mitades laterales, que se rechazaban entre el rojo y el blanco,
para perfilarse mirando al mediodía. En aspecto peculiar, de una cosa representada a la vista mental, el contorno
del corte perpendicular en retoque final, echada se acomoda, en las proximidades de cualquier, descansado paisaje.
Pasaba por alto el verdoso sentimiento profundo de esperanza, como un alivio enrojecido dispersado sobre un sonido
gutural sin entendimiento, ya no se pintaba del color deseado en la mente, solo eran distantes sombras que
ensuciaban los cristales de triangulares ventanas, que a lejos se hundían ahogadas en la oscuridad impalpable de la
exactitud. El espontáneo instante del andar en el tiempo impaciente, que solamente asciende la cuesta con el
recuerdo del sentido, cuando la memoria se rebela nos hace recordar con firmeza y claridad el compromiso olvidado.
El ritmo pausado del paisaje unido al sucesivo cielo celeste, nos hace retroceder a una vida que literalmente parece
intemporal, evadiendo la zanja excavada en el centro del cielo, con anhelo de sepultar todo el amanecer en un solo
concepto. A comienzos marcados con diversas cualidades de las estaciones, giran en el centro del espiral retazo
pálido, salpicada de una espera de luz que sólo se pinta en lo más alto de la endurecida respiración.
228. A veces, las horas venían unificadas. Pero, sin decir nada. Casi todas se iban apaciguadas, por el mismo
camino, sin que nadie les dijera algo. En cada esquina del vértice, se veía ramos de color rosa, que aromatizaban
las sobrepasadas horas del lugar. Sólo exhalaban las nubes, sin ningún cariño en sonido seco, de un trueno en la
parte baja del cielo. A su entorno suspiraban las aguas, en un rojo beso goteaba de esplendor, con mirada oscilante
mientras completaba la hora. Pasaba el arroyo musitando, con vida constante y permanente, como si viniera dormido.
De aquí allá, sin que nadie impidiera este hecho natural, dejaba gotear una gruesa lágrima dorada, y se suspendía en
si misma, por un instante como un péndulo de plata.
229. De reojo se dominaba así mismo. Se repetía unas después de otras, sin cesar. En crispados nervios de trayecto
vertical, no era agua ni era cielo, menos risa sostenida en hielo. El orgullo extensamente, tenía el mismo color
repintado del corazón. Después de su dispuesta recogida, de un salto largo en el aire, venía otro superficial, en
pequeña aspereza de consuelo, caminando la extensión articulada de la sombra, hasta quedarse estrechada sin figura.
En medio del vaivén de bulla, de frío, antes del amanecer, se percibía a distancia un ruido, de alguna cosa olvidada
mezclada de aurora. En la puerta de entrada, balanceaba la llegada. Toda embarazosa, como causes de río, tirada
hacía atrás, en diferentes colores se dibujaba el cielo. Contestando de corazón lleno se derramaba. A veces, lleno
de estorbo fatigaba la memoria, en otras ennegrecidas de destino, eran perdidas en la reducida razón, sin gloria. El
angosto camino maltratado por el paso del tiempo, por donde avanzábamos cobraba sentido peculiar y relevancia de
altitud los espinosos rosales, de cerca trataba de ceñirnos las hojas de perfil bajo en ambos extremos, que poco a
poco se alejaba de nuestro lado, luego se extendían tan infinita y remota hasta perderse entre las sombras. El
sentido estricto del significado, se ha hundido como piedra pesada en el contenido conceptual de la nada. Lo
transitorio trazado de mala manera en perspectiva del sol, guiada entre dos espacios el acertado destino alcanzaba
la redondez del hoyo depositaria del corazón, marcado con rotundidad las igualadas cuencas con escritura de azul
derramada al efecto contrario
230. De pronto, hacía arriba la luna se resbalaba, por encima de las cumbres. La descripción polvorienta, quedó un
momento casi inmóvil de regreso. Todo parecía, como si en esa girada vaciedad, algo faltara. Como si todo, se
hubiera extraído del vacío olvidado. Algo parecido al gesto vaciado de contenido o excavado de forma, para volverse
a cerrar, dentro de un perfecto cero a la izquierda. O en su defecto, como si éste, sacado del recipiente, regresara
en sentido contrario, al entorno de nosotros mismos. Pero ya frío desaguado, sin pronunciar frase alguna descargada.
Era un ahuecado círculo, en acilindrado oblícuo, irregularmente cerrado en cono recto, calladamente vaciada fuera de
su cavidad, totalmente desembarazado de su corazón esférico.
Nº 24
DE AZUL CIELO MOSTASA
PINTÁBASE EL DIA Y EL AGUA .
231. Cuántas veces, indecisamente hemos vacilado la mirada. De aquí y de allá en retirada esfera. Sin pestañear el
cubo de cielo, en un mar de confusiones. Sin reflujo de ojos desiertos, en un arco apuntalado hacia el celeste. Sin
el vacuo roce del retornado viento. La vacuidad se detenía cercano de mi lado. Próximo al descomunal vaciado del
día. Junto al desandado camino de ilusiones. Cerca al anidado sol, sumamente quedaba caído en el vacío, su falto de
contenido y poco firme, en su estado natural. Con figura casi redonda, metida en la sombra de afuera, que antes
fueron perlas, hoy son un poco de tierra. Como algo de espaldas, en aquél pardo invierno, semejante a un sonido
ausente, en la última cuesta se encuentra.
232. Mirando a la nada. El triple silencio se ahondaba, en el mar de una gota. Pasaba por la idea, el naufragio de
la inexistencia. Era mejor alejarse, retrocediendo el cero, sobre la hora de una ausencia a la inversa. Discurriendo
las aguas libres, por la vaguada forma del valle, que no dice ni jota, tampoco corre nada de algo, ni por asomo se
observa su profunda necedad. Nadie propone una miga de juicio, para dibujar la verdad. Ni una brizna en absoluto de
sombra, del no ser parte del rocío y que puede bosquejar cercana la nulidad. Mínima negación anulada, casi nada del
bastante, vislumbrará por lo menos un camino, de la cantidad de cuatro partes, paralelos de los arrinconados
meridianos de la Tierra.
233. Con resonante cabellera, de sueltos filtros solares, desmadejados al final de la hora, buscaba lentamente las
esquinas de sombra. Deleitaba de rato en rato, las doradas melenas dispersas al sol. Cada vez que trepaba, por la
pendiente de tierra azul oscura, súbitamente me detenía al primer paso, para subir por las quiebras de las ramas.
Entre tanto, escuchaba femenina voz, color azúcar madera muy lejano, que desde arriba en filtrante querer, quedaba a
recordar en hoja de tulipán verdoso ascendido. Las distraídas ansías, en roble blanco pintado, eran de tal manera,
insoportable cargar su voluminoso peso a distancia. Resultaba tan pesado, el desértico camino color a durazno
perdido. Tan fastidioso era el continuar, a saltos caminando de sol a sol, en silenciado trayecto indefinido.
234. Buscando los recodos del silencio, una sombra descendía desde el cielo. Se ocultaba entre las colinas, la
claridad lejana del horizonte. Pero debajo, de las precipitadas gotas de lluvias, parecían descansar, sobre el
fatigado suelo, contrapuesto a descubiertos, resumideros de espera. Para volverse más frías y caer desde el oscuro
claro cielo, por encima de la desmochada esbeltez, inversa a la bajada. A veces a la distancia, quedaban invariables
y firmes, en miniaturas dimensiones inalcanzables. En otras, definidas en dos cosas de reluciente marfil, bien
partir por el mismo camino, del indeterminado destino o detenerse a mirar, en penumbrosa retirada, como se da el
indeciso paso, en sentido contrario, a la perfilada blanca esfera.
235. El ondulante calor del sol, a todo peso insistía sobre el campo yermo. No solo contrastaba superficialmente,
las sopesadas aguas tranquilas, estiradas a lo largo del destino. Si no que también, livianamente a sus extremos
cortos, al ras de su adelgazado cristalino movimiento, reflejaba la escasa luz de enero. No obstante que, en el
grueso del contrapesado reverso, de aplanado pisoteo, de arenilla sobre arenilla, el trajinar desnivelado del
entarimado, continuaba reiterándose, en grises olas desmenuzadas de arena. Humedecidas de blanco mar a la redonda,
cruzaba solitario los inicios de sombra. Pero, como se encontraba el sol, tan cerca y contrariado, parecía dejarse
sentir los efectos de la respiración, enrarecido desde el fondo de la tierra, bajo ese color púrpura de la mañana.
Todo el ambiente jadeante y rápido, trataba de ascender opuestamente, al entonces enfadoso ardimiento, por la
enmudecida e incontestable altitud, movida sin duda de azul, en blancuzcas olas, batidas a la menor distancia.
236. Siempre llegaba en sueños, como un trajinar de ruidos distantes. Cada vez, que sentía el corazón ahuecado de
silencio, mi desconfianza era de mayor profundidad. Cuando lo sentía abultado de contenido, aumentaba de color rojo
carne encendido, las asomadas ventanas de preciosidad. Flotando desigualmente, en la hondura del alma, sus esféricas
doradas palpitaciones. Para sondear pausadamente, el trasfondo de los recónditos sentimientos. Que en platinados
planos temporales, relucientes a la claridad de la luna, ascienden buscando la altura. Regados por las sombras
irregulares, de color granate el comienzo del sol, fomentando la confianza entresacada, desde el ángulo más oculto,
terminada en la orilla iniciada.
237. En un lugar de sombra pasajera, fulguraba de cielo violeta el alma. El sol de mayo, fuertemente pintaban, los
montes celestes de lejana sierra. Mi bronceado rostro, recibía con cariño todo el verano. Pesaba sobre la tierra,
excesivamente la sensación de plomo. Solo gemía irritado y enfurecido el rincón de sombra olvidada. Casi ahogado de
respiración lejana, se rastreaba los recodos de la claridad. Se apretaban los labios cálidos, de melón consumido. Me
agarraba resistentemente de las alturas, se ponía un poco tenso los oblícuos rozamientos, por encima de la
corpulencia. El día por entero, se daba por vencido. Su pesadez, se derramaría todo posteriormente, sobre mi dureza
impulsiva. Crispaban mis puños en alto, hasta golpear al cielo de azul.
238. Debajo de aquel cielo blanco oscuro, ondulando desigualmente apagado. Abandonando los ángulos de las sombras,
se rebuscan los recodos de los caminos. Se observaba desde muy lejos, una enorme masa pesada de plata. Oscura de
nubes, desistidas de las cosas. Rodeado de un polvo blanco humo, también del mismo color su volumen. Mirando hacía
el mar, desde más al fondo de la tierra rocosa. Aparecía sinuosamente pensativa y preocupada, el fresco manantial de
mañana, tendida sobre la hierva afloraba, como pureza de azul cielo olvidado. Desde la parte posterior se asoma, las
dos grandes rocas calizas retiradas. Guardadas debajo de las sombras verdes, en suaves chapoteos de alas de viento,
en sus propias aguas, se dibujaban completamente el cielo.
239. Al declinar el día, algo se asomaba derramando penumbras. Mis deseos aumentados, como un enorme globo inflado.
Pedían clamorosamente, dar pasos hacía ella y beber, el agua nacarado de sol. Reverberado en sus desiguales caídas,
el puro azul del cielo, no se determina en retroceso. Casi muriendo, entre las verdes sombras del paisaje, bajo un
débil murmullo del esfuerzo perdido, deseaba alcanzar de inmediato, la ensombrecida humedad en reposo lento. Desde
lejos se veía de otro color, levantado de ánimo el deseo de vivir, como si se le hubiera vuelto el cielo cenizo,
para atrás y la retención oscurecida, entre el follaje esbelto a sus alrededores. Resoplando la brisa, sobre las
aguas se iban, por la misma ruta encontrada, en la memoria de la tierra.
240. El día estaba desolada, pesadamente reposaba de espaldas. El viento corría descalzado, sin dejar rastro alguno,
sustituyendo al camino se arrastraba, hasta llegar a la orilla, con la frente hundida en la oscurecida sombra. Todo
el cuerpo diseñado de claridad, descansaba encima de las cumbres, mirando plenamente hacía el sol. Los esbozados
senos de las vertientes, humedecidas de poco calor, hacia arriba se describían de cielo. Siendo las mismas,
acariciadas mediante el viento. Unas manos invisibles, tan reselladas y contrastadas de toda razón. Me encontraba
tan lejos de la mañana. Parecía que mucho había caminado. Ya no sentía al sol, tampoco se percibía el sabor del
atardecer. Me daba de entender que hasta aquí, había llegado. Todo había terminado, invertido de tormenta, como si
el mundo no hubiera existido antes o la vida no hubiera empezado en la nada.
Nº 25
DE ABANICO MULTICOLOR
SE PINTABA EL ALBA Y LA FLOR.
241. Divisaba, lejos, un áspero camino, de mediana altura los montes se iban quedando, una piedra color azul se
levanta alto y agudo al fondo. Tercamente seguía escarbando, como sobre una fosa de luna. Desde un lugar bastante
retirado. Significaba un montón de kilómetros, dejados a la distancia, en espera de una súbita mirada. Recogida
entre los ennegrecidos párpados, que hacían el cielo llenos de poesía, como una hoja desarrugada de esperanza y
perezosa de fuerza, apoyada de espaldas en la luna. De imagen arrinconada al mediodía, por donde no entraba el sol,
pero si la ventana abierta, al escape nunca soñado, como una cúspide cantora, se envolvía de evasión, templada junto
al pictórico sol envejecido.
242. En la parte opuesta al sol, entrando al pasado, casi ya, en la última unidad matemática, era el mismo sol
detrás, en retrasada delantera. La misma luz del fondo, sobre un mismo ángulo avanzado a varias horas de distancia.
Todo parecía un mismo horizonte cerrado, por colinas de arboledas de nieve silenciosa. Todo se quedaba, como una luz
triste develada, sobre los cerros del mismo, se hacía el tinte apagado del olvido. Parecía que el tiempo no
avanzaba. El día se había estacionado de sombra, ya no se movía el arroyo que pasa, huyendo a su término de luz que
rebasa. Todo había terminado, en una simple rama, como un replantado limón del sosiego. Empañándose de amarillenta
polvareda, levantada a la distancia del lejano camino.
243. Me bastaba girar a la redonda. Dar media vuelta al destino. Mirar nuevamente el inicio, como una aurora
reventada, en las propias manitas de la mañana. El aire se comprimía, como un limón ya usado, casi con las
esperanzas ya cortadas. El día seguía apretándose, detrás de la montaña, sin el vibrante calor cotidiano. Preocupado
di algunos pasos, hacia el prado, creía que ya todo, se había concluido, bajo la sombra de los coposos árboles, que
da al claro azulino del cielo. Menos alejado. Paso a paso regresé, al improvisado puerto. El calor del sol, me
acompañaba hasta la sombra, con un olor a multitud generalizada, sentí deslizarse algunas gotas saladas, de
transpiración debajo de mi frente. ¡ Qué lejos me hablaba !, el silencioso descanso, era del mismo color rojo
amapola del horizonte, quedaba bastante alejado de mi morado dolor. Mi tristeza interior, la estiraba largamente,
para ser releído siempre, hasta en el mismo recuerdo del sol.
244. No existiera luz, si previamente no hubiera sombra. Tantas veces, he dialogado con la vida. Era una estupidez
pensar de nuevo en algo que ya se fue en nada. Sabía que era imposible, que regresara el mismo día. Levantada desde
lo alto de la cuesta, el suelo contrariamente reservaba al esfuerzo, mostré las palmas hacia arriba de mis
temblorosas manos al sol y la grandeza azulina girada al viento, se vino abajo. La pálida mirada de aurora derramada
del sol, inyectó la luz de plata seca en mi corazón, como una lágrima endurecida de angustia, media ovalada color
escarlata. De inmediato se había alejado, lejos, tan lejos, semejante a una larguícima cinta de seda grana, trenzada
de suave jarana, que bruscamente serpenteado, envolvía toda la tradición colectiva de la Tierra.
245. Desde arriba, bien entrado el día, desde lo más alto del cielo. Un sol brillante en el alma, de un amor que
abrasa. Esa alegría corrió por mis venas, todo de golpe en aire ensombrecido. Como un velo de color palo rosa, que
tibiamente esperaba la hora, aún todavía un poco espesa a la redonda. Tan alejado, no determinaba muy bien, quién
era capaz, que los oprimía de felicidad. Detrás de la remota colina, limítrofe cercano de la satisfacción, casi
recortando márgenes de la canción. Entonces, sin esperar instante alguno, cargué de aire puro las cavidades de mis
pulmones, en llanura anaranjada de altura. Penetré el valor comprimido, al vacío de mi alma y salté de espaldas,
hacia la aurora, que lentamente de un color a la distancia se concluía.
246. Todo lo que existe es belleza, todo tiene un arte, ha sido creado, para ser útil de la admiración y del
enaltecimiento de su naturalidad. A lejos se verá, enturbiada de memoria, el cielo se abre hacía los extremos del
horizonte, para dejar que del azul, escurra el color fino del crepúsculo, y de su base revertido se levante, la
sopladora hacia el aire. En donde el sentido neto de la distancia, ardía en fuego de misterioso atardecer. Mientras
crispando mi fuerza, se va atravesando el revés, el revés del sol en una simple cercana bola de cristal, pintada de
un rojo desanimado, al final de la recorrida mirada. En donde surge otro momento. En donde todo comienza. En donde
llegamos a entender el desequilibrio del pesado anochecer.
247. No hay día, si no hay noche. La inestabilidad del silencio, siempre cruza el universo. El tiempo empantanado en
su trayectoria interior. El espacio suspendido, en el adelantado cárdeno firmamento. Hay tantos segmentos de cielos,
envueltos de añil redondeado. Risueñamente tomando, como cuerda de seguridad, el mundo se alberga y se asila, en el
centro mismo del alma. Como una aventura del tiempo, de tanta luna de felicidad, llenada en un empequeñecido corazón
descontento. Entre los sauces del recorrido, el polvo amarillento era llevado por el viento, que cada vez, se
estrechaba sin cesar, hasta perderse en la vertiente. Pero lo interno palpita, como la luna externa, en agua
abandonada de fuente escondida.
248. Regresé de espaldas al sol para ver la felicidad del cielo violeta. Y sentir el amor del tiempo, en toda la
dilatada figura de la esbelta esperanza. Entonces, media docena de dulcísonos golpes, le di a la puerta del destino
y uno más que se me huyó derecho al cielo. Como una simple gloria empinada, sostenida en la desgracia, se quedó
afirmada, mirando directamente a la vida. Y luego, se deslizó resonando bajo el suelo, hasta alcanzar el centro
mismo del día. El aire ensombrecido de un cárdeno encuentro, trás de las colinas cenicientas se encoge envuelto. Fue
el sueño de jugar, que nos llevó junto a la misma orilla del mar. Encorvando, la asombrosa menudeada alegría, de un
solo golpe apareció el cielo, en la vista de fuera como un trozo de hielo.
249. A la puerta menos distante, se acercó el sol, con aire sumamente enojado. Brilló sus ojos, de un fuego
estacionado. Quise detenerme, para borrar de la ventana, los restos indecisos del sol indispuesto. Enterrados desde
lo alto, a un costado de la seccionada simpatía, tenía la respiración totalmente sostenida, como en una concavidad
disgustada. Pero no me comprendía la intención, llevada dentro de ese lejano día. En varias veces, el pensamiento se
rebanaba por pocos, y los nervios, quedaban anclados momentáneamente, en las rinconeras de la mente, redondeando su
curva, persistía la subida, sin mirar la distancia. Poco faltó que, se abriera plenamente el pecho, para saltar de
lleno el corazón, y refugiarse al pie, de la más alta cumbre, adoptando la forma primitiva, en la parte contraria de
la serenidad.
250. Los bosques son la naturaleza, el cielo es el mar. De pronto vino a mi lado, con los ojos que hacía el cielo.
Acaso como ellos y por siempre, revivió la orilla anegada, en la bruma de ese río morado. Sentí en el pecho, ese
ardor del sol, que se hundía más allá del corazón. Puse la mano, sumergida en el agua, no escuché nada del naufragio
de luna. Entonces, dudé del silencio, que oblícuamente se perdía, en la estrechez del alejado puente. Contesté la
palabra escrita, bordándose de frescos tulipanes y menuda cosida de blanca estela de mar. Levantaba el vuelo, luego
de sentarse reiteradamente de verde, en el mismo paraje. Se hechó de espaldas e inmediatamente, revolvió el cielo
dentro del agua cristalino.
Nº 26
ROJISO DE TARDE PERFILADA
OCASO MORTECINO INVOCADA.
251. Cuando entró las aves, la dulzura de su canto, rebotaban de vereda a vereda. Abiertos al frío, en vagos
zumbidos, engrandecían el vaciado espacio. Cruzaba la luz, que descendía desde arriba, desde el mismo centro del
cielo. Caían sus goteos reventados, en el cristal de la entreclara curvatura, cincelada polígonamente por la ráfaga
y estos prismas celestes, formaban precisamente, la límpida inflorescencia fuente de vida. Los tobillos de las
piedras, se enterraban de por completo, pensando percibir, la débil luz de la luna. Derribada, hacia el lugar
estrecho del camino, pasando por debajo del costado del destino. Rápidamente avanza, sobre el silencio del viento en
la espalda, en donde caída ya algunas llamas, pocas estrellas se esperaban.
252. Al caer la noche. La luna en pleno entraba, hacia el hospedaje temporal del vacío, como olas de vientos
ennegrecidos, se rompieron silenciosamente, contra el reverso del tiempo. Hacia lo más alto se veía, un pedazo de
cielo, estrellado en la oscuridad, casi ya, sin la ahogada esperanza. Todo se acababa, de un solo golpe de mirada.
Rápidamente las horas, sin hojas avanzaban hacía adelante, formando zarzales congelados, entre las cumbres hundidas,
en el pardo color del horizonte. Pegada al rincón de la vertiente, los mortales exhalaban el último resto de las
sombras. La luna irregularmente espejeaba, sobre el tejado de escarlata del valle, de acuerdo a la posición de sus
dos aguas, en que refracción se encontraban. Medio que sonreía la noche, con una parte del alma. Entonces, la
busqué, por todas partes de la oscuridad, y al tacto la encontré, muy tallada de pasiones, como una complicada
multitud, de palpitaciones del alma. Dentro de la suavidad oscura de la noche, aspire la brisa confusa, no supe
comprenderlo y de hecho, la empuñé con todo mi deseo, estreché con el corazón, hasta revertirse hacia fuera.
253. Desdibujado el sol en la lejanía, como una fuente fría soñada. Lo difuso e impreciso era el desierto. Visible y
definido se hizo el campo en tí mismo. Habían muchas aves desconocidas, apostadas de violeta espesura. Al mismo
tiempo, deseaba cogerlas por sus estiradas alas, que tranquilamente bajaban las cuestas. Quería oprimirlas, a mi no
alejado pecho. Llegué a cogerlas, por encima del día y al mismo momento desparramarlas, sobre todas las miradas de
sus cristales. Rozando los cercados de piedra, volaban con las vistas bajas, lanzando a cada instante, alaridos
desentonados. Tenía muchas ansias, de cautivarlas con mi cielo, aún por encima, de todos los tiempos, sembrados por
alborozada esperanza.
254. Después de todo, la sed era el desierto. De dudoso orbicular era la esperanza. Este día jueves, parecía
inflarse de brumosa confusión, en la mentalidad alborada y su volumen se ovalaba sin contenido, contra el cielo
desigualmente nublado. Estaba tan espeso de invierno, que en parte se metía por el camino sombrío, formado junto al
mar, que lejanamente se dejaba sostenida, en el aire invertida al rostro del sol y de la luna. Al volver una
esquina, escapada del tiempo, la melena rizada de las nubes, se dibujaban de blanco humo en el recuerdo. Sobre todas
las plantas, de reluciente lluvia se pintaban de plata, debajo de la sombra. Mientras el frío cubriendo su
curvatura, en un granizar de espesura, se abría la puerta del infinito, casi tibia se esparcía enmudecida, en tantas
partes del pensamiento.
255. Las lluvias, en tantos hilos despintaba el cielo. Los trazos del paisaje, se retrataba de añil en el agua. El
único que veía, lo que sobresalía del silencio, caído en el olvido. Caminaba tan apurado, curvando demasiado el bajo
tino del espacio. Todo se iba de mi lado, esfumándose en violáceo solitario. Allá afuera, deberá estar pintándose de
los retoños de invierno, bajo una menuda lluvia plomiza. Color de rebajado contorno, de composición tirando más al
tibio aposento, del áspero verdoso campo, en donde la nieve seguía cayendo, como tantas burbujas sobre el agua
ennegrecida. Trataba de subir delgada, como un perfume, hasta confundirse con las nubes, que débilmente se dejaba
diluirse, por la luz del día. Pasando por el frente del valle, lento y estirado, su prolongación delineaba, las
alternativas de una próxima esperanza.
256. La brillantez de la mañana, se volvió antes de partir hacía arriba. Permaneciendo inmovilizado de todo corazón.
El agua y el sol, se sostenía de una nube lejana, con el sólido apretujado contra el espacio. Le acompañaba la brisa
y la levantada violeta del alba, durante toda la madrugada, con los mismos gestos de pudor, abiertos hacia las
intimidades de la razón. Con los rematados alcances, adecuadamente muy horizontales, contrapuestos a los abismos del
corazón. El polvo de plata, que en el aire flotaba, era dulce delicia en alta amatista. Llegaba súbitamente el día,
si el sol no dejaba de alumbrar, la idea se incrustaba en la sombra, como un azul redondeado de aurora, en una tarde
mustia casi plomiza de rosa.
257. En tornasoles de carmín y aurora. Tintura plomiza de las lomas. Los girasoles se retrasaban. Pero la mañana,
seguía caminando, como una hermosa flor, caída desde el cielo y sostenida sobre el vuelo, de los pájaros de color.
Parados en las nubes, de cada invierno, que aplicados al oído, se dibujaba a la distancia, el gris jazz rosa del
trueno. Desbordados ligeramente, de la hondura del pecho, llegaba hasta la sangre del río, completamente perdido, al
pié de la cuesta. Corrió al encuentro, del viento de la mañana, que forzadamente ondulaba, las aguas del río, entre
las hojas arrastradas de arriba. Tomando la difusa luz verde, del fondo del corazón, junto al sistema agitado, de
los árboles circundantes del destino.
258. Todo estaba lleno, de inefable dulzura. Todo se poblaba, con mis deseos de amor. Con la mirada, adentrada en el
corazón. Siempre igual, algunas cuantas claras estrellas fulguraba. Pero cada vez se retrocedía, a las afueras del
agudo ingenio expresivo. Se le mojaba el deseo de volver, nuevamente a empezar aquella postura, del amanecer diluida
en el alma. Con la más completa discreción un tanto alargado, que nos hacía siempre recordar, la vida endurecida
dejada, a la entrada de la cuadra. Entonces, a la distancia se abrieron de par en par el extremo del cielo, como una
cortina de lila arrugada, para recién sus plisas ser planchada. Aquí en el borde del azul, mientras el sol rondo en
anaranjado corazón, se profundiza de lleno, en la negrura de la sombra.
259. Por una sola senda, caminamos en la llanura del firmamento. Entre los álamos del tiempo, vamos a solas con
nuestra sombra. He comprendido, durante el paso de la vida. Nosotros sólo transportamos, una sola esperanza. Sólo
podemos vivir, muy fácilmente unos cuantos años. Con una sola puerta de entrada, mirando sin duda, antes que el día
se concluya. ¿ Será la misma hora que te va esperar ?, ¿ En dónde termina el constante hablar ? , con la última luz
recibida, se llegará al final de la partida. Escapándose hacia el alba, como especie de una ola azul, esparcida en
blancura salida de dulce sol. Como una ronda dentro mis delirios, coloreadas de nieves frígidas reflejadas, que
sustrae la quietud revuelta en el fondo, de un opaco lugar entero.
260. De violeta frondosidad. De grisáceos montículos de selva. En esos breñales de espesura, abierto balcón a la
árida llanura, va junto al escarpado río, una franja de sol no muy anaranjada. En las afueras del pueblo, a cada
vuelta del camino, en la parte baja de la cuesta, quedaba sembrada de aurora. El resplandeciente sol, llegaba a toda
su plenitud, formando un amplio valle de vertientes, confundidas al final del estío. Bulliciosa, como el agua. Como
algo después de beber. Filtrándose por algunas de las inadvertidas comisuras, se quedaban paradas al frente del sol.
Posteriormente serán llevadas, por las caricias del frescor del mes de abril, que por encima de floridas
expresiones, indudablemente extraviadas se perdían en el viento.
Nº 27
DE AZULINO VERDE PASTIZAL
COLORÉABASE EL MEDIO NATURAL.
261. Cuando el día se abanica de sol, más arriba del frío salta el corazón. Volviéndose hacía mi, mira con alguien,
que se encuentra a media vuelta. Casi de espaldas, hacía si mismo, un tanto bajado de grosor. Clavado de punta,
hacia lo alto del vaciado olor del espacio, bañado en oro puro de amor en trébol terminado. Cerraban las últimas
cejas y le temblaba los llanos plomizos de alba sólida. A veces lejanamente, le goteaba una lágrima de aurora y un
profundo suspiro de amanecer. Parece que se preguntaba algo, escondido en los bordes de la vida. Todos los acentos
del alfabeto, se han vuelto más claros y bulliciosos de acierto. El subrayado al sentido del significado, para ser
mejor resultado de remiendo, no es más que un dedo extendido, hacia la propia naturaleza indefinida de lo
convenido.
262. Por más abajo del calor, enjugándose el sudor, la tarde va por el camino, más largo y pesado. Encogiéndose de
hombros, baja la cuesta en subida. No distante se reconocía de cerca, el olor de la tarde de alfalfa. Aún más allá
se extendía el color, de una precipitada puesta de sol del mes de mayo. De una tarde soleada de maíz, que todo
esperaba a gran distancia. Era ya familiar el crepúsculo, descender de los cielos, como una bola de cristal naranja,
encendida hacia el horizonte. Para apagarse en el ocaso, en un sueño crepuscular, del insustituible anochecer. El
destiempo rápidamente se le ve, hasta en la profundidad del alma, rodar en la oscuridad de la caída, como una
liviana piedra tendida, en la retrasada siesta de luna, de apagados rayos tardíos sin lugar.
263. Por encima de lo retrasado del color, como dejando el camino pasado. Era Navidad y Año Nuevo, el mundo se
sumergía en su propia alegría. Los tradicionales cohetecillos ensartados en sus deshilachados jirones de colores, se
dispersan enloquecidos por sobre la tierra, con su característica entonación. Mientras las bombardas caceras, en
curvilíneas estallan junto al cielo, regándose en multiplicidad de colores encendidas. La gente curiosa salen a sus
ventanas, para mirar la preciosidad de la medianoche y estampar en el recuerdo la nueva esperanza. El espacio
encendido de estrellas de gran satisfacción, entusiasmado de un polvoriento placer, que se levanta, aromado de
azufre termina perdiéndose en un alejado silencio. No hay contrarios unidos en un solo deseos de felicidad, danzan y
beben abiertos de corazón, hundidos en un regocijo general, dejan olvidados por un momento, la vida del pasado hasta
la entrada del amanecer.
264. Por encima del comienzo de lo alto, como el zumo dorado de la vida. Cuando el cielo se colorea desde arriba, al
salir la nueva aurora de esperanza, todo se mezcla de felicidad y de delicia, en un sólo corazón ciego de aventura.
Lo primero que se distingue, es la luz a la distancia, luego verás la sombra menos distante, diseñada exactamente a
tu mirada. Llena de placidez y fantasía, es una parte yuxtapuesta del día. Justamente inclinada, en la menos alejada
paciencia, de un frescor que sobrenada en el aire, flameando como emblema de la naturaleza. Aun en el fondo,
inundaba una media claridad humedecida, por los derrumbes de la tierra empobrecida. Lejanamente había pocas nubes
enardecidas, los tallos de las ramas semisecadas, descoloridas por el maltrato del invierno.
265. Poco después del día, con la claridad más escasa de su caída. Casi llegando a la noche, ya se palpa con la
mirada, la oscuridad más espesa de lo distante. Los envejecidos faroles, alumbran menos a la redonda, como algo
vacío del propio lugar. Se palpa la ausencia de todo cristal. La luna rota en pedazos, se ajustaba al respaldo de un
frágil movimiento. La insonoridad por encima de lo alto, también sigue su camino. El mutismo hacia arriba, emploman
sus aberturas. Con voz encendida, cuando desperté ya había en los alrededores un sol del día. Todo se queda
ennegrecido, hasta alcanzar el nuevo día. Cuando el viento se va, por una cuesta prolongada al vacío, casi nada se
supera en la desventura, sin impulso adyacente desde el río.
266. Por debajo del silencio, entrando a la soledad, las piedras lloran su destino. Partido el sentimiento de
tristeza, con el filo anunciado del olvido. La noche se encuentra sin fondo, se tiene a ésta muy lejos de aquí, por
donde camina se va, sin pies y con vida alejada. Dentro de esta ofuscación, se apilan un montón de habilidades,
todas dirigidas en un mismo sentido de ida y vuelta. Raspando el mediodía del razonamiento, se acentúa la ingratitud
de la nada. Es necesario lavar, todas las intenciones, para entender de largo en largo, la estirada delgadez del
conocimiento. El espacio se ha pintado, todo de verde, como llorando sangre querida. He sentido abrazar, el cielo
oscurecido, como un anhelo sacado del olvido. Con un aliento, casi ya sin vida, para subir en busca del día, como
quién se encamina sin alegría.
267. Se había cegado la tristeza, con la hoz de la compasión. Por debajo del olvido se sembraba la sed, como un
camino del destino. La tierra estaba llena, de sol radiante por recorrer. La hierba mantenía el calor oscuro, por
debajo de sus hojas maltratadas. Todo lo verde, se ponía contiguo a las veras del río, al declinar el sol crecían
las sombras. Por la fragancia a hierba, fui tentado con el deseo de estirar el día. El día se alargó tanto, tanto,
que después retrocedió con gran fuerza, que me hizo alterar el orden natural del equilibrio. Abandonándome en el
comienzo de la noche, que transitaba por el camino de siempre. Como el indistinto gozo, de un placer vagamente
concebido, así besándote de flor esta el día. Andando húmeda llanura del pensamiento, regresas sin venir al
precipicio.
268. Las líneas de las cumbres, solaz se dibujaban sobre las mismas, de un color azul claro de frescura y de primor.
Los árboles oscilan ligeramente, de uno y a otro lado. El viento sosegado, tomaba velocidad de encanto. Las aves
volaban a regular altura y el cóndor a más distancia. Me sorprendía que el sol de la mañana, alcanzaba el debajo del
cielo celeste, tan sólo con escasas nubes. Sentí poco calor, tomé hojas de árboles y frescamente me abanicaba con
ellas. Un algo lejano descendía, al fondo del conocimiento, cual retorcimiento natural, en redondo giraba junto al
precipicio. Las vertientes me hablaban algo que no era posible escucharlas de cerca. La tierra se volvió hacía mi,
en un rápido giro del aire, tenía la arcilla y las hojas amontonadas, que solitariamente reía y luego lloraba.
269. La voz retumbaba en el silencio, ensordeciendo la soledad del abismo, no regresaba a desparramar el resonar del
día. Recibía en las vistas, todo el celeste del cielo. Todo el dorado de la vida, sentía latir su profundidad,
levemente en el corazón. Pasaba por el azul del viento, comprimiendo un gran rato del tiempo. Me di tantas vueltas,
en contrario, hasta la hora de escapar. Encontré la sombra triangular, en razón de los espaldares de la tarde.
Busqué el placer en otra tarde, opuesta al recuerdo. La fragancia de la flor, me hizo retroceder. Para acariciar la
cabellera del día, tendida sobre el ondulante campo, llegaba hasta las altas horas dormida. Allá en donde el viento,
no llega entibiada, motivo suficiente para asomarme al jardín, por donde las penas no caminan, menos sacuden sus
aguas, en doblada senda del lugar.
270. Un poco más temprano, deshojé la planta. Cogí el aire, con voz aflautada. Sembré fruto viejo y abandoné las
intimidades al cielo. Por un instante se me desdibujó el firmamento. Percibí trabarse los latidos, en el ojal de lo
ya leído. Recuerdo sin querer, detalles pardas del momento, sin pensar en el rectángulo desierto. Asomarse sobre el
aire de arena blanca, de las rocas azules nunca iluminadas. Rígidas como el mismo color, de la tierra rosada en
camino. Envuelta, de tanta seda colorada, el cálido color ponía sombras inmóviles, arremolinados de una fría
tristeza. Escritos con mentalidad artística, en paralelo cultural del concepto visual, como una preocupación
compartida, con el cansancio de la prolongada cuesta, en la diseñada apariencia, del perfilado despunte hacia
arriba.
Nº 28
CON PRESENCIA DE COLOR ETERNO
SE DIBUJA LA DELICIA DEL DESEO.
271. El paso del sol, siempre deja en la altura, una promesa de alegría, escondida entre las nubes, como un sobrante
del día. Los campos de verde apagado lino, se adentran en el silencio, haciendo más alejada y sombría la esperada
áspera esfera. Largo rato recostado, mojado por el dorado rocío, retornado hacia la curva angosta del río.
Recostando su mirada llegada, entre velos al cielo violeta. Talando ese tibio rosal, que cubre el día soñado y que
al caminar nos hace olvidar el pasado. Totalmente en sol, en arco de vida se traza, reluciente de áurea que luce
ausente, soñando de menuda hierba pasa. En aquel instante de perla, la existencia no es más que un montón de
promesas de nadie. Tantas horas declinadas deja, como las vertientes de la tarde.
272. De ribete grana el vacío, por la ruta superpuesta del sendero. El amanecer avanzó mucho y más allá se dibujó de
color del día. Sobre los árboles algo de ternura, que volvía a esperar un poco de aturdida penumbra. De un salto en
campana, atravesó el medio día. A la sombra sobre la hierba, algo tristón cerraba los ojos, a un cuarto de
distancia. Porque la tarde, sin remedio alguno, pronto caía tiñéndose de luz anaranjada. Los cerros prestos se
retenían, desanimándose en servir de guía, a la menguada paciencia absorbida. Por los aires se sentía, pasar una
brisa cargada de tantos anhelos, con unos leves fragmentos de cielo. Sujetados de sus extremos del hueco sombrío, se
abrió el sueño al retirado opúsculo, para ser estampado en las páginas del recuerdo.
273. En bajo perfil de rosa, socavando el agitado vuelo. Filigrana de crepúsculos, en crispado rayos de abismo que
más encuentro. Los ríos, todos hacía arriba, tenían gestos de pobre alegría. El mar, reflejaba un azul extenso de
inútil corazón, nunca perdido en el beso insonoro del rojo carne. No eran común de todos los días, ese color fucsia,
a pesar de llegar un poco tarde del día. Las luces de las ciudades, bruscamente se tropezaban en su encendido. Los
caminos y las pistas simplemente, se arrugaban casi con frío. Las nubes de blanco humo, medio desprendidas del
cielo, dejaban caer por el suelo su melancolía. Todo el universo blanco cenizo, tremulento y palideciendo en su
sitial, dejaba entrever su amplísima tristeza.
274. Cuantas veces la tarde lila, agoniza de marrón oscuro inverso. Con la brújula rosada devuelta, tirando al
lóbrego rojo perdido. El mío de verde sombrío, asciende de bruma el olvido, como una forma azulina, por encima de la
negrura creciente del sonido. Por un pelo nítido de vida, se salva el pardo trastornado día. Sin encontrar partida
de una hora, apenas entendida en la diafanidad incierta. Muchas veces la evidencia, de un vaciado contenido, en un
razonamiento extinguido. De otro lado, el camino tenebroso avanza, como un alboreado potro de dos colores al
encuentro y sus extremos llegan, como un áspero deseo, entendido muy distantemente, hundiéndose luego en un profundo
suspiro, sostenido dentro de una flor de lino.
275. Cada día que amanece, percibo en ella un extenso mensaje conceptual, remontado al firmamento y extendido sobre
la bella naturaleza. Todo quedará después, como una encendida pintura, regalada al final del cielo, que alboreaba
apenas al incierto destino. Desde lejos viene, unos vientos mínimos de cariño y una rodada llovizna de pura noche. A
un parezca extraño, el tiempo tiene siempre su pensamiento, prendido en el centro mismo de la razón, semejando la
pulida esfera del melón. Conjugando el verbo desde la profundidad del silencio, retorna el apasionado claro camino,
como una espontánea frescura de amor. Para regar la tierra nublada, de peculiar modo de fantasía, con un arte mudo
anochecido, expresada sobre el contorno, rebajado de la mirada perdida.
276. El viento me teme, como algo que me debe, porque se va pronto, directo hasta la luna. Esta palabra que escribo,
al comienzo de la mañana, está a punto de volverse al pasado, como una leve frase volteada sin respuesta. En donde
van los sumergidos recuerdos, descaminados de orientación, brotando de rojo crepúsculo, los besos acariciados por la
aurora, sobre una blanca arena que cercana al mar, se queda perdida en la alzada luna llena. El borde llega hasta
las veras del camino, el barranco siempre más allá de las vistas. Desde el campo raleado detrás y desolado por
delante, se levantaba en verde oscuro marrón, sobre las demás colinas de corazón. Dejaban hacia atrás a los árboles,
que cubrían las quebradas del otoño entrante.
277. En el raudal, de tus emergidas tradiciones, se colorea aquella levantada rosa, cubierta de rocío, que mantiene
encendida su encaminado sabor de río. De crisálida entrada en críptica parra, a un verde soterrado de exquisito
viñedo seductor, con fríos reflejos de cepa, de un rojo púrpura alejado, que densamente acariciaban, las gotas frías
de tu frente. Y el desorientado deseo, se escurría anegando el pasado y el presente, para llegar ambos calle abajo
al inevitable naufragio. Sin embargo, no todo el olvido se sumerge en el recuerdo, como un color ámbar de un
resplandor a miel, se desentierra evocando lo antes mejor, haciendo la vida, de un concepto de curva plana, en forma
de espiral concentrada en el alma. Dentro de las plantas largas y erguidas, como los rayos concéntricos del sol,
cuánto más se alejan, más grandes son sus vueltas, dibujadas entre sus sombras, quedan los únicos recuerdos.
278. Basta un grito deshonesto, para llenar de bote a bote la noche. Fue tan gruesa y agreste, que de un súbito
salto, llegó esa nefasta expresión, que luego se perdió, en el fondo de lo funestamente desagradable. Asperjando
aromas sobre el aire sonoro, combinado de verde con anaranjado se remonta al cielo. Al pasar a rastras, por la
áspera calle fuerte y grande, pues su resonancia, trató de todas maneras, despertar casi a la totalidad de las
cuadras, dormidas a las inmediaciones de la extensa manzana. Y entonces, de inmediato se lanzaron de golpe, todos
los ruidos hacia arriba, como quién tratara de un empujón, hacerse escuchar por el cielo, para luego romperse al
otro lado, con un friolento golpazo de alma, los sostenidos cristales de forjado firmamento, por encima de la
engrandecida rama.
279. El paisaje deslindado, por un día alboreado con vista al cielo, como una morada adosada, a las piedras
cubiertas de gotas frías de roció, y por debajo, bañada de agua púrpura dorada, ensanchada en las cercanías del
campo. Los pilares volviéndose de espaldas, casi todos sumergidos de un súbito relámpago, en las afueras de las
hondonadas esperanza. Desde arriba una contorneada mirada, el cielo recorría a los extramuros de la lejana
separación. Se veía a la no distante fuente, su lividez apuntando hacia el día. Se estremecía intensamente pálido al
fuerte viento. Siempre una bien estirada nube indefinida, revestía por encima del amanecer, adornando en forma de
cono abanicado, la cornisa de las desniveladas líneas moradas, descendidas de las combinadas del alba.
280. Esta vista parcial de la supuesta ciudad, se adentra entre el cielo y el mar, como un azul puro se pinta, sobre
los abismos indefinidos, perdidos al azar del tiempo, sin dejarse desde lo alejado, escapar hacia el infinito. Las
lomas en grupos se derrumban, por los cuatro puntos de la distancia, sueltos de ataduras enteramente claros, a los
portales abiertos del áspero momento, igual a los caminos, que en forma de cintura, se ensanchan después de cada
puente. Los macizos espaldares del instante, saltándose de ciertas líneas se advierte en si mismo. Rodando al azar,
de las abismadas horas del momento, se empozan en el pecho, para latir en sentido adverso, profundamente perdido.
Con cariño gracioso, siguen vuestros pasos dejados al contrario, en la parte baja de la cuesta. En cuanto, la
penumbra en la lejanía, de acento de mañana, en polvo rubio reluciente volaba, como empezando, la última curva
piramidal del lugar, Y el viento verdoso amarillento, tirando a lo soleado, se dejaba a la distancia de blanco
humeante tocar.
Nº 29
COLOR DE VERTIENTE LILA
SEMBRADA A LA DISTANCIA.
281. Siempre el sol sale por el mismo lugar. El amanecer solo se pinta en silencio. Las fucsias se esparcen como el
cielo. Sus verdes y ovaladas hojas sombrean la aurora, colgando su rojo intenso de flor, bajo la media sombra, por
donde camina la vida. Por donde el sol brilla, sobre la tierra entre el verdor de la pradera. La intención vidriada
se espira, como una cuerda doblada en el sentido. Cuando ya había llegado otra vez de primavera, el campo amanecido
recibían la luz directa. Mientras el aire refresca el amor y se abren los corazones reluciente a la luz del día
sobre el río. Para ser arrastrado por las aguas del recuerdo, en donde el cielo es más claro, devuelto por el
olvido, para simplemente colgarse, de las ramas entremecidas, como un lúcido collar de prismas.
282. En campo amanecido, todos los árboles se echaron hacia atrás, como si fuera aspirar todo el aire fresco del
momento. Después de mucho rato, recién comenzaron a mecerse, por efecto del viento tarde. Más al extremo del verde
color fusionado, relumbraba a la espalda enternecido. Al encuentro de algunos otros, simples colores perdidos en el
aire frío. Pero, las fresas maduras y voluminosas entresacadas, en el fondo se quedaban, deshaciéndose el dulzor de
su fruto, caía gota a gota encima de las hojas de las hierbas. Que de corazón comprimido, no entendían el hecho
natural, entonces por sus yemas las dejaban correr, hacia abajo del suelo. No agregaba nada, al sentido de la
palabra. Tampoco nos inducía sabor alguno. El sentido de la frase, se quedaba sin sol, sin amor, sin ninguna flor,
demostrada a la vista.
283. Cuántas veces me pregunto. Sesenta años redondos bien completos. Sesenta años menos alargados. Ya se ha
expandido, casi hasta la mitad del firmamento nublado. Todos los campos relucían más a la distancia. Menos lejos
reverberaba su verdor, por poco medio apagado sobre la tierra. Verdaderamente la mañana, se reía a luciente pecho
abierto y a espalda adecuadamente doblada. Todo el día se agrandaba en sus extremos de alegría, estaba arrebatadora
a la vista del día. De aquí, de allá, la satisfacción acampanado del inicio, se mecía en el vago placer entremetido
del comienzo. Visitaba todos los repliegues del tiempo, cuidadosamente era un hecho natural de encierro. A puerta
abierta de todo corazón. Más y más que otros días, de la misma dimensión.
284. Era una caricia leve de primera vista. Imprevista luz rosada, color de rosa proyectada a muy poca distancia.
Como una blanquecina polvareda, que quiere asentarse suavemente, sobre las violetas jardineras, que florecen como
ornamento de belleza, flotando en la tibieza del aire del huerto. Semejante a una antigua remota esperanza,
estacionada en la planta de hojas medias volteadas, de mirada hacia sus yemas. Sobre los cuales tembleteaban
enternecidas, unas cuantas gotas de lluvia, caídas piadosamente desde el nublado cielo. A través de las miradas me
llegaba la albura del amanecer, como un sobrevuelo del recuerdo, levemente lanzada al espacio. Mi voz siempre pasa,
ligeramente entendida de luz, sin rozar nunca nada se acaba, en el ofrecimiento de flores del cariño abierto en el
alma.
285. En cuanto el día clareaba, llegaba la mañana con su desnuda luz de aurora, persiguiendo la dureza del alma.
Todas las aves ascendían de esperanza en su canto, en su vuelo y luego en su mirada hacia el cielo. Era como aspirar
a lo profundo, una última bocanada de satisfacción prestada, desde el subsuelo hacia lo más alejado del firmamento.
En donde muy a la distancia tomaba, un extraño color de una expresión grave. Que alegre se extiende los comienzos,
cuando se aclara el día, los inicios del día van derribando todas las sombras. Que al trasluz del cristal, se
acariciaba con el revés del beso. Rozando lisos pétalos, en donde la claridad rozagante del crepúsculo, espejeaba el
último rayo del sol, como quién llama a expandir sus aromas detrás del firmamento.
286. Todos queremos retroceder en la existencia. Todos quisiéramos recuperar el tiempo perdido en la vida. Este
requerimiento, esta pretensión de subsistencia, este es precisamente, una manera de comprender la inmediata realidad
del universo, desde el extremo alejado de la expresión absurda. Como quién marcha en contrario del camino de la
verdad. Adversidad de la vida. Pues nada se queda estático. Todo pasa, para no volver. Todos llenan con sus
esperanzas inmensas, el abismo profundo del corazón. Todos contemplamos en cierta medida, las llamas íntimas que se
agitan. La paciencia nos demuestra una decisión no observada, retrocedida en los pensamientos alejados del
destino.
287. Todos los hombres miran cariñosamente el mundo. La naturaleza sabe acompañar y proteger a sus ocupantes en su
inmensa soledad. También sabe conducirnos y darnos inteligentemente su insatisfecha felicidad. Cuántas veces en
medio de nuestra humanidad y a la caída de la pálida tarde, se oyó murmurar su tristeza de despedida, llenando de
todo color el infinito. Poniéndose una guirnalda a destejer, de rodillas se ha quedado el sol, en el centro mismo de
la enmudecida eternidad. Esperando la diluyente rosada de primavera, bajo este claro cielo del domingo, en donde se
deshacen ardientemente de corazón, la débil iluminación ahuecada, en redondo sin razón, la sombra vendida en el
doble sentido del olvido.
288. Cuando pretendo coger, el borde de la soledad, llego de frente al comienzo de la proyectada sombra. Recién
empieza, la alejada oscuridad humedecida. Antes de despertar los campos, recojo la dispersada aurora, tan apurada de
madurar, en la oblícua penumbra del alma. Sembrando varias millas de profunda pasión, en súplica rosa amarilla, de
negra sombra enjaulada brilla, como un clavel deshojado junto a la orilla. Durante el viaje, a uno y a otro lado del
camino, en recalentados copos de polvo de oro, oscurecidos por la no transparencia del sol, más allá calcinada, las
arenosas estepas allanadas de mar. A través de los pocos árboles, se veía el crepúsculo estacionarse de flor, en una
parte más baja del firmamento.
289. ¡ Admiro !, y correteo el pensamiento. Observo el bello contenido de la naturaleza. En mi interior empieza a
dibujarse, como un círculo de corazón, introducido a un costado del espacio, que ahondada de toda emoción, en mi
propio mundo de sol se estaciona. En esa indiferencia del sentimiento, demostrado al campo nativo del atardecer,
tantas pajas se habían puesto a las llamas de azul. Esta profunda respiración, parece coger con fuerza todo el aire,
desde lo más lejano y luego remueve el piso, como un imitado queso partido, para caer todo pintado sobre el mismo.
Bajo las ruedas del tiempo, entrégame lo dibujado, para que aprieten mis manos duros, tu corazón de rosado en seda
adelantada.
290. El sol arrastra un lenguaje cariñoso de brisa labrada, que no lo comprendemos de niebla volteada. Mi
interrogación se empequeñece, como cabecilla de alfiler recogida, ante tan incomparable creación. Se pone en blanco
mi pensamiento. Se me estrecha la esperanza. Se pinta de vacío la idea y recorre su delgadez, por toda la orilla de
lo vasto, desembocando hacia toda la extensión lindante, que emocionada se pierde en la distancia. La mañana se
endienta, emanada de sombra humedecida, por el verdor de las hojas, verdosas de luz amanecida. Los bosques se mecen
despacio, su crujir constante bajo sombra, semejan a la luz de luna llena, bastante blanca crecida, en tersos brazos
de encarnada ninfa, en donde allí todo es aurora.
Nº 30
SOMBRA CONTRASTADA
A LA LUZ DEL DÍA ALEJADA.
291. La verdad, es tan grande y tan minúscula, en las entristecidas liras. Sus salidas paralelas, parecen
aplastarnos, como un montón de hojas secas, que el viento ya no dispersa, repleta de ceniza. Encima el agua sonora
de perla, como una brillada herida entreabierta al sol, y todo se introduce hacía el inflado universo. Sus alejados
oídos, dan vueltas sucesivas a un hilo, bien bifurcados se envuelven, enflaquecidos de sonidos, en el grueso espesor
del espacio. Como una madeja ahilada, en adelgazados colores de diez leguas más a la distancia. Parece moverse
despacio las lomas, el crujir de los árboles llega sorda. A punto de arrancarse se detuvo, sin más aliento que la
conciencia, del envejecido latido de un sucumbido corazón.
292. Cuando a mi alcance, encuentro topado la cercanía, temo la tranquilidad que se agota, como una longitud
tropezada opuesta. Todos los demás enfrentados en paralelo, también se alejan hacia la distante lejanía, hundiéndose
las inmensas olas pardas, en el enflaquecido horizonte. Como un lejano silencio, que a la larga dibuja en contrario,
el estado quieto de la forma. Sin haber obedecido al mismo tiempo, al oponente que se comprimía, girando tensamente
antes de romperse. Temblaba de arriba abajo, sin compasión alguna, a mi desteñida intención, que también
innecesariamente se alargaba, estirándose las gruesas lágrimas, hasta encogerse en una gota de rocío, como palabra
abreviada, al borde del camino.
293. Las nubes se detienen alargadas al viento, hasta transformarse en cabestro en bajada. Un besuqueo descendido de
la tarde, que alejado se encuentra del tormento. Las mellas profundizadas de la experiencia, siempre se bosquejan en
lo alto de la conciencia, para distinguir a la distancia, bajo los rayos oblícuos del sol. Cristalizado de
anaranjado color, se divisaba fugazmente en el horizonte, un consistente cercado de piedras blancas, dentro de los
amarillentos sauces. En donde estallaban, los truenos en el invierno, representando cuestiones encontradas en el
espacio, y se abrían furiosamente al golpe certero, de un ensordecido puñetazo. Dado fuertemente al envés
entremetido, entre los abetos de sollozos rompimientos, en el aire más alto de la cuesta.
294. Todo es un vacío esférico pulido, en la profundidad circular de la inteligencia. La vida es una concavidad
incierta, devanada en la curvatura de la mente. Mis pensamientos se van ahuecando hacia la nada, como piedra
horadada, por la gota de agua. Su oquedad, es una friolenta inquietud, desprendida en perpendicular caricia, de un
vaciado tendido, por encima de mi agrietada esperanza, que a la distancia reclama su forma encarnada de la tristeza
concebida. Semejando a un abismo abierto, entre la negrura de las cumbres. Soy la mañana que escapa de brisa, soy la
aurora que se pinta de alba, como el viento que busca la vida, en las nacidas hojas del río despierta, lluvia verde
desenvuelta de playa. Como la cintura del alba, te eslabonas en el inmediato infinito, contrariamente escondido.
295. He mirado, por encima de todos los tiempos. Un poco muerto a la redonda, escapada de la memoria. Sólo me queda
el tiempo pasado, de azules noches abstraídas de la razón. Casi metido en el olvido, del cual todavía no me despido.
Tampoco me quiere dejar, el calor de esa llama esparcida, como si ya no pudiera con su alma. Los caminos no tienen
rival, tampoco sitio en el lugar. Hay un sólo río, que todo lleva a la mar. ¡ Sorprendido ! esto es lo único que me
queda, a la redondez abierta sin mirar. Un cielo violeta sostenido de espanto, como una lengua larga lame el cielo.
Piedra sentada al desvío del camino, se encuentra la caricia del sol activo, palpitando de rígido mundo entremetido,
encima de un frío plomo cautivo.
296. El valor no es el resultado. El valor es la esencia circular, devanado en el concepto, que nunca la encuentras.
Aunque penetres inciertamente, hasta el fondo de cualquiera de las cosas. Pero, si la conceptúas en tu rebanada
razón, como una línea bien buscada. Poco a poco se amplía tal como crezca el sol, cuando recién comienza el día.
Desde arriba casi pasando, mojaré tu costado, cobijaré tu anhelo en soplo lento de alado, brillaré de pluma pintada
al extenso llanto, como un inmenso pasado orillado de todo encanto. Sin pánico desde el fondo, se escapa ligeramente
la audacia al calor del sol. Apresuradamente me respondió mi propia voz, como un reflejo de agua. Desde el mismo
silencio, se abren de secas flores, las tristezas íntimas del medio corazón.
297. Escondido en altura de latente condición, como algo significando la dimensión. Poco más o menos, siempre la luz
recorre, por los recónditos intersticios de aquellos tiempos, que lentamente mueren en el olvido. Como blancas aves
perdidas, en el reverso del espacio, de un derribado contratiempo. También el pasado es la vida, enquistado en el
mismo centro de nuestro corazón, como un trozo de camino de ida, directo hasta el fondo de un abultado razonamiento.
Que no deshoja gladiolos, ni en torrentes de vida salte, aunque el camino se aleje, en ángulos oscuros, entre las
lomas perdidas de invierno, sobre los decorados vidrios del viento. Violentamente se atrevía a cruzar el tiempo, los
lados anudados de granito, hacia abajo se quedaba olvidada del destino.
298. Los abiertos pensamientos, reciben al sol y dibujan su sombra en el recuerdo. Para abordar la claridad que con
esfuerzo, se pretende retener junto al jardín perfecto. Cuando en los caminos ya no se sentía el frio, menos se veía
luz alguna, tan sólo el que en triangular salía de la puerta. Besando la oscurecida lágrima, se tropezaba la
tormenta. Al reverso del ojo de la gente, siempre soplaba un desacierto. Entremezcladas en orbicular tono, de
felicidad del momento, conjuntamente con rodetes misteriosos, se escogía de hierba natural. Partían de canto a
canto, el diseño del latente corazón. Cuánto quisiera ser, como la vida pintada, que no tiene tarde, siempre será
mañana, siempre será esperanza estampada.
299. La voluntad, es amplia y redondeada de sentido, libre y aislada de toda noción sistemática. Consecuentemente
arrinconada, en paralelo a la definición deseada, como quién llena de felicidad, el espacio circular desocupado, con
la idea cúbica que concibe el entendimiento. Con la faz dibujada en un ideal florilegio literario, camina
descansando en su olvidado repertorio. Cuando llega al final del sitio y pierde de vista, lo parcialmente antes
mirado, tendrá que venir luego, en orden poliédrico progresivo, arribándose a la cercanía cónica, del accidentado
paraje a que aspira. Como una caricia fría, de la soledad se envuelve sola en el día. Diseñada siempre, con profunda
fuerza cilindrada, de la esperada voluntad contraria, gira el expresado pensamiento.
300. Cuando el anhelo es alto, no insiste la noche, menos la tierra. Todo es arriba, parado en alguna parte del
puntal del alba. Cuánto ansío tener lo que el alba no tiene. Cuánto quisiera llegar al pináculo de la aurora y
apuntalar la mañana con una mínima parte del alma. Este juego de formas, hace que la expresión del concepto natural,
pueda alcanzar la punta ascendida en ladera. Cómo quisiera coger, todo en un puñado de corazón y comprimir la
existencia, en un adelgazado hilo del destino. Lustrando el alma empañada, como una breve oración de lenguaje. El
sentido de éste desorientado camino, es el vago valor del desconocimiento, que se da a su naturaleza cóncava,
desfilada irregularmente por la falda opuesta al pálido sol.
COLOR CRISTAL CERCANA
APROXIMADA A LA NADA.
301. La lejanía también sufre, de esta cercanía de magnolias florecidas. Constantemente los efluvios emitidos,
ensanchaban el voluminoso concéntrico, que trataba de interceder a un costado, del día siguiente de esta soledad. El
mediodía que se va, era como un asunto concluido de corazón. Todo van de cuesta al sol, por un mismo camino,
enarcando sus ramas floridas de corazón. Sin saborear el distante, sabor de la huida de espaldas. Es como el día,
siempre busca el amanecer, pintada de rosa. Corriendo ha playa húmeda se va, abriendo un angosto callado silencio,
en traslúcida lágrima de alba se despide. Entre tanto, el rocío se disuelve de aurora, como un cielo rayado cruza la
estela.
302. La idea se abisma, fuera de la esperanza. Escucho al llanto su clamor de mano, se entreabre el movimiento en el
tiempo. El silencio huye a un lugar de la sombra, para caerse hacía atrás, retrocedida ante el tiempo. Como una luz
girada en redondel, haciendo su contenido superficial en media redonda de cuadra. En donde se deleitan las rosas y
las sombras junto a los mismos nardos. Con penumbra desencajada del todo, a una prudencial distancia espera, la
salida de una parte aumentada de la luna. En la nunca encrespada luz blanca, recogida de la superficie del agua.
Dispuesta a despuntar, apenas el color de la noche, que va como un grito de punta progresiva, hacia la profundidad
de la distancia.
303. Ya se desparramó la aurora abanicada, sobre la mitad de la dormida naturaleza. Casi en ansias profundas, de
pasiones vivas en punta aplanada, meditando tierra adentro, ha rebalsado la salida del sol. A medio ángulo del ojo
terrenal, temeroso a media puntilla de su débil calor anaranjado, saltan a lejos lo que llevan las brisas. Sorteando
todas las adversidades, del distanciado espigón, se cierra con amor cercano el hermético corazón. Los abrazos en
saliente, se abren de par en par, en agrandada circunferencia, esparciendo ampliamente su generosidad, en mayúsculo
gesto de fuera, hacía el promontorio del campo abierto de intenciones. Todo será siempre nuevo. Todos que pasan
siempre vienen. Todo que viene, siempre es nuevo, porque no pasa ni viene.
304. Todos los ríos tienen sus causes, como los hombres una madre. Ambos son llevados con amor incomparable, por un
mismo camino trazado, llegando algún día a un mismo lugar, que de ninguna manera es el final, sino al contrario es
el comienzo del caminar. Al inicio de todo viene la aurora, después sonríe la claridad que no se encuentra. La luz
completamente se extingue, casi bruscamente la tarde cae de pronto, volviéndose sus terminales a los comienzos de la
noche. Al regresar le vio la tarde pálida, el alma de inmediato quería dejar desparramada su crisálida ilusión.
Luego sale del oriente la luna, más allá hacia el fondo las estrellas, se inmovilizan a un mismo tiempo, bañando el
mundo circundante con la derramada luz plateada del corazón.
305. El día me oprime el alma, pero no como algo natural cerca a mi, sino como una esperanza fuera de sí, abierta de
hojas al futuro venidero. Como una rosada luz, ampliamente acampanada, hacía el poniente con su doblez. Abriendo su
penetrante profundidad, como un anhelo de sed, al final del último camino, llevado largamente hasta el velo. Entre
el deseo y la satisfacción, existe un incomprendido abismo, socavado en sórdido paralelo. Ese ruido de oleaje
terminante, hace que se aparezca azotada la roca del cielo. El hundimiento excavado, por la oquedad subterránea, en
la ladera ensombrecida de la ensenada, más estrecha se encuentra, por debajo de la esfera mal dispuesta, a la
saturación adversa de la buscada felicidad.
306. El espíritu, es como un poco de luz, que se infiltra por la cerrada hendidura, de la apariencia abstracta e
irreal de la vida. Soplado invisiblemente por el aire corporal se aleja, y se eleva al cielo ensordecido de la
coexistencia, sin dejar que se aleje de la insustantividad objetiva de la realidad. Como la sombra cónica,
antagónica descendida, de la cuestionada luna menguante, que no llega aún, a la orilla del ensueño entarimado.
Tampoco sale de su ocultación, transitoria parcial de oscuridad disminuida, aunque se pinte de extracto blanco,
imaginado en la lejanía. Siempre tétrica solitaria, se quedará al margen de la ausencia, escondida completamente
apaciguada, por algo que no es verdaderamente natural.
307. La claridad no es claridad. Todo es falsedad. El espacio está retorcido, conforme lo deseamos orientar. El
universo no es una bola sin salida, ni una campana sin sonido. Todo es una realidad ficticia de esfera, que
sosegadamente se adentra, en el inmenso asilo de la razón. No basta que tu fe, atraiga las montañas en global, sino
como debes disponerlos, para hacerlos útiles de la vida. ¿ Existirá alguien que hace tanta belleza del balón ?. Toda
la farsa fealdad, la endereza la real mentira. La desproporción embolada, la justifica el engaño. La torpedad
empelotada, significa la esferoidal, de encerrada verdad. No hay nada fijo. Todo mueve a la inversa, no sabemos
quienes son los más, ni quienes son los menos. Todo vale en criterio, de polícroma semejanza. Como reflejos, de
diáfanas aguas, que relumbran la tarde y reverberan los lejanos mares.
308. Cuando el amor se despeja de las nubes, siempre se deja proyectar de luz violeta, su amplísima sonrisa. Se
trata de encontrar, en aquel hábil juego de ángulos, de curvas y de perspectivas fraccionadas, en donde no
alcanzamos a ver el reverso esférico, como para hacer andar la tierra, a pie suelta de acabada figura. Y poder ver
en unidad entera, según varíe nuestro punto de vista, hasta mediar con el perfil circular del cielo sordo. Para
mirar desde lo alto, todo lo que por debajo se queda. Como una palabra estaña, la idea se desgaja y rampa. El
grisáceo aire, hecho redondo perfecto, fungiéndose ser de estrellas, da media vuelta en redondel, a todas las
plantas de rosas. El pintado sol, se queda en paisaje campestre.
309. La sabiduría, no es globular, tampoco es plana ni orbicular. No tiene extremos, ni medios cuartos del lado
opuesto. Menos es oronda o espesa, es algo insustancial. Todo es incierta luz, con desigual sombra, con razonable
fidelidad de colores, es lo más excepcional de nuestra vida. Con criterio de semejanza, de estrellas dudosas
tridimensionales. Tan profundo y subjetivo, pero sin abismo propio, que en otro tiempo. En cada distancia, se hielan
las esperanzas, como un instante corto, resplandecido de fuerzas. Lancé el dardo que pinta, desgarrando las nubes
que se quema de sol. Verdes quejas de un cielo, sin pupilas se descuelga, semejando a un rastro, del que lejanamente
espera, cargado de tantas lejanas perlas de vuelta.
310.Voy a despuntar el día, antes que camine de vuelta. Sin dejar su salida, de labrada cuesta. Con la mira clavada,
en la distanciada puerta, mientras del cono solar, fijada en la lejanía, se abre en profundo suspiro, contrario al
color. Luego alejándose del día, en intensa emoción, frente al arte camina. La claridad está llegando, de un tono
áspero alejado, sin pies de oro ni plata. Súbitamente se ha retenido de rosa, vidriada más o menos a cierta
distancia. No tiene destino fijo, tampoco en donde debe caminar, era como un humo sutil de polvo dorado hacia arriba
del sueño. El agua en la fuente temporal, es un espejo casual, reverberando resbaladizo cristalino, en la lejanía
queda, con incierta mirada al cielo enmudecido.
Nº 32
AMARILLENTA NARANJA DE MAÑANA
EN BÚSQUEDA DE AMISTAD LEJANA.
311. Ya vendrá la rosa linda primavera, por donde sale la inalcanzable aurora. La pradera se cubrirá, de ese suave
esperado verdor de campo. Los árboles y los pájaros cantarán de colores, al ensordecimiento del cielo. Como una
imprecisa mirada acompañada de alba, se dispersarán en cónicos reflejos, sobre la alzada vidriosa tierra. Acortarán
las inmensas ensordecidas distancias, para ver correr mansamente, sus aguas cristalinos de sol, por el declive
lejano, de la concavidad cercana de la vida. En tanto el azul saliente, deslindando la corvadura del horizonte,
levemente rozarán el arqueado endurecimiento, del coloreado amanecer. Resumiéndose en la nada, la implicante
contradicción, de la realidad objetiva, con la sosegada cristalización de la inspiración.
312. Casi impalpable llega el alba, tras de una claridad insonora. Llevada a una velocidad instantánea y saboreando
su color alcalino, al ras del perfil de la hora. Sobre los frescos aires invisibles, del comienzo de la mañana. Que,
siempre se quedan sumergidos, entre las plantas de los jardines y encima de los pétalos de la flor. Refulgentes
rocíos temblorosos de emoción, caen pintados de sol, a los bordes húmedos de sombras. En buen sentido de la palabra,
los pasos lejanos que no avanzan, ni de cielo que retrocede, sobre la corola rajada cuesta. Un seco desván apiña
debajo del tejado, del más alto mediodía de encuentro de invierno, salta doblemente de vista en horas de la tarde,
como un sorprendido paisaje.
313. Los días viene ha ser, nuestra propia memoria. Luego se escurre, como una gota gruesa de lágrima redonda, por
la honda fisura de la tarde. Caída a tres cuartos por debajo, del ángulo occidental opuesto, como una oración
olvidada, en el camino del pasado. Pretendiendo crecer, como hierbas de tres dimensiones, en todas partes de la
vida. En húmedas anaranjadas de viento, se quiebran de invierno. Cubriéndose de olvidadizo, marrón oscuro destino.
La soledad no borra el recuerdo, que deja el negro sonido. Dobladas en un manojo de ramas, en cuyas hojas la lluvia
golpea, y de entre las sombras sale la noche, como una contraria alegría, en un puñado de trigo molido en el día,
como la flor tímidamente metida.
314. Todo sentimiento, de inspiración honda y profunda, siempre camina en líneas curvas, superpuestas al espacio.
Unas veces más cerca y otras más alejadas del sujeto, que las genera en el pentagrama. Sin solución de continuidad,
en un mismo sentido palpable, dando siempre la inevitable sensación de lleno. Semejante al rozamiento circular, que
deja una piedra en el aire, tirada a la profundidad de la fuente lluviosa, como quien pulsa una cuerda de gran
angular. Sugiriendo alguna analogía del lugar, en grandes pupilas de viejo mar, oleaje quebrado de agua cristalina,
copiadas de color retenida, en la cercanía del alma. En rizada cinta de coloreada bruma, con ansia de beso vuelvo a
la espuma, como un lamento de leve viento que se dobla de sombra.
315. Todos pensamos en plano discreto y a redondez de la satisfacción. Como un absoluto diorama, que difiere del
objeto hundido, en espiral su insostenible peso. Mostrando su doblez directo, al mismo centro de nuestro ser
receptor, hasta perderse en la iluminación, alternativamente distinta al observador, de la misma nada acumulada al
presente. Antes de salir el sol, previamente debe venir el alba, para que ambas echen andar a la mañana, a una
innegable velocidad indeliberada positiva. Semejante a la indiscutible idea, que instantáneamente brota de la
imaginación incubada, en donde termina la realidad plegada y comienza la ilusión de la verdadera abstracta
existencia.
316. La situación embarazosa, del tiempo repetido, muestra su profundo redoble descontento, a la verídica vista
descubierta al cielo. Mientras la mañana, doblada por entero, se encuentra ciertamente escandalizada de su gente. Y
por arriba de los campos, moralmente se halla abrumada, derribada a un lado de la tierra. Observando cuando se
perdía, tras de las ramas doradas. Herida habría rozado la revelación, de la propia mentira, en medio de lo
desdoblado en uno. La incertidumbre abstractamente recostada, está realmente distorsionando, pero no menos
desafortunada, en la nubosa violencia de sus colores de mañana. Sobre una fístula confusa abierta, en los hombros
incomprensibles del pesado, falso absoluto de la sinceridad.
317. Todas las ideas, tienen su camino determinado, en dirección horizontal, hacía ambos extremos en un mismo
sentido. Nos da una noción, del exterior del todo lleno, de lo absolutamente suntuoso, no le escapa nada de lo único
cierto. Acariciar la oscura gota, de un triste exprimido latido, es sólo extraer de la nada un suspiro. Bajo el
preciso tirante color abrazador del oblícuo sol de la mañana. Se entorpece el aire, en la profundidad del abismo.
Bajo el puente un silencio, respira nada menos que oscuridad. Haciéndose más pesado, que del día anterior. Realmente
hablando, lo importante es el camino trazado y la jornada realizada, para ser doblemente observada, desde lo más
alejado posible de la imaginación cultural.
318. Cuando nace la aurora, siempre viene andando, con los ideales pies sobre la tierra. Se agrandan sus ficticios
pasos, hasta convertirse en mañana. Para luego refundirse, en la azulada preñez del día. Con voz entremetida, oscura
y espesa, como la no circulada sangre, mecida en aire frío. Ceñida al viento, que se sujeta en la distancia, como un
arrancado horizonte que se pierde junto al río. La esperanza, tiene la puerta abierta hacía arriba, pero de ojos
cerrados a la noche. La tarde tiene una quebrada hendidura, que pesa a fondo bastante angustia. De forma atractiva a
su simple modo, una luz aparece debajo de la sombra. Sobre un extremo del hundimiento, cansado a cuestas del día se
queda pronto, la fantástica ilusión del susto.
319. En una mañana delgada y madura, parecía disolverse en luces opalinas. En la indeterminada esfera, cubre de
ansias infinitas, el suspenso abstraído. Frente al inmaterial abismo, el indefinido abstracto, yergue al inmenso su
teñida cima. El polvo más oscuro de la vida, avivaba los sentimientos de lejana tierra, en donde lo absoluto rebasa
el oro ideal de la mañana. Llenando de orilla a orilla, el hoyo limitado del día. Para arder insustancialmente, en
la luz amarillenta de toda una tarde, que definida se entierra. En una franja limpia, moteada de nubes pintadas. Lo
que hace falta a mis estrofas, en la escala de forma de la idea, en transparente figura dormida, como templada
cuerda que siempre vibra.
320. Con la mirada afilada, hacia el cielo, buscaban los rastros imprecisos, de las disociadas estrellas, perdidas
en el silencio. Un aire fresco asomaba, de otro extremo de la tierra y pretendía distraer, a esta genérica mitad
escondida, en un complejo sonido penetrante, como el frío inconcreto, de un crudo sustraído invierno. Al humedecerse
la tierra resquebrajada, con el agua descansada, mirando las separadas grietas, profundizadas en el alma. El sol
descendía, hacia las perfiladas cumbres, de rocas desnudadas, orientándose hacia unas cuestas oscuras y sombreadas,
de un tono de cajón plateado a la distancia. Entre tanto, los bosques del valle con el viento, limpiaban el espejo
del triplicado tiempo.
Nº 33
PÚRPURA ESPARCIDA
EN SURCO DE VIDA.
321. El concepto, se incrusta en el silencio, como un listón rosado redondeado de alba. La noción pura del espacio
cultural, sustrae el sosiego de la sombra. El sol de la mañana, reflejaba entre las nubes iluminadas, como rosales
híbridas circulantes del margen, todas las almas del mundo reunido, en un solemne día secular. Parecían que a sus
cabellos blancos, había caído todo el sol, de todo un día de oro tostado. Seguido de una leve penumbra, en forma de
polígono irregular del infinito acampanado. El sueño nos aleja, de lágrima suelta, como una rosa girando, en algo
vacío del tormento. Entre las nieblas de rayos, seremos de encanto, en el poniente ondea de río turbulento, todo
arena de luminosa ribera, perdida en la lejanía de la esfera.
322. Mirar de cerca o mirar de lejos, hacia un amanecer más o menos pesante, es como percibir una cantidad de plomo
no determinado, se deja sentir su pesadez en el clarear de la madrugada. En la molestia de su salida diaria, se
siente rodar la oscuridad por dentro del alma. En el fastidio de romper el día o en la insistencia de rayar la
aurora, en un cielo despejado de mar o de Los Andes. No todo lo que se ve, es cierto o es verdadero. Ay mucho de
fantasía, que alborea la esperanza de la vida. No todo es verdad, quién hace algo, hace crepuscular la realidad,
sobre el petardo del cansancio o la tozudez del sueño. La realidad observable es tediosa. La nada palpable, es todo
un amanecer inalcanzable.
323. El silencio, se está dilatando en mi yo. Se quiere abrir, como pétalos de rosas al aire azul, de unos lejísimos
vivir. Como un atardecer a la distancia, que por su propio peso, se hunde en el abismo cerrado. No tardará mucho que
este viaje, me cause insatisfacciones de anochecer. El buen corazón sumergido y llenado de poco placer, mirando a lo
angustioso se queda cuestionado. Al filo de lo doloroso, acomodado con naturalidad, hasta perderse en el pulgar.
Hacia las orillas de la amargura, tocando las heridas de la tristeza se abandona. No mientras reluciente vida, que
en buscada rama germina, ardiente estela fluye altiva, como cuarteadas realidades ennegrecidas se aspira, en una
dura palmada de larga llamada.
324. Con un bosquejo casi circular, introducido en la bruma de afuera. Abrazando de flor está la madrugada, inundado
de cristalino rocío en el olvido. Cuando uno se encuentra, en estado de toda la plenitud del sentido. El disgusto,
lo amargo, la pesadumbre se desploman y se pierden abatidos en su misma acidez. El mundo se deja deslizarse, cómodo
y plácidamente, por el camino de la satisfacción, palpando la dulzura de la alegría y fácilmente lo voluminoso
pierde peso y grosor. La desilusión sosegadamente, va descansando su molestia, limpiando su tristeza y desengaño,
por la profundidad de su herida, hasta perder y desaparecerse agriamente, junto al cause de lo contento.
325. Ya sea en verano o invierno, los días tienen una determinada expresión teñida extrañamente. Expresión semejante
e inconfundible, a una interrogación del tiempo devuelto, que al pasar sobre la perpendicular del mediodía, se parte
en dos la esperanza. Y lo cotidiano habitualmente va inclinarse, al empezar el decrecido atardecer. Que oliendo a
hierba soleada, la oblicuidad del sol, a ojos medios cerrados mira la tierra. Los campos perdidos en sus declives,
todo se pinta de frescura, bajo la sombra. La tarde se ladea, cuando no se le ha respondido a su interrogante, de
querer abrazar a la propia tarde comenzada. Todo queda, como una conclusión lógica, del que hacer del pensamiento.
Se generó como idea. Como tiempo controvertido, en forma de una inquietante pregunta, se queda escrita y
concluida.
326. Mi comprensión objetiva, asciende el sonido, como una prisma, por encima del azulado creciente del olvido. Las
rojas pinceladas de la aurora y el matizado amarillento que lo acompañaba, de pronto se vino por el suelo, como el
sol desparramado, en tantas esquirlas de cristal, por todo la redondez terrestre de pena y de angustia. Los días y
las noches de viento, se van tras por tras sucediéndose, como las tardes acabadas en el orbe y las mañanas
iniciadas, en la extensión de la eterna vida. Quisiera esa única promesa, donde la nube se pinta, sostenido en el
cielo. Donde se disuelve la aurora, mientras la playa seca, se retira en penúltima rueda, como un gran puñado de
trigo suelto en el agua.
327. Como una preocupación de salida, partida por la huella de la ida y vuelta, el cansancio retrasa la subida del
pensamiento. He mirado al día muchas veces, la primera por simple y habitual cariño, de un inquieto niño, las demás,
por insistencia de mi ser, ya sea de alegre o tal vez de angustiado, como algo indispensable, como parte de mi
felicidad interna, como el agua que riega los sedientos arenales olvidados o las plantas resecadas por el tiempo. A
veces resaltan tantas ideas escondidas, como algo lejos sin satisfacción, como los indefinidos secretos de la
naturaleza, que con desnudez oscura brilla, sobre una azulada piedra erguida, en forma dura hacia arriba en espiga,
contra los árboles descargado en verde canto rueda y gira.
328. Las vertientes de la razón, pronto se hacen cielo, como un tamaño de corazón, embutido del invierno. A veces el
mediodía, se asemeja mucho, a una media sonrisa triste, y en otras pasa viendo a su otro desvelo, en un fuerte
puñetazo, sobre el agua teñida. Desprovista de encantos, implorando al cielo un amor o un placer dibujado, de
reconocida satisfacción. Pintada en un sonoro beso familiar, que levanta el desabrigado corazón, para mirar
alrededor, como buscando a cualquier cosa perdida, con la claridad del sol de mediodía. En desdibujada forma lisa
crepuscular, fecha laminada de pura risa de mar, lúcida mirada de rosada espuma, como flores amarillas sembradas en
el fondo del agua.
329. Todo se suelta hacia arriba, entre las nubes de estirado vuelo, se dobla la esperanza esperada, casi rascando
el azul cristal se alcanza. Cuando se recorre, la verdosa mirada, los poblados perdidos en la sombra, las ciudades
de repente, se van quedando a distancia, se van abriendo hacía atrás, sin ser palpado siquiera con el alma. Se
esfuma la poca esperanza y el corazón, sangrando queda flotando a lo lejos, sobre los caminos recorridos y las horas
sudadas. Los días soñados, se apretujan arrugándose, dentro de sus vacíos maderos heridos, como una uva envejecida
de pena o como una pera madurada, en descompuesta tristeza, sin sabor de vida y sin calor de felicidad, dando
siempre la vuelta a la inversa.
330. En la lindera de la sombra, sembrada de inicio da la hora, como algo rodada, en el vacío dejada por la aurora.
Que tal contradicción, siempre he intentado amar al final de la tarde. He subido la agreste ladera y los he apretado
duro, duro contra mi pecho su dobladura. Las palabras se redujeron, a un mínimo murmullo. Los labios fuertemente
cerrados, impedían la salida del sentimiento. Las vistas de luceros enterrados, se ahogaban en su propio mar
entristecidos. La naturaleza, por sus estrías de arriba abajo, sangraba desconsolada. El sol se encogía afligido,
dentro de su tersura rayada. El viento fuerte y abatido, se daba contra el quejido, para que el deseo se abra en
contenido, era necesario cerrarse la puerta del destino.
Nº 34
PUERTA ENTREABIERTA
A LA ILUSIÓN PROYECTADA.
331. Una mañana sostenida de encanto, como una flor extraña, se estampa en el cielo, dejando verse desde la montaña,
el más allá de lo claro. Me he profundizado tanto. Lo primero que se observa, es la llegada del remordimiento. El
trasponer desvelo, de lo sobresaltado en el olvido. La finalización de siempre, acaba viniendo la remembranza, como
un camino olvidado de la vida. De pronto saltando, aparece algo menos que nada, rechazando las proximidades de la
muerte, enquistada en el dorso del futuro camina. Luego, el único cultivado y quebrantado en el terreno, quedan los
altibajos, que andan tan alejados del tiempo y que son los vestigios, exactamente como lo he pensado.
332. Casi rozando remoje tu lado, cubriendo tu deseo de viento, abrillante de bruma el llanto, como un presente
lento. Tantas veces, nos hemos tirado al agua, pero no hemos logrado encontrar, el camino de su verdadera claridad
cristalizada. El reflejo de luna, se ha interpuesto entre la tierra y el cielo. No es fácil entender, la filosofía
del agua. Tampoco la refulgencia de la vida. Flamear el resplandor encaminado, por los causes del conocimiento, es
saltar al abismo sin esperar algún vuelto. Anochece de carbón, imitando una larga subida, de encarnado entusiasmo
pesado gira. Un peñasco de azul plateado, que de tamaño silba, como una rosada pasión, que escapa a la puerta, que
violentamente cierra al entrañable retiro del pasado.
333. Eres aurora que huyes de brisa, eres mañana que pintas de miel, como viento que hace la forma, en la lluvia que
escurres de hoja. Como los hombres. Todos nos retrasamos. A pie descalzo andamos y todos escalamos, con diferencias
de horas y caminos, algunos en el día, otros en la noche, con mayor o menor suerte y en razón directa e inmediata de
la distancia. Como una piedra lanzada al aire para arriba, esperando ser devuelta decepcionada. Por la mitad del
mundo, como una media naranja, avanzada en el surco de adelante hacia atrás, ya escrita en las horas, la llegada del
final del entendimiento. Pero no así, el sembrado del tiempo, sólo es eterno en la existencia del corazón y del
pensamiento.
334. Después de la risueña esfera, el borde teñida se espesa, como una fría sonrisa, recogida de la brisa, que
cruzando el día se retira. No es felicidad de color entero, lo que a uno le agrade disuelto, la felicidad lo
encontramos tan fresco, en todo lo que uno puede alcanzar del cerco y éste es, la puerta de entrada, del encanto que
se espiga. La tierra siempre se abre, como un beso al aire y tiembla al golpe de puño, que reprende a la corteza.
Entre tanto, la caricia esquivada llega, al fondo de paso por el alma. Con toda la furia de un salto, rellena el
corazón y respira la vida, desfogándose hacía arriba del espacio, por encima de la atractiva esfera abierta, como
una violeta prendida de la estrella, para luego desprenderse menos violenta.
335. En el corazón, cabe toda la noche, de un largo viaje, más allá de lo oscuro, si nos volveremos a encontrar,
después de la muerte fatal. La lluvia dispersada por todas partes, sin poder previamente amanecer, correrán por los
ríos, por los caminos, sobre los campos, sin cristalizar su filtración de placer. No puede justificar su existencia,
porque no permanece objetivamente sobre la tierra. Por las obras dibujadas, por los acuartelados techados, por los
resquicios contrapuestos, a la ración filtrada de las aguas, se van convenciendo de su fugacidad destino, como parte
del objeto, que la perspectiva del suceso, nos impide contemplar, de sus influencias desmedidas, que se extienden al
final de su cantidad.
336. Cuando andaba por fuera, tocado por el viento del río, friolentamente se desplazaba el eterno estío, firme,
serio y ajustado a la ribera, durante toda la noche, como pétalos de rosa. Abriendo su corazón y sembrando escasos
anhelos de vida, no había un sonreír juguetona, menos divanes circulares con rosa y oro, después del trigal en
rastrojo. Todo brotaba a media noche, en medio del ausente necesario del mundo, bajo ese hondo oscuro firmamento.
Pongámonos entonces en camino, hasta alcanzar la oquedad del nido. El reflejo del sol, entre el viento de primavera,
anegando el cielo endurecido distantemente brilla, repartiendo otoños en esta áspera tierra, como un sosegado pétalo
de azul rosado se asoma.
337. Bajo este inmenso cielo, en donde el infinito se hace espejo, en donde los vibrantes rayos laceran las escasa
sombras, que derramaba sobre el alma. Si la belleza, es un valor de felicidad, entones quisiera rebuscar, entre las
palabras más lindas de contento, para describirte pueblo andino, que iniciaste mi destino cultural. Cada vez te
despides, del desencanto pasado, como un efecto alumbrado, por la claridad crepuscular de la mañana, quedas siempre
en los salientes promontorios de la mente. No dejas rastro seco en el tiempo. Siempre hay momentos de llorar, en una
frase completa de la vida. En donde cayó la entristecida tarde, y en donde no tardará también, de llegar el rojo
crepuscular del anochecer.
338. La brisa de la noche, pintaba de perfumada cabellera, la refrescante atmósfera cálida. De blanco mate, se puso las horas y a todo el valle la luz la baña y dora. Salto reseco del centro de la variedad, el envolvente viento atormentado. De rigurosa diversidad de colores, al aire libre del encuentro posa, siempre por el mismo camino cruza, los que conducen al lugar de las rocas. El deseado límite alcanzado, al objetivo aspirado va llegando, el revés de todo el pasado. Los momentos de la vida, son todos necesarios, nunca llegan retrasados, como el dinero que siempre está antes que al producirse la herida. Son oportunos, como la amistad, que nunca llegan a destiempo. El perfume de violeta sombra, susurra en espiral aurora, como serenas hoja alargada se eleva, en quietas cóncavas ondas penetra, mezclándose levemente se queda.
339. Estos reposados versos están atiborrados, con la única savia que produce la tierra. Las frías voces de sus paisajes, están indolentemente borrados a la distancia. Como si de uno a uno quietamente se cogieran las flores. La inquieta juventud no garantiza la felicidad. El alma humana es la fuente más pura de la vida. Debemos aprender existir en la vida. Equilibrar los colores y aceptar las cosas, como exaltadamente nos rodean. Éste agrio convexo de ver y conceptuar, es el que traza el áspero plano sobre los demás, según al grado de apasionada aceptación. Entonces rápida pasarán, por la ardiente entera memoria, en un incesable rama de lirio cogido. Una dulce activa espada, morada de inquieta alegría, en calmadas hojas humedecidas, casi frías del inalterable estío, como una manzana pintada del día, se irá imaginada al río.
340. Un adiós se ha estrechado en mi garganta. Mi alma está lleno de aurora. En una honda copa vacía, se colma el
olvido. Más retirado del lugar, languidece una flor. La primavera retira su beso de rosa. Columbrando en la idea, de
una lluvia de pequeños fragmentos de cristales, que se van por los aires arrimando, fuera del espacio desocupado.
Dejando libre el respiro de una luna llena, espaciosa y hueca, dejando manar la poca claridad del otro día. Clavados
como faros, atravesaba la pared. El pasado, y el pasado mañana no existen, solo se conceptúan y se refieren en la
mente de cada uno. Como un paladar que saborea, y una garganta que lo encamina, a los vestigios de una ejecutada
noche de plenilunio, muy retirado de la propia vida.
Nº 35
ROSÁCEAS DE COPA ABIERTA
ENCANTO EN FLOR BLANCA.
341. Bajo este sesgado celeste, del ahondado firmamento. La cuesta empezó a subir, las nubes se agrandaban, a medida que más se acercaban. El sol ya se había puesto a cierta distancia. Sobre el primer camino, descansaron los caminantes. La luz trepó por encima, de una gran cumbre y dejó vagar levemente la vista, por el verde campo de abajo, que se quedaba ensombrecida. Parecía el sol doblarse por debajo, de la oblícua sombra del peñasco, revuelto de falda como verso de mayo. Las ciudades son vivas, cuando mantienen su verdor, su florecimiento anidado de flor. Regados por la felicidad eterna, del quién los mira, como una reabierta mañana, con voz gratamente cantada y de pie esbelto a la salida parada.
342. La finura del alba, con su roce de blanco, de un rumor de aleteo, junto a la claridad se reclina. Me levanté de
madrugada, abrí todas las puertas del mundo. La aurora apenas comenzaba en la distancia, a pintar el cielo de un
anaranjado agradable. El frescor doblemente se retiraba, hacia los flancos de afuera, las olas desparramadas en sus
mismas aguas. Animando a los seres profundamente dormidos, en las piedras calizas del entendimiento. Al límite de la
danza buscada, cuando entona la tan entendida figura, por arriba del bosque de sol quemada. El pueblo se abría al
tiempo, cual una boca ancha perfumada, de labios rojos de mujer, todos los alientos de rosa y oro, se esfumaba como
un beso de amanecer.
343. Recurriendo a ese estado natural, sumados al reflejo rosado del mismo lugar, se disuelve la tintura plateada
del cielo, sobre la cumbres azules a distancia. Cuantas veces, he visto a los días enteros, disolverse en una línea
desesperada. Alejadamente bien separado, del concepto pensado, es necesario ordenar la palabra no escrita, como una
rosa bien abierta. Diluido en su propio mundo. Al margen de las interpretaciones numéricas. Se desbaratan sus
perpendiculares, como si fuera una persistente lluvia, durante el ramaje del día. En algunas parecían soltarse,
hacía el centro de la noche. En otras se pulían el espacio, quedando ya sea muy cerca o intermedia de lo limado.
Siempre se encontraban, retiradas a la distancia, como las nubes en su inevitable retirada.
344. El entendimiento en un mismo sentido, en un delgado hilo de blanco algodón, se extiende hacia el infinito, del
rápido entre sacado corazón. Si no fuera la lejanía, no se podrían observar, los recodos de la tierra, ni menos
gozar, del placer crepuscular de la mañana. Cuanto más a la distancia, mejor es la hermosura bosquejada a nuestro
alcance. Como un sueño despierto, sin tormento halagüeño. Como un descanso agitado, a la redonda del mismo nido.
Muchas veces el dolor humano, es sepultura de sus propios restos, el sufrimiento es semejante a la profundidad del
alma. El mundo sangra de tarde, la luna se cuaja de paisaje, mientras surca libremente, como olvidado de lo triste.
Bulto de rosaleda, entre la tarde seca, de quietos aires se cuelga, como un beso de agua fresca,
345. Esa precipitada subida del firmamento, es como el comienzo inverso de la tarde, contrapuesto al cielo revuelto.
Mayor énfasis se puso, en los surcos que siempre sobresalen, a nuestras vistas y suelen sosegadamente escapar, a los
pasos de los años prendidos, de nuestras ficciones de mar. Por donde la lluvia, con voz clara es menos humana, pero
fértil y compasiva, frente a los caminos de la vida. Que ásperas trayectorias, descampadas a la casualidad del
sueño. Todos han transitado abiertos, a estas alturas de la vida. Unos soñando, otros desvelados, por la idoneidad y
la suficiencia de saciar la sed, en muchas formas del día. En cuanto la luna, se arregle bajo el sol, surgirá una
coloreada decisión, equidistante a la sombra del fogón.
346. El día, es un algo pintado, derramado sobre el paisaje, refrescado por el viento. Cuando se calla el día, casi
al final de la tarde, siempre hace un gesto de tiempo, como de despedida. Iban por el mismo camino, en buen sentido,
rozando inicios del destino. Los árboles se dan vuelta, dentro de sus hojas, imitando a una rosa blanca. Todo se
afloja hacia arriba, entre las flores del vuelo, se dobla la memoria opaca, por poco rascando el impuro suelo. Los
pájaros vuelan, medio dormitado. El aire se vuelve cenizo, áspero y campestre, luego se destruye por completo. La
tierra succionando sus raíces, bebe sus aguas. El sabor salvaje, se aparta de costado y deja la voz del hombre, que
cuide de su alegría, a manera de leve caricia, se va alejando y la vida, se va inclinando al término de la tarde.
347. Corazón que se abre, a la fragancia de la vida, el alba se pregunta, si el cielo se pinta. Cuando aparece los
inicios del día, vestida de blusa aurora y de falda color tierra, entonces, ésta mitad del mundo despierta al borde
arrinconada. El nuevo día de cielo despejado, se asemeja a un sonoro beso de buenos días, de un aspecto lavado. La
naturaleza entera, con mucha naturalidad las recibe, en ese lado admirable del mundo, que se va tolerante callado.
Sin duda alguna, no es necesario pensar más, en la voluntad que la vida nos da. Cual un golpe de sombrero de paja,
se percibe a lo lejos, coloreada resistida por la sombra, en lo imposible del deseo. Como un abrigado sonido, renace
de brisa el suspiro, huyendo de generoso el aliento, busca la hoja del tilo.
348. El mundo esta al revés. Busco la parte opuesta de la misma. Rastreo la espalda del mundo y me encuentro otra
vez, con la oscuridad rebuscada de la noche. De la noche a la mañana he conceptuado la dobladura contraria. No habrá
un final, sin antes no haber llegado a encontrar el principio. En este mundo de búsquedas, no seremos libres sin
dudas, mientras no hayamos alcanzado la eternidad buscada. Nada ha escrito Dios, todo se ha escrito por Dios, en la
misma nada de Dios. En la brisa de color errante, la musicalidad se deslíe de tarde. La muerte no es el reverso de
la vida, tampoco es su final, la vida es parte de la muerte y la muerte no es más que la rescatada identidad, éste
fragmento de la investigada eternidad, es el vacío de las tres dimensiones de afuera.
349. La duda es como el agua, tan pronto es cielo como es tierra, siempre es un número par. No existe día
inesperado, todo tiempo es igual. Todo viene por un mismo camino. El día menos esperado está en tu mente. En la
penumbra, nadie la determina. Todo gira sobre un solo eje, con olor de tiempo pasado. La sucesión de las horas, el
transcurrir del tiempo, tienen un sabor campestre de universo. Las acciones que satisfacen el alma, la calificamos
de buen corazón, en realidad todo lo que existe, son propios del campo, útiles y bellos del mundo. El mar como un
amor de niebla, tan pronto es tirada de nublada flor, en un sumado número de oprimido color, se dibuja el sueño en
el interior del corazón.
350. De una débil tintura, se decora el cielo, de forma irregular se bosqueja el horizonte. El alba de luz tenue,
entre la misma nada y el sueño, allá en donde libremente se respira, a profundidad del comienzo. Cuando de lo hondo
ascendía, la complicada y fugaz mañana del tiempo. Al pasar por la corteza orbital de la vida, las cosas recobraron
su existencia, donde terminan las fronteras. Justificaron su objetivo, construyendo los causes de la nada.
Comenzaron a rodar todos los mundos, en un solo lugar del vacío. Llegando demasiado tarde, a donde empieza el
silencio. De alejadas caricias, que de rosada luz plena, se esparcen las horas, por todos los ámbitos nombrados de
la tierra, como soltados en abanico desde el sol.
Nº 36
DEL CEREZO LA PUREZA
UNA DULCE CEREZA ROSA.
351. La oscuridad deshecha, ensombrece la noche despintada, alcanzando la frontera de la sombra trazada. La destrucción de los campos, entre los umbríos follajes se hunden. La desolación de la vida, en donde se borran los caminos. Desintegrada los seres entre el viento, por todas partes del alejado desconocimiento. Desvencijado los corazones avanzan sin destino. Desmoronada la esperanza en la sombra se disuelve. Todo como una zanja abierta, en la frontera se condensa. Flota en aire de sueño, ahora desesperado en la profundidad de la noche. En los senos tibios de los vientos, la polvareda sin sabor de campo, arrastra su amargura oscura del sueño. Hasta después de clarear el día, en vuestro deseo ajado, que luego asciende perdiendo altura, calle arriba, hasta tratar de alcanzar, los bordes del azul cielo.
352. La reverencia del día, era todo en silencio, la superficie del pensamiento era de piedra, los cerros se perdían
enflaquecidos y fuertes, el desierto de su playa cercano, en el que no asomaba una gaviota o un pescador, parecía
una isla venida de lejos, para detener las aguas o al menos ordenarlas en forma plana. No llegaremos a suspender el
mar. No existirá un fin del mundo soñado. No habrá una carrera desesperada, hacía donde nunca vendrá. A donde no
hemos venido a sostener el mediodía. Nosotros ya existíamos como complemento de este todo, de esta misma sedienta
realidad. Los de aquí y los de allá, abordan el mismo camino, mantienen la subsistencia del ser y no ser de toda una
vida. La vida, es una permanente puerta abierta de clara sombra, cuando pasas mirando a su otro desvelo, repasas el
camino tocando el cielo, como nota musical redonda sin consuelo.
353. El tiempo es irrecuperable. Todo está perdido dentro de esta dura realidad. Nada se retiene por un momento.
Todo está en constante movimiento de agua. Al mismo tiempo, es el reverso de lo posible y el anverso de lo absurdo.
Nunca se podrá retener algo del tiempo, ni deslindar el comienzo del silencio. La paciencia es el espacio
engendrado, en el fondo de vuestra idea. Su realización dependerá de la posesión de la forma, en que localicemos
nuestros pensamientos. Todo es conceptual del momento cercano o alejado. En la menguada distancia que jamás se
alcanza, se extendía una regular ventana, que verticalmente daba a las ramas de un manzano, del empobrecido huerto
de riego.
354. Nos enseñaron palabra exacta de la verdad, labrada por la sombra de la duda. Una equívoca barbaridad de la
realidad, que empieza donde comienza el alba. La matemática en sí, no es más que ciencia pura de la verdad.
Descubierto a un tamaño subjetivo numeral, que golpea la duda de altura. La máxima expresión de la realidad, puebla
el mundo de verdad. Pero resulta, el sistema numérico de la exactitud, no existe en ninguna parte concreta de la
realidad. La naturalidad marítima de los números no existen, sus valores atribuidos es una falsedad del mundo, fuera
de su vacío natural. Siempre se ha tratado de subir, el mismo camino del sentido, toda la estrecha vida.
355. La objetividad, no es cierta de conciencia. Es un símbolo de nadie, que alguien del cero, se le ocurrió por asomo, asignarle un valor subjetivo de vacío, que a la larga contabilice, la nulidad de las cosas. No tiene ni sombra, una presencia concreta, ni jota de un lugar absoluto determinado. No suman, ni restan o multiplican, lo que posiblemente creemos en la nada. La irrealidad se mantiene igual ausente. Todo es confiable a nuestra fé, en redondo y a la de los que nos rodean en bastante. En sombra fina, de cuestión rosada. Después de la sonrisa, la orilla se retira, como una fría presencia de la brisa. En una inocente cruzada del día, formada de imperiosa espiga, siempre gira entresacada de la vida.
356. La avivada memoria es alta, lo máximo de la sombra esbelta, es como una pirámide, de ideas sobre puestas, en el
denuedo de la gente. La rememoración concentrada no se queda, ni encima ni por debajo de la acentuación. Todo está
empinado, como los árboles cercanos. La nieve violeta caía encima, cada vez más espesa de lo natural. Nada se dejará
de moverse, como el agua fría. En armonía a nuestros ánimos convenidos, próximos o lejos. En caso de quedarse
retrasado, a orillas de los caminos, antes de ser ensombrecidos, por el semejante olvido, son llevados a
sobresaltos, por los recuerdos inmediatos. Las lomas iluminaban el aire, a su entera satisfacción, para convivir con
el cielo a la distancia.
357. De pronto de rojo oscuro dintel, todo cielo y verdor se apareció entre las puertas, como un buen trozo
perfilado de cosa fría. Como si alguien estirándose de lejos se mirara al agua y no encontrara su figura. Al cabo de
distanciados breves minutos, en lo más hondo del líquido cristal, quería y no quería dibujarse el alba. En el
dispersado movimiento, finalmente disuelto en la nada. Algo del contorno de su cara, como si estuviera frente a un
espejo, de hojas lila movido por el aire. Y que se encuentre estrujado, entre manos de una inmensa orilla fuerte y
sólida, conteniendo y represando, vastamente el curso de las aguas, con un gesto perdido, suspendido entre la sombra
y la escasa sonrisa.
358. Después de varias semanas, por encima reparo a lo lejos, todo estaba cubierto de lodo enrojecido. Un aire
ensuciado, del mismo color que tiene la tierra, cubrían de violeta extraña las cosas y cuanto había en el lugar.
Junto a esas cenizas vivas del juego vacío, despedían un aliento leñoso antiguo y un caliente apagado en dorado
limón, como un trozo deshecho de arcilla resecada por el tiempo. Más allá, alejado del viento, de rojo naranja
retrocedida, sobre la brasa de leña calcinada, se hundía en brusca sacudida la distancia. Y alboreando la desnudez,
en el agua plural de un largo río, en un mismo sentido contrario, a todo su esplendor, caía la pesada tarde, dejando
en retroceso, toda la luz espejada de claridad plena.
359. Todo trabajo, es como un sonido sordo, que no se consume ni se enfría. Como algo congelado, en un apagado
segundo indiferente. Arrancado de la piedra, escala en ladera, con paso lento, del hombro enfriado, perdido en luz
de vuelo, que gira del instante lógico. Nada quiere oírnos, fuera de su vacío. Todos pasan, por igual camino. En
fina perfilada, de ramas en caídas largas. Unos llevan a cuesta su tristeza, otros descuelgan su alegría. Todo
cercano a la sorpresa, en callado círculo de madera. No son extraños ni menos ajenos, al golpe de los bordes en la
fuente. Siempre una realidad cuajada en los sueños, ronda a tu alcance la fe. Nunca se aleja tranquilo, siempre
quiere dejar alguna revuelta duda, hecha en esta vida de un poco de cosa dura.
360. Después de un largo minuto literario. Todos los fragmentos del espacio se van acoplando, sueltos e inconexos de rojo cerezo, perfilado en sus esquinas. El cielo va quedando sujetado, como una carta leída a la distancia. El amplio vacío afirmado, medio abatido por el tiempo, se arruga de color rojizo apuntalado. Reservándose en sus extremos, las nubes cansadas del verano, esperando que una lengua del pasado, las borre de la nada. Llena de apoyadas palabras, se acurrucará el azul desteñido, en su silencio revuelo. Las horas aguantadas pasarán sobre ellas, sin dejar las mínimas huellas soportadas, pero desde arriba una cantidad de quejidos, caerán en las orillas soltadas en hilos.
Nº 37
LUMINOSAS OSCURIDADES OPUESTAS
DISUELTAS EN COLORES DE FORMAS.
361. Más acá del celo, es cuestión psicológica. Por dentro y por fuera, golpea la misma fuerza. Como un remolino de aroma inmóvil, de flores entreabiertas, parece el azul aplastarse, hacia adentro del firmamento. Es como amasar algo, junto al impulso intimo, en donde vibra el instante. Preparada para abultar la historia, que en siglos había cimentado sus hechos, del sin sabor de horas endurecidas. Es un fuego furioso, de espeso sueño negro, quemando papeles verdes, en púrpura húmeda y fresca del miedo desnudo, a perder algo del cariño o la posesión del celaje risueño. Como un pecho, que se alza desconocido y hondo, en un silencio desembocado. Fuerte lluvia arrastra entre sus aguas, los tiempos agolpados que ya no riega, sino daña y enloda la vida, que late entre la sombra.
362. Debajo de un ceniciento cielo canta el corazón. No muy feliz, para la situación infinita del momento. Resbalaba el agua desnuda, en gruesas gotas crecidas en silenciosas espigas, por las verdosas altas peñas, de la dolida rama en flor humedecida. Para luego dispersarse, bajo todas las hojas, desde la última, hasta la primera, que mojadas se mecían solitarias, en olas del tiempo. Abiertas al aire libre sobre la tierra y otras más altas del ensueño, eran también mecidas por los vientos. Más tarde se diluía, envuelto en su aroma de rojícimo oscuro en la lejanía. Por donde todos lloran, como un sobrepasado cercano funeral, que de un polvo negro, flota en el viento, del desorientado invierno.
363. La vida, es un círculo vacío, que avanza sin sonido. Igual para todos con sombra fría, sumergida en la misma
luz del mediodía. Depende del quién le toca vivir y se aleja de si mismo en abril. En algunos, caen de buen sabor y
en otros de amargo color. Todos tomamos el mismo camino y nos esperamos al encuentro de si mismo. A la misma hora
del día, como cielo caído al mismo vacío. Todos llegamos a la mirada final, como un soplo tremendamente frío de
lugar. Todos acumulamos, años más o años menos, como el trigal de repentino viento. Algunos gozados se devuelve, y
otros perdidos en su misma sombra, ya despintada de su nada. En el mismo camino, en una minúscula fórmula, se
introducen bajo el mismo cielo oscuro de toda una vida.
364. Muchas veces a los días lo encierro, en un silencio paréntesis derramado. En otras veces las ideas, los he encasillado entre mis manos. No sabiendo entenderlos, a la vuelta de la espiga, a pesar de tenerlas, tan cerca de pulida melodía. Al verlas venir siempre se ha quedado, a la mitad del pensamiento, esparcidas como pétalos de rosas por el suelo, y una voz humedecida llorando en el centro. Con el corazón desperdigada, por los corredores contiguos de tu casa, tratando de levantarse tu claridad de piedra a todas partes. Aún sin sol, pero ya, hacía afuera, lentamente necesaria, retroceder en la misma esfera. Revoleando las negras nubes, cargada de oscuridad en humo lento, como un áureo de tempestuosa lluvia.
365. El deseo, es como una simple caricia instantánea de luna, sordas se entrelazan, en las formas del alma. Frente
a vuestras vistas, de sostenido canto se estiran. Solo deja un rastro invisible, en la roca ocultada dormida. Como
el sol, profundizado en el cielo al mediodía, que apenas respira y saltando derrama su memoria, más profundo por el
llano. Inmediato a las ondulaciones generadas, por una piedra tirada al centro de la misma agua, y que va terminar,
en perfecto abanico disuelto al borde de la poza. Esa lenta subida al cielo, es como el comienzo de la mañana
pintada en rosado. Mientras sobresaltado desde el parque, las cucardas proyectan sus sombras indefinidas, con
vértices altas de cristalinas mañanas.
366. La tenebrosidad de la noche, en transparente silencio. Siempre va mordisqueando su dolor, los bosques lejanos
del color, en adelgazada esperanza. Y lamiendo las ramas, del fondo de la música cercanas. A paso lento, la
nubosidad imparable, va tendiendo su manto sombrío, encima de la borrada noche, hasta la quebrante profundidad del
mismo río. Para luego fragmentarse, atrás del conocimiento la memoria, en tantas sombras de una noche desierta, que
al final del pensamiento, se enmudece en dos mitades. Doloridas van lamentándose, hacía la lejanía, para derramarse,
como arroyos verticales, hasta llorar la espesura fría. En un idéntico azul de mar inclinada, con sonido de
huérfanos vocales, en distantes sueños de agonía, en su cubil triste dormía.
367. Desde arriba se ciega las conciencias, mientras desde abajo se apresura el silencio. El anochecer, se asemeja
al tiempo ahuecado, y en ceniza ennegrecida el entender. El principio de la nada en llamas se consumen, como trozos
de leñas secas en un abismo se resumen. La claridad un poco resplandeciente, a medias tintas dibujadas en oblicua
trayectoria de la lluvia, a la redonda esquina. Por su propio desvelado peso, se va cayendo ensombrecido y devorado
por el viento frío. Retrocede el tiempo ido al desvío y la noche de invierno riega el reverso umbrío. Acurrucada
como un niño, al peñasco la noche duerme, sobre la tierra firme y agotada. Su lobreguez oscurecida, queda a la
distancia oprimida, como un día demasiado seco y frío, en el ángulo apretujado de piedra.
368. La paradoja del sueño. El sueño registra, una aparente contradicción. Como los vientos calientes del verano,
que refresca mientras circula el canto. El sueño duerme, mientras camina y piensa, mientras duerme, sin poder
coincidir en sus encuentros. El viento frío del invierno, abriga mientras no circula. Ambos son los mismos, pero no
coincide sus efectos, como páramos solitarios sin salida. Usan discretos ríos de perlas, algunas plantas deshojadas,
nunca colgadas del agua. Siembra un aroma en un minuto y en un instante se hará el silencio. Dejando rodar lo nunca,
entre la ira del viento, donde el sol de anteayer en polvo, como un doble camino vacila, confundido en si mismo su
misma negativa, abrazada fuera de la noche se desfila.
369. Cuántas veces hemos visto a la noche frente al espejo, minuto a minuto llegar arrastrando su negruzca esfera.
Debilitado y rendido, rebordeado de sus últimos momentos luminosos decaídos, para seguir tiñéndose de oscuridad, su
frío metal de frontera a frontera. Por el mismo remordido camino, que el día las dejo ahondada lentamente, en la
conciencia del viento. Cantando a oscuras, es un silencio cerrado, todos emprenden el camino del poniente. Borrado
la noche del horizonte, como un dibujo al carboncillo. El día solo a la vista, es una pintura empolvada, bajo un
cielo de color gris plomizo, derramada en la hierba fresca, que no ha sido usada.
370. Como una ráfaga de confianza, según al movimiento del agua, se introduce al seno de la noche. El sin fondo de
abandono, sufría en silencio. La pradera tendida de alfombra, dejada por la tarde de color ciruelo. Los bosques
mecidos, por los vientos de la misma tarde. Los trigales oliendo a molidos de harinas tostada, se habían echado a
los caminos. Sus blancas partículas que acompañan, a vuestro gustativo paladar, se perfilan en la esquina. Un poco
de brisa, en una distancia de próxima esperanza. Como oblícuas lluvias finas, de una rama estacionada, levemente
aspiradas por la enorme, envolventes paraguas de la noche, hasta tibiarse tiernamente, en la ribera del alma.
Nº 38
SENDA LIS CULTIVADA
DE ESMERALDADA RAYA.
371. Naturalmente la tierra, se llena su dentro vacío, con sus pertenencias de lío. Todo tiene hacia dentro, nada
falta hacia afuera, en esa filosofía no hay olvido. Las sombras cubren el día acariciado, las acompañan a la noche
en ramas cruzadas, según las circunstancias y posiciones de vacío suspendido de la Tierra en el universo. El cielo
se abre siempre licuado, como una campana de cristal maltratada, con el primer toque de azul, que le da dulcemente
la mañana. Luego vienen otras hermosuras sin respuesta, de inmediato el despunte de la luz horizontal, por las
alturas se desgranan en sus hierbas duras de sombra. Todo es entretenimiento de cielo verde cernido, diseminado de
aroma es levantada a la redonda, con la dócil primera pincelada reluciente del alba.
372. Después de una vencida oscuridad, con párpados trasnochados viene la madrugada. Cada vez que va decreciendo su
forma, se cae despacio a las duras piedras, del recuerdo de afuera. Sin esfuerzo alguno, dan vueltas de esquina,
siempre con deseo de alma, que nadie le espera. El río del inmediato pasado en frío, desahogado muerto de alegre
estío, de felicidad sus rosales se cristalizan en rocío. Como un asunto ya resuelto, se entretejen hondos suspiros
de lo vivido, en canciones cristalinas del vuelo, llegan y recorren todas las distancias buscadas. Pintadas de una
sonrisa límpida e inapagable, de una ágil y obediente claridad, cayéndose de sueño disperso, en un incipiente
invierno, con nubes frígidas de eternidad.
373. Todo estaba de espaldas, junto a la oscura soledad. Esparcidos mis frases, como granos de trigo sobre la tierra
ajena, lloran y lloran su dolor de piedra, que el otro no lo recuerda. Se quejan del pesar de antes y del después.
Sus quejidos no son oídos, por nadie ni nada la consuela. A muchas leguas se encuentra la justicia congelada en
amarguras cotidianas. Los caminos satisfactorios no llegan, se desvían antes al olvido. Cada vez se alejan de los
pueblos compartidos, jamás devolverán su silencio, seguirán cargando su calvario. Qué lenta y alejada camina, la
justicia de larga despedida. Muy costosa resulta llegar, a la puerta de entrada, ¿ quién sabe, de qué duro gesto
abismal, con voz adversaria abierta, como suplicio nos espera ?.
374. Quisiera limpiar todo el cóncavo vidrioso cielo, con ayuda de la claridad de mi alma amanecida en tu pecho. De
pronto sobre el desierto de las horas, mi ansia se da contra el abismo sin retorno y todo se convierte en el más
trivial de la forma señalada. No importa el destrozo desganado, de mi deseo diminuto que muere. Pero, persistiré en
mi anhelo abandonado, como vientre delirante de viento, hasta que llegue la mañana, cubierta de miradas lejanas.
Responderé a su frecuentada llamada, en floresta de llanto. Caminaré entre sus extremos de memoria y quedaré por
momentos mirándola sin nombre. La admiraré entre ojos abiertos en silencio, con la conciencia tan íntima desgranada
y llenaré esa vacía promesa engendrada, con ardor y estima avidez multiplicada.
375. El tiempo es nuestro despojado metal más oculto y denso. Tanto más acá es la mañana de sueño, tan hacia abajo
es la tarde de angustiada curva sonrosada, como también la noche no tiene ninguna forma ni despierta del todo, se ha
terminado el cielo entre sus abismos. Como desayuno batido, almuerzo endurecido y comida huida que avanza, se
detiene al borde de un latido de cada día. Preferido que lo ideal se inicie pausadamente descendido, con miras hacía
la propia intención, que abierta nos espera. Cómo un vaciado cántaro profundo. La caída es un escalofrío, de la
grandeza del arte, que lentamente llena la mañana. Fresca alegría, delgada esperanza, se levanta hacía un lado y
apenas canta hacía arriba.
376. Acarició el tiempo, como pelo suelto de sueño buscado. La voy besando en razón giratoria, despacio y por partes
de espalda. El calor del día en oro suave derrama, se evade de mi alegría, al cogerle con revuelta fuerza. Como
párpados de ojos hundidos, que no quiere ver el fondo vacío del presente, cerrados tan fuerte y pesado, como portón
terrible de prisión. Privado de su reverso indecible, desertada en la desconocida nada. Suavemente de pronto me
deslizó, por su recto canal nocturno, como sino palpara el silencio, en angustiada de forma inclinada. Hacía
adelante busco el cielo, de espejos infinitamente humedecidos. Distraigo la mirada puesta en el alma, silenciosa de
verde agua bajo su contenido. La suavidad de mi palmada en azul pintada, busca la vida en esa cuesta que se curva
ennegrecida. De pronto se ha tropezado, con los contratiempos del canto, dormido en el desierto. Súbitamente
paralizó el tiempo, donde el mundo se contempla de mar y la vida se experimenta de campo.
377. En el estupor transitado de la noche, disminuida de conciencia. Las horas del día, se han fracturado en la
última parte de la agonía. Desgarrada de la palabra leída, en una sombra perdida que respira, llora a chorro salvaje
de agua clara, abierta al reflejo dorado de todo un día. Desde lejos se intenta, enmendar los caminos sombríos, a un
lado de las violetas fuentes, de florestas canciones cristalinas del viento. Las puertas se cierran a solas, otra
vez al recuerdo de una indescifrable esperanza, besada ya casi en frío a la revuelta. Tarde abierta hacia adentro,
de reposada sombra va quedando el camino, de un cielo visceral sin ningún ápice de rocío, el golpe de la lluvia
limpia los reflejos del pistilo.
378. Con la sombra batida de azul, en un tono disperso de color. La espontánea rapidez de su caminar, generaba un
silencio insólito, sin tomar aliento de la distancia. A todas las adversidades se le ha respondido a solas, con
fuerza y aspereza al comienzo del destino. Todos los campos de verde tendido, han ido quedando a la vera del camino.
Los enormes bosques movidos por los vientos, como alguien que de lejos la soplan. También van quedando de oscuro
pintado, todo el sol quebrado y envejecido. La nieve en copos cae vertida, en reflejos de lámpara escogida. A la
distancia la claridad, va rozando los bordes de la melancolía y a poca longitud de lo trillado de la amargura, pasa
empobrecida de pintura, la escasa adelgazada vida.
379. Al empezar un río débil y tierno, debemos coger su destino, por el principio del viento, que gime de sombra. A
un sea fría y helada, ese comienzo tendrá la punta hilvanada de palabra. Visiblemente sostenido en jardín desierto
avanza, siempre será deseada de tras de cada ventana. Como hilo desenrollado de golpe, siempre se buscará su inicio
de rama acabada. Basta que tengamos en manos el silencio empezado, en una enorme madeja recobrada, tendremos la
paciencia seguir estirando el lenguaje distante, hasta llegar al otro extremo de la punta buscada. Como una planta
gruesa, casi bien succionada, junto a la clara fuente de la dulce delicia encontrada.
380. Con un amor cernido de cielo, el polvo de oro flotaba al viento. El sol relumbraba, con una claridad dorada y
la distancia multiplicaba sus trazos en hilera. Tantas veces he hablado, en silencio vacío simplificado, de ayer, de
hoy y de anteayer, en forma licuada. Hasta me he permitido ordenar, el delirio infinito en simples líneas, de
acuerdo al sitio ubicado, en sonrisa de almendra. En otras veces, he pensado representarlos, disueltos mentalmente
en arena, les he atribuido algunas formas e imágenes de triangulares características. Con gestos tristes, menos
tristes o alegres, siempre he querido buscar, el penúltimo día del sentido representado. Buscado en el hundimiento
de mi memoria y que constante, ha sido presa de la causa de mi olvido.
Nº 39
COLOR LUZ PERSISTENTE
DE VIDA SUELTA LATENTE.
381. Los vientos se diferencian, según a su desdibujada armonía. Algunos son soberbios, de bárbara grandeza, otros, tienen su sabor salvaje y de sencilla tristeza patética. Siempre nos traen a la memoria, algún verso triste de paisaje o de amor, que no podemos recordar, porque intencionalmente lo hemos olvidado. Hemos probado de lejos, el borde de un pétalo fresco. Los vientos es parte de la tierra y es parte de nuestra vida. Viven con nosotros, la mañana filtrada en hojas que pasa, con su violencia de luz fundida, a descolorido la historia del ayer olvidado. Acude a nuestra llamada, como flor de agua y el calor de playa, rápida y delgada pintada, como los castaños brazos del sol coagulado.
382. Qué compleja es la vida. El centro no se mira desde arriba. El centro anda un instante en el cielo y se calcula en pedazos de lumbre a la distancia. Partida de rosa en el pensamiento, como quién pretende enderezar el doblez de la esquina. Lo primero que distingo, es el incendio, son las manos vivaces invisibles, que agarran y atrapan las cosas pulidas a mi alcance. Luego las fogatas de llama, que en ascuas caminan y recorren el tiempo. Según destino de lava calcinada, de estos movimientos manuales el mundo se traslada, de uno a otro lugar cristalizada, de acuerdo a la sonrisa oscurecida, de nuestras ambiciones condenadas. Ante estas advertencias, entra en función el esbelto universo, de la inteligencia redondeada. Para después, dibujar el cielo de la memoria, con el cansado mundo exterior, del todo repintado cuento, como una explicación del entendimiento, en un manojo de líneas entramadas, al centro del conocimiento.
383. El negro espesor del universo, permanece mudo a la distancia. El universo es un viandante en el tiempo. Es un
latente lenguaje, que corre siempre en la vida. Es un cercano conocimiento de silencio. Todo aquello diluido, eran
cuestiones tiradas al viento. Es un abultado abecedario, de ámbar solitario de frente, permanece un poco alejado del
relámpago perfilado, esperando el obtuso trasluz de sus anhelos, convergidos en un solo camino. Siempre va trazando
su propio camino, por dentro de su azul conciencia. Al pie del mismo, crecía un imberbe lejano bosque, cuyas hojas
rodaban, como lágrimas dormidas en veteadas piedras, al rededor del mundo ovalado de cielo ensordecido.
384. Constantemente en trayectoria, cerca a las mañanas del día, distinguimos variados caminos de colores y otros
también de la tarde bien alejados. Todos mirando al centro, del conocimiento viajante, preguntándose admirados: ¿
Cuántos colores existen ? , respirando profundamente, de pronto el cielo azul responde en forma andante - No hay
colores - los colores los dan la mente. El ser pinta las cosas y hace los paisajes a la mirada. Nuestra
visualización interna del conocimiento común, generan los colores y muy adentro, casi al comienzo de la rebanada
corteza cerebral, fluyendo después hacia afuera, como una pulimentada luz deslizada, al final de la vereda. Mirando
hacía el fondo de si mismo, podemos afirmar, que el ser hace los colores y cuántos colores tan complejos, guarda
nuestro peregrino conocimiento, como el viento andariego de soledad.
385. Con este lapicero vagabundo de la noche blanca, trazo un color para ti en las cristalinas sombras del mañana.
Estampó unos trazos vagos de naranja, como dibujando manzanas mordidas y con un gesto de empezado, continuó su
camino pintando. Hay un color en mi existencia, que estaba dentro de si, para comenzar su destino. ¿ Podré alguna
vez delinear la existencia del alma ? , ¿ pintar la enorme infinita realidad ?. Este misterio se esconde, tras de la
puerta del andar, tras de las ventanas remotas del avizorar y sobre las sendas de mis sueños, que de canto a canto
la profundidad logra atravesar. Como la espalda de la tarde, que a la luz violeta del fuego, en un instante después,
se endurece de enérgico hielo.
386. Con penumbra revuelta, había oído sobre un espacio ausente. Era batido misterio de agua dormida en desventurada
senda. El secreto de la naturaleza, es muy abultada en cristal de verano, llena de borde a borde el socavado
universo. No sabemos plenamente, qué guarda en la concavidad de su seno. No sabemos a ciencia cierta, el tránsito de
la existencia en el tiempo. Tampoco su constante travesía, por las profundidades de las sombras del espacio vaciado.
Como una naranja gira, perdida en el vasto firmamento. Todo tirada en concavidad, hasta el alcance de nuestras
convexas miradas. Todos nos ideamos un desocupado lugar, como una cosa redonda en saliente soledad. Con olor a
fresca tierra y a tibia brisa de mar. En el cual giramos en desierto, todos sin excepción de lleno. Unos de pies y
otros de cabezas a la sombra infinita del corazón.
387. Atraído por lo imposible. Especulando y meditando lo observado es un sueño. La existencia es muy antigua de ilusión. La realidad es sabiduría, muy serena de corazón. La vastedad paisajista de color, es el arte de contemplación de la vida. La oscuridad es realmente añeja de la razón. La serenidad discurre abandonada, de un impreciso sentimiento de encarnada sonrisa. Como una fortaleza construida de arena del mar. Se desmorona a la caricia de los vientos que se llevan todo el amar. Las escurridizas agudas en despoblada manifestación, relumbran de cristal completado. En tantos hechos quebradizos se seccionan al tiempo, como tantas reflexiones fugitivas y aventureras suspiradas al olvido, forman parte de la compleja sabiduría, concebidas a oscuras alegrías.
388. Con la ausencia dibujada en redondo. Los momentos de color rojo oscuro, se quejan y se doblan al vacío del tiempo. Las cumbres lejanas son cubiertas, por el sentimiento ensordecido del momento, tomando un color lejano y abultado de vaciado corazón. El pensador de prolongada arista, se retrotrae a sus pasos perfilados, sumiéndose en un sueño profundo de reflexión. La claridad escasea lo abstracto y el temple del esbozo de las iniciales, en circunferencias encontradas al principio. El ahuecado redondel del trazado conocimiento, en la vida del espacio se empieza al comienzo. Se hunde de plano vertical, en la redondez de la esfera, como un molde de rodajas de verano, que ríe al cielo sordo.
389. Con la oscuridad invertida, como pintura derramada. De meridianos disgregados, en un esplendor azul oscuro y halos diluidos en el más alto del ser alcanzado, en frescura gris violeta del alba. Nacen los reflejos de esperanza, en el muro hecho de una sola sílaba de arcilla. Como una desolación cercada a la redondez, del ensueño obtuso de la forma, entregada a su única dimensión pesada del olvido. El destello de las cumbres, se inclinan hacía el azulado firmamento, dejando desnivelado a la improvisada penumbra del sol. Que intenta de pronto unirse, con la redondez de la fértil tierra. Entre tanto, la débil claridad de la luna, girada más allá de nosotros en primavera.
390. Con la soledad licuada, de estrellas dibujadas en el mundo. Los albores de la noche, en adulta sonrisa, parecen tener los ánimos envejecidos y un poco estrujados de aires marchitos, caídos en sus propias arrugas detrás de su sombra. Todo es luz deshecha, en horas de cielo, que gira nunca nuestro, como quién se despide, para no volver más por el camino del pesar. Mitigados de una oscuridad infecunda, los cristales devolvían el apagado lustre del campo. Corazón que aspira, fragancia de un cielo de vida, con brillo característico, de peculiar pregunta se queda herido. Como las aguas de crecidos ríos, que por sus caídas y quejidos a la distancia, se van alejando hacía el mar, para no volver jamás.
Nº 40
REVESADA UMBRÍA
DE TRISTE ALEGRÍA.
391. Cada vez que avanza el día, se hace más pequeña la claridad. Las nubes franjean el celeste del cielo. Bajan la cuesta y giran a la derecha opuesto a la luz. El alcance al revés de la vista, se alejan del olfato, como una vertiente de costado. El tiempo se entretiene en el horizonte y el atardecer, en largo clima distanciado del alma, con costosas lágrimas de mujer. Todo la realidad, es como mirar al contrario del entendido. Es necesario recobrar lo perdido, en el sórdido pajar buscado. Desde la profundidad del centelleo, late un amor enrarecido, con un aire intranquilo que empieza el camino. Lo esencial no es más, que la parte más profunda de lo ideal, en todo un buen amanecer.
392. El silencio es un muro del conocimiento y una abertura alargada del saber. No identificar a la casualidad, como
si fuera parte del extremo, es borrar los caminos en la oscuridad. La frontera de la realidad, solo es la
satisfacción de la apariencia concebida del mismo cielo. Del mismo tejado de fuera, no se diferencia la testera
visión, porque está en sentido directo de los dos e inversa de la mirada oscura. El envés de la hoja puesta de
espalda, llega hasta el interior del propio centro de la palma del sueño lunar. Con brillantez objetiva, tabulando
en las horas los movimientos del mundo, ajustados entre trozos de esferas rotas, se va saliendo al principio, con la
naturalidad de un fino corte a la inversa.
393. A la vista del día, la vastedad de la serranía, brillan rasos de agua pura, congeladas como piedras duras. Sumergidas en el cielo que termina, rociando las sombras de su vanidad sentida. Alejando el vacío con un movimiento largo, huía a su entrecortado término, como un arroyo que pasa en silencio. Como una palabra humedecida, en los rosales trémulos de luces lejanas. Es la voz asomada, sobre el reflejo de un triste espejo. Despejada de las nubes y movidas a poca altura, de la superficie del sonido remoto, que zumba en línea infinita. En esta clara sombra, del líquido ennegrecido del sueño. En sombra derramada, entre los juncos de arriba se queda, oscurecido olvido, dolorosamente sin querer, es engullido en forma mordida.
394. Como un cielo descendido y obediente los latidos del alma, lo ignoran en su profunda blancura. Abriendo su jovialidad, hacía la extensa planicie de espuma, que en fragmentos divida la traspasada palabra. Como una ciega mirada opuesta de espaldas, derramándose en dorados cabellos, de espesa humedad que hace brillar las hojas. La espontaneidad circulaba, como los rayos fuertes del invierno. Pero, en esta tarde trajinada, no habrá otro sitio más que de lugar, para albergar tan solo de lado, a una tristeza más alrededor del corazón. Pues nunca será otra tarde naranja, que no sea previamente limón. Junto a la fuente de azul cielo, entre cerros pintados de sol, mugiente del alentado sabor.
395. De azul noche diluida, en la nitidez de la niebla. Todo el universo es incertidumbre obscura, se entrelazan sobrecargadas de espuma. La fluctuación causa la duda, como la curiosidad doblada en el recodo del camino. Narraciones pintorescas de estilo escogida, van quedando en ventanas erguidas, con maceteros de flores regadas en la fachada. El anochecer no es más que la duda de la razón, retrocedida al amanecer del siguiente día. Todo rima con el solo golpe del amor, durante el delirio que respira, ya refundida en la tristeza y en el sufrimiento del corazón. Que toma la dureza suficiente, en repartida blancura, difícilmente de roer en el entendimiento, de aquel alejado encuentro de polo esférico delgado.
396. En el horizonte del tiempo, quedará tendida en el comienzo del viento. El crepúsculo de atardecer, alumbrado por un incendio granate, que se endurece en una añoranza. Sentado en retirada se obstina y se alarga, al pie de la cuesta empinada. En tanto, que mis pensamientos salen, enderezados de la hoguera humeante, en forma de cestos de flores en llamas, sembradas de burbujas doradas. El corredor principal del lugar, se extendía hacia el fondo, como una artería de gala, sobre sus ventanas laterales de vidrios delgados, se dibujaba la flor de lis en redondo. Con volteado gesto salvaje de mirada, para no volver los opalescentes violáceos, echas de vueltas y revueltas, sobre el corazón, en eternos retorcidos de viento, llegan rastros de calle cercana, desfibrado en si mismo, como las nubes del eterno abril fecundo.
397. El gusto de color cálido, se abrazaba en el silencio. Desde entonces, la luz viva se llevaba de cuesta, sin mediar protector alguno, pero nunca de ostentosa imaginación. Las palabras rodaban desnudas, hacía los cuatro vientos. Se fijaba en el horizonte, la posición del sol y la trasera oscura redondeada del clima. Cuando era frígido se largaba, por donde vino con sombra bajada. Cuando era templado se quedaba, sobre el lomo del camino a media luz olvidada. La posibilidad de sus formas, la vastedad de su posición y la rapidez natural, había alcanzado el objetivo. El lienzo presto copiaba, un paisaje exclusivo de la vida. Entre piedras de claridad propia, caminada por mucho tiempo, se fijaba entre la tierra de oliva y la cavidad del firmamento.
398. Con el cansancio del momento, en un sonido puro de la ocasión, sostenido en el instante, nunca llega al final. Es necesario alejarse, para comprender mejor, los efectos de la mera creación. Nada restará importancia al sol, bajo una misma lógica, nada más próximo quedará, el color intelectual. Los propósitos son confiables e inigualables, en la tierra contada. Su calor es de primera línea de playa. De primera talla su beneficio, como el agua para la planta. Por su invisible hilo azul, se deslizará de gris, hasta llegar al verde campo. Luego formando líneas rápidas, sobre su verdor, caerá una claridad viva, bajo las lluvias glaucas, llenas de finísima claridad, al acabarse la tarde, para resaltar una próxima natural mañana.
399. Con la misma naturalidad de un insondable manantial, en donde nadie más que el sol lo sabría nunca, lloró su despedida con subterránea tristeza. Hay un aire moderado de aliso blanco. Cerca a una fila de eucaliptos amarillentos, meciéndose como el mediodía, besan con sus hojas de plata, las enhiestas luces del sol. Que desde arriba caen pendientes a desaparecerse en la nada, como viento fresco y suave del verano, a perecer a orillas del mar. Las abscisas del hondable pensamiento, es la condición innegable del placer. Curva cerrada al eje perpendicular de campo y de penetrante sembríos escondidos, en la profundidad íntima de la sombra. Como un pedazo de pan comido, llorando sobre las verduras del huerto quedan hacia arriba.
400. Con distinguida serenidad, con que sabía alumbrar, lo hacía brillar al campo, desde cualquier posición, era la luz de la vida. Muy alejados, casi ya borrados, por la distancia. De nubes apagadas de sol, cortadas en cono circular, del mismo lado del vértice polar. Más allá condensada las miradas, a una recta construcción gramatical de claro sentido original. Calzada grotescamente, en una incipiente bóveda vaciada, que resbalando sosegadamente, se abre violenta al sol de hierba. Para retozar a media luz, por la encañada que cruza al deshecho corazón. Todos buscan a su centro, envuelto de esperanza. Limitado por un gran círculo de aurora, que gira como la piedra de molino, buscando su total destino.
Nº 41
PENUMBROSA DORADA
COLOR MORA COLGADA.
401. Al comenzar a despuntarse las vertientes, en su exacta dimensión del corazón. Todos los cobrizos cerros dormitados, se levantan sus torpes frentes, con abismales efecto tibio, pero bien vasto definido. Algunos expendios de la vida, atan el viento en la distancia, renegando de su impenetrable destino. Empiezan extensamente abrirse, como cándidas hojas en huerto, que ingenuamente soportan el peso natural, del descuidado horizonte del alma. Colgadas de ida y vuelta, en la rendida proyectada duda, de las dos naturales posiciones contradictorias. Frescas de humedad verbal, del rocío de madrugada y de esperanza recuperable, en el remolino de identidad horizontal. Que de equivocada hora, se van envueltas de oropel, en el lienzo de blanco anaranjado, de aquella noche anterior, que todo tiene el sentido, pegado en la palabra sin sonido.
402. Con un cielo lloroso y caído de neblina, casi negra llegó la recortada mañana. La lógica personal del tiempo, me dice desde lejos, que hoy día lloverá en sombra, débil entre la luz y la oscuridad, siempre estará deslizada sin broma alguna. Rehuyerán de los hilos, que cada destino tengan, para sonreír abierta de ventana y despedir un brillo amistoso sin gana, que la puerta gris y lluviosa espera. El viento sorteará el salto cualitativo de su efectividad, como una brújula detenida en alto y sin argumento alguno, rescatará del principio hasta el final. Qué horrible compromiso se dibuja, en el aire de un aguacero friolento de mañana, para contrarrestar el frío de avanzada, algunos caminan en sentido contrario, con grotesco clamor que roza el interior zarzal, casi junto sin pasar de mirada, como dos manzanas sobre una ingrata esperanza.
403. Decían algo en la sombra, con unas letras grandes diluidas, en el remolinar del sabor cultivadas tras de la soledad. Es un punto muerto de esperanza, como un rastro humedecido de obtuso rechazo. Así se le asigne de plano, un nombre harto rimado, el crepúsculo ya está frío, su exceso pesado apisonado al único rocío. No es cuestión inspirada, seguir de esperanzas sin salida, al contacto suave de un escaso viento. Declinada por encima, del desmadejado día, describiéndose en el suelo, el sentido de algunas cosas, casi de espinas parado, implicando una definición vaga de la razón. Con la intención determinada, de un manojo de suspiros, acantilados en las lágrimas del olvido natural. Los brazos del vasto camino, se curvan de amor recordada en las riberas del río, he sentido tan de cerca, el dulce rociado de tu caricia, como el mismo bruñido fino. El remojado avance del envolvente día, en vuelo de verde aliso se tiñe el estío, en el grato espejo del cielo.
404. Era la brusca tortura del recuerdo, llegar retrocedido al hilo del suspiro. El jueves, al acabar la tarde despintada, sus funerales de su disolución, siempre se ubicaba a un escalón por encima del horizonte. En las emergencias difíciles, sólo nos unía las características contradictorias del momento. Todos eran distintos, como las noches por dentro y en los rescoldos de luna agónica, la vida parecía sepultarse, debajo de las plantas abiertas en poco espacio. Ni un rastro de sol, se sembraba dentro de las horas sepultadas. Las palabras se quedaban en los labios, perdidas dentro de la rugosa razón. Con respiración suelta al aire liso, de sedoso fresco abierto vacío, para ocultar silenciosa herida del dolor en frío. No se ha aproximado el día, todo se ha quedado dentro de la niebla del olvido.
405. El día ha comenzado a navegar, en la radiante reverberación del mar. La arena ardiente del medio día, divisa hacía el horizonte en paralelo, dejando su leve rastro de plata, descubierta al sol. Flotando entre las horas sin control, de escondida juventud se va para luego volver, a las cruzadas orillas del mar. De un color violeta, se dejaba asomar las moderadas olas, como finas lonjas de agua viva, por encima de los desiguales recodos de la tierra. Sobre sus acariciantes arenas que canta, nos hemos afirmado con los pies de semana, para levantar al resbaladizo día, hacía lo más alto de la partida. Después del fin venía ese algo comenzado triste y sombreado como una seda. El sol desapacible suspendido, sigue rígido quemando sin compasión, en toda mirada cuelga a medias su extensión, en la gente instantánea melancolía del corazón.
406. El cielo se agitaba en sí mismo, durante un buen largo instante, ondulándose en un color celeste. De extremo
alegre en saturada soledad. Desde la cornisa del tiempo, hasta la orilla del principio, sin lenguaje ni sonido.
Blanca como la nieve, se extendía el manto, para volver a descolgar, su naturaleza reservada al viento. Una hamaca
de hielo grande, de seis vueltas y cuatro puntas, superpuestas en las afueras del campo verde, rumoroso se pulía el
violento espejo del cielo. De modo entero suspirar, en un minuto repartido, por encima del vasto lugar. Todo
respiraba de silencio, con las puertas abiertas al sol. Parecían querer entender, sus propios sueños. Mientras,
metódicamente va subiendo el sol, por la vertiente echada de corazón.
407.Era un día, de ventilación pura y limpia. La abierta respiración, hacía que el vidrioso azulino de arriba, se borraran sus ondulaciones parcialmente. Todo nos llevaba a un dulce deseo, de procurar una sonriente visita, a los trigales color lúcuma de campo. Alejado de todas las impurezas de la vida. Volvíase tierno a visitar, la mañana ajena de corazón. Con el sol en alto, se iba admirando el viento, de azulado entendimiento. Volviendo fácilmente la cabeza, se le dijo a la calmosa mañana, con un gesto que no salía del asombro, ni del sombrero en brusco vuelo. Con espacio propio y firmemente polvoriento, de color vaciado de mar, quedó largamente el mismo lugar. El ambiente quedaba demasiado cerca y absorto en todo su extensa mirada.
408. La soledad tranquila oía, con una sonrisa apagada, lo que el viento escribía. La sombra borraba cualquier imagen distante. El lugar ha sido ensanchado de alma, diestro en variedad del irritable mundo. Los árboles deshojados, bañados por el sol de invierno, nublado se escapa del entuerto, dejando la desconfianza en el silencio. Radiante suelta su calidez vivida, derecho a la tierra y a la vida. Era una buena suerte, gozar de la temporada de mayo, fresca, ventilada, y de verdosa pintura de horizonte. El tiempo sigue no se detiene en sus estaciones, se van gradualmente sucediendo, conforme al destino de la tierra. Todo se siente, como un raro impulso, de una idea de ambiente suave y hermosa. Con las manos en tierra y con la mirada en el espacio, se ha fugado al olvido, todas las horas del día falleciente y el cielo singularmente gira sin moverse.
409. El día está ya en la memoria, como una gota del tamaño de la ilusión, perdida en una época que todo se olvida. Hay dos extremos de olvido, uno se queda en el fondo del corazón y el otro se hunde en la planicie de la perforada sombra. Cuando la luz llega, siempre a la duda endurecida, de inmediato se desborda en un beso del alma, generando la ausencia sangrante de la existencia. De repente un sonido distante, venía continuamente de algún lado de la tierra. Cuando se desciende y se rueda, por debajo de nuestra soledad, el mundo de frío corazón, cae del tejado crepuscular, se hace más torpe y callado el beso de mar, esperando que la pincelada ennegrecida, se traslade desesperada de lugar.
410. No ha reventado la luz de aurora, ni la claridad ha bajado su cortina amorosa, de la dimensión del cielo. Se le ha comprimido tanto, con recompuesta violencia de vida. Maltratándola con fuerza al día, como una hoja verdosa de oliva, para abrirle y quitarle el polvo de encima. Descubriendo al más alejado de la distancia, la envejecida realidad, como protesta de campana en espera. Delicada y envuelta de oro limón, en el dulzor de amistad, su aliento ya no tarda de enderezarse de frente al corazón. Por este áspero camino, de tantos cardos muy pocos caminan, para irse tan rápido a enfundarse, entre los zarzales de resecada alegría. Metidas a fondo, debajo de las sombras del día, que vino saltando de flor vestida, por la inversa senda del silenciado escondido.
Nº 42
COLOR VERDE ROSA ORILLA
AFIANZADA EN LA ESTRELLA.
411. Hoy día, sin peso ni volumen, he traído a pie a todo el cielo. A la sombra parecía, retazos de llanto no escuchado. Cogiendo el manto de la mañana, sin saber para qué la cogía. La llevé conmigo, sin conocer el camino. Pero nos fuimos, a otro lado de la misma vertiente arcillosa. Para sentir mejor de esta forma, la caricia de luz gualda derramada. Detenida en el lugar preciso de sitio, de una fría mañana que no brilla, ausente de corazón que no anilla, ni la delgada súplica del consuelo. Tenía las espaldas a flor dolorida, abierta de costado sin alegría. La respiración pegada debajo de la costilla, con un fragmento de luz amarilla, que le salía hacia arriba de un tono cosida en piedra que brilla.
412. La resonancia sobrenatural, cruzó las horas del profundo sueño, con la dimensión de la tristeza, recorriendo toda la extensión de la sangre. Un ruido leve entrecortado, rebotaba en la superficie pulida, disuelto en pausas su espera. Poniéndose la mano herida al pecho, se fue agria la tarde deshecha. Sin poder mirar su retroceso marino, que de un salto se le cayó el firmamento, encima del andado camino. La luz de plata era tan delgada, que se asemejaba al diámetro reflejado, del cabello color caramelo. Que en su naciente conjunto, diseñaba un sombreado rubio peinado, caídos por encima de los hombros del mediodía, como hilos dorados flotando hacia atrás, acortaban pausadamente la distancia de agonía, formando una ola larga y dispersa del día.
413. Era más de las tres, con un silencio coagulado de tristeza. Este sábado de tibio ropaje y de apenas algún alegre caminar, se ha extraviado de camino andado, en los sinuosos e invisibles cascadas, detenidas a mitad de una mirada. Cada hora cantaba el rápido río, en cada saltada de agua de rocío, canciones fraccionadas de roca, que jamás supo componer al inicio del valle. Y además, se encontraba tan tenso el fondo del verano, se asemejaba a un tambor de fiesta de pueblo. Con la mirada hacia arriba, el estaque llenado reposaba de cristal. Porque en la lógica arquitectónica del mundo, se escribe relevantemente que la divinidad se encuentra, en la parte más alta del todo sobresaliente. Y que desde ahí, agudamente se apuntaba el día, hasta el centro mismo del cielo.
414. En esa su larga ausencia, fue la causa que la oyera tan lejos y nublado de distancia. Es un frío y apagado jueves, de color blanco amarillento, como un maíz desgajado de su planta. Un silencio de melódico gesto, ha flotado en el aire despintado, mientras permanece erguida la turbia conciencia en repetida doblez. A todas partes, he regado miradas de lienzo de vida, que asciende juicioso, hasta la cercana cima rosada. Y en ellas he construido, una vasta historia de simplezas, con el lenguaje intermedio del inconsciente. Del suelo de luz y del mirto verde de campo, esa ligereza hecha de tantas fibras, el conocimiento vertida en hebra fina y en delgado camino, se va del azul destino, como besos al vuelo, estirados cautamente, sin cuerda ni prisa.
415.La inmediata ausencia, era un modo de perfilar la distancia. Durante la añoranza, he oído el colgado de las
nubes, como una pelota blanca vacía y el cielo acuñado a la distancia avanza, por el centro de la redondez de la
tierra. En ambigua respuesta, saluda al tiempo, con fino gesto de alteza, sin apartarse del óptico borde, ubicado en
el medio del paralelo. La puerta se abre a la derecha, empujada por el viento, en rumor de sisas breves y gruesas de
profundidad. Las horas entran, hasta el final de la sombra. Persiguiendo desde el principio, las ilusiones opuestas
al comienzo, de lo simétrico conceptual. Como una montaña antigua, que desprecia la lluvia y estrujada vacila la
luna, casi totalmente vacía se viene por tierra.
416. Un vago asombro, pasa por lo alto, de un avanzado comienzo. Tocando el cielo, con el dedo repasado. Dejando que el viento, galopando corra en la sombra. Corazón en alto se grafica, en figura diminuta se escucha. Se tiraban las hojas al aire, como nobles cometas, las vistas se cerraban y nuestros pasos nos llevaban ha caer encima del camino, mientras las cuerdas se enredaban, tras del benévolo viento, hasta arrancarse casi al final del camino. De cárdeno color el lienzo jardín, a claras del máximo tormento, sobre las medidas exactas, de los muros oscurecidos se extienden. Las vistas agudizadas por arriba, las va palpando de conocimiento. En el paisaje cercano, la orilla imita el recodo de un río, en dirección incierta de la curva. De arriba a abajo se están lavando, con lluvia desconsolada, como una honda melancolía, que solo palpa verdusco rojo del pasado.
417. Trastocando el pausado aire afligido, despacio se va acomodando a un costado de lo caminado, mientras de
adentro sale, un camino no llegado, para llevarse todo de largo señalado. Sumido en el pensamiento, se queda
retenido, en bello gesto de semana, mirada desde el principio. Para irse a la siempre nada, puras, limpias y
colgadas. Por la calle volvió a llover, se sentía su frío y el correr del agua, casi toda la noche. A cinco minutos
después, de haber silenciado su descenso, al volver agudizar nuestro oído, sólo se apreciaba a lo lejos, una simple
caída pausada. Con una descomunal mentira, observada desde el fondo, de gran tamaño como el volumen de una inmensa
catedral, vista en una cancha de tenis, que dos adversarios se disputan el mismo lugar.
418. A medio llenar, como dibujos de altura, he perdido ese algo, que nunca fue el mío. Siempre hemos coincidido, en la idea de la belleza del remanso, entre las yerbas del verano. Con ese erial devorado, por un duro desierto, dejé que pase el viento. Como flores de variados colores, que crecen a un costado de la ribera y se empozan abierta al sol en el recuerdo. Como una vida renacida y arada, por la idea de mañana, por la brisa azul, muy alejada del tiempo. Los limoneros de caricia de agua, los manzanos entrando todos, sosegadamente a una mañana de lino lila. Como una bóveda grande, de ambiente blanco de fácil corazón. Se va quedando sobre las blancas nubes, de un cielo azul metido en la razón.
419. Con muy buen juicio la mirada a la distancia. Aunque sin opinión favorable se alejaba de la infancia. He tratado de recomponer, las partes dispersas del espejo del olvido. He soñado en voz baja y callada, se ha estirado tanto y tanto el camino. La lejanía me ha separado, por un instante de la tierra. El día que te despediste, todos entendieron, que nunca volverías a este lugar. Caminabas por el borde de la acequia, teñida de perla por el sol de la mañana y por el calor comenzado del día. Para que, seguramente no alcanzara, la buscada esperanza. Dentro del repetido tiempo friolento del pasado, en aquel punto intocable de la dicha, a seno abierto desde lejos respira, como una sombra ausente en huida.
420. En el espejismo del agua, la sombra corría hacia arriba, largamente desdoblada, las devolvía en retazos. Con idioma semimasticada en su dentro atravesada, de tanta belleza y dulzura. Parecía saborear brumas, goteadas de miel pura blanquecina, reposada en la desigual sombra. Redondeada, de un gesto a piedra soleada, con sabor de frutas maduras, caídas de sus plantas. Cuántas manzanas rojas, despeñadas y olorosas del color de su canto, en campo verde. Toda la idea enquistada, en la húmeda yema madura y gustativa. Barrida, por los violentos vientos de la noche, soplando de norte a sur, comidos por el odio natural. Hasta bordear, los límites del deseo, bebido por fuera. Luego he tratado de extraer, los pedazos de luna, que llenan la recosida memoria. En una mañana de viento fuerte, derramada por la parte sur, se veía venir cargado de flores de mayo. Y por el norte, suspirando el vacío espacio, dejado por las hojas, en un jueves por el medio día, hasta llegar, hacia la tarde soleada de ayer.
Nº 43
DESCORREN SOMBRAS DE CUESTA
COMO ESCRITURA IMPERFECTA.
421. Me asomo a la cumbre y observo el silencio, ya no trasparentaba el cielo, como si no tuviera luz propia. Era una larga media noche de setiembre, nacían temores hacia la humedecida playa. Entonces, sin pérdida de tiempo, lanzaba desesperado puñados de silencio, al centro de las aguas. Mientras se deshacían, los extremos de la luz lunar, en el hoyo dejado abierto, al sur del lugar. Recordando su encanto, dentro de la enmudecida negrura, sin espejuelos a la distancia, me trazo un camino entre las ramas. Una senda modesta, pero en estricto alineamiento, adelgazado por el uso, habilitado sin polvo, para la ocasión del paso. Apretada, en la cavidad de la sombra, rajada por la soledad, como la penumbra, de una escritura imperfecta, detenida cercanamente.
422. Una voz cordial del alma, inundaba la mente infinita del corazón. Había una cercana desnudez oscura, bañada por la claridad de la puerta. Siempre le salía el sentimiento, en forma oblícua a la línea cuadrada, para perderse en el hoyo, de la pradera al inversa. Hasta las flores raleas de mi huerto, siendo pocas soleadas por el sol. Sin embargo, el natural paisaje es la misma, el cielo cristalino de estrellas, cada vez esta más alto y alejado de nosotros. Pero, la media luna desliada, no había entrado hasta la madrugada. De agua goteada, sobre la nube pastosa, se mueve en lucero de rosa, como una lágrima brillosa. De espejo, que a la vuelta se refleja, en forma de fina vista, en una dura naranja partida.
423. Parecía un corazón rojo, dibujado a la distancia, llenando con los suspiros la tarde, cuando aún las cumbres, reflejaban la claridad mortecina del horizonte. Que desconsuelo se sentía, en esta tarde al caminar, no tenía nada de casualidad descendente. Todo estaba preparado, de un sudor muy frío, la melancolía en mayúsculas horas, se comían a todas las catedrales con su sombra. Mientras, por el otro lado, se devoraban de pena, a todos los minutos, que trataban de escaparse. Nadie podrá evadir, de los efectos de la pulidez dolida, de las nostálgicas rocas solitarias, ni menos de la frialdad oscurecida, tampoco del silencio pronunciado. Cuando la luna se enhueque de blanco velo, fríamente se endurecerá de cielo, como una escuchada femenina, tendida de largo azul, se retuerce junto al río.
424. Cuantas cartas me escribiste en la distancia. Todas se quedaron sin abrirlas por lejanas. Era un mensaje sin palabras, en un solo cuerpo horizontal, se escribe la misma lejanía, en el comienzo de la vida. Era necesario una larga soledad y un pronunciado momento del silencio, que se fue quedando arrumados de llanto, bajo el fulgor de su claridad apocada. Parecía teñirse de amarillo, en el cielo del atardecer, cuando de pronto salió del pulgar opuesto en llamas, una simple pálida fuente entrada bajo la sombra. Pero, disimuló totalmente su repentina aparición, con cinco minutos antes del latido, contestó como tras de una pausa. A manos llenas de flor, tuvo que mentir a conciencia apagada, la absurda pregunta por estar apresada. Para ver su reacción, traída entre manos turbios, era conveniente que se fuera, para el otro lado de la paciencia.
425. Perdida en el verdor de la siembra, me arrimé a la oscuridad, y a la otra cosa desalentada que desconocía, del
sentido de la sinceridad. De frío viento, se alejaba el ambiente de piedra, como una rosa desojada. Con un débil
deseo, se entonaba de cielo, las fatigadas palabras deformes, que después ruedan friolentas, ahogadas. Con el
corazón en la mano, entraba con gusto a las horas, obedecía luego a su impulso abandonado, que en nada se cuadraba
su roca cristal. Apretando su estremecido entorno, de alejamiento aguantado suspiraba. Con la esperanza suelta, bajo
el día en sombra, de una larga espera. Con sentimiento ajeno, pasaba cerca y entera a la mirada, de encanto en
abundancia tirada.
426. Rozando del extremo el beso rosado, se había diseñado las líneas, sombreadas de la ansiedad. Todas las horas del día, pintadas caricias a color de verde agua. A cada instante se desbordaba a medias, como cabellos de ángel, esparcido a la deriva. Por los tejados de la sombra, de arriba lejos encontrada, en donde la luz no ardía como piedra. Una hierba recibida en el surco, la tierra fértil roturada, no tenía su propio centro. Todo se levantaba de lleno, parecido a un vacío, el cielo de invierno, se volvía gris y de helada llovizna la arcilla. Hacia la espiga afilada de la frontera, va una mañana vaciada de contenido, que a la larga su comienzo de longitud, era excesivamente recibida por el olvido.
427. Por encima de las nubes, a lo alto de todo, óyeme como el viento, no tardes en volver. Todo está situado, de arriba hacia abajo. En uno de sus lados, descansaba el mediodía. Bien triturada el silencio, se quedaba fuera del tiempo. Mucho más allá de la carencia, la nada escondía su inexistencia. Bastaba una repentina sonrisa, para llegar al comienzo del amanecer, y florecer de rosa lo perdido en la salida. Remozando el encuentro del canto, dilataba el acento recortado por dentro, como una tarde reservada al cero. La ausencia del día anterior, como un graznido de selva, se hundía en letras muertas del sueño. Trazadas todas en faltantes, por sobre cenizas escritas, dejadas por las neblinas, como tantas criaturas.
428. En duradero sentido, no se borra de soledad, tampoco la palabra del mar. Todo gira en redondo, hasta perderse en el más allá. Siempre hay un rumbo y un sentido de las cosas en camino, venido al mundo, para apresarlo y organizarlo. Traídos por el pasadizo, de la madrugada en retiro, atractivo a su modo, como faros clavados de impecable azulino. Para llegar al ruido del silencio y descansar dentro del cóncavo sueño. Dando saltos de media noche, en la oquedad del recuerdo, que a veces aprieta duro la abertura de la memoria. Agitando muy próximo los vientos, como quién alejadamente caracolea la bandera, retorcida a tres cuartos del lado inmediato opuesto, sin distinguirse de donde viene el color, menos el vaciado corazón.
429. Encrespada de nubes blancas como algodón, trazó una línea por encima de infinito. Con el brazo a lo largo del viento, dejó asomar ondulado a distancia el tono reservado de la palabra. En el ángulo vacío, se quedaba la sombra de la fortuna, en una ondulación sostenida como alechugada hoja. Más abajo serpenteaba un suspiro, que se cubría de cielo en declive. Una sombra deshecha, daba lo mismo que de cuesta, en una trazada línea oscilada. Miraba a la nada y se agujereaba la brisa alejada, que esperaba rasgarse en inclinada penumbrosa figura. Deprimido la claridad se arrastraba, en presumidas y jactantes montañas de sus letras, por encima de la prominente eternidad, quedaba netamente desierta en la soledad.
430. En la soledad de la media tarde, se deja que el gris pacientemente descienda, mientras el frío endurecía las ideas. Esponjosa la tierra y engreída de ilusión, hundida en la grieta del tiempo y con el sol falleciendo, se dejaba que el viento humedecido pase. Se iniciaba en el camino, con dirección hacía la luna mirada, por todos los vacíos nuestros, como una carta cerrada. Con la ilusión aumentada, era lanzada al inicio del paso, de vaciada estrellas con la tensión de espera. Por donde se ajusta todas las orillas, en un arriesgado y difícil encogimiento. Cuando el tiempo llueve sus frías lágrimas, todo el invierno se endurece como un hierro helado. Compacta y densa camina aislada, para un buen y mejor entendimiento a esa hora de la mañana.
Nº 44
LINEA LILA PROFUNDIZADA
DE RENCONTRADA DESPEDIDA.
431. Todo se detenía en la nada, interrumpida sobre las blancas magnolias del colgar. Con apresuramiento retroactivo de lentitud, el opaco y apagado día se retiene al encuentro retrasado, como un poco de cólera enrojecida, se va inflando el inmenso globo de fiesta. Ceñido al aire que le rodea y burlándose de su prisa soltó su caldeada ira afilada, que de hecho cortó todos los vientos, que se ajustaban a un extremo del pensamiento. El maltratado momento se fue a sentar al frente, en sus posaderas labradas al calor del tiempo, junto a los ramajes de tallo erguido. En donde se dibujó la mirada, como una parte de justicia quebrantada, que siempre habla en la misma nada.
432. El invierno se había congelado, en una media sonrisa. Oliendo a miel derramada se perdía en la memoria. Nunca volvía los celajes risueños, a veces lo hacía entrando la media noche, de otros tiempos. No fue posible guardar el secreto, tan profundo a esa hora de la tarde. Las negras nubes reventadas, debajo del cielo escondido. Dejaron caer sus penurias gruesas, tan gruesas y pesadas, que arrasaron los valles y llenaron los ríos de lágrimas enturbiadas. De poco sus granizos arrumados, casi forman los contrafuertes de otra cordillera blanca, cristalizada en el alma desconocida. Las heridas abiertas por las lluvias, esperan situarse al final del mundo, cuando el invierno se arrincone a un costado del instante.
433. Todo tiene un final opalino. Los saltos del corazón, unen por momentos las ausencias lejanas. Después de las primeras estrellas, que encontramos de venida. El tiempo se levanta y opaco mira. Como un trozo de tierra, que se va de huida. El sol de plata siempre nos guía, lejos y contrariado cerrando su herida. Una mano misteriosa de planeta, se coge con fuerza de la solidaridad del universo, dibujada de color lila se deja trajinar, por la senda desconocida, hasta llegar ha exigir la orilla de la distancia. El retrasado paso de la esférica tierra, se envuelve de una violeta claridad dorada, como un grano de maíz desgranado y molido, que luego desaparece como si no existiera, en un molde listo para ser mordido.
434. La lejanía en el comienzo de la vida. A un precio tan alto viene el día, abierta como una rosa en sonrisa. Me comunica en forma adulta, que una sombra muy oscura siempre gira. Sobre la planicie refracta el rayo, su reflejo se hace naranjada sin esperarla. Su corazón se abre como el hambre, de brisa pálida sin voz, que observado de perfil, se dibuja en el paisaje, con esa medida exacta de sus doblez sosegada. Me duele mucho su retiro y sólo mastico mi silencio. Encima del día, le han arrojado una sombra, muy grande y cosida, que antes de iniciar la cuesta, cruza la puerta de salida. La aurora canalizada se ha quedado dormida, como una parte del sentimiento restada y comida.
435. A media luna la noche, contrapuesta a la entrada de la tierra. En esa primera mañana del inicio del sol, como cosas desiguales por fuera, que brevemente ciega, respecto a la sombra. Llega la nube deshacida de sabor, con esa dureza de blanco que oculta al sol. Contratiempo de azucena en la ribera, después de gotear se destila sinuosamente, en el transcurso del intervalo que se presenta blando y suave sobre el orbe de cuesta. Las pisadas ahuecadas de sonido, repetían su eco en las paredes desteñidas, por el sol del atardecer. Cuando todos los campos eran alimentos en la tierra, la aurora encogida levantaba de hombros, toda la rectangular cuadra. Cuántas veces el adiós de pronto en el alma se derrama, como las aguas de invierno que difícilmente se detienen sobre la rama.
436. En la fisura del tiempo se ha dejado, parte del amor desecado en mojado, como un extenso perfil de sierra pintada. El silencio se perfora, con un grito sobre la tierra y se abre el túnel con dos puertas abiertas. Mientras la brisa de agua y arena se expanden en colores y desde la fuente se riegan, vuestro amor por partes. Llenando de cielo limpiado los pueblos, y los corazones a fuerza de cristal. Aún quede estirada a la distancia, siempre gozará de su felicidad, como un beso de viento que alejado, siempre se encuentra el tormento. Cuando pensaba en sus caminos polvorientos, en sus quebradas de invierno, en su primavera de flores, en ese viento frío de arriba de las lomas se desprendía el comienzo.
437. La soledad cimbrea la morada, los cristales se quiebran en el aire de luna y sol. De aquí más arriba se levanta la cuesta, en forma de montaña enmudecida a la cuerda. Espero debajo de las hojas ese imposible paso. En tus ojos se encuentran el silencio, resguardado de un triste viento. La dormida ignorancia se lava en el agua. Decidí acompañarlo esa tarde, nos íbamos por el mismo camino, cuando estábamos más o menos por la mitad, sentimos el silencio y vimos pasar el comienzo de la oscuridad. En la profundidad de la noche, se empoza la voz desnudada, como un precipicio de vida, en forma circulada y escrita, buscando placer y encanto de nadie. Como las ideas de ayer en hoja verde, hoy es agua seca de la lejana fuente.
438. Comprendí que el sonido, estaba hecha de fibras de sol. Como tela opalina rasgada desde la luna. El recodo se había abierto, para su dolor de adentro. La luz blanca de la luna, introducida por su ventana, doraba de plata su alargada forma, hasta el comienzo de la sombra. La medianoche derribada de espaldas, todavía aguarda su altura. Cuando en la esperanza penetra el día, de un puñetazo de alegría se anhela romper el cielo. Mientras que las flores huían, por las orillas del silencio, y el silencio se quedaba perdido, en las últimas cuadras del adiós despedido. Quería interpretar la precipitosa huida, como el mejor camino de venida. Entonces podemos afirmar, que el viento hecho a medida del abierto pecho, no llora ni respira el desarraigado corazón deshecho.
439. Al calor del rechazo, le había designado desde el comienzo. Mis saltos en vigésimas progresivas, es dividido del total de un todo. Desde el significado del vocablo, quiero aprender salir de la vida, para saber que distancia se camina. Calculo y valoro su incomparable uso literario, como ojos abiertos resaltan a orilla de la fuente. El vuelo de las aves, quebrantan el aire quieto, agitando sus alas como si se descolgara del cielo. Hablando lo que verdaderamente se siente, su memoria había olvidado. Luego de blanco puro extendido se esconde, como la confianza en oro y plata discurren, por los adentrados de la tierra naciente, que desde arriba se riega, con un leído apurado silencio.
440. Las neblinas se derraman por arriba de las montañas, como las hojas del alba, como hielo frío, como leche pura, por encima del alma. La naturaleza ya sea más allá o más acá, siempre está más cerca a la pincelada del arte, que a los alcances de la controvertida ciencia, todo esto reunido en un manojo de ilusiones y anhelos van cerca al universo entrometido. Junto a los delgados rayos amarillentos, que le seguía de cerca, vi crecer sombras en los horizontes, sentí que caminábamos en el mismo sentido, por estrecha senda abierta entre cumbres. El silencio borraba las palabras y arrasaba el viento las escenas de todo el cuento. La plomiza bandada se elevaba, como sobre un abismo quieto. Siguiendo con la mirada, he corrido tanto, por todas las orillas del plano idiomático y jamás encontré lenguaje alterno, que supere a esta descripción prometida, a la vuelta del día ni a la vuelta de la puerta.
Nº 45
MEDIANA PROSA DEL DÍA
NUNCA CRECE DE AGONÍA.
441. En un abrir de ventana, debe traerse la esperanza, y que a la vuelta de la tarde, duramente quede tapiada. En bosquejado paisaje, de azulado diseño, eres artífice propuesto de tu propio deseo. Pintada de un color amarillento discontinuado, va sobre aquel filo de la desigual línea horizontal, rayada como rastro de una tiza delgada, sobrepasada por el cielo que se acaba, en la profundidad lejana del atardecer. El coloreado perfecto del crepúsculo, avanza descontento con la caída de la tarde, mientras una parte de la tierra, se queda un poco recostada, hacía la sombra del anochecer ennegrecido, que resta de todas maneras la claridad del día, como un ancho surco terminado a la distancia, bajo una gota gigante de un rocío partido a media naranja.
442. Subsistirá la tarde, pintada en el lienzo profundo de mi abierto corazón. Los bosques de gruesos troncos,
abrirán sus folículos frondosos ante la verdosa esperanza. Permanecerá la melancolía arrancada, en una aguda nota
del hilo musical. Que entre sinuosa tonalidad perdida, en ambos lados del bien alejado enamoramiento, como un acento
cargado de agónico dolor, verás dibujada el sol a la distancia, dividida en varias líneas rojizas, que llorosamente
terminan distante, hacia los desalentados extremos de la oscuridad redondeada. No tendrán más salidas, la única
puerta de entrada, será la de mi corazón vacío. Todo quedará escrita en el recuerdo, como una canción desparramada,
junto a la sombra de mi alma.
443. Por el lado del viento, las aguas fueron derramándose, como en un abanico de perlas espumosas. El río abría nuestra mente, siempre lo hacía, entrada la claridad del alba. No es necesario saber cuánto has vivido, sino quiénes han tocado el sentido por la ventana. Los hombres viven del sol, como los peces en el agua, como las flores del campo, como el aire de la vida, como la fresca brisa del amor, que nos aleja del frío y del calor. Según mis cálculos no me iré más allá, porque no encontraré nada, de lo simplemente formado en un minúsculo estirado horizonte. Para moldear una positiva expresión, anda tú mismo a saber si es una ilusión. El infaltable pulmón financiero de la vida, semejando a pasas sorbidas se arrugan de tal manera, que más se parecen al corazón usado y contraído, que algún otro asunto en el olvido.
444. Sobre un resecado suelo, busca el camino entre la oscuridad, comprimida por el peso del sueño. Quizás al recorrerse las tinieblas, el sol recabe la claridad perdida. Como gotas de agua, que horadan piedras duras, en el sembrado de brisas. Cuando el áspero sentimiento, corre por entre las estrellas hundidas, en la abismal oscuridad del corazón, los suspiros de fresa se escapan del botón. Nunca llegarás alcanzar, el deseoso objetivo de la razón, que pusiste en la meta de claveles allá arriba, sino has iniciado previamente tu promesa futura o sino haz comenzado escalar las orillas de tu esperanza. Entonces, restarán a varias leguas el camino del destino, tendido en sacudida rama de canción, perderás sin haberte propuesto a ganarla sus frutos, que alzados hacia arriba nada se respira.
445. He rastreado el camino del silencio, quizá por su delgado espesor, no pude encontrarla. Tampoco he podido trasponer la claridad del día, en esa parte oscura del grosor del sueño. De inmediato he prestado oídos, al trinar de las aves. Como un beso a la flor del viento, he comprendido su intencionado contradictorio canto. Desde la parte más alta de mi ser, he contemplado el panorama de vida del campo. El quién no ama, no conoce, no siente, no vive la verde pradera, que la naturaleza gratuitamente le ofrece. Sólo se queda en la senda recorrida, como una simple lanzada palabra muerta, dispersada en la última cuadra del recuerdo y sepultada con la más dura arcilla del pasado.
446. Hoy, se ha pintado el cielo, de un color desganado. Que no deja distinguir el corazón, enterrado en la lejanía, traspuesto a la sombra del día. Estampado a fondo el aire llora, desconsolado y retrocedido en su camino, queriendo justificar su improvisada existencia. Para poder seguir viviendo, en la accidentada distancia. Cuando de pronto se observó, que la luz de la tarde, violentamente entraba por la puerta abierta, en la misma dirección que de su sombra. La tierra desorientada de vida y arrugada de almendra, se deja ver en asomada y echada su dureza. Que no muy cerca, se observa su huesuda forma, y hasta se siente sus posaderas de antaño, que se taladran en frases, con el reborde cincel de la mente.
447. ¡ Qué distinto parecer ! que sólo mi alma conoce su costado. He caminado sobre el alba y he sentido claramente su amor de corazón. Comprensivo de besos delgados, y tolerante de bosque de mar, cual un sonido sincero y franco de seis de la mañana, con mayor grado de soltura, lo he percibido en las aberturas del dormir. Cerca al mediodía esperé el sueño, todo vino volando a ciertas pausas bajo el cielo inquieto, no me fue posible calcular la profundidad del sueño, tampoco la hondura invisible del silencio, que dibujaba la abismada plomiza queja. Deja que se abra de par en par, el corazón endurecido, para sembrar el anhelo del vivir, junto al clareado amontonado azul cielo, que desde la nada, siempre brotará la pureza descolgada de las estaciones.
448. La naturaleza, se pinta de acuerdo a la posición, en que se encuentre situado el sol. Una luz sombría, como si no fuera a iniciar la claridad del alba, sino al contrario, como si estuviera dejando el final de la aurora, para que apenas comenzara el principio de la oscuridad. Algunos lugares, se teñirán de claridad crepuscular del amanecer, en otros se dibujarán con la salida del sol, y muchos describirán su camino con el peso del día, de un vivo y puro azul. Cuántos se colorearan de un azul frío, como el acero largamente fingido. Otros tantos, se sombrearán con el sol de las tres de la tarde, quebradamente declinada y por último, con el añil crepuscular, que sigue el ocaso del sol en declive. Antes de inevitablemente hundirse muy fondeado, sin esperanza en la lejanía, en donde conjuntamente con el mundo fenece todo el santo día.
449. Por la ventana, no se distinguía el amanecer ni el cielo. Todo se fue al mismo lado del infinito. El invierno
es un pesar bastante gordo y alejado. Pienso que llegó muy a tiempo, la lluvia descendía de golpe, como si el cielo
se deshacía en agua, adueñándose del cielo de la tarde, con una tupida neblina triste. Los contenedores naturales a
largo plazo, ocultan su cárdena herida del grito. Era un día blando, de calmosos giros y de lentitud apagada, sobre
un vuelo cansado, de tantas frases, deambuladas en los ramajes, de una singular mañana de monte. Desde encontrase,
metida en aquella estación del tiempo, el cantar de las alturas se estallaba, en un estruendoso rayo del contacto.
Caminando a pie, en el centro del cielo, a veces de rodillas envejecidas en tierra, que no se acaba ni menos se
termina, en la orilla desesperada de la palabra.
450. Caminando por el lado de la oscuridad, junto a la penumbra del silencio, respirando mi sostenido aliento. El defecto nace en la desesperanza, como luz rayada al más verde reflejo se arranca, sin derramar su sonora vibración. Cual danzante en traje de luces, me hundiré en tu sol. Se ha derramado mi dolor, hacia el fondo de mi alma, como una sombra ha cruzado. Y he sentido que se ha ido por el camino, más alejado del alba y en mis aguas, se ha pintado su cristal de luna atormentada. Entre tanto, la rudeza acabada de la representada naturaleza, se ha manifestado en duro frío de silencio. En ramales pintadas, de blancas cordilleras azulinas, que su impresión armónica, da siempre un jalón a temple de cuerda, a todas las cabelleras del tiempo, con gran firmeza congelada y solitaria del cultivado pensamiento.
Nº 46
COLOR ROBLE REPOSADO
COMO TINTE DEL PASADO.
451. Antes del mediodía, regresaré del saliente. Para distinguir el azul cielo, en dos amistosas mitades, licuadas en la conciencia. Saltaré sus horas derramadas, como el agitado mar de una misma dulce pintada. Esperaré el sosiego estrujado, en sus ramales de agua vertida, en tan extenso y aplanado minuto del redondeado mundo. Algunos caminos, descoloridos ya por la lejanía, como algo que se pierde en una simple tarde. Serpenteando la tierra de florestas afiladas de impaciencia, con la cara baja pulsaba el precipicio, y sus descentrados brazos delirantes, caídos de un cansado melancólico. En cuanto, se oponía a los rayos segados del sol, el lugar cambiaba de toda posición pensada. De inmediato, quería su frígida sombra de piedra, pasar al otro lado del día siguiente, limando asperezas de hechos transitorios, que retozan de gloria en pleno cielo dibujado.
452. Dejó el tiempo, un puñado de algo y continuó su camino. Encontró un cuarto a oscuras, con la orientación perdida. Cuántas veces ha dormido, debajo de la mar pensada, frío y mojado de esperanza. Porque el solitario pernoctar del campo, ya no tiene lugar en el espíritu de los hombres, aunque quiera disculparse de lo hecho, derramando unas cuantas lágrimas, en última parte de la madrugada. Yo no estoy de acuerdo, que las noches y los días pasen de largo, sin quedar su aplastada verdosa respiración, en mi dispuesta huerta. Tampoco hay diferencia de cultivos, que escarba el alba, sobre la pradera indecisa, de la nunca diminuta orilla del día, ni de la misma letra de mano abierta, en escritura blanca de luz propia. Todas las afueras se llenan, como una sola bóveda, de una creciente frescura pausada, con claridad del tamaño del cielo.
453. A paso corto, caminé la distancia, cubierta de oscuridad, en completo silencio. Descampado y sollozo, hasta acabar el día. Las plantaciones del valles, en pantanoso sopor de serranía, se abren a mitad de su alegría. Todo mece al comienzo, de su propia sombra. De vez en cuando, el verde marfil alcanzado de aurora. Hasta llegar, al débil centro vacío del instante, estacionada en la mente. Sin embargo, el constante caminar entre miradas de espesa rosaleda, y el enronquecido cantar, desvanecido entre flores del vientre ramal. Todo ese mundo, salpicado de oro rápido, como un deletreado salto andino. Es bañado con la primera claridad, de la espesura del día. Luz lila que siempre define el principio, del penumbroso ángulo de la puerta, y la perpendicular cercanía, de un cielo entonado hacía la cuesta. Con débil flacura posible de levantarse con el más mínimo aliento de un pequeño fragmento, el tiempo es ligero navegando alrededor del espacio, mojándose en la espuma blanca del pasado como la causa de algo denso alrededor del efecto perdido. En la quieta anchura distante de aquí y ahora, sin gesto de vacío caminaba de cualquier momento y en cualquier lugar desgastada de orientación. Reducida en sí a la mínima expresión de algún lugar perdido entre el empozado sueño, mientras que los recuerdos lejanamente se agrandan como el mismo día. La primavera despierta en la lomada con gestual de aurora iba adoptando su nuevo ambiente temporal, los veloces vientos errantes de luna oscura, formaba escuálida conciencia de si mismo, como rayas hechas en tierra de diferentes desniveles de luz azulada en cruzados caminos. Aislados vuelos flotaban en curvas inciertas por encima de escarpados perfiles de tierra elevada, hundidos entre los distintos valles de bosques parecidos en su volumen, como quien mira el fondo, con semejante visión inducido al malentendido lugar.
454. El silencio, parecía abarcar todo el centro del cielo, que débilmente se perdía, más allá del horizonte. Parecía que toda la oscuridad, se había vaciado de las entrañas del silencio. Mi sentimiento en reflejo borrado, se ha despertado de campo. Todo paralizado, no se oía, nada de nada, ni el latido del ingrato corazón. Nos miramos así mismo, había un total silencio, como si también el aire que circula por dentro, se hubiera sostenido de miedo, en nuestra conciencia. Naciendo otro sonido de bosque, a un lado del soleado de amor. Pero, no ha sucedido con mi quietud filtrada, con verdor otoñal reposada en el encanto. Tampoco mi escasa felicidad, de sauce cristal, como en otros tiempos, bien plantado al viento. La quietud, se sentía caminar de río, en la conjugación de oraciones del día. Todo es una infinita primavera, con diáfanas aguas perdidas hacía arriba, como un algo cuajado, en un beso fuertemente detenido.
455. ¡ Qué admiración ¡. ¡ Qué filosofía tan profunda ¡. Todo se queda como está al viento. Como la mires en mitades
de invierno. ¡ Qué asombrosa es la vida buscada !. ¡ Qué maravilla !, cuando la miras desnuda de agua. Sobre saltada
en mayúscula, se queda bebida en el sueño. Todo pasa abierto, como los dedos del día. Todo se deteriora, en el
huesudo líquido de tu pecho. Todo se asombra de si mismo. El peñasco, por un mismo desvío de montaña, discurre
precipitado. Las piedras, se pulen de límpida aurora. Las cumbres, se derriban en corazones de futuro. Los ríos se
desvían, por nuevos causes. Los vegetales crecen, en diferentes formas. Las flores caen, por el suelo, por acción
desgastado del viento. Las figuras estrelladas, también por el cielo. La redondez inconclusa del mundo, como una
flor de pera, se arrastra estéril, sin agua tibia, sin río celeste, mirando los desaciertos abismales de su destino.
456. Parece que la sombra camina de espaldas, volviéndose las horas ensombrecidas hacía atrás y en otras retrocedidas de espinas. ¡ Qué contraria vida !, caída letra a letra en el mundanal respiro. Para quedarse a oscuras al revés, en arrebatado prendimiento. Es necesario captar al vuelo, el significado de su lenguaje. Para comprender su retraso, como un simple rastro de lluvia, en un surco sembrado bajo la bruma. La conciencia se confunde de sol, en un rastreado instante. Luego salta de costado, como un salvaje de primera vez caído a fondo. El mismo amanecer de verano, y el mismo anochecer de invierno, ambos solos se buscan, pero no son encontrados, tampoco pisotean los propósitos de su sombra. Todo gira en racimos caminados, como si alguien nos ofreciera, su inocente amistad de blanca claridad, a la redonda de cristalina verdad. Cuando suspiré lleno de resentimiento, algo se despegaba del cielo encima de las montañas, con la mirada curvada como una oreja en luna menguante. En el desprevenido silencio cerré en desidia la puerta tornándose en negligente grisáceo y resbaladiza dejadez, el incumplimiento de femenina tristeza se acrecentó en el último rincón de la conciencia. El vago presentimiento traído a cuestas, parecía redondear la propuesta a punto de verdad si esperaba la convención singular, alguna existencia retoma la propuesta formulada como quietud hacia algo inmaterial, echándose a llorar con boca cerrada la soledad le escribe de lejos. La inquietud hundida hasta el fondo de la inestable turbulencia, encima de la calma llevaba el nivel de felicidad que no explica nada, tampoco haría falta contestar en lacónica ranura, por que no simplificaría de alguna manera contraposición al sonido de cuerda. Suspirando a conducto vacío volvió hacerse en dos el conceptual estampido, en tono de silbido se apoyó de rodillas en el lindero, haciendo crujir el presente la nada se queda en el sueño, como sonrisa brillada en la penumbra del recuerdo.
457. Cuántas veces he visto, morir a la pardusca tarde, en una delgada línea, muy alejada de los alrededores de la noche. Y de un color carmesí, reclinada a la distancia, aún más ahorcada las horas, de un amarillento profundo del olvidado nombre. A lo distante, se observa varios caminos, unos que van y otros que vienen desde allá lejos, muchos enfilan por arriba de las alturas, y algunos otros pocos caminados, no señalan ni encaminan muy bien su destino. El día ondea lejos, como un campo reciente vestida, de un paño de bronce encerrada en su color lila. Tras de una voz dividida de sí misma, en un círculo lunar de amante. Alineada de cercos de piedras, como un jardín de florestas, incrustada de espina diminuta en la sombra. Torcida al quejido de la nada, para perderse al final de la penumbra, doloridamente sufrida en los ¡ ayes ! del silencio.
458. Me he cogido el corazón, con mis propias manos y con fuerza los he aprisionado tan y tan fuerte, como si quisiera exprimir, todo el zumo de mi sentimiento. Para depositar su contenido de blanco salitre, en las vaciadas profundidades del alma. Como un limón de la tarde ya exprimido, es la respuesta concebida del pasadizo dividido. Al enderezarse al lado de la sombra, dejo de aflojar la caminata apresurada de la tarde, su cuerpo crepuscular se inclinaba hacia abajo, como si se fuera a caer en naranjo racimo. Cuanto siento ver algo que oscurece, como las formas redondas se endurece. Muchos años atrás retrocedido del presente, en el centro del círculo, se congela quebrada y blanca sobrenada, te escapas como la sombra hecha una cuerda inmensa en la nada.
459. La inmortalidad de la vida no se derrama. El color de rosa termina en el alma, en donde acaba lo coloreado y comienza la admiración mental del quién las mira. En esa clara tormenta, borroneada queda, como reflejo de espejo, subida sobre la cuesta. Cuando la forma armónica del arte, se plasma en la propia vida, es como la caricia del viento, sobrepasado por encima del desierto. Cerca al cerro plomizo, por donde se sube al cielo, vi cruzar las nubes, que cuanto más se alejaban, más ensombrecían el atardecer, como una sombra que busca la claridad, aunque oscuridad le persiga para cerrarle su camino. Escuché la voz del celeste, y sentí el último quejido de la tarde, desde la distancia la franjeada envoltura de la noche, sombreaba casi la mitad de la tierra. Este proceso enquistado sobrenada, precisamente es la interacción filosófica del arte, que entibia con su color afinado, los sentimientos del instante que se abisma. El horizonte no muy alejado se perdía en la profundidad de la oscuridad, hoy se ha vuelto enrojecido como de varias ciruelas en líneas sucesivas que circundan el desconsuelo, que retroceden el anhelado fervor circularmente como luz tenue y verdosa que se dibuja dentro de la bóveda del mediodía, aparentando el acabamiento del verano a través de la sombra oblicua empolvada a medias. Regresamos el final de la mirada levantada de corazón hasta los limites del alma, sin descender lo alto del arroyo ni menos abandonar el cielo azul del fenecimiento de la tarde. Sobre la prisa apagada en su término ya la agitación comenzada nos aprestábamos a seguir avanzando en el camino, en donde el silencio interrumpía su principio alargado, dejados por los ecos distantes que arañaban los peñascos. Fui hacia el inicio de la fuente casi rozando el espejo, recogiendo entre mis manos un poco de su friolento contenido, con ansias eché con fuerza a mi cara para calmar la angustia y el miedo que rondaba de puntillas por las orillas de mi apretado corazón. La luna de la noche estaba opaca en su reserva contraria, más se parecía a una cohibida mañana asoldada, sin objetivo de vivencia como un cielo raído despintado por la tarde ladeada hacia la oscuridad, no muy lejano su cometido iniciado se ha vuelto rozado al filo. En el fondo alargado de esa ahuecada ilusión, concluido se ubica un punto debajo de la tildada nada, como algo consumido en una idealizada pintura de engañada altura.
460. La experiencia a pesar de ser rosada, carece de extremos despoblados en sus hoyos secos. No sólo se hunde en la conciencia celeste del vientre, también flota en el alba la salida del polvo. Exhala suspiros arrancados violentamente del recuerdo, dejando una oquedad vacía en la doblez del olvido. Frente a la sombra de la tarde, se extrae desde el fondo tristeza partida de piedra, dividida congoja de agua se adentra al sediento pensamiento. Es parte del extracto principal medio, de nuestra feliz esbeltez abstracta de la saliente ausencia. Es cóncavo entrante de lo repetido, en la determinante realidad. Contradicción reservada en la entrada, sin fin del desfondado negro latido del pasado. Se va en retirada el gesto final, al otro extremo de la cambiante alegría, metida a medias su abatido desprendimiento, en la envoltura del círculo del día.
Nº 47
REPRESENTADA EMOSIÓN
TINTURA DEL CORAZÓN.
461. La naturaleza, es un lienzo de color grana. No se ve dentro del alma. Es un trozo de sueño, metido de realidad. Es una aurora congelada a la distancia y una voz colgada en la paciencia. Es palabra escrita en flor a la redonda. Como una fría carta blanca dorada, o un anónimo encendido que se desgrana. Algunos corren por los ríos y otros se queman en el alma. Todo es pintura poética, escrita de oro en la entrada de la puerta. Su firmamento es un verso descendido de cuesta y su verdor lila es una esperanza de boca abierta. En donde la semilla se rompe de a cuarta por entero y el corazón de rosa se abre de tienda, para sembrarse en mi huerta, como una carta abierta, de alejado cielo, que no llega a fondo de piedra.
462. No entiendo a la vida. No comprendo porqué es tan buscada. No distingo vida mía su secreto, como es quedarse sin nada despierta. No percibo lo tanto alejado y lo distante cercano de la vida. La delgadez del horizonte nos desvive, parece contener tantos deseos de alargarse más y más, sobre la áspera extensión de la tierra. Girada por la alegría verdadera del amanecer, dispersada de alba sobre el corazón, que nunca falta su ensueño de violeta guía, siempre llega de frente en búsqueda íntima del día. El sonido del mundo, de pié en el umbral del cielo, impidiendo de lejos, la llegada del alba. Antes de inclinarse el día, deja asomar la parte perdida, en regueros débiles de luz. Cual silencio prolongado en huida, por el viejo camino de la desesperante despedida de la vida.
463. ¡ Qué belleza !. ¡ Qué hermosura ! es la entrega a la vida. De pronto he perdido, la senda clara de la sedienta razón. Como un indeciso objeto redondo, oscurecido sin orientación. Una luz blanca empalmada, asperjada de agua, similar al suelo que se divide en lágrimas. Sólo un cielo plomizo, aún lejanamente aclarado, por el tinte gris del sol. Como una barca sin brújula, sobresaltando el infinito bajo el sol. Violentamente he sido llevado absorto, a retozar entre la sombría profunda del mar. De manera que igual a un ser sorprendido, envuelto dentro del rocío crepuscular de ilusión. Socavando el último cielo violeta, en alzada doliente del ausentado viento. El palmear de compañero de carpeta, que despierta del sueño de escuela. La longitud del camino soñado, nos lleva a buscar el tinte esperanzado, del mortecino releído y suplicante horizonte.
464. Más vale un poco de aurora, que tantas mañanas amontonadas. La belleza no es de todos los días, lo raro o escaso
siempre es el más caro. Lo lindo no tiene valor, lo artístico no tiene precio. La abundante playa y el profundo mar,
visiblemente ofendidos se distancian de la tarde. Dejando a la lejanía veraniega, bosquejada en un blanquecino
litoral vacío, desde el mismo borde de las olas se aleja en un crepuscular enrojecido. Semejante a una dividida
naranja, giraba en vuelta de sol, alrededor de los límites del tiempo. Algo irritado dejó abandonarse, a voluntad
del viento. Un grueso suspiro dejó escapar, enturbiando el anegado pensamiento. Terriblemente de calor, se recalentó
la blanca arena, luego se hizo difícil caminar. A pié desnudo sobre ella, y, a camisa abierta de apagada estrella.
Siendo insuficiente la mordisqueada alegría, precisamente al final de la orilla.
465. La mañana esparcida, se fue poco a poco recogiéndose, en la falda del día. Para teñirse de encendidos colores, como en una grandiosa fragua del basto universo. El calor de todos los hombres, se va resumiéndose de esperanza, algunas nubes blancas ya desmenuzadas por el viento, en su camino que vine sosegado, a llevarse todo el día regado. Entre los dos extremos se arrastra la sombra, desde la entrada del cielo, hasta la terminación de la tierra. Este monumental acontecimiento descendido, se refleja alejados negativamente del agua. Con una fuerte mirada de antaño, que no solo perfora la idea, sino que también la fortaleza por entero, de todo un año sostenido en el pasado, como cintura del tiempo, que se enlaza en el inmediato tormento.
466. Desde lejos te he visto, como una sombra reflejada de rosa en el agua. Sin duda era la luna de plata, sobresaltada de claridad nunca encontrada, y subrayada de luz en el cristal del cielo. A veces parecía, menos movida, en otras débil y tan ligera al retroceso del tiempo. Aunque en aquel entonces, el cielo traslucía el celeste de su pintado, porque estaba hecho de un cristal abierto, con el contenido melancólico, que de lleno desbordaba en llanto de corazón. Ese pétalo, era como un sueño abierto de encanto, y tendido al encuentro perturbado. Como dos pensamientos sinceros, de difícil unificar en un solo deseo, tocados de porvenir bajado al suelo. Si la vida, es algo que nos anima, entonces la sombra será un paso cerrado, que se resbala quietamente al no deseado abierto del pasado.
467. El tiempo se abrió, antes que aclarara, como una rosa blanca a profundidad. Al comienzo de la madrugada, y
antes de amanecer, menudas gotas de lluvia rosada, se precipitaban todas por tierra, regando los surcos de lo
sembrado. Como un puñado de algo soltó, la no esperada risa, en el centro mismo del alma se posó. Los rastros no
determinados, de una despedida brillante de estrellas, quedaban muy alejados de nosotros. Mientras a lo ancho se
expandía, una débil capa de claridad, casi tocando la parte más caída del cielo. No era la luz que horadaba, la
dureza del pensamiento, menos la ascendente esbeltez, del siempre prometido encuentro, bastará una leve sonrisa de
rosa, para que comience la tan esperada primavera.
468. En cuanto el sol bajaba de posesión, el viento azulado se esforzaba remontar, los aires difíciles de las ásperas pendientes. El río apretó sus aguas, hasta que llegó a donde no debía, y comenzó a doblarse en blanco, como cuando se iniciaba allá el amanecer, mientras se cerraba el cielo, parecía que el día inquieto, llegaba de su regreso recién salido de la oscuridad. Hacia las grietas abiertas en el vientre del valle, enfilado de altos de piedras blancas, veteadas y grises, sobre profundidades de filos amenazadores de oscuros secreto. La parte natural del cielo, se levantaba de bote a bote, para extenderse por encima de un silencio, casi total en su magnitud celeste. Ante un viento tranquilizador, aventado desde adentro hacia afuera, que avivados se deslizaban por el umbral de la puerta, para aspirar el otro lado del amanecer.
469. De verso caminaba por la orilla del mismo, hasta encontrar su reverso en peso de camino. Entre el doblez más bajo, por donde el nivel último de la caída en grado, se introducía en el arenoso desolado. Semejando un calentado desierto, de plataforma redondeada en arenal de piedra, en donde terminaba ese solo hilo de agua entibiada. Cuando extendido contemplo el cielo, como una esperanza que no tiene cuando llegar. El buen tiempo nos echan encima, hasta que se cansen después. Tras el calor del fuego, se alzó un inesperado vuelo de luz, que dentro de las nubes se dejaba ver, a través de las grietas más oscuras, que se proyectaban en un vacilante y enorme rectángulo, de claridad quebrada hacia adentro.
470. Perdido en la doblez de la oscuridad. Desde antes que te conociera, siento como si caminaras sobre mi conciencia. Los vientos arrastraron al mediodía, echaron sobre los caminos trozos de agonía, para pintarse de tristeza. El frío me hizo perder el sueño, al filo del comienzo de la noche. Cuando a distancia surca el mar, y el anhelo sisea línea abierta de velocidad, el agua como un cielo redondo, en lágrima de lluvia retorna. Nacida en el vértice, donde no toca el sol, ni se puede regar caricia de luna. Es cuando se ve salir, el redoble de la esperanza, en bruma casi navegada. La luz llega hasta el alma, a través del agua, como el peso de un pétalo, olvidado en la sombra. Todo se encuentra junto al lecho, perfilada de escarolada llegada, al fondo ondulante del espejo, cortado a distancia muy cerca del color del cielo.
Nº 48
COLOR LECHUGA CIELO
REGADA DE MAÑANA HIELO.
471. De lo vertido se deduce, que nadie pretende rebuscar, lo negativo de la aurora ni el adverso de la oscuridad. Cuando el sol está tras nuestro, la sombra se alarga a nuestro paso, como algo acariciado a distancia y no quisiera pisarse su comienzo. Se mira siempre por fuera, tras adentro del interior apretado, se adelgaza en si mismo, sin desviar la mirada del destino. Entre brumas y brisas se ve precisada, el posible encuentro con la esperanza. Eres como el agua, que buscas deslizarte, por nuevos cauces, para dejar en el camino, macollos tiernos de primavera. Nos acostamos al comienzo del silencio, en donde la oscuridad pintada se va netamente en sonido, como un silencio sin sabor, tejido de luz al costado del dolor.
472. Cuando regresé por la primera entrada, ya la mañana estaba afuera. Vinieron muchos de tierra a quererse pintarse de siembra. En el lugar cantaba las aguas, una monótona canción, al parecer de tan sola una nota, no escrita ni dibujada. Era ya el medio día, a sus alrededores muy distante el sol, parecía que apagaba los sonidos del aire. Pero el tiempo sorda, entrelazaba las estiradas rosaledas, como las formas despintadas y viejas. Aunque a la larga contaba, con una gruesa caída interminable de lavada pausa, y de variada secuencia. Todo se blanqueaba en espumantes finales, hasta alcanzar un feliz acorde, atado a una deslizada y precipitada gargantilla de piedra. Duramente se componía de otras consistencias, como un todo discreto de la naturaleza.
473. Desde lo más alto de la vertiente, cuando entraba la distante caída de la mañana. Todas las lomas contemplaban, la sombra azul de la tarde, que se desplazaba por el lado oeste del desierto. El viento descendía de las cumbres en las tardes de sol, y las sombras se quedaban allá arriba, prendidas de un instante en total posición de espera, dejando que del vaciado cielo, cayeran toda su añil de estilo. En donde los juncos se llenaban, como maleza del lugar. Ahí mismo también se acortaba la llegada, de la penumbra alargada del mar, ensombrecida de la tierra. Repujadas de maíz se asomaba el blanco tapiz, reflejando sobre el oro suelo, salía inmediato a su alcance, como una serena gota enrojecida, luego se ausenta de amarilla extendida.
474. Tomo la lentitud que se acaba, como una distancia encontrada. Así acaricio por fuera, cuando el hielo saliendo llora. Cuánta alegría en los ojos de vida, dudosamente termina en un pedazo del día. Tibia como el calor, en donde nadie sufre dolor. En cuanto estuve quieto, sentí tan cerca que el cielo se abría en dos, como un abismo para arriba. Tuve el deseo de buscar otro lugar, más seguro y corrí desesperado para adentro. Dejando lo visto, como una simple cuestión discutida, comencé a llorar sin querer. La vida de hormiga se enfila, cuando el amanecer, más se acerca al estallido del alba. En cuanto se levanta el sol, llega el dulce aroma del amanecer, como una sonrisa fría, tocada profundamente por el beso del día.
475. Cuando al pastel pintes el paisaje, hallarás el comienzo del camino, por donde los sueños agrandan mis esperanzas. La realidad estructural ampliada, hecha de música colorada, se yergue tocando el azul cielo, en cuanto obtiene el dulzor a miel, se desparramaba como la misma tierra. Todo no es más que, un cándido encuentro con el lugar. ¡ Ay ! del artista o el escritor, que no ponga el perfume de flor, o no le aplique el destino de corazón. Lleno de pedruscos de río, esparcidos entre las plantas. El viento sediento de vida, quebraban las ramas de tallos secos. Cerca se veía, acumulados de años, las hojas secas en el olvido. Dentro de juncos de flores marchitadas, se tendían por encima de las piedras, ennegrecidas por el tiempo, tocando con sus espigas friolentas, los extremos de las tardes.
476. Los movimientos de nubes, se desparramaba como hojas de ponciana, por sobre la resecada tierra, luego cambiaba de color y de forma, algunas se derribaban encima de las lomas de cipreses. A todos los encanta subir el lado y dormir cogido de un simple costado. Al no poder subir, la última empinada cuesta del valle. Cuando comenzó abrirse el cielo, llegó el viento, para luego irse después. No se podía desde arriba, desdibujar el contenido de la figura del atardecer. El sol había ya dejado, mucho más atrás las piedras del camino, para remontar la apretada continuidad e irregular de la hondonada, tratando de llegar alcanzar, el final de la acequia, sin gota alguna, del perdido sustento de agua. El viento se detiene alargado, hasta convertirse en una templada cuerda en bajada.
477. Desde el otro lado, del sentido opuesto, venía saliendo un colorido, un colorido de aire oscuro, como una de esas flores tristes que nadie las mira. Todo abatido el lugar, parecía que reclamaba siempre el cariño del pueblo. En las inmediaciones, la media mañana color plomo, se levantaba como manta, la misma que iba tras de esa luz amarilla del sol. Caída por arriba de la cumbre, en apuradas alas salvajes, tratando de buscar las alturas del interior del cielo. Cuando apenas se lograba abrir, las puertas del mundo, como un soplo de aviso, que ya está despierto en las afueras, alumbraba en redondo como el sol, el panorama vestido con amor de flores coloradas.
478. Como algo bien fornido, se iban tras del viento, llorando su descarnado negro manto. Era tan negra, como un grito de infierno. Todo el ambiente resonaba, como puerta sin armonía, bajo el sol enfermo del occidente, en donde se veía salpicaduras, de oro verde oscuro en la distancia. Refractada como superficie del espejo, convertido en agua pura de fondo desaparecido. Las nubes se arrastraban por el cielo, cargadas de intenciones pesadas, que lo hacía aparecer plomizas. Al verse abandonado de razón, se oscurecía apartado de ascuas y cenizas, rompiéndose las lunas de cristal. La oscuridad había invadido, por entero las sombras agitadas al viento solitario del horizonte.
479. El viento casi ya vacío, no se apartaba de la cuesta. El mar y la tierra quebradas, lloraban su total silencio, de ásperas jaladas oscuridades. Una hoja tendida de naranja, el viento la arrastraba sobre tierra mojada. Devorando a la vaguedad de las claridades, metidas en su totalidad dentro del incierto sueño. No podía confiar en la irrealidad natural, encendida en la imaginación, desdibujando de madero en los últimos momentos del viento. Cuando de pronto se retiró, sentí tan cerca que descendía por adentro, un simple rayo de mi alma, con que estaba amarrado profundamente al corazón. A nuestra espalda, percibimos el torrentoso frío, estaban seguros que su color cerezo, llegaban de inmediato ligados hasta el río.
480. Pero, de lejos en última esperanza, percibía un sonido no muy conocido, casi al final del camino, que por momentos se detenía, dejándose advertir como el día, que tenía intenciones de pretender volver a caminar, el camino de retorno del mismo lugar. Al escuchar el sonido, de las caídas de agua, alguien decía desde lo más alejado, ya, ya, ya el mundo está despierto. Mientras otros, ponían el andar en el camino, luego el sol en media luna dorada, altamente calentaba el paisaje de naranja. Entrando a través de sus propias grietas, en finas líneas alargadas, como cuerdas de inmediata confianza, en ligero movimiento descendía el dilatado tiempo. Sujeto de la apuntalada aurora, y enlazada al inicio de la mañana. Con mirada de fresa en tierra, de dos en dos fingía un gran paso a la ligera.
Nº 49
ENTENDER PINTADO DEL UNIVERSO
ES COMPRENDER EL INVIERNO.
481. En realidad faltaba mucho, para que llegue la madrugada. El cielo todavía estaba colmada de luces, todo se descolgaba desde arriba, el parecido a espuma se soltaba en cóncava limpia humedad. Todos miramos calladamente, pero muy poco sabemos leer la brisa, pintada de tan gran altura a montón, como polvo de camino entrada a la visión del corazón. Contenida su desordenada cantidad, en reducida hoja caída al centro de la razón. Mientras el alto sol de la tierra, se derramaba al reverso del teñido del agua. Siguiendo el rotativo cristal quebradizo, de las superposiciones del alba, todo elevada contra el azulado celeste amanecido. Buscando siempre la posible cúspide, significando al menos no tocar el suelo, tampoco ser perturbado en su sombra.
482. En cuanto se mostraban las distancias, los perfiles precisos de óptica presente, se alejaba al retroceso, del lado opuesto de la tarde. Se alzaba opacamente, en una clara visión determinada y definida, por encima de aquel montón confuso y borroneado en verdinegro regadío. Desordenadamente dispersada, tras ese resplandor de cualquier objeto oscuro, dibujada simplemente en ciertos trazos superficiales del agua. En otros tantos de ilusión, se veía verdosa tan grande bosquejada, que hasta lejos se había borrado de lugar, casi todo del recuerdo. En suma, era un gran sueño de neblina cobriza, pero suspendida por encima de la luna en franca huida.
483. El viento arrastraba con fuerza, los fragmentos melodiosos de ramas del sinuoso caminar, no obstante que las piedras de colores, se enterraban solas a profundidad. También el viento con fuerza perlada, limpiaba parte del cielo, cerca de las frías estrellas del abierto paladar. Todo era alumbrado, por nacarados enrojecidos y planos asperjados de lluvias, entre la grisácea mañana y la esperada tarde de un cercano día. Evitando siempre el contacto, con el centro del enfriado solar. Encerrándose sobre si mismo, al envolverse con el color del mar. Sabiendo plenamente, que con sus tácitas sombras, el cielo siempre sostendrá a la pesada tierra, aunque se abra el tiempo en horas de invierno.
484. Cuando las fuentes llenaban sus profundos vacíos, se ondulaban sus aguas como espejos recalentados de canción. Dibujados de encajes y fraguados de mar, los trinos exhalan del corazón. Batiente de líricos cristales andaba, empezando a consumir el llenado de la espalda, en gris verdosa del agua cortada con el alma. Mientras un gesto del tamaño de la risa, se apagaba no muy cercana a la brisa. Desde adentro circulando, el pétalo rojo de mira, como un vivo odio lejano, que había extraído del endurecido pasado. Tuve tanto deseo de llegar arriba, pero en el camino se fue quedando, se adelgazó tan delgado, que por las fisuras del tiempo, se filtró entre las piedras, para siempre, para siempre.
485. Exactamente igual filtraba la luz, a través del aire de cristal, al otro lado del opuesto matinal. El viento tornó de blanco imagen de cuesta, los árboles cabeceaban como desconocidos irracionales asustados de altura en retirada. Las siembras tenían por principio la sombra, cuando llegaba la humedad del agua, todo la tierra comenzaba a verdear, luego los surcos a florear de sol, el cielo era tan grande y extenso, que albergaba a toda una inmensidad, para todos era el mundo. Entre tanto, del camino se levantaba un fino polvo arenoso, hacia el cielo de mañana. Regada a color de lechuga, comprendiendo perfume de la fugitiva aurora, como una idea tomando la forma del melón, se desviaba por más arriba del corazón.
486. Cuando cesaba el viento, todo se encontraba ya a muy buena distancia, a veces no se advertía en su misma rueda girada. En el despertar del alba, se buscaban los lados del camino. Durante el día, casi perdido en el oído, se fue la tarde fría, como una tarde pálida carcomida del inicio. Se cubría a mi entender, por una espesa nube de frágil emoción. Por eso de cuesta pintada, corría paralela a la música dejada, por la dulce rama. El leve quebrar de hojas, en las orillas del huerto, no era remoto pensar en la angustia, en donde se hacía temblar la risa. Empapada de brisa blanca, despertaba a saltos sondeando la noche, con sus cuatro sentidos abiertos, a las constantes tinieblas venidas.
487. Los latidos del cerezo corazón, esperaban al aire del limón. Que llegaba más cerca, al sentido propio de la rosa, con gran firmeza de piedra negra, sólida reluciente a la luz del sol. Abriendo la breve hoja en esquina, de la fuente caída al final de la subida. En esa completa ilusión guiada, la claridad incierta del alba era fiesta, siempre giraba en atrapada ráfaga de plata. En el preciso momento que la razón, negó su consumido abandono de atención. Como luciente anhelo de la tierra, el fulgurante cielo de risa, buscando en su recodo la senda vencida, se va de miel en frases recogida, por aquélla tierna y lejana arista, suspendida de una luna bajamente de brisa.
488. Las violentas aguas, arrancaron a las plantas, del borde del camino. Su caminar, era una pena oscura en fuga, su tremolar hacía huir los colores. Las pálidas nubes entraban y salían, entre el cielo y las hebras estiradas del viento. Igual que una proa ideal navegaba en la mente. El cielo era todavía celeste, lejanamente circulaban pocas nubes, el viento soplaba por allá afuera y por arriba seguía helándose en brisa de cumbre. Todo se cubría ahuyentando su desavenida picada, ya no fallaba de alba pintada, la hora tan corta de la tarde, nada más con nada se endulzaba, tras del silencio placentero del huerto. Encima de inducidos montes verdes, ahora en moldeable primavera, el canto tibio de rama suelta, no encuentra el ángulo buscado, siempre habrá algo que camina solo a la vuelta.
489. El paisaje es único en el alma, ni siquiera vemos el amanecer, sin embargo, ya se van hundiendo en el atardecer. Algunos pugnan por ocupar lugar distinto, de los sitios rápidos de racimos de vida, adheridos unos a otros de distancia y de anchura sombra. De cualquier modo, siempre saldrán juntos de un solo golpe enmudecido, las vertientes de aurora pronto será cielo endurecido. La cordial música entonada, ya desgastada por el uso desabrido, vendrá el día con el apagado sonido. Y en aquellos días de aire vaciada, verán a distancia que el viento arrastren, las hojas resentidas de las plantas. Donde la mañana se anida, confundida con las aves y las horas a la vera del río, como el agua de espejo se enfría, en el vaivén de la media luna del día.
490. Las lluvias frías y secretas más arriba de la tarde, casi escondidas en los contrafuertes de la melodía del viento. Desde adentro las ventanas abierto al cielo, de vez en cuando por debajo del frío, dejaba asomar los estambres de las flores y los sépalos de los tallos verdes de las yerbas. No podía sonreír a la vida, renegrida sin mañana, llenada de tanta ingratitud, no volvía al encuentro, con frases a medias se esparcían como una canción plateada, en el fondo esquinado de la tierra. Un poco a la derecha se sostenía, en un montón de a canto rodado en travesía. Tan oscuro como la noche, se entreabría angostamente la figura alargada, en el cantero de piedra endurecida eternamente. Todo el transitado lugar llora, en cada ternura se para, como una fuente infinita, de inacabable espina canta.
Nº 50
NO ES MAS LA VIDA
EXTREMO DEL DIA.
491. Cuando encendida el sol del mediodía, cantando se anida en su oro espuma, la tierra soltada se inclina de forma, hacia su propia sombra. Entonces, todo teñido el cristalino cielo, se perderá de penoso vuelo, en el sumergido resonante atardecer de la lejanía. Como un círculo de rápido viento, enrojecido en el candente latido del olvido. El viento fuertemente ha untado de color azúcar, en las afueras de mi aposento de andar, luego el tiempo plomizo ha entrado de prisa, por la estrecha puerta de roble blanco tiza, y dejó traslucida a cercana distancia, el silencio arrugado como si fuera un simple papel morado. Antes de terminar, como una flor de rosa, adherida a mi alma, todo el gris de la lejanía, viene desordenado saltando, pero nunca tan retrasado, en un mutismo doliente se desploma de viento en el agua.
492. ¡ Qué profunda es la esencia de la vida !. ¡ Qué superficial se le mira !, desde cualquier punto de la Tierra. ¡ Qué difícil ! especular repentinamente, en el mismo camino del viento soñado. No es fácil meditar aún cubierto de crepúsculo, retrocediendo a pocos el tiempo andado. Con la esperanza toda envuelta, de tantos besos de rocíos lejanos, en donde el corazón se despoja, abiertamente de sus prendas de cielo, ¡ ay ! casi fuera del borde de la vida. Debajo del penoso atardecer, se cubren miradas de muchas leguas de distancia, y solamente en el translucido enredando, flota tantos lirios abiertos de sonrisa, sobre las aguas limpias del día. Cavilando entre gruesas guirnaldas rojas, de ajenas mañanas en la espesa profundidad del sombrío, es como sobresaltar por encima, de la meridiana claridad del infinito. Para divisar desde arriba, el constante discurrir de los deformes rastros cuajados de aurora.
493. Se desgaja del ruido y es arrastrado por el desgaste. Se deshoja como planta, al final de una carcajada. Las flores deshacen su encanto de piedra, en el lustre recogedor de puntos y comas. No existe lenguaje adecuado, al sabor del acaramelado ciruelo licuado. Para llamar desde la primavera, a la soltada bella luz aventurera. Es como querer coger en un puñado, de rayos claros todo el cielo, fuertemente como un plateado acero. Formando la única entrada, de espigas engrandecidas de trama, dentro de un rocío vaciado de oro fino. Cuántos caudales de azul espeso, correrán por los ríos del cielo, cubriéndose de música las flores del canto de toda la tierra. Como las lluvias teñidas a cuesta vacía, dentro de las cuantas venas corridas, buscando de larga aurora la salida, por las singulares orillas de mis penas.
494. Es como la desvanecida dulzura, en el silencio lejano del alba, que invisiblemente se retira, hacia la suprema visión del alma. Con la creciente retirada, de un beso abierto a la distancia. Va en aumento el calor sembrado, en la ternura de la mirada, y en las afueras de la soledad infinita, la voluntad cercanamente besada. Recorren las voces en paladares vacíos, remoliendo el silencio de los caminos, perdiéndose en el oscuro pensamiento. Prefiero un cielo quieto, que tantos de luz incierto, por no encontrar su correspondiente sitio. El sonido de las sombras, se levanta más revuelta y espaciada, sobre la extensión ensombrecida del jardín de caricias. En donde regados de híbridos pétalos, cantados de alegre verano, se quedan empinados de esfuerzo mojado, en el centro mismo de la sola nada.
495. En el lugar más apartado, de la trenzada esfera. Toda unitaria dimensión, será entendida al inicio de la sombra. Por más distante que sea la espera, en la comenzada orilla del agua está la vuelta. Siempre será inmediata la fecunda respuesta, derramada de grandiosas palomas vendrá desde el cielo. Mientras insólito colindante se haga, a la luz impar de mi sombra, el fondo peculiar del viento, llegará hasta el alma. Venidera pregunta de dulce jardín, se tendrá a la inevitable vista, como algo nunca endurecida, desde la indecisa aroma. Directa e inmediata pluralidad, de tono único pintada se dispersa el alba, en un prolongado gesto tierno, se queda bajo el silencio de arriba. En una diminuta lágrima vivida, de larga palabra se busca la empezada nada. Pero el indiviso futuro, muy por encima más se retira, dejando una sola reciente vecina, de inconfundible congelada piedra. Cargado de un bien pesado silencio, y un controvertido manar desatado de agua, en su oquedad oscurecido no se encuentra, lo que realmente se necesita de siembra.
496. Con voz sobrecogida descolgabas la flor, de un desunido peldaño del sueño. Esplendoroso sol de verano adelantado, en solitarias entregas cantando, se tendía a lo largo del verde campo. Mientras las desandadas primeras horas, de la descorrida mañana de viento fresco, escaroladamente sobre el mojado suelo, se escondían tras de los blancos muros del silencio. Que ha su vez uncidas se proyectaban, en retrasadas oblicuas de largas sombras, para luego terminar junto a las únicas orillas, del vivo remontado resplandor del día, que avanzadas paso a paso en callados ríos crecía. El continuado campo, como un adiós viajero era interminable, la claridad de nubes cerradamente sacudían a la angustia. Ocultándola enganchadas debajo, de las arrumadas hojas de ramas, no había lugar para tristezas ni el llanto, en la ventana descorrida del alba, entradas quedaban las nostálgicas miradas. El retrechado murmullo de ríos de aguas heladas, se reanudaban con los ecos de lejanos cerros de enredaderas. El progresivo accidentado terreno, de dulces maíces pintaban de azul, el enyugado retorcido recuerdo. Dentro del tiempo retrocedido de mi alma, era aún un poco volver atrás los profundos anhelos del paisaje. Pero su retrotraída caricia del olvido, se inclinaba a la juntada nostalgia, de aquellas horas solaces de la vida.
497. De las refluidas hojas verdes de árboles, resplandecía el color cielo de plata. Entre tanto, los rayos batidos en oro vivo violeta, asomaban de entre los arbustos sombreados por la esperanza. En la detenida lejanía, se oía a medias un sosegado rechinar, y un distante quejido de nubes blancas, así como, un próximo desunido cantar de aves, que retornando se alejan del todo entristecidas. Casi ya enfrente unida se desplazaba, la original pintura viva de primavera, y la buena intención divina, con su siempre oportuna fragancia de hierba. Todo bien resaltado en el camino, se distanciaba progresivamente de si mismo. En letras gruesas de roble blanco lavadas por las lluvias, y en mayúscula diseñada en madera plateada, jalada en su extensión de rosa aurora. Por todos los retardados vientos, se quedaban atados al cielo, como una arremolinada de crepúsculo florecido, en una eterna obra esférica de arte preferido.
498. Las propiedades acústicas de las montañas, se alejan todas unidas en las tardes, llevando en sus ulteriores espigas, esa singular repetición de lejanía. Como alguien más cercano, de expresivo golpe te espera, asomado a la puerta abierta del alba. El crujir extraviado de piedras del antepasado fogón, se queda en la celeste morada abierta de corazón. El camino carmesí dejado por el retroceso del viento, en roja tela gris de seda se descuelga de invierno. Estando como alejada en sí de niebla, y cercana a su vez aquí de rosada huella, se sentía llenado de rocíos el alma sin salida. En donde terminaba el darse por contento, los caminos del entonces silenciados al encuentro. Nunca los permanentes sueños distantes, dejaron visualizar su expansivo color de alegría. Definitivamente los únicos besos secretos de forma, se perdían empuntados de sonrosado entender al otro lado del día. Aún parecían inmediatas a nuestro alcance, pero todo estaba en una extensa lejanía como el cielo.
499. La escarpada realidad, es una delicia completamente redonda. La disuelta púrpura llovizna de retrocedida sombra, bajo el tinte rayado profundo del atardecer, se dibuja abiertamente la forma de la ausencia. La áspera realidad del mundo se ha reducido, debajo del traslúcido cristalino sol de primavera, cuando la rugosa idea migra en el tiempo, el rígido espacio se agranda en redondo. Todos pueden caminar con una dulce visión bien entonada, con una dócil voz llena de emoción y vibrante de corazón. Desatando blandos crepúsculos del enredado convergente, con una bastante crecida idea largamente esperada, que traspone las nudosas afueras en lisa venida desde allá arriba. En el poco desandar de la holgada soledad, en bien desenredada brumas marinas se quedan más lejos que nadie. El desparejado viento humedecido entre las piedras, puede alisar la suave y espléndida melena de rosa. Cuando no camina la razón, la esencia se transforma en una dura jalada figura de difusa estrella de noche. Fosforeciéndose de luna abrillantada, sobre el irresistible movido oleaje del mar, con semejante estilo y de blanca arena posibilita la ennegrecida suposición. Con un acento inútilmente en blanco y conceptuando desde adentro con ojos lentos, las limitadas tinieblas de un subrayado extraño oscuro, parecido a un viejo molino de piedra, que al girar envuelve mi largo sueño.
500. Nada supera a la lealtad del noble corazón. Condensado en el aire los ágiles trigales, sobre el camino enrevesado de luz limón, se comprime en sí la estática idea lindada del regreso. Todos los deslindados vientos de la vida, giran incansablemente desatados arriba, en la soledad fronteriza del cielo infinito. En donde siempre se busca el alba, para palpar su adelgazado mensaje de tan corto dulzor. Sin embargo, es tan escabroso y abrupto el intrincado campo del olvido, que sin contemplación alguna, impulsaba el presentimiento inspirado, fuera del alcance del complicado corazón. Que apenas comenzada el inicio del engrosado pétalo de flor, me sentía perdido en un desorientado destino, prefería ser el aumentado viento que el beso reducido olvida, sin recordar lo olvidado ni despedir lo anegado en llanto, con abundante acento nostálgico sólo atinaba sufrir en silencio el incomprendido dolor. Pero el cuantioso estímulo del calor de la vida, era la única copiosa ilusión retenida en mis manos, sin recompensa de bastante nada. Cuando sentía el latido de ingratitud inmediatamente la marginaba y proseguía el accidentado camino hasta llenar éste vacío abierto. Por eso, dejo escrita esta carta de esperanza, más contento que en otras tardes, aún sea la última línea de ésta vida, que en éste ensayo se queda, esbelta de tan clara cuesta, como el agua expuesta al sol.
Lima, sábado 02 de Junio del 2001.
A. Arnulfo Moreno Ravelo